Hakuōki es propiedad de «Idea Factoy», nada más que las palabras de este fic son mías.


«Sutil hipocresía: me esfuerzo a ser risueño, a ahuyentar la tristeza… cuando sufro y de noche se me acerca el cadáver de un sueño insepulto y mal muerto que no puedo olvidar.»

—Mαnuel Ortiz Guerrero.


Todαvíα puedo luchαr

Desperté esta mañana temblando, sentía las sábanas empapadas de mi propio sudor. Me siento extraño; desde hace varios días que despierto en medio de la noche o a la madrugada con el cuerpo entumecido y sudando a mares.

Le pedí a Chizuru que me prepare un té, ella me sonrió y se dirigió a la cocina. Hace ya mucho tiempo que renuncié a mi intención de matarla, porque siempre anda sonriendo mientras hace sus labores y también, aunque no lo admita, ella se ganó mi aprecio, del mismo modo que los demás sienten aprecio por ella; especial cierto pelinegro de ojos amatista, el mismo que la trajo al cuartel como prisionera, el mismo que finge altanería frente a ella. Sé que él siente algo por ella.

Me levanté pesadamente del futón y me di una ducha rápida. Debía comenzar el día; tenía que entrenar a mis hombres, no podía de ningún modo dejar que un simple resfriado me arruine el día. Sí es solo eso, un resfriado.

¡Kami! ¿Qué sucede? ¿Por qué tengo tanto frío? ¿De dónde viene esta tos tan perniciosa? Maldita gripe que no se va… Bueno, tampoco me voy a dejar llevar por esto.

Salimos de ronda por las calles de Kioto y llevamos a Chizuru con nosotros. Ella tiene la vaga esperanza de encontrar a su padre caminando tranquilamente en medio de las calles de la capital. Es una muy graciosa, esta mañana mientras Hajime entrenaba con su espada ella lo miraba con disimulo; él se dio cuenta así que le preguntó que quería. Ella simplemente quería salir del cuartel para buscar a su padre. «Es razonable», pensé. Mas no podía salir sin permiso del Fukuchō (1) y mucho menos en las patrullas sin tener algún tipo de defensa.

—Hajime medirá tu habilidad —sugerí, con tono pícaro.

Ella abrió los ojos mirándome con sorpresa.

—¿Acaso esa kodashi que tienes es de adorno?—preguntó Haijime, con su habitual tono impersonal.

—¡No! Pero… Saito-san, si te apuñalo con mi espada, morirás. —El murmullo de Chizuru apenas se oía mezclado con el viento. La chica tenía los ojos bajos.

Desde el fondo de mi alma surgió una carcajada que espantó a los pájaros del cerezo más cercano.

—¡No es gracioso Okita-san! —Se quejó la muchacha, molesta.

—A-así que te preocupa matar a… —Mi voz salía entrecortada por las carcajadas y unas lágrimas de risa perlaban mis ojos—… a Ha-Hajime. ¡Es tan gracioso! —dije, golpeando la madera del suelo y apretándome el estómago que ya me dolía de tanto reír.

—Yukimura, no te contengas. Ven a mí con todo lo que tienes; si te rehúsas a usar la espada, atácame el lado contrario de la cuchilla.

Chizuru desenvainó su kodashi y apuntó a Hajime con la parte roma. En una fracción de segundo, Hajime ya la tenía con el cuello peligrosamente cerca del filo de su espada, se separó de ella y envainó su espada.

—¡¿Qué?! ¡En una fracción de segundo! —La sorpresa estaba más que clara en los ojos y en la voz de Chizuru.

—Hajime es un maestro. —Expliqué con calma.

—Creo que no va a haber problema con que nos acompañes en nuestras patrullas —murmuró Hajime.

—Vaya. La aprobación de Hajime, eso suena bien. —Sonreí.

—¡Gracias!

—Pero si intentas escapar o interfieres en nuestra labor, te mataremos—susurré sin perder mi tono suave y jovial.

—¡Gracias! —repitió la muchacha en tono alegre. Me sorprendí que a pesar de haberle advertido por enésima vez que la mataría siguiera sonriendo de esa manera. Me pregunto si ella no tiene miedo de nada. O si es una tonta.

Un ruido extraño me sacó de mis cavilaciones, Chizuru había entrado precipitadamente a un restaurante y unos hombres la estaban atacando por el simple hecho de estar con nosotros. Sentí un acceso de ira y junto con mi patrulla entramos al restaurante, "casualmente" los Chosū (2) estaban reunidos allí y capturamos a algunos de ellos quienes confesaron que habría una reunión importante esa noche.

