En la calle Fleet se encuentra una pequeña barbería escondida de la que no se sabría de su existencia si no fuera por el pequeño tubo a rayas rojas y blancas que se encuentra a la entrada, con la pintura ya casi desaparecida y llena de óxido.

Un nuevo cliente entra en ella, se trata de un hombre corpulento con gran barba que entra despacio, como con miedo, la impresión que tiene con el lugar no le agrada demasiado , no parece ni de lejos una barbería, los muebles viejos y llenos de polvo, un baúl enorme en una esquina, un gran ventanal que lo ilumina todo un par de fotos viejas frente a un espejo roto y un sillón enorme de barbero que ocupa media sala hace que se trate de un lugar lo demasiado escabroso como para que nadie quiera afeitarse la barba en él, pero ahí estaba un cliente.

-Buenos días, - dijo el hombre quitándose el sombrero y la chaqueta colgándolos a un lado.

-Buenos días - dijo el barbero indicándole que se sentara en el gran sillón.

Se sentó, aunque en principio no parecía el lugar ideal para sentarse, resultó un sofá cómodo.

-Tiene usted la barba de muchos días ya- dijo el barbero poniéndole un trapo encima para que los pelos no cayeran en la ropa.

-Si, me daba miedo ir a la barbería.

-¿Y eso?- preguntó el barbero quedándose quieto a su lado durante un instante.

-Resulta que una zorra me contó una historia de niños sobre una barbería que mataba a sus clientes.

-¿Una zorra?- mezcla un poco de espuma de afeitar en un cuenco con la brocha.

-Si, una ramera, una fulana... ya sabe.

-Oh si- dijo arqueando las cejas en señal de desacuerdo.- Lo sé.

-Después de darle lo suyo, la muy guarra tiene la osadía de decirme que la he violado.

-¿Pero no era una prostituta?- dice embadurnándole la cara de espuma para el afeitado.

-Oh claro que no lo era, yo nunca me acostaría con una puta, a saber la de enfermedades que transmiten.

-Oh si- dijo el barbero volviendo a arquear las cejas.

-Violar, que palabra tan fea en unos labios tan bonitos, los hombres no violamos, sólo obtenemos lo que queremos y si para ello necesitamos la fuerza bruta pues... Y además la historia que me contó... Se lo tiene merecido, por bruja. ¿Puede usted creer que me dijo que había una barbería en Londres en la cual el barbero mataba a sus clientes para que luego en la tienda de abajo le dieran de comer los cadáveres a los clientes¡Pamplinas¡Cuentos de viejas! Pero la muy zorra me asustó y quedé como un niño asustado hasta hoy.

Ras, primer rasurado, la hermosa cuchilla con empuñadura de plata brillaba entre la espuma.

-¿Y por qué vino a esta barbería señor...?

-Whitmore, Richard Whitmore, pues mire francamente vine a esta barbería porque me dijeron que a pesar de su aspecto era la mejor de todo Londres.

-Y si creyó eso ¿por qué no creyó lo que le dijo la chica?

-¿Cómo dice?-preguntó incrédulo Whitmore .

El barbero cogió la cuchilla , la limpió con cuidado con un trapo y mirando su reflejo en ella dijo:

-Debería de hacer más caso a lo que le digan las mujeres. ¿Sabía que justo debajo hacen empanadillas?

El barbero acuchilló la garganta de Whitmore.La sangre rojo vermillón brotó y manchó todo tiñéndolo del mismo color, pero asombrósamente la cuchilla quedó perfecta, ni una mancha.

Whitmore antes de morir lo último que oyó fue la risa perversa del barbero Sweeney Todd.

-Ms Lovett- gritó mientras pisaba un pedal del asiento que le hacía tumbarse hacía atrás abriendo una pequeña trampilla con dos bisagras que daba paso al sótano.-Prepara al horno, tenemos más carne... Y esta es fresca.

El cuerpo del señor Whitmore cayó al sótano, donde se rompió el cuello.

FIN