Evidentemente, nada de lo que está aquí plasmado me pertenece. Por supuesto, como es un fanfic, tendrá ciertos aires de apego a la trama original, tanto como ideas nuevas.
Agradecimientos a la persona que me ayudó a armar este caos, sin ella no hubiese podido tomar forma todo este disparate de información diversa. Originalmente esta historia estaría dividida en dos partes, una llamada "Prelude" y la otra llamada "Rise of Powerless", pero finalmente decidí que ambas merecían formar parte de una sola historia, intensa, que terminó siendo llamada de esta manera, patrocinio también de ella. La trama de Prelude es directamente de ella, tan solo he trabajado con la idea principal que me dio… por eso, este fanfic es suyo. Ella es mi musa, mi corazón le pertenecerá por siempre aunque nunca jamás esté a mi lado. Gracias, hermosa Emilia, por las explicaciones y por las palabras curiosas… sobre todo, por haber aparecido en mi vida.
The Rise of Powerless
Capítulo I. Preludio. La espada Laevateinn.
Sabía que él estaba destinado a grandes propósitos, gloriosos a su manera de ver, lo supo desde que tuvo consciencia de sí mismo; estaba más que consciente de su poder, de su inteligencia espontánea, de su misma genialidad, por eso su madre, Freyja, le prestaba tanta atención. Ella era la única persona que quizá podía comprenderle más que nadie más, por eso luchaba día a día para controlar su innata ambición.
Loki sería el rey de Asgard. De todo. Apenas contaba con escasos diecisiete años recién cumplidos, pero ya lo sabía.
Por eso huía en la oscuridad.
Mientras su hermano Thor, el fornido adolescente de rubia melena, se transformaba lenta y perseverante en el guerrero sin inteligencia que todos querían y admiraban, él aprendía más y más acerca del poder que llevaba dentro, y del que podía controlar externo a él; aprendió también, sumida la oscura cabeza en el más denso secreto, a viajar entre todos los reinos sin necesidad de usar el Bifröst por medio de ramas estrechas del Yggdrasill que fluían como arroyuelos entre cavernas densas y paisajes llanos. Eso evitaba que Heimdall se pudiese dar cuenta de sus múltiples viajes. Había pasadizos estrechos por todas partes, algunos tan pequeños que había terminado sin aliento o sin alguna prenda, algo que le motivó a llevar el cabello corto, casi a la altura de los ojos.
Así se enteró de Laevateinn.
-.-.-.-.-.-
Era de noche cuando llegó a Muspelheim, lugar desagradable y demasiado cálido para su gusto, sabiendo que nunca podría aguantar el infierno que se vivía durante el día; por la biblioteca de su padre (a la que tenía prohibido entrar y de donde lo había sacado su mismo padre casi en calidad de cadáver), se enteró de que la poderosa espada estaba en manos del gigante de fuego Surtr, acérrimo enemigo de Odín su padre y de todo el que le mirase mal, estrenándose con un carácter que no podía ser clasificado de otra manera que "de mierda". También se enteró de que Sinmore, la esposa y consorte, era la guardiana de dicha espada, la cual era conocida como una guerrera feroz y entrenada para cualquier contingencia.
Optó por pasear primero por fuera del esplendoroso casillo de obsidiana, entre los habitantes, sin molestarse demasiado por cambiar su apariencia pues no creía que su cara resultase conocida para alguno de los lugareños. Se limitó a cambiar su usual atuendo asgardiano color negro y verde por algo no tan sofocante y neutral, pantalón negro y una muy ligera camisa de manta color rojo muy oscuro, sabiendo que sería más acorde con su alrededor, nada que pudiese distinguirlo como un extranjero.
-Hace demasiado calor. –Gimió caprichosamente, sintiéndose bruscamente de pésimo humor.
