Titulo: Impossible
Autora: me XD
Disclaimer: Los personajes de Merlín no me pertenecen.
Clasificación T
Temporada 2X13- 3X1 Morgana no Aparece.
Resumen: Arthur es demasiado orgulloso, para reconocerlo y demostrar la forma en la que es importante su siervo. Un día cambia todo, cuando prestar a Merlin como sirviente para su padre durante un viaje.
Impossible
Parte I
Capitulo
Arthur se comporta como un crio de cinco años, moviéndose en su sitio hasta encontrar la comodidad deseada. Su padre que ha notado su indiscreción durante la reunión, no tiene más remedio que darle una inquisidora mirada. Claramente le transmite tres cosas: "¡Compórtate!", "Deja de reclinarte." y "Ten más respeto"
Desearía desaparecer mágicamente en estos momentos. Preferiría mil veces entrenar, que asistir a una reunión del Consejo. Porque definitivamente su paciencia lo abandono tras la primera Sesión con estos hombres, llamados "Ilustres".
"¡Que desperdicio de horas!" Les grita mentalmente, mirándolos cada miembro del Consejo. Y como si su padre fuese telepata, lo atrapa sosteniendo una mirada rigurosa.
Arthur no tiene remedio que mirar a otro lado, sin darse cuenta que halla a Merlín, detrás de los pilares, concentrado sin inmutarse con su mirada ¿Cómo puede tener tanto aguante? Pero si realmente supiera que su mente esta en otro lado.
No es fácil, son solo quince semanas sin otra actividad, más allá de entrenamientos y reuniones, toda una rutina de la que no puede soportar un día más.
Llegará el verano y el estará ahí sin poder disfrutarlo. Si tiene suerte, podría solicitar el permiso de su padre, siendo que le fueron prohibidas durante la primavera.
Si lo piensa, no todo es llanamente aburrido. Mira a su sirviente, y la verdad sonríe minúsculamente, porque no quiere que nadie se dé cuenta del porque lo hace en estos momentos. Pero no puede evitarlo, realmente si no fuera por Merlin y su venerable torpeza, llevaría acumulando su mal humor del día a día.
Y no es todo, dado que llevan una contendiente y reservada amistad. Solo gracias a ello, es que está vivo. De hecho, no es lo único lo que le sorprende, además que permaneciera después de todo lo que ha sucedido, no lo escucha quejarse. Admira como asume su papel de sirviente, incluso más de lo que un sirviente es capaz de hacer.
Aunque muchas veces se detenga a pensar en él, realmente es capaz de ocupar su mente a pesar de tantos problemas de la realeza. Y es por ese "algo" que no puede precisar. A pesar de rectificar que es como un libro abierto, cuyas emociones no pueden ser invisibles ante sus ojos.
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Merlin tiene otro punto de vista, considera que estas semanas han sido de lo mejor. Aunque la culpa este martilleando su conciencia cuando deja espacio al no pensar en otras cosas que su trabajo y la susceptibilidad de que algo malo va aparecer en cualquier momento. Luego que casi llevara a la ruina a Camelot por culpa de un dragón.
Todos conocen la rutinaria jornada del sirviente personal del príncipe, como el hecho que se el pupilo de Gaius, y sea solo el quien se encargue de llevar el encargo de medicinas a la ciudad baja.
Es agotador, tener dos trabajos e incluso estudiar en secreto todas las noches. Es capaz de soportar absolutamente todo y no enojarse por pequeñas nimiedades del príncipe.
Pero generalmente tiende decir comentarios sarcásticos para apagar su orgullo, aunque no se muy discreto, dado que los mismo Caballeros son el público de sus escenas.
Es por ello que Arthur le pone fin a su insubordinación, enviándolo al cepo, o darle cualquier castigo que implica: establo y excremento de caballo que quitar.
Hoy precisamente es ese día para enviarlo con mucha razón al cepo. Ha mandado a llamarlo, y aun no aparece su sirviente. El desayuno no llego temprano como lo acostumbrado, ni las ropas que usara el día de hoy.
