Bueno, me presento, soy Gingana y hoy comienzo en este nuevo fandom :D
La temática era parejas crack, por lo que denle una oportunidad, no está tan feo como parece (?)
Disclaimer: Los personajes de Kuroko no Basuke son propiedad de Fujimaki Tadatoshi, y esta historia participa en el reto: ¡Amor por el Crack!, del foro Kuroko no Basuke en Español.
¡Disfruten!
Idiota Molesto
Diez de diez, ¡genial!
Todas las canastas habían entrado sin ningún problema, la serie de cincuenta había terminado sin errores, por lo que su entrenamiento diario había terminado por hoy. La noche ya había caído y nadie, ni los titulares, estaban en el gimnasio.
«Todo sea por el equipo…» guardó el último balón y se volvió en sus talones para ir hacia los vestidores. Un dolor punzante en sus pantorrillas hizo que se quejara, «creo que hoy fue demasiado» sonrió contento por su esfuerzo. «Bueno, después de todo, soy el capitán, no deberían esperar menos de mi».
Con dificultad, caminó hasta su casillero. Tomó una muy breve ducha para no sentirse incómodo, tomó su bolso y salió.
«Aún no es suficiente» apretó los dientes con rabia. Él lideraba al legendario Rey Shutoku, no podía rendirse por un simple dolor en las piernas; no, debía seguir luchando, ser cada vez mejor. Tal vez tenían a un prodigio como Midorima, pero no podría descargar la presión siempre en él, no era justo. «Además, no es el único bueno» asintió en silencio. — ¡Muy bien! Tan sólo debo descansar un poco, y mañana volveré a la práctica. —Se convenció así mismo en voz alta, luego puso un pie sobre un banco cerca de allí y gritó a todo los que sus pulmones daban :— ¡Yo, Miyaji Kiyoshi, llevaré al gran Shutoku hacia la cima de Japón y el mundo entero!
Aspiró el aire fresco, sí, definitivamente lo haría.
—No si nosotros lo hacemos primero~.
El castaño volteó, no logró reconocer a la persona que se escondía en las sombras, pero un mal presentimiento lo había inundado con sólo escuchar su voz.
— ¿Quién anda ahí?
El joven que estaba recostado en una pared se acercó de brazos cruzados. Dejó su cara verse a la tenue luz de la luna, un chico con rasgos delicados, cabellos rubios muy dorados, y una sonrisa pícara pero que no dejaba de ser agradable.
—Déjame adivinar, quieres que tu equipo gane la Winter Cup tras no poder hacerlo en la Inter-High, por eso practicas duro y sin parar, para no repetir una vergonzosa derrota— llevó un dedo a sus labios para pensar. —Mmm… sí, eso está muy bien, pero hay algo más importante que una victoria.
—Nada es más importante que ganar— defendió sus palabras, bajándose y acercándose a el—. Divertirse también se incluye en ganar, pero no dejaré que nadie se interponga en el camino de la copa y mi equipo. —Kiyoshi tardó unos pocos segundos en reaccionar que estaba hablando con un completo extraño, suspiró con enojo y guardó las manos en sus bolsillos. —No me has respondido quien eres.
—No, no te lo he dicho.
—...—Una venita cruzó por su frente— ¿acaso planeas decírmelo?
—Nop~.
Suficiente, estaba perdiendo su tiempo. —Está bien, has lo que quieras, pero te advierto, ten cuidado con Shutoku, no bajaremos los brazos nunca, ni por nada. —Volteó para irse sin saludar.
Una risa suave detuvo su andar.
— ¡Vaya! No sabía que eras tan obstinado en conseguir lo que querías— el rubio reía divertido, mientras que el líder del Rey lo observaba atónito… tal vez porque su expresión no era tan desagradable como lo parecía al escucharlo.
« ¡No no no no! ¡¿En qué demonios piensas idiota?!» Rodó los ojos — ¿a qué te refieres?
—Me habían dicho que eras un líder muy duro con su equipo y consigo mismo— sonrió divertido—. Pero no que podías ser bastante lindo.
— ¡¿Eh?!— Miyaji se ruborizó ante tal declaración. ¡¿Qué demonios le pasaba a ese tipo?! — ¡¿Qué diablos acabas de…?!— Extendió su mano señalándolo como si fuera el autor de un crimen.
— ¡Kise Ryouta, es un gusto conocerte, Kiyoshi Miyaji!— Tomó su mano y la estrechó saludándolo respetuosamente, pero sin despegar es alegre expresión de su rostro.
— ¿Kise…Ryouta?— Repitió confundido, repasó todos los nombres que conocía, amigos de la infancia, de sus otras escuelas, familiares lejanos, equipos fuertes que haya enfrentado…
—Un momento. —Kise sonrió, sabía lo que vendría a continuación, y por alguna razón, eso hervía más la sangre del líder. — ¿Acaso… no eras parte de la Generación Milagrosa? —Preguntó con temor y curiosidad hacia la respuesta.
— ¡Así es!— Aplaudió orgulloso— aunque no suelo llamarme a mí mismo como parte de ese equipo… Pero de todas maneras sí, jugué con los prodigios, y podría decirse que soy uno de ellos.
—Interesante— comentó bastante sorprendido—. ¿Y puedo saber qué hace una estrella como tú husmeando el entrenamiento de otras escuelas?
—Ah, no espío, sólo quería a alguien con quien hablar— volteó un poco—. Aunque debo decir, que tu práctica realmente me sorprendió un poco.
¿Un poco? ¿A qué se refería?
El castaño cruzó sus brazos — ¿Ah sí? Pues, me alegro, pero debo informarte que ése no es el verdadero yo.
—Yo nunca he dicho lo contrario— Miyaji se sorprendió un poco, pero intentó no aparentarlo, claro que Ryouta sabía leer las expresiones de sus adversarios. —Eres realmente increíble, te esfuerzas tanto por llevar a la cima a tus compañeros…— sonrió sincero— ¡realmente te ganas tu puesto de capitán!
Kiyoshi sintió cómo el rubor escalaba sus mejillas, a lo que acudió a su antebrazo para ocultarlo.
—Sin embargo…— Kise recostó su cuerpo contra una baranda a su lado—. Eso no será suficiente.
Dio un sobresalto. — ¿A qué te refieres con que no será suficiente?
—A eso— sacó su lengua, burlándose— ¿acaso eres sordo? — El jugador número ocho lo miró furioso, algo que regaló más risas por parte del rubio.
— ¿Realmente te gusta molestar a otros, cierto?
—No, no es eso— cubrió su boca con una mano —es que pareces un niño haciendo pucheros cuando te enfadas, ¡deberías verte al espejo!
Eso fue todo, aquel Niño Lindo lo fastidiaba por simple deporte. Tomó sus cosas y volteó para irse de allí.
« ¿Niño… Lindo? ¡¿Qué rayos me está sucediendo?!»
— ¿Uh?— Gracias a que refunfuñaba, pude ver que se alejaba—. ¡Hey! ¿A dónde vas?
—No te importa.
—Eh… eres muy malo con tus fans, Miyaji-senpai…—no notó cambio en su andar—. Está bien… ¡nos vemos mañana!
¿Mañana? ¿A qué hacía referencia? Él no tenía intenciones de cruzarse a ese dichoso prodigio para algo que no fuera un partido de eliminatoria.