Anduvo caminando calmadamente entre los lugareños, sintiendo las pesadas botas calientes por dentro, recorriendo la amplia plaza que se encontraba justo en frente del palacio de Surtr. Los pisos eran de piedra obsidiana, negra y brillante, cortada en estéticos rombos con líneas de jade; sobre la plaza estaban colocados puestos diversos como tiendas de campaña con altura interesante, cubiertas con lona blanca, donde los vendedores y los compradores hacían negocios en curiosos murmullos y cuchicheos, acomodados de forma tan errática y asimétrica que resultaba estresante para Loki. Lo llenaba de un enorme deseo por barrer con todo con una ventisca fortísima, pues, por amor a Odín, estaba hirviendo en calor. Contempló los enormes árboles y las flores exóticas que crecían de forma estética en las amplias jardineras pentagonales, haciéndolo preguntarse si era posible el crecimiento de estas en un clima tan sofocante.
-¿Será que la tensión es tan fuerte? Hay temor de que la guerra estalle pronto.
Aquel susurro femenino detuvo inmediatamente al joven casi frenando de golpe sobre el brilloso suelo; dio unos cuantos pasos en reversa hasta toparse con una cercana banca de herrería negra, donde tomó asiento con desagrado al sentir sobre sus muslos el metal caliente aun a través del pantalón. Tras él se encontraban justamente dos mujeres en atuendos pesados y largos, para su estrés, las cuales llevaban en sus manos las compras de la noche; cuchicheaban, como el resto de las personas, haciéndose preguntar si era una especie de ley o costumbre en ese lugar.
-Me asombra, sinceramente, que el Gran Surtr no haya declarado ya la guerra a los Freyr, con el humor que se carga. –Susurró la otra mujer. –Estoy segura de que iría con todo su poderío a hacerlos pedazos con la espada de fuego, sin ejército ni nada más que su esposa.
Loki frunció levemente el ceño, tensando los finos labios un momento mientras entrecerraba la esmeralda mirada.
-Sinmore la reina tendría algo que ver, en ese caso. Sin ella no puede usar la espada directamente, y sería el único impedimento por el que no se les ha echado encima.
-A mi me sigue pareciendo muy extraño, pero prefiero la calma que otra guerra destructiva. Además, la sucesión está por ocurrir y…
Loki se incorporó en ese momento, incapaz de seguir aguantando el caluroso metal donde se encontraba sentado, sintiendo sus posaderas arder suavemente; desvió la mirada, posándola sobre el susodicho palacio, donde seguramente el arma definitiva se encontraba. Entraría por ella sin más…
-.-.-.-.-.-
…O no.
Se había deslizado con suma facilidad al palacio con el (no tan) sencillo método de transformarse en uno de los guardias, ceñidos en livianas armaduras cromadas con intenso escarlata y lanzas largas de casi dos metros de altura. Convencido de que probablemente no soportaría demasiado tiempo completamente transformado, se limitó a cambiar su atuendo aun confiado de que su rostro no sería reconocido bajo el casco, aunque su complexión daba mucho a qué desear al no verse tan fornido como el resto de los soldados, la altura lo salvaba por bastante. Los demás guardias y la servidumbre lo miraron con la naturalidad de un conocido, a pesar de que por su rostro escurría sin control el sudor y su aliento estuviese marcadamente más agitado. Dentro del palacio todo era aun más sofocante, si era posible.
Los pisos lustrosos de intenso color negro azabache casi reflejaban con calidad de espejo su decepcionado andar; dentro del castillo todo era un completo caos entre soldados desperdigados por el amplio recibidor y las dos escaleras de obsidiana y oro que conducían al segundo piso, así como sirvientes pegados a las blancas y contrastantes paredes de mármol, tumbando, víctimas de su nerviosismo, adornos finísimos sobre el suelo y desperdigando las piezas en un sonoro ruido de destrucción que pasaba casi desapercibido por el bullicio mismo. El sofoco era insoportable.
-¡Tiene que ser una declaración explícita! ¡Una provocación! –Se escuchó la voz de Surtr hacer eco por todos los pasillos del palacio, petrificando al hechicero. -¡Todo esto ha sido culpa tuya! ¡Por tu descuido!