Que lo hagan esperar, lo pone en muy mal humor, y aun más que ha transcurrido media hora. Escogiendo algunas prendas a su gusto, va directamente al biombo, molesto comienza desvestirse arrojando las ropas usadas a cualquier lado, todo en un acto infantil por hacerlo vestirse solo.
Mientras tanto Merlín, sube rápidamente por todos los escalones en afán de llegar a los aposentos del príncipe. Sabe que va a matarlo, porque ni siquiera le dio tiempo para tomar el desayuno de las cocinas.
Y una de las razones para no tocar la puerta en estos momentos, porque teme que algún objeto contundente llegue volando directamente contra su rostro. El recibimiento "Cálido" de Arthur.
Al momento de abrir la puerta deja que sea lentamente, dejando pasar primeramente su cabeza, preparado para oír el regaño, pero no lo ve ni en la cama, la mesa ni en la silla, lo haya a contra luz detrás del biombo vistiéndose, él solo.
No puede evitar burlarse con lo concentrado que se ve analizando la ropa lado a lado. Sonrisa que se borra al descubrir el desastre por los suelos.
No importan cuanto se esmere en mantener limpio y ordenado sus aposentos, él se encarga de convertirlo en un chiquero en cuestión de minutos.
Así que para romper su concentración le pega un susto azotando la puerta, provocando que Arthur diera un salto propinándose un golpe contra el candelero fijo de la pared.
― ¡Ouch! ―chilla de dolor.
Ahora Merlín se siente complacido al verlo frotar sobre la parte afectada para mitigar el dolor.
Arthur sale a ver desde el extremo del biombo, sabiendo que es obra de su sirviente.
― ¿Se encuentra bien Sire? ―Merlín finge inocencia, soportando las ganas de reírse.
― ¡Por supuesto que NO! ¡Merlin! ― Le grita desde el biombo para demostrar a su sirviente que no ha sucedido nada, que no le duele y puede colocarse el solo su pantalón.
Merlín suelta unas carcajadas no tan sonoras. No está bien burlarse de la desgracia ajena, pero se lo merece.
Arthur reaparece delante del biombo, para encararlo ya vistiendo la camisa azul, el pantalón marrón. Ese mismo atuendo para ir de caza.
― ¿Dónde estabas Merlín?
Trata de resistir la mirada, presiona con fuerza el pomo de la puerta, siente como si estuvieran cortándolo en pedacitos en estos momentos.
―Yo estaba… hm…allá abajo porque… Bueno, quería ver si no faltaba nada y…― No hay manera de evitar sentirse nervioso cuando el Príncipe intenta acorralarlo y como dejar de balbucear, cuando debe aclarar su garganta tras cada palabra. Si la mirada del príncipe no fuere tan intensa, como si quisiera asesinarle. Hablaría fluidamente.
― ¡Deja de inventarte escusas! ―lo reprende fijando su vista para ajustarse el guante en la mano derecha. ― Y qué caso tiene. Eres un inepto.
Merlín da un respiro cuando él se aleja, bajo el umbral de la puerta.
― Usted tiene toda la razón Sire. Así que no tengo por qué ir ¿Verdad? ― alega sugerente.
― ¡NO! ¡Completo Idiota! ― vuelve a gritar. Siempre exasperándolo, con sus erróneas suposiciones.
― Ahora … ¿Cuál es el problema? ―
― No te pases de listo, conmigo.
― ¡Oh! ¿Eso? ― finge sorpresa ―Pero ya entre ¿no? ― Aclara encogiéndose los hombros, como si no le afectaran sus gritos.
― ¡Deja de hacerte el listo! ―
―Es solo la puert…―Calla de súbito al ver volar en dirección suya un objeto contra su humanidad. Se ampara cerrando un poco la puerta.
¡Clack!
Ese fue el sonido de una vela estampándose contra la pared, resultado de una mala puntería del príncipe.
― ¡Fallo Sire! ― Señala la nueva marca de la madera con atrevimiento.
―Mer- lin― arrastra cada silaba que forma su nombre y bufa iracundo, en busca de otro objeto sobre la mesa. Cuando Merlín huye a tiempo, solo le deja con las ganas de golpearlo en la cabeza.
Arthur coge el otro par del guante, para salir de una buena vez. A ver si tiene suerte de alcanzarle.