«Ignóralo… es sólo un idiota que quiere presumir» siguió caminando sin interrupciones. En cierto instante llevó su vista hacia atrás, pero aquel joven no se encontraba atrás suyo.
« ¿Por qué esperaba algo distinto?» Se abofeteó mentalmente «necesito descansar urgentemente…». Ingresó a su casa, y sin cenar nada se tumbó en su cama para al poco tiempo caer dormido.
. . .
— ¡Buen trabajo todos! ¡Ahora, veinte vueltas al gimnasio y sin descanso, ahora!
— ¡¿Eeeehh?! ¡¿De nuevo?! ¡Eres muy duro con nosotros Senpai!
—Takao, deja de quejarte y has lo que te dicen.
— ¡Pero estoy cansado!— Revolvió sus mojados cabellos color azabache—. Tu eres un hueso duro de roer Shin-chan… ¡Yo aún tengo vida además del baloncesto!
—Eso explica tu mala precisión en los tiros simples…
— ¡¿Eh?! ¡Eso no es cierto Otsubo-san!
— ¡Ya dejen de discutir y hagan lo que se les pidió!— Miyaji ordenó a todo el equipo que corra, todos obedecieron, incluso Takao, aunque no por eso se quedó callado.
Al ver a todos entrenar, sonrió con disimulo y se dirigió a tomar un poco de aire afuera. El día ya casi terminaba y casi sería la hora de irse, claro que no para él. Haría su rutina de cincuenta tiros acertados, daría unas treinta vueltas, estiraría, y recién tras eso, estaría satisfecho consigo mismo.
— ¿Piensas entrenar en el descanso también?— Se sobresaltó al escuchar la voz del rubio. —Te exiges demasiado… no será bueno para tus piernas.
— ¡¿Tú?! —Bajó su voz tras observar que nadie lo hubiera escuchado. — ¡¿Qué haces aquí?!
—Vine a visitarte, ¿acaso lo olvidaste?— Kiyoshi frunció el ceño— eh… ¡no pongas esa cara tan fea!
— ¿Por qué no debería hacerla?— Apretó sus puños— estoy furioso, creo que es algo completamente normal.
—Tan sólo no la hagas— antes de que pudiera replicar, el castaño sintió la suave mano contraria sobre su frente. De la impresión aquel gesto había desaparecido, para darle lugar a un aliento cálido y suave en sus mejillas. —No te queda bien.
— ¿Q-qu…? ¿Qué…?— Un nudo invadió su garganta. Empujó tan lejos como pudo a Kise de sí mismo y lo apuntó con un dedo acusador. — ¡¿QUÉ DEMONIOS FUE ESO?!
—No te alteres, Miyajicchi— sonrió con un guiño coqueto al final—. No querrás que tus compañeros nos vean juntos, ¿cierto?— Notó el humo saliendo de las orejas contrarias, y posó una mano en su propia mejilla. —Mucho menos, con ese sonrojo tan lindo en tu rostro~.
El integrante de Shutoku estaba a punto de cometer un homicidio de primer grado en el patio de su preparatoria, pero por más que quisiera despojarlo de esa asquerosa y brillante sonrisa, el chico tenía razón.
Y además… ¡¿Por qué estaba sonrojado?!
Una alarma sonó del reloj de Kise. — ¡Oh! Ya me tengo que ir, la sesión empieza dentro de media hora, y no podrán comenzar sin mí.
— ¿Sesión?— Preguntó… no es que le importara, sólo era curiosidad… sí, sólo eso.
— ¡De fotos! Ah, creo que no te lo había mencionado— sonrió apenado—, soy modelo de medio tiempo, ¡las chicas siempre me regalan chocolates y obsequios preciosos!
—Ya… veo…— «Eso explica su radiante sonrisa…» tuvo un leve enrojecimiento de orejas ante aquel pensamiento, pero trató de ocultarlo.
—Entonces, ¡nos vemos más tarde! —Saludó con su mano y salió corriendo hacia su próximo trabajo.
—Claro… ¡¿eh?! ¡A-Alto! ¡¿C-cómo que más tar-…?!— Pero ya era imposible que aquel chico de ojos color miel lo escuchara.
¿Ojos miel? ¿Desde cuándo sabía eso? Era imposible, él no se fijaba en tales tonterías, a menos que lo hubiera demasiado cerca como para poder verlos…
« ¡MIERDA!» La caricia y el vergonzoso momento que habían pasado ambos hace no muchos minutos inundó su memoria. «Tranquilízate, es sólo un tonto que trata de sacarte de tus cabales… ¡sí, eso es! ¡Sólo quiere que pierdas la cabeza!» Apretó uno de sus puños, mirándolo con determinación. —Pues, si eso es lo que quiere, tan sólo no debo perder la cabeza. Lo único que quieres es que me desconcentre. —No le daría ese beneficio, estaba completamente seguro de ello.
— ¿Senpai?— Una voz erizó todos sus vellos— ¿con quién hablas?
— ¡Ta-Takao!—Volteó a ver a su subordinado— ¡Wah!— Y volvió a gritar al ver a todo el equipo atrás del nombrado.
— ¿Está todo bien por aquí?— Pregunto Otsubo, su mano derecha.
— ¡Perfectamente!—Respondió sin pensar.
—Yo no creo que así sea…— masculló Kimura por un costado, algo que no le hizo gracia al capitán.
— ¡Tal vez estaba practicando para hablarle a una chica!— Y ahí estaba, el comentario sin sentido del payaso del club. —No quieres que te distraiga esa niñata, y se lo dirás para que deje de molestar, ¿cierto? ¡Ah! No deberías rechazar así a una admiradora Senpai, ¡tal vez no vuelvas a tener otra oportuni-! ¡Aaaauuuuu!
—Ya es suficiente, Takao.
— ¡Shin-chaaan! ¡Eso realmente dolió!— Sobó su golpe con una lágrima formándose en sus ojos—. Por qué el amuleto de hoy no podía ser una almohada…
—Ese fue el del mes pasado— contestó tras acomodarse sus lentes.
—Deberías agradecer que sólo fue una simple piedra— mencionó uno de primer año, intentando acallar los aullidos de dolor.
—Y no un martillo…— Otsubo rio por detrás y volvió adentro.
—Martillo… creo que ese corresponde a mañana— soltó repentinamente el peliverde—. Mejor ten cuidado con lo que dices, no tendré piedad.
— ¡¿Aaahh?! ¡Eres muy cruel! ¡Oi Shin-chan no te vayas! ¡Shin-chaaaan!
Kiyoshi suspiró con alivio, realmente nunca se aburría en las prácticas, no con un grupo así.
«Hora de las canastas» entró al gimnasio donde todos se dirigían a las duchas. Como siempre, los saludó, tomó un balón, y practicó horas y horas.
«Shutoku ganará… ¡Se los aseguro!»
. . .
— ¡Muy bien, así se hace!
La canasta treinta y cinco no tuvo dificultad en entrar sin rosar el aro. Limpió el sudor que bajaba por su frente con su antebrazo. «Tengo sed…» se volvió hacia la banca azul con la botella de agua fresca, se sentó y suspiró.
—Sabía que estarías aquí— una lluvia de agua y saliva dejó el piso del lugar completamente mojado. —Diaj… Qué malos hábitos tienes Miyajicchi.
— ¡¿Tú de nuevo?! —Exclamó limpiando su rostro. — ¡Y mira lo que me has hecho hacer! ¿Cómo se supone que entrenaré con un suelo resbaloso?
