Escribí este mini-fic hace tiempo en el foro como regalo para las lectoras de Amo del Universo y ahora que me han pedido uno con Beckett como dominante, aprovecho para subirlo aquí. Espero que os guste aunque esté desfasado.
PD: sé que me cargué Amo del Universo con ese final tan acelerado, estoy pensando en escribirle una segunda parte pero con una Beckett ya sin dudas y un caso policíaco de fondo. Si os gusta la idea me pongo a ello (sin dejar de lado los demás). Vosotros diréis.
(Ambientado al final de la cuarta temporada, con Jacinda de por medio pero con sorpresa en el último capítulo)
Mini prólogo
Castle estaba nervioso, se sentía de nuevo como un adolescente. Ella le había asegurado que sería algo nuevo, que le encantaría, que lo dejaría en paz si no le gustaba. Al principio se había resistido, pero entonces la imagen de Beckett había vuelto de forma inoportuna a su cabeza y el escritor había decidido espantarla de la mejor manera, aceptando los caprichos de la otra. El problema es que ese no era un capricho normal, joder, no es que le hubiera sugerido hacer un trío con otra o algo así no, le había pedido que se dejara dominar. Y él, como era estúpido había dicho que sí. Y ahora, mientras que ella conducía su ferrari hasta el club de BDSM, rezaba mentalmente una plegaria para que la chica diera la vuelta y le sonriera diciéndole que le estaba tomando el pelo. Pero eso no sucedió.
Jacinda aparcó en una zona apartada de la ciudad, un lugar poco agradable podría decirse, con varios edificios abandonados. A unos cien metros se podía ver un grupo de vagabundos alrededor de una hoguera, un poco más cerca una señorita con minifalda y medias de red le sonrió, haciéndole un gesto desagradable con el dedo al ver que iba acompañado. Castle tosió, incomodo.
-Nena… ¿este lugar no es un poco…
-Calla –le cortó ella. El escritor tragó saliva. Joder, la chica iba en serio con ese dominar, ya estaba en su papel -. Andando.
Soltó una maldición, mirando al cielo, enojado porque sus ruegos no habían sido escuchados. Siguió a la chica, sopesando muy seriamente la posibilidad de subir al coche rápidamente y dejarla allí.
-Las llaves las tengo yo –dijo ella, como si le hubiera leído el pensamiento.
Suspiró, su suerte estaba echada –Ánimos campeón, no debe ser tan malo –se dijo en voz baja, siguiéndola.
Jacinda le sonrió y se acercó a una puerta, tecleando un código. Aquello le recordó a aquel club al que había acudido con Beckett para un caso, justo después de su vuelta de Los Hamptons. Se regañó a sí mismo por pensar en la detective y negó con la cabeza. Estaba allí y en las próximas horas la olvidaría, aunque fuera a base de latigazos. Tragó, rezando de nuevo para que la azafata no usara medios tan drásticos. Caminó detrás de ella, por un largo pasillo, iluminado tenuemente; no se oía ni un alma, sólo sus pasos. Ella se paró, delante de una puerta, ladeó la cabeza, mirándolo.
-¿Listo?
-Pues… -No, gritó su cabeza. Sal de ahí estúpido, si quieres olvidar usa el whisky, cómo todo el mundo –.Sí.
-Bien. Vamos.
Al abrir la puerta Castle entró con los ojos cerrados, abriéndolos lentamente. No parecía un lugar muy temible, era como un club normal, salvo por la vestimenta de cuero de algunos y los collares de sumisos de otros. La gente hablaba tranquilamente, en la barra o en los cómodos sillones de piel, tomando una copa. Algunos se besaban, hambrientos. Dejó escapar un suspiro de intenso, alivio, nada de cadenas ni látigos, estupendo. Jacinda sonrió, burlona.
-¿Quieres una copa?
-Eso estaría bien.
La azafata se acercó a la barra y pidió por los dos. Castle tomó su copa y se la bebió de un trago, ante la mirada atónita de la rubia. Se encogió de hombros.
-Tenía sed.
-Ya… ¿te gusta el sitio?
-Mucho, es… acogedor.
Ella señaló unas escaleras situadas en una esquina del local. -¿Listo para subir?
-Pues… aquí estamos bien, ¿no? Podríamos beber otra copa… ¿quieres bailar?
-¿Crees que te he traído aquí para bailar?
-Mira Jacinda… creo que… esto no es una buena idea, a mí esto no me va, lo siento. Llámame cobarde si quieres, pero yo me voy.
Se dio la vuelta dispuesto a marcharse, dejando a la chica con la palabra en la boca, pero la vista de una mujer de espaldas, vestida de cuero de arriba abajo, lo obligó a pararse. Esa melena. Ese culo. No podía ser.
-Bec… ¿Beckett?
La mujer se dio la vuelta, boquiabierta.
-¿Castle? ¿Qué haces tú aquí?