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Llevan ya al menos una hora desde que partieron de Camelot. Y todo resulta ser perfecto, como si el sol estuviera de su lado, brilla radiante proporcionándoles aquella calidez agradable.
Aprovechando la calma, Merlín contempla el paisaje. Después de todo van en compañía de algunos Caballeros. A lo lejos ve que Arthur también está disfrutando de la tranquilidad. Aunque deteste el silencio, el cual ansia llenarlo con algún comentario trivial.
Pero ya se torna pesado, el lugar que usualmente escogen para la caza, ha quedado atrás. Y ni una sola palabra a donde se dirigen, pero sobre todo que comienza a sentir calor.
Arthur da la vuelta para ver a Merlin. Le sorprende que conservara el silencio, pero además ve la expresión confusa, no lo culpa. Pero más allá de eso, ve cuanto está soportando el clima, el cual asciende en cada hora.
― ¿Cuánto falta? ― Merlin se pregunta. Tiene tanta hambre, que sus entrañas rugen por comida.
Solo pensar en comida le da más hambre de la que ya tiene, tentado a llevar la mano izquierda, al interior de su bolsa y extraer una manzana jugosa.
Pero eso no bastara.
Incluso le duelen los muslos, y van a seguir doliéndole un buen rato. Ya que Arthur no tiene intenciones de hacer una parada.
Detesta el sol que hace, ahora que han llegado al claro del bosque. Bastante extenso para tener de nuevo la frondosidad de los arboles sobre sus cabezas.
La piel de Merlin es sensible, parte de sus mejillas, el puente de su nariz le arden bastante.
Arthur se da cuenta de ellos cuando vira en su dirección por tercera vez. Son aleatorias las miradas de Merlín, solo que no vislumbra porque la sonrisa estúpida que lleva en el rostro. Tal vez la caza lo tenga muy animado, pero no es para tanto. Bien, si se lo merece. Porque no hubiera soportado un día más con su horrible humor.
¿Soportaría a la imbecilidad real? Es muy paciente, pero tiene un límite. Arthur es abominable, ni recordar su mala suerte en la octava semana, limpiando en presencia suya sus aposentos.
Aquello fue a propósito, premeditado, el quedarse sentado sin siquiera moverse de su escritorio. Recuerda muy bien los hechos:
Hace la limpieza, evitando hacer demasiado ruido, sin desconcentrarlo en su trabajo. Lo cual es la revisión de registros, por lo tanto son bastantes rollos de papeles sobre la mesa.
―¿Merlín?- Como buen sirviente voltea, para ver que se le ofrece. Pero sobre todo odia escuchar su nombre en ese tono. - ¿Podrías respirar por la nariz como una persona normal? - Arthur no busca ser hiriente ante esa petición. ¿Claro que no? ¡Es una completa mentira! Claro que lo hace, siempre lo hace.
Merlín se sorbe la nariz, pero Arthur no es muy perceptivo. No tiene idea que su leal sirviente, ha contraído un resfrió en pleno verano.
―Do siento Sile. Estoy lesfliado- le contesta rápido.
¿Porque necesito mostrarle un signo, que van acompañados de la nariz congestionada y una voz chistosa?
Pero para Arthur, esto merece ser sacado de provecho. Que Merlín haga esos ruiditos inocentes es molestoso pero su reciente silencio, es satisfactorio.
― ¿Resfriado? – Pregunta esbozando una sonrisa de lado.- Y yo que creí que olvidaste como respirar. –
―Eh polque tengo la naliz tapada- trata de defenderse.
Merlín nota el deje de burla de Arthur sobre de su estado, disfrutando de la desgracia ajena, pero no va darle el gusto de sentirse ofendido.
― Vaya ¿Gaius no puede darte algo para eso? Por lo menos esto debe tener cura.
Arthur es consciente que debe parar. Dudoso si seguir o dejar la conversación, pero continua forzándolo a responder, por lo tan hilarante que es escucharle hablar así. Un poco de diversión no mataría a nadie.
Es solo un resfriado.
― Me dio ulas medicinas. Pelo dijo que el ulos días se me pasalia.- respondió volviendo a sorber su nariz.- Es nolmal en esta época del año y…
-¡Basta!- risas y más risas.