—Tal vez sea buena hora para tu descanso— trató de calmarlo un poco.
—Eso nunca— se levantó.
— ¿A dónde vas?
—A buscar algo para limpiar este desastre…
— ¡Yo iré con tigo! —Levantó su mano ofreciéndose voluntario.
—No.
Su sonrisa se transformó — ¿Ah? ¿Por qué no?
—Tú te irás de este gimnasio en este instante, y no volverás a mostrar tu rostro en los campos de la preparatoria Shutoku. —Le dirigió una fría mirada. — ¿Has entendido?
Por un momento, Miyaji se sintió satisfecho por la cara de arrepentimiento que tenía Kise, pero no duró mucho hasta que una sarcástica sonrisa la reemplazó.
—Por supuesto, me he lavado bien los oídos— tomó un balón rebotándolo repetidas veces. —Así podré escuchar tu voz más claramente, Miyajicchi~.
Aquella vena retumbaba en su frente. — ¡¿Quieres por favor dejar de llamarme así?!
— ¿Cómo?
—De esa manera.
— ¿Cuál manera?
— ¡La que acabas de decir!
—Eh… no recuerdo haberte dicho algo diferente…—Llevó un dedo a su barbilla pensando. — ¡Oh! ¿Te refieres a "Miyajicchi"?— Sonrió ante el enojo ajeno— pero así llamo a los que respeto.
— ¿Res…petas?— Lo observó fijo.
—Por supuesto, a todos aquellos que yo realmente acepte su fuerza en el juego, les agrego un "-cchi" al final de su nombre— cerró sus ojos con obviedad—. Es una marca personal, ni se te ocurra usarla.
—No lo haré, tranquilo— bufó molesto— ¿puedes irte ya? Tu presencia me molesta.
—Por ejemplo— ignoró las palabras del número ocho— a Tetsu lo llamo Kurokocchi, a su compañero Kagami, Kagamicchi… ¡Oh! Alguien a quien conoces, a Midorima-kun le he puesto Midorimacchi, ¿no es genial?
—No, no lo es.
— ¿Eh? Pe-pero…
—Vete de mi escuela, ahora.
— ¡Pero no quiero hacerlo! —Hizo un puchero bastante infantil. — ¡Quiero seguir hablando con Miyajicchi!
— ¡Pues yo no quiero hablar más con tigo!— Gritó molesto. — ¡Déjame entrenar en paz de una vez por todas!
— ¡Está bien!— Y cuando creyó que lo había conseguido, vio como Ryouta se sentaba en la banca. — ¡No hablaré más de aquí en adelante! ¡Así Miyajicchi puede practicar sin interrupciones!
¿Qué más pasaría? ¿Qué se pegara los pies al suelo? — ¡¿Acaso no entiendes la palabra vete?!
Kise mantenía sus brazos extendidos, agarrando sus rodillas con fuerza, y sus mejillas infladas.
— ¡Hey, respóndeme cuando te hablo!
Nada, el ojimiel no soltaba palabra o gesto alguno, sólo fruncía el ceño y miraba al frente.
—Demonios…— miró hacia todos lados, para estar seguro que nadie los veía. —…No hablarás, ¿cierto?
Como si hubiera visto el futuro, Kise no dijo absolutamente nada.
—…Estas cosas sólo me suceden a mí…— Sin nada que hacer, buscó algo para limpiar el enchastre y volver a jugar. Comenzó con flexiones, normales como siempre, tras eso sus tiros restantes. Todo estaba yendo de maravilla… de no ser porque cada vez que encestaba —siempre— Ryouta aplaudía con ánimos de que siguiera así; sin abrir su boca, claro está.
—Agradecería que dejes de hacer eso.
Asintió obediente. Miyaji sonrió ante tal reacción «…parece un cachorro domesticado». Volteó y sacudió la cabeza « ¡no no no! ¡Deja de pensar así!».
Lo único que faltaba eran las vueltas al predio y habría terminado. Tras relajar los músculos partió al trote, un ritmo no muy lento, pero tampoco de olimpiada.
El chico que lo miraba de reojo sonreía. Podía distinguir cada gota de sudor bajar por su frente y algunas que se estrellaban contra el piso. Recordó sus momentos de intensa práctica para poder derrotar a Aomine en los años de secundaria, aquella adrenalina de tener la victoria frente a él, aquellas ganas de ser invencible.
Sin embargo, no era lo único que notó.
— ¡Miyajicchi cuidado!
— ¿Uh?— Apenas escuchó el grito, cayó al suelo sin oportunidad de remontar. — ¡¿Q-Q-Qué…?!
— ¡Miyajicchi! ¡¿Te encuentras bien?!—Preguntó con preocupación al llegar a su lado —Senpai… te esfuerzas demasiado…
— ¡N-No! ¡M-Mis piernas están e-en perfecto es-estado! —Dijo entre dientes tratando de levantarse. Sintió los brazos de Kise ayudándolo — ¡suéltame!
—Pe-pero…— hizo más fuerte su agarre — ¡no puedes sólo!
— ¡Por supuesto que puedo! ¡Soy el capitán del Rey Shutoku, esto no es nada!— Comenzó una guerra de forcejeos, el rubio trataba de ayudarlo para que no aplicara peso en la zona sensible de su cuerpo, mientras que Kiyoshi lo empujaba y gritaba que lo dejara en paz.
Al escuchar un quejido de dolor, Kise supo que habría ganado —de alguna manera—aquella discusión. Tomó en brazos al mayor ignorando sus quejas, y lo llevó a los vestidores.
—Vendrás a mi casa.
— ¡¿Qué?!— Notó como el ojimiel guardaba toda su ropa en su bolso — ¡¿Qué haces con mis cosas?!
—En serio, haré que te vean tus oídos…— suspiró— dije que vendrás a casa, te guste o no.
— ¡¿Acaso estás loco?! ¡No iré a una casa que no sea la mi-…!— Masculló una maldición en otro idioma. Apretó sus piernas intentando calmar el dolor de allí, y un hilillo de sangre descendió por sus labios. —D-Demonios…
—Vivo cerca de aquí, tu casa está hacia el otro lado y mucho más lejos— puso su bolso en el hombro—. Tus piernas no soportarán un viaje tan largo—sonrió feliz—. Está decidido, ¡Miyajicchi se quedará a dormir!
— ¡¿Eeeeeehhh?!
. . .
—Regresé~.
— ¡Ryouta!— Una mujer con cabellos largos y dorados como el sol, usaba unos lentes sin mucho aumento. Corrió hasta el nombrado y, sorprendida, preguntó: — ¿Un amigo?
— ¡No somos amigos! —Se quejó el castaño sobre los hombros del más joven.
—Algo así, lo lamento mamá… sé que dijiste que debía avisar si venía alguien— se disculpó apenado—. ¡Es que Miyajicchi está herido, y no podía dejar que volviera a tu casa solo!
La mujer llevó sus dedos a su barbilla pensando, «igual que él» pensó el castaño observándola. —Bueno… ciertamente no es un capricho— sonrió con suavidad—. Está bien, puede quedarse, pero la próxima dime al menos media hora antes de llegar… ¡no tengo nada cocinado!
— ¡Gracias mamá!
—Si sí, me lo agradecerás luego— revolvió sus cabellos. —Soy Kise Hiromi, un gusto conocerte.
