La primera vez que se conocieron estaban recién salidos del gateo, a duras penas sabían hablar con propiedad y sus ojos grises de lactantes recién empezaban a tomar sus colores respectivos, estaban en el apogeo de una edad tierna e inocente, sin embargo, ya eran enemigos. Ellos no lo sabían pero se dieron cuenta de las miradas hostiles que sus padres, o abuelo en caso de ella, se dirigían los unos a los. Desde aquel entonces supieron que algo andaba mal.

La segunda vez que se encontraron estuvieron obligados a convivir. Ella era mandona y no aceptaba un no por respuesta. El era un rebelde y lo último que quería era obedecerla. Para su suerte, aquel fue el día en el que conoció los que ahora serian sus mejores amigos de toda la vida. Recordaba cómo se conocieron y jugaron sin que nada mas les importara, inclusive ignoraban las protestas y chillidos de ella. Fue uno de sus días más felices de su vida.

La tercera vez que se vieron fue en el funeral de los padres de él. Ella recordaba como su abuelo trataba el tema y ella sabía más al respecto. Estaba enterada que su abuelo, uno de los hombres más poderosos de toda Asia tenía rivales, los padres de él eran uno de los tantos, desde que se entero todo había adquirido sentido; la hostilidad entre ellos, la forma en la que se trataban, el modo de manejar los negocios, hasta las miradas de odio que él le dirigía. Fue después del funeral que ella cuestiono a su abuelo preguntándole él porque habían ido a ofrecer sus condolencias. "Por respeto" fue lo único que le contesto.

En su cuarto encuentro ellos ya eran casi unos adultos. El era joven, atractivo, rebelde y dañado. Ella era joven, hermosa, obediente y perfecta. Se enteraron que tendrían que asistir a la misma preparatoria, ellos ya eran lo bastante maduros como para comportarse de la manera más civil posible e hicieron un acuerdo silencioso de ignorarse mutuamente. Sin embargo, ellos aun se odiaban, él le odiaba porque ella se creía perfecta, creyendo que por portar un apellido como Kido le daba el derecho automático de pisotear a los demás. Ella le odiaba porque él no podía seguir las reglas, siempre en problemas, tan testarudo y de vez en cuando salvaje, ella odiaba esa clase de personas. Sin embargo ellos no sabían que tenían una razón en común para odiarse. Ambos eran los herederos no solo de compañías rivales, sino que también habían heredado el odio de sus predecesores.