Este es un canon fic, lo cual implica parejas como Harry/Ginny, Ron/Hermione, Neville/Maite y esas cosas. Trataré de ir incorporando eventos que han sucedido en las películas y que no me gustan, sólo para darle una justificación que me haga feliz. Acá no vengo a complacer a nadie que no sea a mí misma, qué esperaban. Pensé que me conocían.
ADVERTENCIAS: Ya dije que este fic sería canon, así que por favor que nadie me pida que Harry quede embarazado del Calamar Gigante porque eso no ocurrirá.
Algunos capítulos más adelante pueden contener escenas para mayores de edad. NC-17, MA.
AGRADECIMIENTOS: She and Him - Why do you let me stay here?
DISCLAIMER: Nada me pertenece. Todo es de J.K. y la Warner.
DEDICADO A : Mary, J0r y macaen.
NUNCA HABIA SABIDO TAN BIEN
Capítulo Uno: Té sin azúcar
o
El día después de mañana.
Hasta ese momento, sobrevivir no es tan bueno. En realidad, era una mierda. Recoger cadáveres, sentir el dolor en las piernas y en el pecho. Ver lugares y hogares destruidos. La cara de la Sra. Weasley. La cara de George. La cara de Ron.
Imaginarse la infancia de Teddy, sin padres.
No haber visto esa cara desde la madrugada.
Pisa la gravilla escuchando los ruidos del jardín, la casa parece mucho más tranquila de lo normal, más triste, como si toda la fauna del jardín y del estanque supiera lo que ocurre. Incluso la pintura de la fachada le parece más deslavada que la última vez que estuvo ahí. La última vez que estuvo ahí hubo una boda, la primera y única boda a la que ha asistido.
El sonido que hacen sus zapatillas es ronco, intenta ver de reojo el interior de la extraña casa, no sabe exactamente bien qué va a encontrar allí. Una parte de él espera que esté Hermione. Eso sería una gran ayuda, pero no tiene idea dónde está su amiga. Por otra parte, le gustaría que la casa estuviese vacía, así podrían hablar a solas.
Cuando llega a la puerta, de la que cuelga un montón de botas llenas de barro seco, Harry duda si debe tocar la puerta o no. Golpea ligeramente con sus dedos y rápidamente se da cuenta que la puerta está entreabierta y sólo la empuja un poco. La cocina de la madriguera está oscura, ve un montón de trastos y loza sucia apilada en el lavaplatos. Ollas sucias abandonas en la mesa, vasos a medio llenar y las sillas desordenadas. Ve la figura de alguien sentado de espaldas a él, con la mirada perdida en el jardín. Harry abre la puerta un poco más, dando un paso dudoso.
-¿Ginny?
Su voz le suena rara hasta a él. Tiene las manos sucias y pegajosas de sangre seca y polvo y las restriega contra el pantalón porque no sabe qué otra cosa hacer con ellas. Aún está cansado y bastante conmocionado por todas las cosas que han pasado, todavía puede ver los rostros sin vida de sus amigos y compañeros que ayudó a cargar esta mañana. Incluso recuerda otros rostros desconocidos hasta entonces para él.
Siente los músculos agarrotados de cansancio y algo también se adormece en su cabeza al verla a ella, sentada con las piernas encogidas y una larga trenza que baja por uno de sus hombros.
Ginny gira lentamente su cabeza hasta a él, a Harry le parece que tiene los ojos rojos y el rastro de lágrimas que surcaba su cara momentos atrás aún brilla en sus mejillas, y él tiene uno de esos momentos en que no sabe muy bien qué decir y no sabe si de verdad ocurre pero de pronto siente las manos como dos globos muy inflados.
Le ve sonreír débilmente.
-¿Ginny…?
Harry se da cuenta que ella le mira con los ojos vacíos y la mandíbula apretada. Le parece que Ginny está en aquel extraño trance. Ese en que sólo ve labios moverse pero realmente no escucha, esa que sólo percibe la realidad por oleadas. Ella toma un pañuelo que tenía guardado dentro de uno de sus bolsillos y se limpia las mejillas, y luego lo enrolla nerviosamente en los dedos. No habla, no le dice nada. Harry no está sorprendido. ¿Qué otra cosa podría esperar?
¿Una fiesta sorpresa por vencer a Voldemort?
Harry avanza hasta ella, toma una de las sillas que están a su lado y se sienta sin decir nada.
Supone que Ginny necesita ese momento, un espacio para no ser fuerte ni resilente, para no consolar a nadie, para dejarse caer en un mar de llanto mudo y tristeza insoportable. Como si nunca más fuera capaz de ser feliz, como si hubiese sido besada por un dementor.
No, piensa Harry rápidamente. Sabe que Ginny se siente peor que eso.
Está a escasos metros de ella. No la toca. Podría. Pero no quiere distraerle ni alejarle de aquello que Ginny está sintiendo. Un barco que se evapora como humo negro en el horizonte, un pájaro que grita en la noche y se pierde su aleteo en un bosque, la tormenta que agita una vela en medio de la oscuridad. Exactamente así se siente Harry Potter sentado al lado de Ginny Weasley la mañana después de la batalla de Hogwarts.