—Uh… soy… Miyajicchi Kiyoshi… —tuvo un repentino sonrojo y comenzaron los balbuceos. — ¡D-Digo Miyaji Ki-Kiyoshi!
La mujer rió divertida— está bien, Miyaji-kun, siéntete como en casa. En un rato los llamaré para cenar. ¡Ah! Ryouta, recuerda que hoy te toca…
—Lavar los platos… sí, lo sé mamá— hizo un puchero infantil, a lo que su madre y su invitado rieron por lo bajo. —No comploten contra mí, ¿quieren?
Tras otras risas, ambos adolescentes subieron hasta el cuarto de Ryouta, en donde dejó sus cosas en su cama y las de Kiyoshi a un lado.
—Haz lo que quieras, yo tengo que ayudar con la cena— sonrió— ten confianza, mi familia es muy acogedora con los invitados.
—Uh… claro…— se sentó en una silla con rueditas— que quede claro que yo no quería venir; fuiste tú quien me arrastró en contra de mi voluntad.
—No es la primera vez que sucede— rascó su nuca con nervios.
—Entonces es una tradición tuya capturar personas que no conoces y llevarlas a tu cuarto… ¿me equivoco?
—Sí… ¡No! Es decir… —reflexionó un poco las palabras de su compañero— no es tan así… ¡S-Sé que parece que secuestro gente, pero no es a lo que me refiero! —Ante la mirada fría de Miyaji balbuceó un poco—. E-es… E-Es que siempre que hay un problema, traigo aquí a mis amigos, aunque ellos digan que se sienten bien… ¡pero yo sé que en realidad no lo están!
—Entonces lo haces con amigos— Kise asintió— entiendo, pero esta vez tu teoría falla—. Se señaló a sí mismo— yo, no soy tu amigo.
—Uh… bueno…— miró hacia un lado inexistente—. Tú… eres diferente…
— ¿Diferente?—Pudo ver como las mejillas del rubio tomaban un color rosado a medida pasaba el tiempo. —O-Oi… ¿A qué… te refieres?
— ¡N-Nada!— Dio un salto — ¡iré a ver la comida, ponte cómodo!
— ¡Espe-…!— Suspiró y bajó el brazo. — ¿Qué le sucede?— Estando sólo y en silencio, el número ocho prestó atención a cada detalle del cuarto. La cama estaba hecha con cuidado, todo estaba ordenado, en los estantes se podían apreciar fotos de Kise y su familia con brillantes sonrisas. Sin poder evitarlo él mismo sonreía al ver aquellos recuerdos plasmados en cuadros.
«Con que… siempre tuvo esa sonrisa» pensó al ver una del rubio solo con apenas unos tres años. Puso sus ojos en blanco bufando un "¡Qué es lo que me pasa!" y acto seguido se recostó en las sábanas amarillas. Éstas, suaves al contacto con su piel, la mullida almohada, el aroma a limpio… todo lo relajaba, «…tienen su aroma…».
— ¡Miyajicchi! ¿Te gustan los onigiri con…?— Un fugaz sonrojo pasó por sus mejillas, señalando al joven que sonreía postrado en su cama. No podía evitarlo, realmente ese chico testarudo era alguien interesante, y no por eso menos lindo. Verlo curvas sus labios lo inundaba de felicidad, sin embargo, había algo con lo que no se encontraba satisfecho.
—Oi Senpai… No es justo— Kiyoshi se levantó de un salto, su rostro ardía y los cachetes estaban más rojos que un semáforo. Balbuceó algunas frases sin sentido que, claro está, Kise ignoró olímpicamente mientras se acercaba a él con pasos firmes. La voz del mayor se apagaba a medida que el rubio se agachaba y quedaba a su altura, al borde de la cama, y con un simple y delicado movimiento, Miyaji se encontraba entro los brazos de su contrincante.
—Quiero ser el motivo de tu sonrisa— susurró contra su pelo, mientras lo acariciaba con cuidado. —Y… me da celos…— cerró sus ojos con fuerza, pareciendo que largaría una lágrima; Kiyoshi se sorprendió y aún así no movió musculo alguno. —…Que sonrías por otra causa.
El chico con cabello ámbar aún no salía de su asombro. Podría haberlo estampado contra la pared del cuarto sin dificultades, tatuarle un puñetazo en su rostro, incluso de una patada dejarlo estéril… Pero no, allí estaba, temblando como si de un niño pequeño se tratase, que intenta refugiarse de todos sus miedos en el regazo de su madre; con el rostro enrojecido hasta la médula y sin palabras que pudieran modular sus cuerdas vocales.
«Qué… qué me sucede…» con todos sus sentidos alertas, podía retratar ese momento en su mente. Oía los fuertes y acelerados latidos de su corazón, así como también los tranquilos del ajeno. Con su olfato percibía la fragancia a calma, tranquilidad, seguridad… un aroma dulce pero que se hacía notar; un sabor metálico en su boca, al parecer había estado mordiendo tu labio inferior por los nervios. Con sus manos sentía las sábanas apretarse hasta arrugarse en sus manos, y por último, con sus ojos, tan sólo veía claridad.
Era irónico, mantenía sus orbes ocultos bajo sus párpados, por lo que tan sólo debería ver oscuro. Pero era… diferente, los había cerrado apropósito, no quería ver nada… tan sólo memorizar cada detalle hasta el más mínimo, sin tener necesidad de verlo.
El calor de su cara comenzaba a aumentar, llegando al punto de dejar de ser un simple rubor por vergüenza. Kise lo alejó para regalarle una de sus mejores sonrisas, pero al verlo ésta no duró demasiado.
— ¡Estas ardiendo!— Gritó entrando casi en pánico. Sin tardar nada llamó a su madre que subió enseguida.
Miyaji ya no veía más que sombras moverse de aquí para allá, sentía su cuerpo cansado y desgastado. «Tengo… mucho sueño… » Se decía así mismo «…creo que… dormiré un poco…» tras aquella última orden dada por sí mismo, logró escuchar al rubio gritar su nombre, pidiéndole que no lo deje.
— ¡Miyajicchi!
. . .
Respirando hondo, logró abrir sus ojos. Algo húmedo refrescaba su frente y algo cómodo dejaba descansar su cuerpo. Tras frotarse los ojos distinguió una habitación que le parecía algo familiar, pero que a la vez no sentía haber estado más de una vez allí.
— ¡Despertaste!— Cerró con fuerza las orbes castañas en un claro gesto de dolor. —…Lo siento, no debo gritar.
—Mi… cabeza…— llevó una mano a su cara—…da vueltas… ¿Qué… me pasó?
—Tuviste un pico de fiebre muy alto, y te desmayaste— el rubio le explicaba ciertamente preocupado. —Has dormido por unas tres horas, deberías comer algo.
— ¿Dónde… estoy?— preguntó con dificultad, pudo reconocer la cara del rubio, y una serie de recuerdos no muy claros llegaron a su memoria. —Ah… eres tú.
— ¿Eso es bueno, cierto?— sonrió algo apenado— mi madre y yo te dejamos dormir en mi cama, he estado sentado a tu lado todo este rato… por cierto, — alzó un dedo, como si fuera un dato curioso— ¿sabías que roncas cuando duermes?
—…— lo miró de reojo, lanzando una mirada fría— sí, lo sabía… y por algo no duermo con gente en mi habitación.