De pronto, Loki se sintió sumamente vulnerable en esa posición… ¿qué diablos estaba haciendo en ese lugar solo y con limitados poderes…?
-Tiene cinco días así, aun no ha podido superarlo. –Dijo una de las nerviosas sirvientas con naturalidad, dirigiéndose a él en susurros como si le conociera.
-B-bueno, es Surtr. –Contestó él, tratando de no hacerse notar como un forastero ajeno al ajetreo, ni que estaba asqueado de calor y temor.
-No debería, si el problema no es tan grave como aparenta. No es que Freyr pueda usar la espada que se llevó… pero pedir que…
La mujer guardó silencio abruptamente, bajando la mirada, dejando al hechicero contrariado y aun más malhumorado si era posible; tras unos segundos de suspensión, todo cayó en su cabeza como si una pieza de rompecabezas ensamblara con el resto de la información, llenándolo todo de sentido. La espada Laevateinn no estaba en el castillo, había sido robada al parecer por alguien de los Freyr, explicando la razón por la que Surtr no se había lanzado contra ellos y los había hecho pedazos sin más. Sinmore, la esposa del gigante de fuego, era la guardiana de la espalda y la única capaz de usarla u otorgar el derecho a usarla, comprendiendo entonces ciertos pasajes leídos en los libros de la biblioteca de Odín. Estaban atados de manos.
-Señorita, no debería estar aquí. –Había susurrado la sirvienta.
Despertó de sus cavilaciones mentales bruscamente, bajando un poco la mirada; frente a ambos había aparecido una niña de acaso catorce o quince años, la cual dejó sin aliento al hechicero, haciéndolo olvidar parcialmente el calor, el mal humor y hasta sus planes de conquista: aquella hermosa doncella tenía la tez blanca como porcelana fina, de complexión esbelta y delicada, la cual llevaba encima un pesado vestido de terciopelo color jade; su cabello era una rubia y ondulada cascada de oro, larga hasta su cintura, y sus ojos eran de un color azul intenso como el cielo. Las finas mejillas y sus delicados labios estaban naturalmente coloreados de un rosado, estos últimos mostraban una leve curvatura de decepción. Era una hermosa doncella de porcelana, fina como una muñeca frágil, tan bella e inocente…
-Pronto… vendrá Hasen Freyr. –Había susurrado aquella bella jovencita, con dulce voz de niña. –Llegarán a un acuerdo para que no ocurra la guerra. Debo ir a esperar, Iris.
-Como usted diga, señorita Sigyn.
Ella le dirigió la mirada, provocando que su aliento volviese a su lugar dentro de sus pulmones; hubo un destello en su mirada, una chispa invisible entre ambos. Notó que ella le había dirigido una muy sutil sonrisa, breve. Acto y seguido, la bella doncella fue conducida por la sirvienta hacia algún lugar que él no supo distinguir, si derecha, izquierda, arriba o abajo, pues se encontraba completamente perplejo por aquella irreal aparición que había sobresalido en ese infierno.
-Sigyn. –Se atrevió a pronunciar en un muy dulce susurro.
Había que volver a casa, o Freyja se preocuparía.
-.-.-.-.-.-
La luz entraba magníficamente en la espaciosa biblioteca personal de Freyja desde los altos ventanales que se encontraban sobre las pulcras repisas llenas de libros de magia, de poemas e historias antiguas. La sala tenía apenas cuatro amplios sillones individuales con sus respectivas mesas forjadas con algunos libros pulcramente acomodados, así como una mesa un poco más alta y rectangular justo en medio, de lustrosa madera; Freyja se encontraba sentada cómodamente en uno de estos sillones, su preferido, donde caía un haz de luz directamente, iluminándola cálida y cómodamente mientras mantenía la vista entre uno de aquellos densos libros, abierto ampliamente sobre su regazo.
-Loki, hijo mío. –Dijo de repente, como si remembrara algo, levantando la vista hacia donde él se encontraba. –Me has comentado que el cambio de… ¿Loki?