La mañana en que ya no importa si Voldemort existe o no, sino que es la mañana en la ausencia de Fred se transforma en algo real.
- ¿Hay alguien más en casa, Ginny? –Pregunta con la voz hecha un hilo.
Ella niega con la cabeza.
Harry se acomoda innecesariamente en la silla. Recuerda cuándo murió Sirius. No quería hablar de ello, porque en realidad no sabía que cosa podía escuchar que no sonaran a palabras vacías e insignificantes o palabras dolorosas cargadas de afecto sobreprotector.
O crueles verdades, como cuando Dumbledore le dijo que Sirius nunca trató bien a Kreacher, y que éste no le tenía ningún afecto y por lo mismo le importaba un comino que se hubiese muerto.
Harry, sentado en la cocina, ni siquiera quiere pensar en los padres que pudo tener. Y la sensación de soledad y abandono que le provocó la muerte de Dumbledore. La lluvia de miedos y temores en la que creció sin cobijo alguno.
Harry respira profundamente antes de hablar.
- Ginny…Uhm…¿sabes algo? –Ella le mira con los ojos vidriosos. –Uhm…Algún…algún día dolerá menos.
Pareciera que por primera vez ella escucha algo de lo que él le dice, le mira con los ojos un poco más abiertos y abre la boca, pero no sale sonido alguno.
-Sé perfectamente de lo que estoy hablando. – Agrega Harry, antes de que ella le recrimine que quién murió no era su hermano. Las mejillas se llenan de color y su voz se llena de incomodidad. Las manos se le inflan más y no sabe exactamente donde mirar.
-¿Crees que algún día seré insensible a esto? –Pregunta Ginny haciendo un gesto con sus manos, indicando el lugar donde late su corazón.
Harry no sabe muy bien que responder, no tiene claro si Ginny está molesta o qué.
-No lo creo, yo no diría que es insensibilidad, Ginny. Pero podrías llamarlo así. –Dice algo aturdido.
-Perfecto. –Contesta ella. Y mira hacia su pañuelo arrugado. –Porque creo que no podría vivir si llevo toda mi vida este peso. Me ahoga. –Dice y Harry nota cómo las lágrimas vuelven a quemarle en los ojos y ellas las deja caer. –Es como si tuviera una fiebre, un delirio doloroso, no lo puedo explicar, pero ésta no soy yo y ahora mismo siento que nunca más podría volver a ser la de antes.
A Harry le gustaría agregar que está en lo correcto. Nunca más serán los de antes. Ni ella, ni él, ni ninguno de los que han sido alcanzados por los largos dedos de la guerra. Le gustaría contarle que ese agujero se olvidará a ratos, pero nunca se volverá a llenar. Estará ahí, en un rincón alejado de la urgencia de los días, pero permanecerá tan vacío desde ahora en adelante hasta el final.
Se quedan en silencio en el comienzo de la tarde nubosa. Ginny llora y él sólo toca su pelo suavemente esperando que algo le indique qué es lo que se debe hacer en este tipo de casos. Recuerda el libro de Ron titulado "Doce maneras infalibles de encantar a las brujas", ese mismo que le habían regalado Fred y George, ese mismo que él tiene una copia vaya a saber dónde y se pregunta si en algún lugar dice cómo debe comportarse en este tipo de ocasiones.
Y no es que el no sienta la tristeza de perder a Fred, por supuesto que sí. Tiene un nudo en la garganta y otro en el estómago. Y siente la culpa y la responsabilidad de que Fred ya no esté ahí, porque siempre le ha costado entender que él no pidió nada de lo que le ha tocado vivir. Que él no quiso que las cosas fuesen así, que él no escogió nada de lo que ha pasado. Piensa por un momento que él no debería vivir, sino Fred, que tiene una familia que lo extraña mucho.
Harry piensa que a él nadie lo extrañaría mucho, realmente.
Se atreve a mirar de reojo a Ginny y no puede evitar hacerse esa estúpida pregunta
¿A quién preferiría vivo Ginny? ¿A Fred o a mi?
Harry no quiere dar el siguiente paso y buscar una conclusión. Nunca antes había visto a Ginny en ese estado tan desolador y completamente devastada. Ni siquiera cuando él terminó con ella en el funeral de Dumbledore.
La pregunta sigue flotando en una burbuja de su cerebro y recorre toda su superficie hasta alojarse en el interior. Piensa que nunca sabrá la respuesta.
Ginny hipa y se restriega por la nariz ese pañuelo deslavado. –Fred me diría un chiste en este momento. Transformaba las situaciones más incomodas en bromas… Cómo me gustaría que estuviera acá, que hubiese escuchado la canción de Peeves…
Harry muchísimo más incomodo que momentos antes, se mira las manos. Tienen un tamaño y apariencia normal aunque siguen sucias. Mueve sus dedos, como si las ejercitaras, como si algo estuviera mal con ellas. Se para de la silla y toma un par de tazas sucias del montón. Se lava las manos sin decir una sola palabra, lava las tazas, pone un poco de agua a calentar y mientras prepara un poco de té, se atreve a mirarla nuevamente.