Arthur le hace una señal de alto, para cortar la diatriba de su siervo. Al terminar le pide que vuelva a lo que estaba haciendo. Merlín inclina la cabeza y obedece regresando a sus tareas de aseo.
― Por eso estabas tan callado estos días. ― agrega de pronto, con voz preocupada.
Y un calorcito fue extendiéndose en el pecho de Merlin. Quizás Arthur no es cruel. ―Ojalá te enfermaras más seguido. ― lo complementa con tono mordaz.
Aquello hizo que el calorcito en su pecho se evaporara.
-Y mas te vale, que no sea contagiosa- continua, al tanto que regresa su vista en los papeles.
Este era el modo que lo trataba… uno de los tantos días.
Merlín es naturalmente torpe, no tiene la intención de alterar el equilibrio, romper el cómodo silencio que se encuentra Arthur. Sin embargo el príncipe se molesta enormemente por ello, hasta tal punto de gritarle, regañarle e hiriéndole con toscas palabras.
Lo único que puede hacer en estas situaciones es aguantarle sus bromas hirientes, sus burlas y sus cambios de humor, solo está tomando toda esa frustración con él. Dejar que las palabras de Arthur pasen por encima, y restarle importancia, con cerrar los ojos, exhalar todo el aire y volver a inspirar contando hasta diez, es una mejor manera de tranquilizarse.
Piensa que "No tiene importancia" "No debería enojarse". Suspira, regresando a la realidad, voltea a ver al príncipe. Cree que tiene que decir algo.
― ¡Falta mucho Sire! -
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La ocasión que Arthur se permite observarlo, concluye que Merlín es de los que duermen con los ojos abiertos. Es gracioso verlo tan absorto en sus pensamientos.
― ¡Al fin despiertas! - agrega con exagerada exaltación y sarcasmo- No impacientes. Que ya llegamos.
― ¡Solo es una pregunta! ― Ignora el sarcasmo- Cabalgamos horas y no hemos descansado, me duelen tanto…- detiene sus palabras, casi arriesga revelar su pequeño problema personal-No me refería, bueno. ¡hm! Solo es…
Arthur no le dejo terminar.
―Merlín si os duelen. ¡No es culpa mía! ― le puntualiza con suficiencia irritante y curvando una gran sonrisa. – Bueno podría solicitar a las caballerizas que os consiga una silla especial, para la Lady. Una suave y mullida. – concreto con malicia.
―¡Oh! Que apreciado de su parte. ¡Mi lord! – responde con fingida voz aguda, siguiéndole la línea de aquella broma. Y Arthur carcajea complacido y victorioso. ― Considero que es una suerte. Supongo que los de la realeza las tienen gordas. Pobres caballos. ―murmuro de pronto.
No le da ni tiempo de frenarlo cuando suelta aquel insulto.
― ¡Merlín! ¡Soy El príncipe! ¡No puedes faltarme el respeto! ― Arthur entorno los ojos, tensando su mandíbula, realmente ofendido.
― Pero tú ¿si puedes? ― le plantea.
― A menos que desees que os castigue. ¿Recuerdas? - lo amenaza probándole para refrescarle la memoria. Y parte de su plan es verlo sacudirse de miedo.
― ¿Una falta de respeto? Me llevaría… ¿Al cepo? – le recita la advertencia, como si no significara nada.
― No deberías tentar tu suerte― Arthur alza las cejas.
Merlín se atreve a confrontarlo con la mirada también, provocando que el príncipe se acerque con su caballo.
― ¿No? Pero no estamos en el castillo- murmura acercándose también con su caballo, practicante retándolo y sorprendiéndole.
― ¿Qué insinúas Merlín? – Voltea para mirarle con suspicacia.
―Podría huir si quisiera. – responde mirándolo fijamente a los ojos, demostrándole la veracidad de sus palabras. No dura mucho, se muerde la lengua por lo que acaba de decir.
Arthur no lo resiste, sabe que le ha dolido sus palabras, aunque podría tomarlo de otra forma. Cree que podría tomarlo como una broma, pero su rostro no es contrario a la intensidad de sus palabras.
Se permite sonreír, descolocando completamente a su siervo. Volviendo aproximarse una vez más.