La rubia reina madre contempló con extrañeza a su adolescente hijo, sintiéndose bruscamente confusa; sobre la mesa rectangular se encontraba Loki, profundamente dormido sobre uno de los voluminosos libros de botánica, el cual estaba abierto casi por la mitad; el cabello negro del muchacho, que ya llegaba hasta casi sus ojos, ocultaba el título de lo que estaba estudiando antes de desvanecerse víctima del sueño. No era usual en él quedarse dormido en medio de una lección, a las que normalmente era adepto de atender.
-¿Loki? –Volvió a llamarle, mientras se incorporaba para ir hacia donde él estaba, dejando el pesado libro sobre aquella pequeña mesa a su lado. –Hijo, ¿estás bien? Despierta. –Dijo, extendiendo la mano diestra hacia el hombro del muchacho, sacudiéndole suavemente.
-Mmm… madre. –Susurró, aun con los ojos cerrados, apenas encogiéndose un poco ante el tacto de la mano materna. –Un momento… ya te atiendo…
-Loki, estamos en clase.
El joven hizo un esfuerzo por levantarse y abrir los ojos, pero fue obvio para Freyja que era demasiado para él, pues su cabeza volvió azotar sin más contra las hojas del libro, sumergiéndose nuevamente en un denso sueño. Suspiró preocupada, pues era anormal el comportamiento de su hijo.
-Sigyn. –Susurró él entre sueños.
-¿Sigyn? –Se quedó perpleja un momento tras escuchar aquello. -¿Quién es Sigyn?
Como respuesta obtuvo un leve ronroneo.
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"La sucesión…"
Loki se había escabullido nuevamente dentro del infernal palacio de Surtr llevando la liviana armadura de soldado ceñida en cromado y escarlata, bastante interesado en lo que había descubierto en su último viaje, aguantando con mucho esfuerzo la penuria que era el horrible calor en el que estaba envuelto el castillo… y, secretamente, esperando volver a ver a la bella doncella Sigyn. Ya tendría tiempo de cumplir el castigo que su madre Freyja le había impuesto por haberse quedado dormido (inconsciente) en plena clase.
Siguió con calma, a través del pasillo de negro piso de obsidiana y jade, a una hilera de guardias que desfilaban casi pulcramente en dirección donde estaba el Gran Surtr como si fuese de lo más natural para él, con la vista esmeralda puesta en todos los sitios que parecieran interesante; notó que el palacio se encontraba más calmado que la última vez que había venido, como si percibieran que algo permanecía latente, expectante cual silenciosa bomba de tiempo que fuese a estallar en cualquier momento. Se detuvieron en frente de la gran puerta de herrería negra y lustrosa que daba al santuario del Gigante de Fuego, la cual fue abierta por otros dos soldados que se quedarían resguardando la entrada, haciendo decidir a Loki que lo más prudente era quedarse justo en ese lugar, pues percibió que, al abrirse, una oleada de intenso calor lo golpeaba bruscamente en la cara, mareándolo intensamente. Se limitó a hacerse a un lado para dejar pasar al resto de aquellos solados, pegándose a la pared de blanco mármol, intentando no desfallecer en el acto.
-Me derretiré. –Gimió muy levemente.
El salón tenía la negra obsidiana con jade en el suelo, pero las paredes ya no eran de mármol blanco sino estaban cubiertas de oro y diamantes puros, provocando una sensación de mayor calor si era posible; había un camino de diamante brillante desde la entrada al santuario hasta donde se encontraba el Gran Surtr postrado en su gigantesco (al menos visualmente) trono de oro y obsidiana, mostrando su poderío como a veces Odín solía hacerlo cuando se proponía verse dominante y severo, teniendo a su lado derecho a Sinmore, su esposa, de pie. El gigante de fuego llevaba la negra y larga melena alborotada al no llevar su ornamenta de rey en la cabeza, así como su usual armadura de guerra en color negro lustroso y escarlata la larguísima capa; la reina llevaba también su curiosa armadura de guerra, algo que siempre ceñía según tenía entendido, del mismo color negro y escarlata como si quisiera hacerle par al rey… provocando que Loki recordara a las Valquirias, tanto con la ornamenta negra y cromada sobre la rubia cabellera trenzada casi descuidadamente sobre el hombro izquierdo que caía hasta debajo de su amplio pecho.