Decidimos actuar, después de todo el Shinsengumi tiene como función cuidar de la paz de Kioto.

Llegamos al Ikedaya y la espera se hacía larga, Kondō-san decidió entrar y atacar a los Chosū, el plan que tenían de incendiar la ciudad y secuestrar luego al Emperador era cruel. No entiendo cómo pueden ser tan egoístas de trazar un plan así en donde vidas inocentes se verían afectadas… No importa, el Shinsengumi siempre protegerá a la capital y a sus ciudadanos.

Limpiamos el primer piso y subí con rapidez las escaleras; a Heisuke lo habían golpeado en la frente. Mi espada cortaba todo lo que estaba a su paso, en el segundo piso estaba un hombre rubio de ojos carmesí. Comencé a pelear con él.

No entendía si el hombre era demasiado poderoso o yo me estaba debilitando. ¡Maldita esta tos que me corroe!

La voz de Chizuru me sonó extraña en medio del caos de la batalla. Ella se había parado en medio del rubio y yo, cual escudo humano. Él sonreía, de un movimiento puse a Chizuru tras mío pero un acceso de tos y un extraño olor a sangre fresca llegaban a mí. No veía nada… todo se oscurecía a mi alrededor. ¿Qué demonios sucede?

*—

—¿Así que tengo la infame enfermedad sin cura?—le pregunté al doctor Matsumoto tratando de parecer casual.

Me había citado lejos de las miradas de los demás para darme una noticia terrible pero que en el fondo sospechaba: me había dicho que tenía tuberculosis. La infame una enfermedad sin cura. Yo, Okita Sōji, Capitán de la Primera Unidad de Shinsengumi, «el prodigio del kendo»; maestro del Tenen Rishin Ryū(3) desde los dieciocho años, no moriría en batalla sino que me consumía lenta pero inexorablemente por una enfermedad. Reí ante lo irónico de la situación.

—Sōji, ¡tómalo enserio! Debes dejar el Shinsengumi de inmediato, buscar un lugar fresco y no sobre esforzarte demasiado…

—¿Dejar el Shinsengumi?—interrumpí—. Ya sea una vida larga o corta hay pocas cosas que puedo hacer. Mataré a cualquiera que se oponga al Shinsengumi, eso el lo que tengo que hacer.

Vi al doctor alejarse así que me senté en un banco de los jardines del cuartel y susurré:

—Sal de ahí, Chizuru-chan. —Palmee con suavidad el banco de madera—. Siéntate aquí.

Ella se acercó a mí, suaves lágrimas surcaban sus mejillas. No podía creerlo. Le había dicho cientos de veces que la mataría y aún así lloraba por mí.

—Hey, Chizuru-chan. ¿Acaso creíste en esa ridícula broma?

Ella no respondió, pero seguía echando lagrimones.

—Por favor no le digas a nadie sobre esto, será nuestro secreto. Si no lo haces, te mataré. —Le dije medio en broma, medio enserio.

—Okita-San, siempre dices eso —murmuró.

—Es verdad—concedí. Sentí el impulso de abrazarla con fuerza contra mi pecho, pero me contenté con palmearle el hombro y me marché de su lado.

Nadie se enteraría que me estaba muriendo, no dejaría que nadie me tenga lástima… viviría lo que me quedara de vida al límite… Después de todo, todavía puedo luchar.

.

.

.

.


—¿Se merece un review?


Aclαrαciones:

(1)Fukuchō: Sobrenombre de Hijikata. «Comandante demonio»

(2)Chosū: Facción imperialista contraria al Shinsengumi. Eventualmente formaron una alianza con Satsuma conocida «Ishin Shishi» quienes terminaron ganando la guerra civil en 1869.

(3)Tennen Rishin Ryū: escuela de kenjutsu donde Kondō Isami era maesto. Okita era considerado un prodigio de la espada y obtuvo el grado de maestro a los dieciocho años.


—Bitácorα de Jαz: En esta revisión, además de salvajadas varias, me di cuenta de que el IC en Okita variaba bastante con el de la serie. Sin embargo, tengo una justificación (?) y es que las reflexiones de una persona difieren sideralmente con lo que dicen y/o hacen. Buena excusa, supongo. Gran siete ;_; Okita siempre me da donde más me duele. Lo quiero tanto.


Editαdo el 25 de septiembre de 2014, jueves.

¡Jajohecha pevê!