Merlín esta tan acostumbrado a esta cercanía y solo podría tratarse de una cosa. Ser empujado del caballo, de forma amistosa. Y no, no ocurre, porque no es un buen momento para bromas.
― Aunque quisieras― susurro inclinándose cerca de su oreja derecha - No te detendría. ― le aseguro dedicándole una mirada orgullosa.
Desvía la mirada, incapaz de responderle. Y solo hay una cosa que comienza a filtrase dentro suyo. Es una sensación de ahogo, que no lo soporta.
Si Arthur antes sospechaba, ahora lo confirma, la actitud, la forma reacia, el cómo le evita, el distanciamiento e incluso cerrarse en sostener una conversación. Merlín no es Merlín.
Viéndole que no puede soportar la tensión se ha formado, como si quisiera cortarla y explotar allí mismo. Controlarse es imposible para él, aprieta los puños, con frustración, ira y el enojo comprimiéndose y explota al final.
La insubordinación lo toma por sorpresa, Merlín acaba de espolear su caballo con fuerza, saliendo con una velocidad que ni él príncipe duda en realizar la misma acción e ir detrás él.
Si era un reto lo que buscaba Merlín, de seguro que acaba perdiendo. Solo lo ha hecho para provocarlo, tras decirle que "no lo detendría", y ahora se está contradiciéndose a sus propias palabras. Y a medida que cabalgan en forma turbulenta atravesando el bosque, Arthur puede sentir la adrenalina corriendo por sus venas, proporcionándole una satisfacción que no había sentido en días.
Sus hombres no comprenden el repentino interés en iniciar una carrera a caballo. Y van detrás del príncipe.
Tiene el pulso acelerado, en cuanto en mente, solo puede pensar en su destino, "Juntos unir las tierras de Albión" y exponer su vida e numerables veces, cuidándole la espalda como si se tratase de su hermano, amigo, aquello debe ser reciproco. Bueno no lo olvida, que Arthur salvo la suya una vez, pero ese imbécil y arrogante no merece su don.
No es el único con un gran destino, sobre los hombros.
Y pensar que fue hace un tiempo atrás, estas mismas ideas egoístas llegaron a su cabeza cuando conoció a Freya, el plan o sueño de huir con ella y establecerse a vivir cerca de un lago, formar una familia. Un sueño de adolescente quizás, pero fue un sueño que tuvo que enterrar. Con sumo dolor.
Pero esto es innecesario, ¿no?, simplemente ¡no!, no puedes huir de tu destino y de los problemas, solo debes hacerte cargo y enfrentarlos. Pero… ¿cómo? Cuando a lado, que se supone que es el otro lado de una misma moneda… es tan insoportable. Jamás será aceptado por sus estúpidos perjuicios. No es que importe, pero su magia…no puede creer que él quien se dice que será Rey, sea tan tonto, como para no darse cuenta que, gracias a eso, acaba vivo frente a tantos desastres
Una voz lejana detrás de sus pensamientos, juega decirle, que Arthur es nada sin él.
Es irónico, que aquel que odia la magia, lo protege secretamente a su hijo. Arthur podría ser distinto a su padre, pero aun así no confía lo suficientemente en él. No si su vida depende del pulgar de Uther.
No puede seguir… en ambas cosas. No puede seguir con esto. Siente rabia, enojo. Está harto. Le gustaría huir de verdad, pero no tiene a ¿Dónde? Donde vaya su destino va a llamarlo, atormentándolo en cumplirlo. Es el momento para detenerse, aminorar la marcha de su caballo, aguantando el dolor en ambas costillas.
Arthur se calma, al pensar que con lo torpe que es su siervo, se daría con las ramas bajas de los altos árboles que crecen en este bosque.
Sus hombres se detienen detrás de él.
Merlin acaba cansándose. Respira elevando sus hombros, encorvando su cuerpo hacia adelante para recuperar el aliento.
Arthur está a punto de decirle algo, con un toque de insulto de por medio.
Si Merlín puede hablar mucho, y decidirse en no hablar de sí mismo cuando está molesto. Merlín puede ser un libro abierto y misterioso en algunas líneas, porque necesita ser entrepretado. Merlín es algo fácil de conocer, y ser difícil en ambas partes.