-No podemos hacerlo, sabes que nos echaremos encima a los asgardianos si intentamos hacerles algún daño. –Hablaba impetuosa Sinmore, la Valquiria de esplendorosa figura, como si intentara hacer comprender algo a un niño necio. –Y tener a los Freyr junto con Odín y sus hijos guerreros no es una opción, al menos no sin Laevateinn.
-¡No temo a Odín ni su poderío! –Inquirió con fuerza el rey, acostumbrado a que su mujer le hablase de esa manera. –No tenemos una opción viable, ¡más que pelear! ¡Es lo que ellos quieren! ¡Eso le daremos!
A Loki le pareció que escuchaba de repente a Thor cuando hablaba de batallas gloriosas y desafíos impronunciables.
-Tenemos una opción. Nombrarla como sucesora en este momento.
-¿Qué? –Se alteró notoriamente, ya que la temperatura subió unos cuantos grados en el salón. -¡No está lista aun! ¡No es una guerrera de fiar todavía!
El hechicero asgardiano sintió que aquella oleada de calor había comenzado a marearlo mortalmente y a ponerle severamente nauseabundo… sería un grave problema si vomitaba, se desmayaba, o peor aún, ocurrían ambas cosas y su hechizo de transformación fracasaba, delatando su identidad. De repente llegó a su mente aquél hechizo de invisibilidad que había estado estudiando, el cual nunca jamás había practicado pero que se sabía de memoria al menos teóricamente. Solo en caso de que las cosas realmente fueran mal.
-No lo entiendes, no es que tengamos otra opción. Ella puede traernos de vuelta a Laevateinn y cederme sin más nuevamente su guardia, es cuestión de que no consuma el matrimonio para evitar ceder la espada, algo que, por supuesto, no ocurrirá precisamente en la boda donde pretendemos tomarla.
"Matrimonio."
-Sin embargo, ella aun no es tan fuerte, Sinmore.
-Sigyn es mi sucesora, Surtr. ¿Acaso crees que yo entrenaría mal a mi propia sucesora? ¿Piensas que yo permitiría que ella se convirtiera en una luchadora mediocre? Ella está más que lista, de eso puedo estar completamente segura. Tan pronto ocurra el lazo y presenten la espada, ella lo matará sin más y tendremos la espada asegurada, tendremos la guerra asegurada y lo sabes.
Sigyn. Sujetó con algo de fuerza la lanza que tenía en la mano derecha, intentando sostenerse de la impresión que le había causado aquello; aquella preciosa doncella que había conocido anteriormente era la hija de Surtr y Sinmore, y la próxima guardiana de Laevateinn. Era una guerrera de la calaña de su madre, y pretendían casarla con algún Freyr para tener acceso a la espada. Le dio un ataque de risa que intentó contener con todo su esfuerzo, aunque la mayor parte de su concentración estaba puesta en no vomitar. No podía imaginar a aquella preciosa doncella vestida como aquella reina, pues era tan fina…
"Hasen Freyr." Recordó de repente que ella lo había dicho.
Era su oportunidad, debía pensar en algo.
-Hasen Freyr, Gran Surtr. –Dijo uno de los guardias con algo de fuerza, llamando la atención de Loki.