—Bueno, esta noche dormirás en la mía— se levantó de la silla con rueditas y caminó hasta la puerta. —Iré a ver si el caldo está listo, tú no te muevas.
—Si pudiera lo haría— fue lo último que Kise escuchó antes de salir de la habitación.
El número ocho del Rey llevó su vista al techo, con una sonrisa socarrona pero que no dejaba de mostrar felicidad. «La fiebre me está haciendo delirar…» cerró sus ojos escondiendo el reflejo de la lámpara de noche con su antebrazo. «… ¿Cómo es que un mocoso tan molesto, pueda hacerme sonreír?» Bufó para sí mismo, aquel muchacho era extraño, no tenían menos de un mes de conocerse y ya lo había invitado a su casa; y como si fuera poco, estaba recostado sobre su cama.
Un momento…
« ¡¿E-Estoy en s-su cama?!» trató de levantarse, pero el dolor punzante en sus piernas lo obligó a retractarse y volver. Sus mejillas volvían a encenderse, trataba de convencerse que era la fiebre, mientras que una parte muy pequeña de él sabía que no era del todo cierto.
«… ¿Hasta cuándo durará esta tortura?» pensaba para sus adentros, al momento en que Ryouta ingresaba con una bandeja y un plato hondo en él.
— ¡Llegó la cena!— Sonreía con gusto —no te preocupes, ¡mi mamá hace el mejor Niboshi* en todo Japón!
«Al parecer por un tiempo más…» su poros se erizaron y un tembleque en un voz se hizo presente. — ¿A-Acaso dijiste… caldo d-de…?
— ¡Niboshi!— Se sentó a su lado — ¿Eh? ¿Qué sucede Miyajicchi? Te ves algo pálido… ¡¿no habrá vuelto la fiebre?!
«Sí… por las náuseas que me provoca esa cosa» la cara de desagrado en su cara era fácil de deducir, Kise lo observaba curioso. ¿Acaso olía tan mal? Él estaba seguro de que su madre preparaba los mejores caldos, no podía saber horrible pero por nada del universo.
—L-Lo lamento… dile a tu madre que de verdad lo siento, pe-pero…— señaló el plato casi con temor—…realmente, detesto el Niboshi…
—Mmm… esto no es bueno— llevó un dedo a su barbilla —a mi madre no le gusta que rechacen una buena comida…
—De verdad, lo lamento muchísimo, dile que le pagaré todo, la estadía aquí… pero por favor, no me obligues a comer eso— Kise sonreía para sí al ver cómo aquel joven le suplicaba que no lo hiciera hacerlo, pero, por desgracia, un buen reto es lo que el rubio anhela a todo momento.
—Es una lástima— dejó la bandeja a un lado en la cama— y pensar que ella personalmente fue al río esta mañana, utilizando solamente su lanza hecha por su abuela hace muchos años, para poder obtener esas exquisitas sardinas frescas en su mejor punto de maduración…
Kiyoshi sentía como su estomago se revolvía, una parte por el asco que le provocaban los ingredientes de la sopa, y la otra, por la creciente angustia que en él se formaba. —Yo… E-En ver-verdad…
—Pero, así son las cosas… Los cayos en sus manos serán en vano, las quemaduras de la olla también, todo para poder alimentar a una familia que consta de ella misma y sus dos hijos; y sin embargo, un invitado enfermo cae. Ella ha sido educada para hacer el bien y ser amable con todos, así se lo enseñó mi bisabuela, por lo que dirigió todo su esfuerzo y amor para poder crear la comida más deliciosa y poderosa que haya hecho, con la sola intención de curar al joven que en su casa residía…— Una mano llegó hasta su corazón— ¡oh, Madre, perdona a esta alma que se rehúsa de aceptar tu buenas intenciones! ¡Perdónalo, te lo ruego!
El castaño observaba la función con una vena que repiqueteaba en su frente, deseaba con toda su alma tener fuerzas para asestarle un buen golpe y que dejara de decir tantas estupideces.
«…Sin embargo, tiene razón» suspiró y sacudió su rostro «estómago… ¡perdóname, te lo compensaré apenas me sienta mejor, lo prometo!»
—Está bien…— Kise volteó sonriente ante su victoria— la tomaré… Pero que quede claro que es por tu madre, no es como si me hubieras convencido con ese acto teatral tan bajo.
— ¿Tan malo fue?— Agachó su cabeza, derrotado— y tanto que me he esforzado…—. Se reincorporó para llevar el plato hasta su compañero, dejándolo sobre sus piernas. —Ah, trata de no mancha por favor… mi madre usó sudor y lágrimas para lavarlas esta mañana y…
—Ya entendí, cállate y déjame cenar— lo interrumpió con fastidio. Kise asintió con un puchero y se dedicó a mirar. Aquel joven era realmente hermoso, ya no tenía por qué ocultarlo, sus ojos le recordaban al fresco otoño, y las hojas caer. Una brisa interna refrescaba su alma y sacudían sus cabellos color sol, la sonrisa de lado a lado lo hacía suspirar, y por último sus manos, tan tersas, los balones no le escapaban con facilidad pensó.
¡Clank!
— ¡Ah, mierda!
Pero al parecer, las cucharas sí lo hacían.
— ¿Qué…?— comenzó a decir, las manchas habían caído en su ropa, por lo que las sábanas estaban aún impecables. — ¿Qué sucedió?
—L-Lo lamento— Miyaji miraba con total vergüenza el plato —creo que… mi fuerza de voluntad en más fuerte que yo…
— ¿A qué te refieres con…?
—No puedo— dijo al fin— mira. —Volvió a tomar la cuchara con el contenido acuoso —ciertamente espeso— y lo llevó hasta su boca, con el curioso dato de que ésta temblaba a más no poder, y se resistía a ingresar a su abertura.
El de ojos dorados lo miraba impresionado, ¿tanto odiaba su estómago esa sopa? Al ver que Kiyoshi dejaba el cubierto en el plato con pesadez, sonrió con calma.
—Bueno, si tanto odia tu cuerpo esta comida…— arremangó su remera azul— será el mío el que te dará de comer.
— ¡¿Eh?! ¡¿Qué quieres decir con eso?!— su rostro tomaba un carmín muy tenue, cosa que al integrante de Kaijo le pareció de lo más adorable. Con su mano derecha tomó un poco, —No sabe tan mal como huele… deberías darle una oportunidad.
—Ya te dije…— cerró los ojos— que es mi cuerpo el que no quiere que coma eso.
—Entonces— tomó con la cuchara un poco más— yo mismo te daré.
—…— Al descubrir su mirada vio como el rubio sostenía el cubierto frente a él.
—Vamos~, di aaaah~
La venita en su frente había vuelto para quedarse. — ¿Acaso crees que soy un bebé?
—No, pero si tú no puedes yo lo haré… —afligió su mirada— ¿no querrás que mi mamá se entere que tiré esta sopa, cierto?
—…Bastardo— cruzó sus brazos a la altura del pecho, volvió a cubrir sus ojos marrones y con mala disposición, abrió la boca.
El sabor al pescado inundó su sentido del gusto, lo odiaba, realmente lo detestaba. Se había jurado no volver a tomar de esa calamitosa mezcla nunca más en vida, pero dadas las circunstancias, no podría rechazarla aunque quisiese. Ser japonés le jugaba en contra, sólo era ese maldito espécimen el que aborrecía, ¡sólo ese!
