Por una amiga
—Feliz cumpleaños Momoko —se felicitó a sí misma.
El reloj en su muñeca marcaba las 12:07. Siéndose sincera consigo misma, era el peor cumpleaños que había tenido. Cumplía 17 años, y nadie se le había acercado a saludarla, ni siquiera sus mejores amigas; Miyako y Kaoru.
Al parecer, todos habían olvidado el que hoy era su cumpleaños. Bueno, no todos; Himeko la había saludado. Pero claro, había sido un saludo al todo estilo de Himeko.
"—Feliz cumpleaños, perdedora."
Tenía que ser un poco agradecida, al menos la había saludado. Algo es algo, ¿No?
La alegría de Kaoru no podía ser mayor, irradiaba alegría por cada poro. Pero, ¿Cómo no estar feliz? Una de sus mejores amigas cumplida años.
Ese día sería fantástico y nada en el mundo podría arruinarlo. Lo había planeado por días y se había preparado para lo que hoy acontecía, al fin Miyako había aceptado que ella cocinara un pastel para la celebración de ese gran día. No había de que preocuparse, nada podría salir mal.
Aunque el decirle incontables veces a su rubia amiga que nada pasaría, no había disipado los nervios de esta. Solo cocinaría un simple pastel de cumpleaños, ¿Qué podía salir mal?
Sonrío con suficiencia mientras depositaba los ingredientes necesarios sobre la mesa.
—Guirnaldas, globos, serpentina y regalo. Bien, lo tengo todo —habló feliz Miyako, mientras caminaba con unas cuentas bolsas en las manos—. Espero que le esté yendo bien a Kaoru con ese pastel —la preocupación se notaba claramente en si tono de voz.
Tenía que hacer desaparecer esa preocupación tonta he innecesaria que la invadía. Kaoru le dijo que no se preocupara, que todo saldría bien, excelente fue la palabra que había utilizado.
Pero por más que lo intentaba, no podía. Sabía que aquello era muy importante para su amiga, pero el hecho de que Kaoru no fuera tan buena en la cocina, le preocupaba.
—Miren a quien nos encontramos —esa voz le era familiar, demasiado. Los Rowdyruff Boys hacían acto de presencia.
—Chicos, hola —sonrío amigable como siempre, aunque la sonrisa fue un poco forzada—. ¿Qué hacen?
El que los chicos dejaran de causar estragos hace ya algunos años, no significaba que no dejaran de hacer sus trastadas con ellas. Y hoy no estaba como para recibir alguna de sus bromas.
—Pues nada; aburridos —comenzó Brick con su característica sonrisa maliciosa.
—Sin nada que hacer —prosiguió Butch con seriedad, mirando directamente a las bolsas que llevaba consigo la rubia.
—Y con la necesidad de fastidiar a alguien —Boomer miro las bolsas y luego directamente a ella. La curiosidad brillaba en el azul cobalto de sus ojos.
— ¡Oh! Ya veo —mordió nerviosamente su labio inferior sin saber que decir—. Me tengo que ir. Adiós —se despidió comenzando a caminar apresurada.
No podía permitir que ellos arruinaran todo. No hoy.
Los chicos comenzaron a seguirla tranquilamente.
—Dios, no—susurró.
La concina era un completo y total desastre, con harina esparcida por todos lados, cascara de huevo en el piso y, lo que parecía ser la mescla, esparcida por los aparadores, ventanas y paredes.
—Bien, veamos —habló Kaoru, quien tenía puesto un delantal y miraba concentrada un libro. Un poco de la mezcla estaba en su cara y algo de harina blanqueaba sus cabellos—. Joder, esto es más difícil de lo que parece —soltó un suspiro—.Y ese tipo en la tele lo hacía parecer cosa de niños.
Tomo un chuchillo y comenzó a picar unas frutas. Aquellas que serían para la decoración final.
Lo admitía, ello no sabía preparar un simple huevo sin terminar haciendo un desastre, ¡Es más! la vez que había querido preparase un chocolate caliente, casi había terminado por incendiar la cocina.
Había procedido a colocar el recipiente con el chocolate sobre la llama de la hornalla, pero había decidido mirar un poco de tele mientras esperaba. Sí, se había olvidado por completo de lo que hacía.
Una punzada en su mano la despertó de su ensoñación, miró su mano percatándose de que se había cortado pro andar vagando en sus pensamientos.
Contuvo un quejido y todas las maldiciones que se le pasaron por su mente, yendo hacia el fregadero y dejando que el agua se llevara el líquido carmín que salía de la herida.