Se quedó tenso al lado de la puerta de herrería negra, tratando de aparentar que todo estaba normal y que no estaba a punto de desmayarse de deshidratación; a su lado pasó, escoltado por cuatro guerreros fornidos con hoscas armaduras color óxido, el dichoso Hasen Freyr con cara de arrogancia y media sonrisa en los labios. Era un sujeto cuya masa corporal parecía exceder los límites estipulados por su comprensión metódica al ser bastante más alto que incluso su hermano Thor, de largos y rojizos cabellos hasta media espalda los cuales parecía no lavar muy a menudo, así como una desaliñada sombra cobriza de barba en el prominente mentón. Llevaba aquella armadura color óxido al igual que aquellos guerreros, solo que bajo este sobresalía el azulado de sus prendas livianas, así como la pesada y larga capa negra que escapa desde sus hombros hasta arrastrarla. Aquella risita estúpida que tenía en el rostro llenó de deseos a Loki de congelarlo hasta que se rompiera en cientos de trocitos.
-¡Ladrón! –Surtr se levantó de su trono, en el que hasta hacía unos instantes parecía haber estado empotrado, apuntando con el dedo índice al arrogante guerrero. Se había encendido impresionantemente. –Tus acciones acarrearán graves consecuencias, tanto para ti, tu familia y tu reino entero.
-Seamos honestos, gran Surtr, reina Sinmore. –Comenzó a hablar el arrogante Hasen, como si no pudiese ser aplastado brutalmente por aquél singular y poderoso par. –Están en completa desventaja ante nosotros, pues sabemos que, a pesar de su poderío y fuerza, no son combatientes igualables contra Odín sin la espada de Laevateinn. Permítanme decirles que su espada se encuentra resguardada en el Bosque de Hodmimir, para más seguridad, donde los tres sabemos que no tienen mayor poder…
-Espera, Hasen. –Interrumpió la eminente Sinmore, como si comprendiera para donde iba el asunto, en un acto de defensa que Loki supo ubicar bastante bien. Era una guerrera, pero era madre también. –Hay algo que quiero proponerte.
Se prolongaba demasiado, demasiado para su organismo. Estaba por desfallecer víctima del calor sofocante que estaba asfixiándolo; a él llegó de repente un muy delicado perfume floral, apenas sutil, haciéndolo olvidar la penuria que estaba llevando. Aquella bella doncella estaba a su lado en la entrada al santuario de Surtr, el cabello rubio trenzado sobre el hombro derecho tal como su madre pero más pulcramente, usando un pesado vestido de terciopelo color terracota de hombros descubiertos, el cual casi arrastraba por el brillante suelo. Sintió que aquél vestido no hacía justicia a la belleza de aquella damita… y notó que Hasen habla clavado la mirada en aquella niña, como el cazador a punto de devorar a su presa, causándole un inimaginable malestar.
Entonces destelló una idea en su cabeza, ambiciosa y riesgosa.
-Sigyn es la nueva guardiana de Laevateinn, mi hija. –Exclamó, haciendo una extraña pausa, dirigiendo la mirada hacia la acongojada doncella. Se miraba recia, pero en ese momento Loki pudo contemplar su vulnerabilidad durante unos instantes apenas perceptibles. –Tómala como esposa. Ella tiene la capacidad de cederte el poder la espada… y formaremos una poderosa alianza en contra de Odín.
Fue evidente para Loki todo lo que estaba sucediendo, tanto las palabras de Sinmore que sonaban duras a pesar de que tenía temor por su hija, así como la sorpresa mal disimulada por parte de Surtr; debió admitir que el plan de la reina era maravilloso, seduciéndolo de manera que creyera que él iba a salir ganando de todo esto… lastimosamente él sería quien tomaría dicha espada antes de que sus planes pudiesen consumarse, y…
"Podrá cederte el poder…"
-Suena realmente magnífico. –Admitió el pelirrojo Hasen, al parecer cayendo redondito en la trampa que Sinmore había armado. –Mucho mejor de lo que yo hubiese planeado. Estoy más que seguro que mi padre estará complacido en unir fuerzas contra Odín.
Notó el gesto de absoluta tristeza que había aparecido en el rostro de aquella hermosa niña, Sigyn.
-Saldré ya. –Exclamó la doncella, al notar que no sería requerida.
-Guardias. –Sinmore miró a los guardias que estaban en la entrada, autoritaria. De loca iba a dejar que su hija se fuese sola teniendo a un enemigo frente a ellos.