—Trágatelo…— demandó serio. —Es de mala educación jugar con la comida, Miyajicchi.
Se le formó un nudo en la garganta y boca del estómago, — ¡Ngo lgo digahs asgi!— consumió la cucharada del demonio junto con su rostro ardiendo.
— ¿Que no lo digas así?— Sonrió con picardía —Miyajicchi-senpai, eres un pervertido~.
Esquivando un sinfín de golpes, y cucharada tras cucharada, el plato se fue vaciando hasta sólo quedar finas gotas; Kise se levantó satisfecho. — ¡Bien! Es todo por hoy, mañana toca el segundo plato. —Pensó que escucharía una queja por respuesta, sin embargo el silencio que se había formado no le agradó en absoluto. —Uh… ¿Senpai?
Tumbado en la cama con algo blanco que escapaba de su boca, sus ojos perdían el brillo y su piel el color, el rubio dio un grito de desesperación y comenzó a sacudirlo.
— ¡Tu alma! ¡Miyajicchi reacciona!
Luego de unos cuantos minutos de sacudidas y lloriqueos, al número ocho "volvió a la vida" con sus ojos desorbitados. — ¿Qué… tenía esa cosa?
— ¡Lo lamento mucho!— Hizo una larga reverencia — ¡Fui yo quien hizo el caldo, no mi madre!— Ante la mirada atónita del mayor, no tuvo más opción que apretar los puños y los dientes. — ¡Y-Yo quería hacer algo por Miyajicchi! ¡Quería que Miyajicchi sonriera con algo hecho por mí! —Largaba lágrimas de cocodrilo a montones — ¡realmente lo lamento demasiado! ¡Juro no volver a preparar algo para ti!
Kiyoshi, en su sorpresa, no pudo más que sólo soltar una carcajada potente. ¿En verdad, se había molestado en hacerle de comer, sólo para que le cayera bien? Ese chico sí que era raro.
Y en su rareza, había cierta ternura que Miyaji pudo percibir a la perfección.
—Hiciste todo esto… —comenzó— ¿sólo para que sonriera?— Ryouta asintió y, poniéndose de rodillas, siguió disculpándose por su casi crimen no-premeditado. —Ah… qué voy a hacer contigo…
El rubio levantó su mirada, sin poder creer lo que veía. Allí, sentado en su cama, en su habitación, con un ligero y casi imperceptible sonrojo sobre sus cachetes, Miyaji Kiyoshi le sonreía con completa sinceridad y felicidad por igual. Kise sentía cómo la alegría lo inundaba, al fin y al cabo, había cumplido con el objetivo de aquel día.
Conseguir una sonrisa, por su propia causa.
Una lista mental tachaba aquella frase en una especie de anotador. Levantó los trastes y luego de lavarlos, se despidió de su madre, le deseó buenas noches y volvió a su cuarto.
—Necesitas ropa limpia, no puedes dormir con sardinas sobre ti— señaló la mancha en su remera, mientras buscaba alguna que le fuera bien y cómoda. —Toma esta, creo que es de tu talle.
Miyaji la tomó en el aire, ciertamente era su talla, por lo que se quitó la propia para poder vestirse.
Por su parte, los ojos dorados lo miraban en el reflejo del espejo del armario, sintió como su cara se entibiaba ante la figura bien marcada que podía apreciar. «Es… realmente hermoso» y en un arranque que no pudo controlar, comenzó un baile que consistía en menear su cuerpo de un lado a otro, mientras sus pupilas tomaban la forma de corazones.
—Oi, no hagas ruido— la reprimenda del mayor lo sacó de su mundo de ensueño, mientras veía que ya no había porción de piel desnuda para poder observar. —Estoy cansado… dormiré ahora.
—Está bien— sonrió tras cambiarse. Volvió a voltear, Miyaji no lo miraba, cosa que lo decepcionó un poco. ¿Acaso no tenía buenos atributos? ¡Era un modelo carajo! ¡Todos debían caer a sus pies con un simple saludo! Pero no, este chico era distinto, no caía en la red de sus encantos con facilidad, si no que tenía que tejer paso a paso el método para poder conseguirlo.
Y eso, era lo que más le atraía de él.
Los retos, como con la sopa, era lo que más le gustaba, y el joven de Shutoku era un auténtico reto que quería superar, ganar su afecto, que lo vea algo como más que un amigo…
O al menos, en primera instancia, un simple compañero.
«Eres asombroso, Miyajicchi» se fue acercando sin hacer ruido hasta él, para terminar inclinándose sobre su rostro que miraba hacia su persona. «Por eso, daré todo lo que tengo» sonrió con convicción, para depositar un suave beso de buenas noches en su mejilla izquierda, y acto seguido salir de la habitación, no sin antes darle una última mirada al cuerpo dormido del jugador.
—Es una promesa— apretó los puños con fuerza—. Ganaré tu corazón, Miyajicchi.
En aquel lugar de la casa, donde todo quedaba una simple lámpara prendida, y que no iluminaba mucho precisamente, un chico de cabellos castaños y ojos del mismo color largaba un suspiro.
«Olvidaste apagar la luz, idiota.»
. . .
La luz cálida del sol acarició su rostro, despertándolo con cuidado. Refregó sus ojos para poder ver mejor. Se encontraba en aunque cuarto, pero esta vez ya no se sorprendería como antes, puesto que sería un molesto deja-vu. Se levanto con menos dificultad que el día anterior, notó que su cabeza ya no daba vueltas, y sus piernas no dolían en absoluto.
«Ese tonto» soltó una risa suave «la sopa no estaba del todo mal después de todo…». Caminó hasta la cocina, notó a la mujer de rizos dorados lavar algunas cosas, y sin poder pronunciar nada, ésta ya lo había saludado.
—Buenos días cariño— la luminosa sonrisa casi enceguecía al chico, pero ya se había acostumbrado a ese tipo de gestos. —Te subiré el desayuno enseguida.
—Gracias señora…— miró por todos lados, nada. En el sillón rojo a su lado se encontraban unas frazadas dobladas y una almohada junto a ellas. Al parecer había dormido allí toda la noche, sintió vergüenza de sí mismo al dormir en el lugar que no le correspondía, pero las palabras de la mujer lo sacaron de su transe.
—Mi hijo tenía una sesión temprano esta mañana— dejó los últimos platos sobre la vajilla. —Lo llamaron en la madrugada, por lo que estaba furioso de tener que dejarte sólo— sonrió con franqueza. —Lamenta en verdad haber tenido un compromiso a último momento, es lo que habría dicho si estuviera aquí.
—En-Entiendo— devolvió el gesto —gracias por todo, señora Kise.
—No querido, yo soy quien debe darte las gracias— Kiyoshi se sorprendió al escuchar tales palabras. —Gracias a ti, Ryouta está sonriendo aún más que antes… y eso, es verdad es un regalo para mí.
Sin salir de su sorpresa, hizo una breve reverencia y pronunció un "no hay de qué", para luego subir y guardar sus pertenencias en el bolso.
Mientras ordenaba se dedicó a pensar en el agradecimiento de la mujer, ¿él… hacía que Kise sonriera? Pero, ni siquiera le había dado un regalo, o felicitado por algo, tampoco le hizo una fiesta… No había nada, él sólo estaba siendo él mismo.