La trenza que baja por su hombro llega hasta un poco más arriba del lugar donde Harry imagina que está su ombligo. Siente su cara arder. Enciende los restos de velas que quedan sobre la mesa, y la habitación se llena de los colores anaranjados y vacilantes. Todas las sombras se hacen más grandes, incluso las interiores, como su culpa y su miseria.
Se siente obligado a decir algo que le haga sentir bien, porque él ya se siente lo suficiente mal y además, se considera un completo inútil.
-Fred siempre estará contigo, Ginny. - Ella le mira nuevamente con los ojos brillantes. Harry cree que sonará estúpido pero necesita decírselo. –Yo lo sé, siempre estará, Ginny. Sé que no es un gran alivio, pero no lo has perdido para siempre. No podrás verlo ni hablar con él pero eso no significa que no te acompañará en todo momento.
-¿Has estado hablando con Luna de este tema? –Pregunta Ginny con el ceño ligeramente fruncido.
-No. –Contesta suprimiendo una pequeña sonrisa. –No he estado hablando con Luna de este tema… -Harry agrega en su mente la palabra "últimamente".- …Te lo digo porque simplemente lo sé. –Duda un segundo y cree que será el imbécil más grande, pero lo deja ir antes de pensarlo una segunda vez. - Me lo dijo Sirius. Y mis padres también me lo dijeron. Siempre estarán contigo porque forman parte de ti.
Harry le pasa una taza de humeante té a Ginny, quien lo recibe con las cejas levantadas.
-Sirius lo entiendo, Harry, pero…¿Tus padres? –Ginny pregunta confundida.
-Larga historia. –Contesta Harry intentando sonar poco importante.
-¿Qué tan larga? –Pregunta Ginny mientras sigue limpiándose la nariz con el pañuelo.
-¿Para hacerle justicia? –Pregunta él entornando los ojos. –Una tarde al menos. Es una buena historia. –Harry sonríe suavemente.
-Hoy no podré escucharla. –Contesta Ginny. Mira el reloj que su madre dejó abandonado sobre un mueble de la cocina, todas las agujas, menos la de Fred, están en el posición que dice "a salvo". -En unas horas más tengo que ir a un funeral. Pero puedes contármela cualquier otra tarde, ¿lo prometes? –Pregunta con la mirada acuosa.
-Lo prometo. –Contesta él y siente que sus manos y su pecho se inflan más aún.
Ginny prueba el té que Harry le preparó. Su cara se arruga un momento y le dice. –Está horrible. ¿No tiene azúcar?
Harry sí le agregó azúcar, pero se detiene antes de contestar. Podría decirle que durante mucho tiempo todo va a saber así. Acido o amargo, pero toma la taza de Ginny, dice –Lo siento. –Y le agrega tres cucharadas más.
Eslabones
Con los mismos jeans empolvados y la misma chaqueta, que si no fuera por Hermione y sus benditos hechizos tendría manchas de sangre, Harry se sienta en una banca junto a Ginny y a George para despedir a Fred. Junto a ellos, repartidos en otras pequeñas bancas blancas está el resto de su familiares y amigos. Molly, abrazada por su marido, no puede dejar de llorar mientras él mira con incredulidad hasta el féretro donde está su hijo.
Todos tienen heridas, algunas comienzan a cubrirse con ligera costra cobriza, otros las ocultan y mantienen limpias con vendajes. La mayoría simplemente, en ese momento, está sangrando por dentro.
La ceremonia no es tan pomposa como la de Dumbledore, de hecho sino fuese por Percy nadie habría dicho ningún discurso. Todos están demasiado tristes para poder hablar. Todos están demasiado atormentados, con la nariz enrojecida, los ojos vidriosos y la mandíbula temblando, para poder pronunciar algunas palabras. Harry pensó, momentáneamente, que era una fortuna que Percy tuviera ese don, y que éste pudiera sobreponerse a la pena que se reflejaba tras los ojos que sus lentes malamente ocultaban.
El mismo hombre que había estado para la boda la Bill y Fleur, está sobre una especie de podio. Habla sobre la juventud, la valentía, la libertad. Alrededor de ellos no está el lago de Hogwarts, sino un cementerio común y corriente, salvo por el hecho que todas las flores parecen frescas y en algunas lápidas hay fotos que se mueven y saludan alegremente. En otras hay construcciones que Harry está seguro que no existen en ningún cementerio muggle, como una mantícora enorme de piedra que en sus fauces tiene una réplica de un mago moribundo.
El pequeño hombrecito agita sus brazos y dice hechizos que Harry no conoce. Cuando el cuerpo de Fred comienza a descender lentamente, como si la Tierra se lo tragase, Harry no puede evitar estremecerse al escuchar el sollozo de George, quien tiene los ojos fijos en el cuerpo de su hermano.