Dios, solo quería preparar un pastel, o cualquier cosa comestible, para su amiga Momoko. Ella era la única razón por lo que intentaba lo imposible; cocinar. Era bien sabido por todo el mundo, que Kaoru Matsubara no cocinaba, pues, Kaoru más cocina era igual a caos.
Pero a ella eso no le importó eso al momento que decidió preparar el pastel, no, ella fue contra todo pronóstico de que fracasaría, aventurándose en la travesía imposible, y fracasando al fin.
Y aunque todo estaba en contra de ella, no se daría por vencida, así tuviera que intentarlo veinte veces y la vida se le fuera en ellos, lo haría por Momoko.
Tal vez lo segundo pasaría muy pronto, porque del horno comenzó a salir un denso humo negro, indicándole que el pastel se quemaba.
— ¡Demonios, no!, no puede ser—gritó al momento que abría el horno y sacaba la bandeja que ya se encontraba bastante quemado—. ¡Diablos! —volvió a gritar por segunda vez, mientras soltaba la bandeja sobre la mesa y corría de nueva cuenta al fregadero, a introducir su mano bajo el agua. Debía recordar colocarse los guantes antes.
¿¡Dónde demonios se habían metido sus amigas?!
No las había visto en todo el día, y parecían no querer dar señal de vida. Oh, cuando las encontrara, conocieran un lado de ella nunca antes visto.
— ¡Chicos, por favor, vasta! —gritó Miyako cerca de sufrir un colapso.
Los chicos ya llevaban un buen rato haciéndole bromas pesadas, no aguantaba más, quería que ya la dejaran en paz. Ahora estaba mojada y cubierta de lodo, todo cortesía de los Rowdy.
Al menos las bolsas se encontraban intactas, aunque en las manos de los chicos.
— ¿Para qué son todas estas cosas?, ¿piensas hacer una fiesta? —Preguntó Boomer hurgando en las bolsas. Las cosas pronto comenzaron a estar regadas por el suelo.
—Boomer no —intento levantarse he ir con él, pero solo consiguió volver a caer de sentón dentro de la fuente donde los chicos la habían tirado.
Brick observaba con curiosidad una caja completamente blanca, adorada solo con una cinta roja.
— ¿Qué será esto? —Abrió la caja encontrándose un precioso vestido de color rojo—. ¡Esto es de chica!
— ¿Ropa interior? —Preguntó Butch—. A ver—Butch trato de quítaselo de las manos, comenzado ambos a jalar y provocando que la tela comenzara a ceder y terminara por rasgarse.
—Se rompió.
Los ojos de Miyako estaban que se salían de sus cuencas. Esos idiotas.
—Ustedes tres, infelices, están muertos; bien muertos —les anunció.
— ¿Dónde está la salsa de frutilla? —Se preguntaba internamente Kaoru, rebuscando entre los estantes—. Salsa de frutilla, ¡Aquí! —gritó.
Tomo un frasco de un color rojo y comenzando a esparcir su contenido sobre su queridísimo y quemado pastel.
—Veamos como sabe—probo un poco de la salsa— ¡Asco!, ¡agua!
Abrió la puerta del refrigerador, tomado una jarra, comenzando a beber su contenido de un zape, a todo el estilo bestia-caníbal-salvaje. Pasó el dorso de su mano por sobre sus labios.
— ¡Un tonto pastel no va a ganarme! —con un grito de guerra, tomo un nuevo recipiente y un batidor, comenzando a preparar un nuevo pastel. O no, no se dejaría vencer tan fácil por una cosa tan simple, como lo era preparar un pastel.
Momoko caminaba cabizbaja. El reloj ya marcaba las 17:38 y no había visto u recibido algún mensaje de sus amigas. Tenía que darse por vencida, nadie recordaba su cumpleaños.
Sin siquiera notarlo, llego hasta la casa de Kaoru. La ira la invadió, y a grandes zancadas ingreso a la casa.
Todo insulto o maldición murió en su garganta, al encontrar a Kaoru y Miyako en la cocina, con gorritos de cumpleaños y un pastel que, por el estado en el que se encontraba, deducía que lo habían preparado ellas.
— ¡Feliz cumpleaños Momoko! —gritaron al momento que la abrazaban.
— ¡Ustedes malditas, no saben cuánto las amo! —dijo con lágrimas en los ojos.
Eso había sido sin duda, el mejor regalo que le habían dado en la vida.