Lo hizo de forma automática; se giró parcialmente hacia donde ella antes de que cualquier otro pudiese hacer algún movimiento o siquiera procesar la orden dada por la reina, dispuesto a escoltarla hacia donde quiera que fuese, arriba o abajo. Se topó nuevamente con aquella azulada mirada sin habérselo planeado, y se descubrió quedándose perplejo en ella nuevamente tal como la primera vez, sin poder evitarlo. Ella le miró unos momentos, y juró que se había sonrojado bellamente… ¿por él?
-Vamos. –Pidió Loki, ajustando su lanza cromada tratando de sonar razonable.
Ambos dejaron el amplio salón, el sofocante santuario de Surtr, dejando a los líderes discutir acerca de guerras imaginarias, él permaneciendo un poco por detrás de aquella delicada princesa.
-.-.-.-.-.-
-¿Quién eres? –Cuestionó Sigyn con suma sutileza, sin detener su andar.
Loki se estremeció intensamente al escucharla, andando tras ella por el piso de obsidiana a través del gran salón de la entrada, siendo para él más notorias las estéticas escaleras circulares que daban al segundo piso solo porque comenzaban a borrarse de su vista debido al mareo; tan solo había unos cuantos sirvientes arreglando el caos del día anterior con inusitada lentitud y paciencia, pues la llegada del altanero Hasen había atraído la mayor parte del personal frente a Surtr.
-No comprendo. –Contestó él en un tenue susurro practicado, sudando con nerviosismo.
La doncella se detuvo abruptamente en el inicio de la primera escalinata, girándose parcialmente para así poder observarle detenidamente; Loki no llevaba máscara alguna sobre su rostro, tan solo la armadura cromada y negra, incapaz de hacer algo más debido a su debilidad. Miró con dificultad a esa hermosa niña, consciente de que probablemente iba a meterle un susto cuando se desmayara abruptamente…
-Eres… frío. –Contestó ella, notándose bastante calmada a pesar de todo. –Tu temperatura corporal es más baja que el del resto, estás por insolarte y no te ha tocado el sol en el tiempo de tu estadía. ¿Quién eres? ¿Qué es lo que haces aquí?
Apenas estaba consciente de que se estaba balanceando, víctima de las náuseas y el sofoco, pero ella lo había notado desde el momento en que lo miró por primera vez; corroboró con la azulada vista que no había nadie más observándolos, para así tomarle delicadamente por el antebrazo cubierto de la tela negra y guiarle suavemente detrás de la escalinata, donde había un pasillo alfombrado que normalmente la servidumbre utilizaba para hacer sus diligencias sin entorpecer al resto. Loki percibió la calidez de la mano de la chica aun a través de la prenda oscura.
-Cuidado. –Susurró ella con sutileza, guiándole hacia ese pasillo, contemplando a su alrededor; al no poder encontrar una mejor opción, le hizo sentarse sobre el suelo de obsidiana recargado en la pulcra pared del mármol, la cual no se percibía tan caliente. –Te traeré agua.
La doncella se alejó unos minutos, los cuales fueron tan solo un instante para Loki cuya mirada se había oscurecido hasta dejarlo en un corto desmayo; cuando volvió a abrir la mirada esmeralda, la niña ya se encontraba nuevamente frente a él, arrodillándose sobre el suelo sin alfombra, extendiéndole una honda copa de cristal llena de agua la cual sostenía con ambas manos. Él tomó el recipiente que le ofrecía casi de forma frenética, llevándosela a los labios para beber el líquido. Sintió de inmediato el frescor invadir completamente su cuerpo tan pronto dio el primer sorbo a pesar de que el agua no estaba tan helada.
-Creo que si quisieras hacerme algún daño, ya lo hubieras hecho. –La chica le sonrió con gentileza, a pesar de la situación en la que ambos estaban metidos. –Además, desde que vi tus ojos… comprendí que eras distinto.
-Distinto. –Dijo con más claridad, mirando la copa vacía que aún conservaba entre sus manos. –Dime, ¿qué crees tú que soy?