Harry cierra los ojos, y sintió en los suyos agolparse las lágrimas calientes que no tardaron en bajar por sus mejillas y fundirse en la comisura de sus labios. Instintivamente toma la mano de Ginny entre las suyas y la aprieta ligeramente. Ese instante cuya espera se había prolongado mucho más allá de lo que él mismo creía soportar, llega con tanta naturalidad que ni siquiera se sorprende. No sabría explicar el porqué, pero sentir las pequeñas manos tibias de Ginny entre las suyas es un alivio.
De pronto George se levanta de su puesto, se saca su sombrero puntiagudo salpicado de estrellas y de su chaqueta de terciopelo negro saca su varita, desde el interior de su sombrero comienzan a salir un gran cantidad de palomas blancas que vuelan hasta donde un momento atrás estaba Fred. El profesor Flitwick se levanta un momento después de su asiento y repite el gesto, saliendo otra bandada de su sombrero.
La profesora McGonagall hace lo mismo, dejando alguno de los mechones canosos de su cabello agitarse al viento, mientras las lágrimas bajan por sus mejillas por debajo de los lentes.
Las palomas giran formando un gran círculo ante los ojos sorprendidos de la gente, extienden sus alas inmaculadas y luego se alejan en el horizonte hasta desaparecer transformadas en un punto pequeño que se desvanece.
Ginny sólo aprieta más fuerte la mano de Harry.
Ron que está sentado con Hermione y con Charlie, entierra su nariz en el frondoso cabello de ella y cierra los ojos un momento. En la banca de atrás está Angelina Jones, Lee Jordan y Oliver Wood, los tres parecen haberse tragado una cuchara caliente. La gente comienza a levantarse de sus puestos, algunos se despiden de Molly y a Arthur, la mayoría mira disimuladamente a Harry cuando pasan por su lado.
Ginny se levanta y con ella Harry, George sigue de pie en la banca sin moverse.
-Vámonos, George. Vamos a casa.
-Iré más tarde, quiero quedarme un momento más.
Ginny sólo asiente en respuesta, deposita un beso en la mejilla de su hermano. Harry pone su mano en el hombro de George y se lo aprieta suavemente, él recibe aquel saludo poniendo su mano sobre la de Harry un momento.
Harry y Ginny esperan atrás al resto de la familia, Ron y Hermione pasan por al lado de George quien permanece sentado con las manos cruzadas entre sí. Ron tiene la larga nariz enrojecida en la punta, Hermione los ojos empapados en lágrimas.
-¿Nos vamos? –Pregunta Ron.
-Vete tu primero, quiero esperar a mamá. –Contesta Ginny.
-¿Vienes, Harry? –Pregunta Ron en respuesta.
Harry nuevamente siente un golpe de incomodidad llenarle los músculos y agarrotarle la mandíbula, mira a su amigo y niega ligeramente.
Ron de pronto mira las manos entrelazadas de Harry y Ginny y abre los ojos y la boca, pero la cierra cuando Hermione le da un codazo.
-Ay, diablos, Hermione. ¿Te pasa algo en el brazo? –Pregunta airado.
Hermione lo fulmina con la mirada y le dice a Harry. –Ron y yo los estaremos esperando en la madriguera.
Se alejan un poco más antes de escucharse murmullos y luego un suave plop. Cuando Harry da vuelta la cabeza, para agradecerle con un gesto a Hermione, sus amigos ya no están.
La mayoría de la gente ya se ha ido. Hagrid, con la cara hecha un puzzle de costras y cicatrices camina junto con el profesor Flitwick, quien tiene los ojos rojísimos. Hagrid se detiene frente a ellos y le pregunta.
-¿Todo bien, Harry?
Harry se encoje de hombros. –Todo lo bien que se podría estar en esta situación. –Contesta él.
Entonces el profesor Flitwick le dice –Me alegro que estés bien, Harry. He tenido que presenciar la muerte de demasiados buenos hombres. Se dirige a Ginny suavemente y agrega. –Tu hermano definitivamente era uno de ellos.
Ambos hombres se alejan caminando lentamente.
Ginny contiene un sollozo, Harry aprieta más su mano. Como si con ese sencillo gesto quisiera decirle muchas cosas: "Lo siento, es mi culpa, no debí dejar que nada de esto sucediera. Lo siento. Lo siento mucho. ¿Podrás perdonarme?"
Entonces Ginny se abraza a él. Cuando sólo quedan unos diez personas en el cementerio, Ginny apega su cabeza al pecho de Harry, quien suprime un quejido y la abraza de vuelta. La siente estremecerse e hipar entre sus brazos. El aroma de su pelo le llena la nariz y el calor de su cuerpo traspasa la tela de su chaqueta. Harry no sabe qué decir. Pone una mano en su espalda y la aprieta mucho más fuerte de lo que sus propias heridas le permiten, pero no le importa.
Lee Jordan pasa junto a ellos y sólo le da unos ligeros golpes en la espalda a Harry y se aleja con la cabeza gacha. Ginny se separa de Harry, busca su pañuelo para limpiarse la nariz y entonces alza la mirada. George sigue sentado solo en el banco. Sus padres caminan junto a la profesora McGonagall y ve a su padre asentir suavemente en dirección a George. Cuando llegan a su lado, Ginny le dice a su madre. –Estaré en unos momentos más en casa.