« ¿Tal vez…?» La madre del rubio entró con una bandeja variada de comida, agradeció la comida y la mujer se despidió, diciéndole que podría quedarse las veces que quiera, era completamente bienvenido en esa casa.
Miyaji sonrió, desayunó, tomó su bolso, y con una última mirada al interior del cuarto, bajó. Ayudó a lavar lo que había ensuciado y se dispuso a irse.
—¿Seguro que no quieres esperarlo?— Trató de convencerlo para que no se fuera, su otra hija estaba en casa de una amiga, y la compañía del castaño no la hacía sentir sola. —Puedo hacer un pastel…
—En verdad se lo agradezco mucho— hizo una reverencia respetuosa— pero tengo volver a mi casa, mis padres deben estar preocupados. —Notó la afligida sonrisa ajena, y sin pensar sus próximas palabras, su cuerpo reaccionó solo: — ¡Volveré pronto!
Quiso retractarse, pero la felicidad que inundaba la cara de la rubia fue muy fuerte para su propio corazón, por lo que saludó con una mano, y caminó hasta la estación de tren.
. . .
Cinco de diez…
Camino sin prisa hasta el balón que aún rebotaba y alejaba con ritmo tortuoso. Tenía la vista cansada, sus ganas lo habían abandonado, y la rutina se había reducido a la mitad.
Habían pasado casi ocho semanas, dos meses completos, desde que Kise Ryouta lo había obligado a quedarse en su casa, donde por tanto entrenamiento cayó enfermo, quedándose a dormir allí. No recibió ningún mensaje de su parte desde aquel día, tampoco lo volvió a visitar en sus prácticas nocturnas; el rubio parecía haberse esfumado por todo ese tiempo sin dar señal de vida.
Sus tiros ya no eran tan certeros, dudaba al driblear y al tirar. Se cansaba más rápido y no lograba terminar la meta de vueltas al gimnasio. En las prácticas con el equipo tropezaba continuamente y recibía con extrema lentitud los pases, cosa que a sus compañeros les llamó la atención.
"Sólo estoy un poco distraído… no es nada de qué preocuparse."
"De acuerdo, pero despeja tu mente lo antes que puedas. La Winter Cup se acerca, y creo que sabes qué es lo que Shutoku está buscando."
El entrenador había sido por demás claro, el Rey debía ganar a toda costa, y que el capitán esté volando en la luna no sería un buen complemento para lograrlo.
No tenía energía ni para enfadarse, tomó la pelota entre sus manos y la observó detenidamente.
«Todo esto es su culpa» sus dedos enrojecieron al apretarlos con fuerza, «si me hubiera llamado… no, ¡si no lo hubiera conocido, esto no estaría pasando!» Picó la pelota, con todo lo que sus brazos podían, y esta se elevó junto con un estruendoso ruido que lo obligó a taparse los oídos.
Chasqueó la lengua, molesto y cansado, y siguió con su vista la trayectoria del objeto esférico. Al caer, sus ojos daban hacia la puerta, lugar donde un joven no muy alto y con pelo dorado, lo miraba sonriente.
—Kise— musitó con una voz ronca, una parte de él deseaba golpearlo, mientras que otra sólo quería caminar hasta él y escucharlo.
—Miyajicchi, ha pasado tiempo—agarró la pelota de básquet se acercó a un ritmo acelerado. — ¿Cómo has esta-…?
. . .
El ruido aún vibraba sus oídos, seguido de un tormentoso silencio que inundaba el ambiente. Ryouta tenía su vista perdida en la nada, su boca abierta en la sorpresa, y sus sentidos perdidos en un universo distinto.
Kiyoshi lo miraba, serio y sin brillo en sus ojos. Sentía que se había excedido… no, no había sido lo suficientemente fuerte.
—Mi…yajicchi…— llevó su mano hasta su cara, sintiendo como ardía por el golpe que acababa de recibir.
— ¿Dolió, cierto?— Su ceño estaba fruncido, y sus manos seguían en forma de puños. —Eres débil.
—S-Senpai… ¿p-por qué…?— Sus pupilas temblaban, acababa de recibir un fuerte cachetazo en su rostro, y aún así eso no era lo que realmente le dolía.
Pero, ver las lágrimas que amenazaban con salir del número ocho, sin dudo habían roto una parte de él.
—Eres débil— repitió, con algo de dificultad. —Y esa estúpida debilidad me la has logrado contagiar. —Kise sintió un vuelco en su interior, cuando un rastro húmedo recorría su propia mejilla, pero que no le pertenecía a él, si no…
—Miyajicchi… yo…— se levantó, y con un reflejo increíblemente rápido, esquivó un nuevo golpe. —Por favor, detente…
El castaño agachó su rostro y volteó, tomó una gran bocanada de aire y caminó hasta la banca azul donde sus cosas lo esperaban. El número siete lo siguió manteniendo una prudencial distancia, no sea cosa que su cuerpo recibiera otra "muestra de afecto" tan particular como Miyaji le había proporcionado.
Transcurrieron los minutos, pasaron un veinte para ser exactos. Kise estaba sentado en la punta derecha y Miyaji en la izquierda. Ninguno se dirigió la palabra, sólo el rubio lo veía de vez en cuando, pero nada más que eso.
Llegado a un punto, aquella aura monótona se rompió con la pregunta que le había carcomido por todos esos días.
—Dónde has estado— demandó, sin siquiera hacerlo con un tono de pregunta.
El chico de Kaijo dudó al responder, al fin y al cabo debía decirle la verdad, pero no por eso era menos doloroso.
—Te conté que trabajo como modelo de medio tiempo— sintió el silencio, y lo tomó como una señal de que continuara. —Este último mes ha habido más sesiones de lo que acostumbro, y eso se debe a que… bueno, mi popularidad creció un poco… —Rascó su nuca —n-no es por ser presumido… así me lo han dicho mi manager y los que me fotografían. Y bueno… debido a eso, algunas marcas me han pedido que trabaje para ellos esta temporada.
Kiyoshi escuchaba en silencio, tomando agua y ocultando su rostro con la toalla sobre él.
—El trabajo se acumuló, mis notas comenzaron a bajar y en los entrenamientos llego mucho más cansado de lo habitual…— junto sus manos apretándolas con angustia. —Todo esta desordenado, mis horarios, mis tareas, mi tiempo con mamá y mi hermana… ¡todo!
Hubo un nuevo momento de silencio en el cual Miyaji esta vez sí lo observó, una mirada tranquila, tal vez comprensiva, pero que a Kise no le importó en ese momento.
—Y… como si fuera poco…— murmuró—…esas marcas quedan en América.
El castaño se sobresaltó. ¿América? ¡¿Tan lejos?! ¡Eso era otro continente!
— ¿Te refieres…?
—Estados Unidos—Kise asintió con pesadumbre. —Mi madre dice que es una gran oportunidad, que no debo desaprovecharla…— sonrió con ironía. —El avión sale el lunes a la mañana.
No sabía qué decir, debía de ser muy duro dejar tu escuela y actividades por un trabajo, y mucho más siendo tan joven. Se levantó y caminó hasta él, ofreciéndole una mano para que él hiciera lo mismo. El rubio aceptó sin verlo.
—Lo lamento— se limitó a decir.
—No tienes que hacerlo…— Miyaji apretó su agarre. —Aunque, podrías haberme enviado un mensaje, niño lindo.
