El hombre rubio caminaba a lo largo de las instalaciones, como siempre, seguro de sí mismo, casi demasiado, dejando ondear su capa negra y relucir sus gafas de sol que lo hacían más majestuoso.

Entró en una habitación, oscura, sin nada decorativo…Excepto máquinas muy complejas y al final de la sala… Al lado de una gran incubadora, casi como de cristal, estaba ella. Frágil, blanca, bonita. Se hallaba en una cama incolora, tan suave como su pálida piel, que contrastaba con su hermoso cabello rubio que estaba recogido en una coleta y dejaba ver con mayor claridad su precioso rostro. Sus párpados revoloteaban, y sus labios ligeramente entreabiertos dejaban escapar una pequeña gotita de saliva, que los humedecían, haciéndolos más atractivos aún.

-Mmmm….-susurró el hombre, deleitándose con el nuevo ser que se hallaba ante él.

Clavó sus uñas en la cintura de ella, para ver su reacción, como si se tratase de un simple insecto que no valía la pena hacer sufrir.

La chica comenzó a convulsionarse de dolor, y a gemir.

-Duele…Duele…Me..Duele mucho…Mmfmf..- conseguía decir entre jadeos de dolor, mientras sus ojos claros se abrían y cerraban.

Esbozó una sonrisa, disminuyó la presión, y la soltó, dejándola sufrir. Cuando se recuperó, le hizo alzar la mirada, y le preguntó:

-Cariño…¿Me recuerdas…?

Ella gimió, e intentó liberarse, pero las garras de él se ceñían sobre su frágil cuerpo.

-¿No me recuerdas…?-repitió-Oh…Mi querida Jill, que mal está eso…-acarició sus labios entreabiertos con los suyos propios.- Debes recordar a tu querido capitán…-y mordió, casi con fuerza, el labio inferior de ella, mientras una pequeña gota color carmín descendía desde la boca de Jill, hasta manchar el fino camisón blanco que llevaba.

Jill se separó, temblando con fuerza, tocándose el labio ensangrentado con la yema de sus frágiles dedos, sin decir nada.

Wesker vió que se dignaba a decir algo, pero no podía. Se veía lamentable, pero a la vez hermosísima. Vio también como sus ojos se llenaban ligeramente de lágrimas, y estremecerse como si fuera una niña pequeña, perdida en algún sitio desconocido, sin protección de nadie, sola.

Jadeó muy suavemente, y dijo:

-…..¿C-Chris….?...

Los ojos de Wesker se volvieron rojos, como cuando se alimenta el ardiente fuego con leña. Se dilataron, y no pudo controlar su ira. Con una sola mano la echó con fuerza, y ella salió despedida, chocando contra la gélida pared.

-AHH¡-ella gritó, y cayó al suelo, casi sollozando, abrazándose a sí misma.

Wesker, cerró los ojos, y se acercó, impasible hacia ella. La levantó, está vez con delicadeza, y le pidió.

- Jill… Te daré un premio si recuerdas…si no, me enfadaré otra vez…-su voz estaba ligeramente dulcificada, pero se podía apreciar aquel pequeño matiz perverso, que la hizo volver a estremecer. Si al menos no estuviera tan frágil…

Bajó la mano, metiéndola debajo del camisón, acariciando sus muslos.

- Eres mía…Sólo mía…Sabes que puedo hacer lo que quiera contigo…¿Verdad..?- sus labios tocaban la oreja de ella.

Jill pronunció dos palabras, casi en un suave susurro.

-Albert…Wesker…-tembló involuntariamente, temiendo lo que podría hacerle a su pequeño y delicadísimo cuerpo si volvía a fallar.

-Mmmmm…eso está mucho mejor…- la besó apasionadamente en los labios, sintiendo el suave perfume de ella, que inundaba los sentidos.

Probó a ver si ella sentía algo de placer, y metió su mano debajo del camisón, esta vez yendo más lejos, acariciando la zona más sensible de su cuerpo.

En efecto, sí.

Jill comenzó a retorcerse, gimiendo, pero no llegó a gritar.

Wesker acarició uno de sus muslos, y la volvió a besar en los cálidos labios, que lo acogían con calidez, sin llegar a rechazarlo.

La echó lejos de sí, al terminar de besarla, y Jill cayó sobre la cama, jadeante.

-¿Sabes..? Está bien saber que tengo a alguien con quien jugar…-se relamió los labios, burlón.-Pero quizás más tarde, ahora tengo cosas que hacer, mi querido juguetito.

Los ojos de Jill, levemente llorosos, se alzaron hacia él, casi suplicantes.

-Oh, querida, no te preocupes, volveré a hacerte compañía…-pasó su mano por el cuerpo curvilíneo de la chica, que tembló un poco, y cerró los ojos, encogiéndose.

-Que duermas bien, querida…-Wesker se retiró, dejándola en la oscuridad, cerrando la puerta de la habitación, que tenía cierto parecido a una celda, pero mucho más cómoda.

Sola.

Perdida entre tinieblas…Sin recordar…Quién era, porqué estaba allí, que hacía en ese lugar, porque estaba sufriendo sin haber hecho nada malo…

Y…

El pronunciar aquel nombre que hacía que su ser se estremeciera entero, como una sacudida eléctrica, y provocaba al mismo tiempo que Wesker enloqueciera de rabia por momentos.

Ella dejó que una lágrima se escapara de sus ojos azules, humedeciendo sus largas pestañas. Esbozó una triste sonrisa, y lo pronunció en un suave susurro, que se lo llevó el viento al decir, únicamente para volver a escucharlo:

-…..C-Chris…

Notó que se convulsionaba, y un sentimiento muy agradable se extendía por todo su ser.

¿Quién sería aquel al que su cuerpo parecía añorar tanto? Quién sabe…Y sintió una oleada de alivio, sin saber porque.

Cerró los ojos, y todo se volvió oscuro.