Molly quiere protestar, pero entonces mira a Harry y algo la hace cambiar de parecer. –No tarden mucho. Yo…no sé si aún estamos a salvo.
Harry no puede contradecirla, mal que mal están en el funeral de uno de sus hijos, por lo mismo permanece callado con la mirada cristalizada.
Cuando se quedan solos, Ginny levanta los ojos hasta él, quien se siente de pronto muy inquieto y no sabe por qué. Una parte de él comienza a recordar que la última vez que estuvo en un funeral fue cuando le dijo a Ginny que no podían seguir juntos. Esa misma parte de él está temiendo ahora lo mismo. Que ella le diga que no puede haber nada entre ellos dos, porque él es el responsable directo de que su hermano no esté más con ellos.
Ginny tiene los ojos brillantes, las motitas doradas que flotan en sus ojos cafés son más intensas que de costumbre, ella separa los labios y sonríe débilmente.
El instinto de preservación de Harry se lanza en medio de los dos y habla apresuradamente.
-Lo siento.
-Lo sé. –Dice Ginny. –Sé como te sientes, Harry, pero no es tu culpa.
Harry abre la boca pero no logra articular palabra alguna. –Quien mató a mi hermano fueron los mortífagos. Ellos son los únicos responsables. –Pone su mano fría en la mejilla herida de Harry y éste sólo cierra los ojos, para evitar que se derramen las lágrimas que en un breve segundo se acumularon tras sus lentes. –No es tu culpa, así que no hagas eso. No cargues con todo el peso del mundo sobre tus hombros.
Harry asiente ligeramente. Le cuesta creer lo que Ginny le dice, pero escucharla decir esas palabras crean una burbuja que hormiguea y se incrusta en su pecho, bajo la costra que se está formando.
Antes de emprender su viaje hasta la madriguera Ginny vuelve sus ojos hasta George, quien sigue sentado solo. Harry mira en la misma dirección y ve que Angelina Jones se acerca a él. Que pone su mano en el hombro y que la deja ahí unos breves segundos. Que se da la vuelta para retirarse, pero entonces la mano de George se mueve rápidamente y le sostiene la muñeca con fuerza. Que se queda así, con ella, hasta que ella se sienta junto a él.
Ginny mira a Harry confundida, y Harry sólo atina a levantar las cejas antes de girar suavemente y desaparecer con Ginny.
Un lugar sin nombre
El pálido sol que abrigó ese día está comenzando a desaparecer tras las suaves colinas en la que se encuentra enclavada la madriguera. Las gallinas escarban lánguidamente la hierba, la ropa tendida se balancea al ritmo de una suave brisa helada. Las luces en el interior están encendidas y las cortinas abiertas.
Caminar así, tomado de la mano de Ginny, es sencillamente mucho más fácil de lo que esperaba. Muchas tardes en la carpa, en medio de un bosque repleto de arboles desnudos y soledad, se preguntó cómo volvería a suceder eso. Y si es que alguna vez volvería a suceder. Su incredulidad crece cuando se da cuenta que todas esas cosas que hace dos días eran su rutina por meses han quedado olvidadas.
Ni siquiera sabe con certeza dónde estará aquella carpa que durante tanto tiempo fue lo más cercano a un hogar. Esta mañana, cuando dejó Hogwarts, su primer y auténtico hogar, el castillo estaba casi completamente destrozado. Los baños funcionaban a medias, no había agua caliente y al lado de las duchas había un agujero enorme en la pared. La cama estaba llena de polvo y restos de piedras.
Sus pantalones están en apariencia limpios gracias a Hermione, pero realmente están sucios, llenos de tierra, polvo y sangre. Harry no sabe si reír o llorar cuando se da cuenta que no tiene nada más. No tiene ropa, ni escoba, ni Hedwig, ni nada. Lo único que tiene cuelga de su cuello, en aquel monedero que Hagrid le regaló para su cumpleaños.
Aún le gustaría una ducha caliente y otro sándwich.
Pero puede posponer esas cosas porque sosteniendo la mano de Ginny todo parece poco relevante.
El interior de la madriguera es cálido y huele a comida. Arthur está sentado en su sillón y sostiene una copa en la mano, y un pergamino en otra.
-¿Y George? –Pregunta cuando los ve entrar.
-Se quedó en el cementerio.
Arthur asiente y le ofrece a Harry una copa. Ginny le suelta de la mano y se saca su capa, sube las escaleras y entra a su habitación. Harry se sienta y recibe la copa que Arthur le extiende, el licor amarillo brilla bajo la luz de las velas.
-¿No se encontraron con la gente del Profeta?
Harry casi se atora. –No. –Contesta rápidamente.- Nos desaparecimos dentro del cementerio. ¿Habían periodistas?