Ryouta se sobresaltó — ¡lo lamento mucho! Es que…— lo miró con vergüenza. —Olvidé pedírtelo… cuando viniste a casa…
«…Es cierto» había sido bastante estúpido como para no notar ese pequeño detalle. La vergüenza lo invadía, pero no podía mostrarla, menos en un momento como ese.
—Las prácticas eran solitarias. —Llevó su vista hacia otro lado que no fuera la cara sorprendida del ojidorado. —No tenía al tonto que festejaba en silencio cada uno de mis tiros. —Miró hacia la canasta—…los cuales comenzaron a fallar.
—Miyajicchi…
— ¡Déjame terminar!— Gritó molesto con que lo interrumpieran —yo te escuché, ahora oye lo que yo tengo para decir. —Notó como Kise sonreía y asentía, cosa que le dio mala espina, pero aún así continuó. —Tu madre… me dijo que podía ir cuando quisiese, que era bienvenido en su casa las veces que fuera necesario o sólo por visitar— respiró hondo—. Y… he estado pensando… en algo, estas últimas semanas.
—Nee, Senpai…
— ¡Calla! Quiero decir, no es que necesite tanto tiempo como para meditarlo, pe-pero… supongo…— apretó sus puños—que… creo… que no estaría mal… ser tu amigo.
Kise abrió sus ojos, y una sonrisa de oreja a oreja se le dibujó instantáneamente en su rostro. —Miyajicchi…—contempló el leve sonrojo que en el castaño aparecía. — ¡Entonces, como amigos, debo tener tu número!
Kiyoshi suspiró y recitó los números, al tiempo que Ryouta los anotaba en su celular.
—Miyajicchi.
—…Qué sucede ahora…
—Uhm, bueno… —bajó su mirada— ya puedes soltarme.
— ¿Eh?— Fue entonces cuando notó que sus manos aún seguían unidas por el agarre de minutos antes. Con un movimiento brusco se soltó y pidió disculpas sin verle a los ojos.
—Hey— Kise se acercó —dije que podías… pero no que quería que lo hicieras.
El de ojos marrones sintió la cálida mano sobre la suya nuevamente, seguido de un apretón y una sonrisa.
«En verdad… es un idiota.» Dijo para sus adentros, mientras sus labios se curvaban imitando los del rubio.
. . .
— ¡Onii-san no lo hagas! ¡Te extrañaré demasiado!
— ¡Mi niño ya es todo un hombre!
—Mamá… Nee-chan…
En el aeropuerto de Tokyo, una mujer y una niña que no pasaba los diez años, lloraban en los brazos de un joven. Los tres con cabelleras doradas y bien peinadas, la niña pedía que no lo hiciera, por lo que el chico más alto acarició su cabeza y besó su frente con ternura, diciéndole que volvería en menos de un mes. A la mujer, quien aparentemente era su madre, la abrazo con cariño y la tranquilizó con un "los aviones están asegurados, mamá, estaré bien".
Luego de eso, el joven por nombre Kise Ryouta se dirigió hacia las escaleras, despidiendo a su familia.
Pero, no toda su familia.
—Miyajicchi…— miró asombrado al castaño frente a él, quien tenía un abrigo de cuero sobre sus hombros, y una sonrisa sincera.
— ¿Creías que te irías sin despedirme?
Kise sonrió —a decir verdad, creí que estarías durmiendo a esta hora.
—Pues, no lo estoy— se adelantó hasta donde se encontraba —te extrañarán mucho…
—Lo sé— volteó para ver a su hermana tomando la mano de su madre, ambas sonrientes y saludándolas. —Yo también lo haré— volvió su mirada dorada hacia él —pero, definitivamente… te extrañaré a ti, Miyajicchi.
Un fogoso sonrojo cruzó su rostro. —I-Idiota, tus parientes están allí.
—Lo sé— se acercó peligrosamente a él, y en un amague bastante veloz, llegó hasta su oído. —Pero, no somos nada, ¿recuerdas?
Tragó grueso y lento. —S-Sí… es cierto…— sintió un suave beso en su cachete derecho y una risita de por medio.
—Bueno, aún tienes diez segundos para pedírmelo, luego de eso, tendré que embarcar.
Un enojó recorrió su espina dorsal, odiaba que Kise le hiciera ese tipo de "retos", sólo para avergonzarlo.
Y lo peor, era que lo conseguía.
—N-No me tiraré a los pies de nadie— musitó en un murmullo— sea lo que sea, yo no rogaré por tu cariño.
—Así es— Kiyoshi lo miró en un sobresalto —porque si lo hicieras, no serías tú.
Volteó en sus talones para ir hacia la escalera electrónica que subía al segundo piso. Allí arriba hizo todos los pasos antes de tener que ir hacia el pre-embarque y, una vez todo listo, sólo le quedaba algo por hacer.
—Miyajicchi-senpai— llamó desde arriba, el nombrado lo miró con curiosidad. —Piensa bien tu respuesta, ¿si?— Advirtió sonriente —porque apenas regrese, no tendré piedad en robarte un beso si tu respuesta tarda mucho en salir de tus labios.
El integrante de Shutoku enrojeció como tomate al escucharlo. Unas risitas por parte de algunas mujeres alrededor lo habían hecho querer desaparecer, sin embargo sería demasiado bueno como para ser verdad.
—Tu avión te espera, Kise Ryouta.
Una sonrisas mutuas.
—Adiós, Miyajicchi Kiyoshi~.
Y con eso, desapareció de su vista.
—Adios…— una suave curvatura de labios no se despagaba de su rostro.
«Idiota… la respuesta ya la sabes.»
. . .
«Por eso mismo, no quiero esperar para escucharla.»
. . .
—Nee, Miyajicchi— habló mientras su ahora amigo tomaba en brazos su bolso, y él terminaba de guardar los balones que había utilizado para sus tiros.
— ¿Qué sucede?
—Si ahora somos amigos— lo miró emocionado—, ¿aceptarías salir conmigo?
Un nudo en garganta casi le hace balbucear, pero logro zafarse. —Yo… yo… lo tendré en consideración…
— ¡Genial! —Y en un ademán, con su brazo forzó al castaño a llegar más rápido, junto con un casto y suave beso en sus labios. —Estaré esperando, Miyajicchi.
. . .
— ¡Te invito una malteada en el restaurante cercano!
—…— Junto con un aura que emanaba miedo, corrió persiguiendo al rubio, mencionando su nombre en una frase repetitiva. — ¡Te voy a matar, KISE RYOUTA!
— ¡¿Ehhh?! ¡No seas malo conmigo! ¡MIYAJICCHI-SENPAI POR FAVOR NOOO!
. . .
«Supongo… que podría permitirme enamorarme de un idiota… sólo por esta vez.»
*Niboshi: Sopa asiática hecha remojando o cociendo sardinas secas (niboshi) en agua.
¡Waaaaa! ¡Muchas muchas muchas gracias a todos aquellos que hayan leído esta historia! Es la primera vez que escribo un One-shot tan largo, y qué mejor para iniciar un nuevo fandom :D
Quiero agradecer a las chicas del fandom que tan agradables fueron conmigo, ¡muchas gracias por aceptarme en la comunidad!
Todo review, corto o largo, me hace muy feliz. Si hay algún error de tipeo u ortografía háganmelo saber porfis, siempre alguno se me escapa
¡Sayonara y hasta la próxima historia!