-Creo que eres un espía.
Sonrió levemente, levantando la mirada hacia aquella chiquilla; ella le sonreía también, casi como si no fuese consciente de lo peligroso que era en esos momentos el confabular con un posible espía, tan encantadora y dulce. Le costaba trabajo creer que ella fuese la guardiana de Laevateinn, le costaba imaginar alguna impetuosidad de ella; tal vez ese era el propósito original, y ella hablaba tan tranquilamente con él al estar tan confiada de que iba a barrer el suelo con él si se atrevía a levantar una ceja en discordancia con ella. La chica sería la esposa de Hasen Freyr… la guardiana de Laevateinn…
-¿Te complace ser la esposa de ese sujeto?
-No. –Aquella bella sonrisa se atenuó considerablemente, pero sin dejar de mirarle fijamente. –Sin embargo, si lo hago, tendré la aceptación de mi padre y tal vez así pueda dirigirme aunque sea la mirada. Regresaré la Laevateinn, Hasen no podrá usarla aunque me case con él si no consumamos el matrimonio, cosa que no ocurrirá si él está muerto. Pero eso ya lo sabes.
-Suena a que eres una esclava. –Se escapó de sus labios sin pedir permiso.
Ella guardó silencio un momento, como si meditara aquellas palabras.
-Sí, eso es lo que soy.
-¿Te agrada la idea?
-Dime, ¿es que hay alguien a quien le guste ser un esclavo?
-Probablemente.
Hubo bullicio de repente proveniente del salón principal, por donde, al parecer, pasaba la comitiva de Hasen Freyr en camadería con la comitiva de Surtr. Ambos muchachos se alteraron considerablemente.
-Creo que debes marcharte. –Susurró ella, quedo.
-¿Estás completamente segura de que es bueno que me dejes ir?
-Creo… que así debe ser.
Hubo un leve silencio entre ambos, silencio que se convirtió en una sonrisa casi de complicidad infantil; Loki levantó la mano diestra levemente, posando el dedo índice sobre los propios labios indicándole silencio, mientras extendía la zurda frente a la chica. Hubo unos leves destellos verdosos casi blancos en ésta, los cuales lentamente tomaron la forma de una bella flor, un lirio blanco con las orillas de los pétalos decorados con un matiz rosado, provocando en la chica un gesto de admiración… sobre todo cuando él se la extendió para obsequiársela.
-¿C-cómo supiste…? –Susurró ella apenas, sin salir de su asombro.
El joven se incorporó casi de inmediato, parcialmente recuperado de su mareo, extendiendo cordialmente la mano hacia ella para ayudarle a incorporarse; Sigyn, algo extrañada aun con aquellos gestos desconocidos hacia ella, extendió la mano diestra para tomar la de él, estremeciéndose intensamente al momento de incorporarse.
La mano de él era gélida. La de ella, cálida, casi quemante. Ambas unidas causaron en ambos una misteriosa chispa de contraste, sensación que los conmovió como si una descarga eléctrica les hubiese recorrido.
-Dime tu nombre. –Pidio ella casi inmediatamente, apenas consciente que él aun sostenía su mano. –Sabes bien que yo soy Sigyn de Muspelheim, hija de Surtr y Sinmore. ¿O es que te pondrás en riesgo si me lo dices, a sabiendas de que no seré capaz de delatarte? No deseo esta guerra.
-No. –Soltó delicadamente aquella mano, sintiéndose bruscamente más fresco. En realidad daba igual que ella supiera de quién se trataba, no tenía idea de su plan… y, dentro de sí y sin que le pidiera permiso, esa sensación de que ella hablaba con la verdad, que no hablaría al respecto de ese encuentro furtivo. –Soy Loki, de Asgard… hijo de Odín.
Antes de que ella pudiese asimilar aquello, el joven desapareció de su vista como una sombra traslúcida, al tiempo que la servidumbre se acercaba hacia donde la jovencita.
-.-.-.-.-.-
Yuy.