-Sí y están como locos buscándote. En la mañana, en el funeral de Lavander Brown, preguntaron a varios miembros de la Orden donde te podían encontrar. Por supuesto, nadie dijo nada, pero creo que tarde o temprano llegarán acá buscándote, Harry. No te puedes esconder toda la vida. La gente querrá saber muchas cosas.
-¿Y qué digo?
Arthur se queda callado y se encoge de hombros. –Ni siquiera yo sé que pasó exactamente, Harry.
En ese momento Harry se siente mucho más incómodo que durante el resto del día. Comienza a golpear con sus dedos la copa que sostiene entre sus manos. ¿Tendría que contarle a Arthur todo lo que sucedió la noche anterior? ¿Tendría que contarle a todo el mundo lo de las reliquias de la muerte? ¿Qué murió pero que decidió volver? ¿Qué Dumbledore siempre supo que él debía morir y que lo planeó todo para que fuese así?
En ese momento Ron baja las escaleras con Hermione, quien trae un pergamino en las manos.
-Ya están acá, qué bien. Uhmm. Harry, me escribió Neville, dice que mañana es el funeral de Colin Creevey.
Harry se queda en shock. ¿Qué le diría a sus padres? ¿A su hermano menor? ¿Qué lo siente mucho? Como si eso ayudara en algo, se dice Harry. Se suponía que las cosas serían mucho más fáciles a partir de ahora, pero se está dando cuenta que no podía estar más alejado de la verdad. Cada hora es más complicada o dolorosa que la anterior.
-¿Tenemos que ir? –Pregunta Ron. –Habrá un montón de gente que querrá hacerte preguntas, Harry.
-Claro que tenemos que ir. –Dice Hermione algo enfadada. -Colin era nuestro amigo.
-Sí, pero ¿qué haremos con la gente? –Ron se cruza de brazos luego de sentarse frente a Harry.
-Podemos ignorarlos. –Contesta Hermione, pensativa.
-Pero no para siempre. –Dice Harry. –Algún día tenemos que hablar y prefiero que la gente se entere por nosotros a que circulen rumores estúpidos, como ha sucedido antes.
-Tienes razón. –Dice Ron.
Arthur carraspea ruidosamente y mira a Harry. –Mañana también es el funeral de Remus y Tonks. Este pergamino me lo envió Andromeda Tonks avisándome. Quiere que estés ahí, Harry.
Harry siente un pinchazo de dolor que se extiende por toda su garganta. Por supuesto que tendrá que ir a ese funeral, despedirse de Remus y Tonks apropiadamente y asumir sus responsabilidades de padrino del pequeño Ted.
-¿Creen que ella necesite ayuda? –Pregunta Harry, a nadie en particular. -¿Creen que Andromeda necesite ayuda con todo esto del funeral? No tiene a nadie más que a Ted.
-Que es un bebe, así que dudo que sirva de mucho. –Agrega Ron.
Hermione rueda los ojos, pero Arthur se levanta de su sillón, con la copa vacía entre sus manos y le responde a Harry. –Minerva dijo que le ayudaría con los preparativos del funeral, Harry. Creo que esa ayuda es suficiente. Voy a ir a ver a Molly.
Los tres se quedan sentados mirándose las caras, Hermione, sentada con las rodillas dobladas, carraspea y dice –Cuando termine todo esto de los funerales, me iré a Australia. Tengo que encontrar a mis padres.
Harry no necesita ser adivino para saber que a su amiga se le ha formado un nudo en la garganta. Ella no ha sabido nada de sus padres en meses, podrían estar muertos, podrían estar en otro país. Podrían tener otra vida y jamás ser encontrados por ella.
-¿Crees…? ¿Crees que puedes encontrarlos tu sola?
-No estará sola. –Contesta Ron. Hermione le mira con una pequeña sonrisa en el rostro.
Harry frunce el ceño, confundido. -¿Te ayudarán en el Ministerio?
-No. –Contesta Hermione. Pero es una buena idea, Harry.
-Voy a ir con ella. –Dice Ron. Hermione ensancha su sonrisa y le mira con los ojos redondos –Mamá se pondrá furiosa, pero…¡Qué diablos! He estado fuera por meses. Unas semanas más no la matarán. -¿Y tú, Harry? ¿Qué vas a hacer?
"Ahora mismo, quiero un baño con agua caliente y poco de esa comida que está preparando la Sra. Weasley."
-¿Cómo que qué voy a hacer?
-¿Dónde irás ahora?
Harry sentado en el salón de los Weasleys se queda callado. Ni siquiera ha pensado donde va a pasar la noche. La carpa de Hermione sería de gran ayuda, piensa. Podría volver a Hogwarts, pero el lugar está en ruinas y no sabe quién más se quedará ahí. Probablemente Hagrid se quede ahí, cuidando el lugar. Piensa en el número 12 de Grimmauld Place y en Kreacher. Se pregunta si habrá seguido cuidando del lugar como lo había hecho la última vez que él vivió ahí. Vacía el resto de la copa con un solo trago. El licor le arde en la garganta.
Ginny baja las escaleras y ya no usa una túnica negra. Usa un chaleco tejido por su madre, al parecer hace años atrás, porque le queda un poco apretado en ciertas partes. Harry trata de no pensar en eso y desvía la mirada de esa zona. Se sienta con ellos y de su bolsillo se asoma una bola se pelusas morado, que Ginny toma entre sus manos.
-Puedes acompañarnos si quieres. –Dice Hermione. –Creo que te hará bien tomar cierta distancia de todo lo que está pasando.
-O puedes quedarte acá. –Dice Ron finalmente, ante el silencio de su amigo. Hermione le mira con el ceño fruncido. –Digo…si es que no quieres ir con nosotros. Pero si no quieres ir, puedes quedarte acá en la madriguera hasta que tengas una idea de qué vas a hacer ahora.
Ginny mira a Harry y levanta las cejas. Harry no sabe cómo interpretar eso, ese gesto no es de gran ayuda. Y no sabe qué responder. Quizás no es tan mala idea tomarse un descanso de todo lo que está pasando y viajar a Australia. La idea es tentadora. No habrían periodistas a los que evitar, ni más caras familiares a quien darle un pésame y ofrecerle disculpas mentalmente en secreto.
Cuando Molly, llega al salón con los ojos aún llorosos y anuncia que la cena está servida, Harry aún no sabe qué hará después de comer.
En su lista de deseos básicos, sólo falta la ducha caliente. En su lista de deseos medianos falta todo.
La cena de la Sra. Weasley es mucho más tranquila de lo habitual. Todos están más callados, más ausentes, incluso George que llegó momentos después que todos estuvieran sentados en la mesa. Bill ofrece ensalada de papas a todos, Fleur le sirve un trozo de carne poco hecha a él, Charlie tiene el plato casi lleno y no ha probado bocado alguno. Pregunta cosas que a Harry le ponen incomodo cada cierto rato. Pregunta dónde habrían encontrado a Fred, pregunta si saben quién había derribado el muro, pregunta si alguien podría haberlo ayudado y evitar su muerte. Percy mira con los ojos dudosos a todos, como si no creyera lo que estaba viviendo. George rellena con vino cada copa que se vacía un poco. Hermione y Ron se murmuran cosas bajito. Ginny está sentada al lado de su madre y mira a Harry cada dos minutos.
Como si temiera que fuese a desaparecer.
Con el estomago lleno, el día siguiente se presenta igual de triste y desalentador que éste, que a Harry se le antoja larguísimo. Había vivido muchísimas cosas en las últimas cuarenta y ocho horas y le cuesta creer que la mitad fueran reales.
Ginny aún juega con Arnold, mientras todos beben café.
- Supongo que algún día harán un monumento. –Dice Percy. –Han sido demasiadas las personas que han muerto valientemente en esta guerra.
- Es lo menos que se merecen. –Agrega Bill.
Harry recuerda el monumento de sus padres en el Valle de Godric. La familia de piedra que estaba cubierta con nieve. De pronto, como una epifanía sabe exactamente lo que él tiene que hacer. Tiene que volver allá, visitar a sus padres, hacer un nuevo punto de partida. Asumir que ya es un hombre y que tiene responsabilidades. Que todo el mundo está despidiendo a los suyos, y que él nunca ha podido hacer eso. Que nunca les ha dado las gracias apropiadamente a sus padres.
- Me voy. –Anuncia Harry un momento después.
- Pero, Harry…¿Dónde te irás? Acá hay suficiente espacio para que quedes con nosotros. –La voz de la Sra. Weasley es una súplica disfrazada.
- Eh…Mucha gracias, pero…tengo cosas qué hacer.
- ¿A esta hora? –Pregunta Ron. -¿No pueden esperar hasta mañana, Harry?
- Honestamente, Harry…sería una estupidez que te fueras esta noche. Aún quedan muchos mortífagos dando vuelta por ahí, no sabes si pueden atacarte o no.
- Está bien. –Dice en un murmullo, poco convencido.
- Además, ¿adónde irías? –Agrega Ron –No tienes otro lugar donde quedarte.
- Está bien. Me quedaré. –Dice algo molesto, evitando los ojos de Ginny y sintiéndose observado por todos. Un silencio incomodo cae en la habitación, el cual no se prolonga en demasía. Ginny pregunta, como si nada de lo anterior hubiese ocurrido. -¿Quién quiere jugar snaps?
Todos se vuelven a quedar callados, como si les hubiese invitado a dar un paseo por la luna. De pronto George sonríe.
- ¡Qué diablos! Fred jugaría. –Dice George antes de sentarse junto a Ginny. –Yo empiezo, enana.
Cuando todos se marcharon rumbo a sus camas, Harry se queda rezagado en la cocina, con una taza de té sin azúcar entre sus manos.
- Harry, ¿qué haces ahí? –Pregunta Ron cuando baja a buscar un vaso con agua.
- Busco azúcar. ¿Sabes dónde está?
Ron abre y cierra gavetas hasta que encuentra el azucarero. Levanta la tapa y está vacío. –Creo que no queda. Si quieres busco miel.
-No importa, me lo tomó así.
Ron lo mira con cara de asco. - ¿Subes?
- En un momento. –Dice Harry, mostrando su taza llena.
Harry se sienta en la sala, casi a oscuras de no ser por una solitaria vela que ensancha las sombras a su alrededor. Trata de poner en orden sus ideas, trata de saber qué será lo mejor para Kreacher, cuándo será una buena ocasión para viajar al Valle de Godric. Si debe irse a vivir al Nº 12 de Grimmauld Place
Ginny en pijamas, baja las escaleras silenciosamente y se sienta a su lado. Tiene los pies descalzos. –Sabía que estarías aquí. Harry sólo sonríe sin ganas en respuesta. –Hay una cosa que quiero que sepas. –El le mira, expectante, con la tasa en sus manos. –Me alegro que estés aquí, Harry. Y cuando digo aquí, no me refiero exactamente a la madriguera.
Después de meses, que a Harry le parecían siglos, ella se acerca suavemente hasta él. Siente su respiración cerca del cuello. Ve las pecas florecer ante sus ojos, el cabello rojo y largo, curvado por la trenza que ahora está deshecha. Ginny se aproxima a Harry trayendo consigo el festival de fragancias florales que Harry recordaba tanto en sus días de prófugo, y le besa en los labios. Harry aprieta la tasa y cierra los ojos automáticamente y de pronto tiene esa sensación de que nada ha sucedido, que aún está en Hogwarts, en una tarde soleada cualquiera.
Que si todos los días que siguen son así, realmente no importa. Porque sus noches estarán iluminadas por los ojos resplandecientes de Ginny.
- Deberías ir a dormir. Mañana será un día horrible también y no necesitamos zombies.
Harry sonríe genuinamente, antes de colar su mano bajo la espesa cabellera de Ginny y quedarse ahí, dudoso un momento. Ginny se acerca y le vuelve a besar, ya no tan cándidamente, porque Ginny abre la boca y su lengua se enreda con la de él, es similar a una complicada danza que aprendieron meses atrás, pero que recuerdan a la perfección. Harry siente que las burbujas que se han inflado en su interior, explotan todas con ruidosos plop, plop, plop que le ensordecen. Y que algo parecido a una anestesia invade sus nervios. Siente hormigas caminando por su piel, perforando agujeros entre sus poros y filtrándose entre medio de su carne. Algo dentro de él duele, pero es un dolor agradable. Como si volviese a ser aquel joven que le robaba horas a la orilla del lago a una persona normal.
Ginny se separa y le dice. –Buenas noches, Harry.
A él le da la sensación que quería decir algo más, pero ella se marcha y sube las escaleras silenciosamente con sus pies desnudos y su cabellera resplandeciente.
Por primera vez en aquel día, Harry se alegra de sobrevivir. De haber vuelto hasta ahí. Bebe el resto del té que queda en su taza de un golpe y le sabe el té más dulce que ha tomado en su vida. Mira la taza, buscando un segundo sorbo, pero está vacía. Piensa mirando hacia las escaleras que ya habrán otros tés. Tiene mucha agua y tiempo para eso.
NOTA DE LA AUTORA: Hola, apuesto que nadie me echa de menos, pero no importa. Probablemente la mitad de Uds. espera que me esté muriendo dolorosamente de algo, porque se van a cumplir dos años desde el último capítulo de "en la cama" y aún no he terminado esa historia.
Verán, cuando dije que me iba a demorar un poco pensé que sería el tiempo que me demorase preparar mi examen (en el cual me fue bien, gracias a todos por su apoyo.) Pero luego comencé a tener vida adulta, con todas las incomodidades que ello conlleva, como la escases de tiempo.
Luego, pensé sobre el tema y llegué a la conclusión que aún así debía terminar esa historia. Y la releí. Y la odié. Después leí otros fics de diversas autoras y recordé por qué empecé a escribir "en la cama". Lo volví a releer y ya no lo odié tanto. Pero el punto es que estoy atascada. Creo que hablé de dos capítulos, pero no podría terminar la historia en dos capítulos. Pero eso no es problema. El problema auténtico es que necesito un/a beta sólo para ese fic. Así que podríamos llamar a esta sección la de avisos clasificados. Interesados contactarse por señales de humo, telepatía o mensajes privados (hay gente que dice que funciona y todo).
En conclusión, si busco beta y digo que son más de dos capítulos, significa que algún día terminaré ese fic. Aunque eso no expía mis culpas y lo sé. Y ofrezco sinceras disculpas por ello.
Ahora con respecto a esta nueva historia, ésta es la historia que viene a responder la atrocidad hecha en las películas y de la que hablé años atrás.
Quiero que la historia sea asquerosamente canon y por lo tanto, si ven que alguno de los personajes se está arrancando hacia el monte, avísenme, por favor.
Este capítulo está tomado desde la perspectiva de Harry pero eso no significa que todos los capítulos sean así. Creo que alternaré entre los distintos personajes.
Espero que haya sido de su gusto.
Se aceptan reviews.