Pero el sonido de algo acercándose con velocidad, quebrando ramas a su paso, llaman la atención y rompe el silencio.
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Atraviesa por delante de Merlín un ciervo gallardo. Robándose la atención de ambos y prácticamente es un alivio. Sobre todo, para Arthur, al olvidar por completo sus pensamientos acerca de su sirviente.
Inesperadamente este animal tan habido viene acompañado de otro.
― Son dos…― murmura algo tan evidente, Merlín.
Después de todo el día no puede empeorar. Y el momento de caza inicia.
Los ojos de Arthur se conectan con sus dos hombres para darle la señal al tiempo que observa como permanecen inmóvil los dos ciervos.
El único movimiento que realiza es al tomar su ballesta, y si aún están quietos, es la grandiosa oportunidad. Al siguiente segundo saltan, huyendo como si se burlándose del cazador.
No les queda más que ir tras ellos. Y Merlín es el último en seguirlos. Para cuando llega al único lugar, en el claro del bosque, Arthur los cazo.
― ¡Vaya, esto es grandioso! Dos pájaros de un solo tiro ― fanfarronea su victoria. ― ¡Merlín! Encárgate de ellos- No es una sorpresa que le dirija la palabra después de lo ocurrido.
El nombrado asiente con mala gana, constantemente la tarea sucia es para su persona. Arthur se acerca al caballo para buscar en sus alforjas un ovillo de cordel.
― Átalos. Y esta vez ¡Hazlo bien Merlín! ― le ordena lanzándole el ovillo, siendo atrapado en el aire. Merlín no le ha contestado ni un simple monosílabo, solo asiente imperceptiblemente con su cabeza con sus notables orejas rojas.
Arthur se esfuerza en actuar, en demostrarle que no le importa. Quizás no es como una pelea de niños, donde tras darse golpes y mordidas acaban jugando nuevamente. Ni siquiera se dicen lo lamento, o se piden disculpas, tal vez sea de un modo silencioso e intangible. Pero esto no es así.
Tan solo Merlín quiere verse ocupado, Arthur no tendría por qué preguntarle por su rebeldía. Estando concentrado en su tarea evitaría cualquier interés en ser distraído. Por ello se dedica en silencio atando las pesuñas del animal, envolviéndolos con tela de lienzo curtido para resguardarlo, durante el viaje.
Se aferra en su tarea y alejar su mente. Luego se encargará de ello. Basta solo tragarse el regaño y tragarse las ganas de decirle lo que piensa.
Para entonces Arthur decidió por explorar el lugar, pateando alguna roca del camino, levantando la mirada al cielo en busca de alejar sus pensamientos. ¿Qué ocurre? ¿Huir? Pero el sol veraniego le da de lleno en los ojos, tras el movimiento de una enorme nube. Piensa que lo mejor es compensar el momento.
Sobre todo, al observar a su siervo aun de cuclillas dándole la espalda.
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Trascurre una hora desde que Arthur ordeno a sus hombres regresar al castillo para seguir incursionando en el bosque, Merlín no sabe cómo logro que lo convenciera.
Bueno, no han dicho nada, pero nada durante el viaje. Arthur se siente estúpido tener que hablar y responder por él mismo. Ya que se niega en hablar.
― La taberna no debe estar muy lejos de aquí―agrega entusiasmado.
― ¡hm! ―es la única respuesta gutural de Merlín. Arthur tiene ganas de golpearlo por idiota.
Si supiera que Merlín desea gritarle. ¿Dónde ha sacado tales suposiciones?, de que a él le gusten las tabernas. ― ¡Oh sí! ― Ha sido Gaius. Nunca ha pisado ebrio el castillo, ni mucho menos sus aposentos, ni las cámaras del príncipe. Ni siquiera ha comprobado si tiene aguante con jarras de hidromiel.
Quiere decírselo, pero prefiere seguir callado.
Al fin logran ver la taberna, en medio de la espesura del bosque. Merlin le da un vistazo al lugar, desmontando y arreglándose las ropas. Se preparan para entrar, Arthur conserva su buen ánimo abriendo la puerta de golpe, para atraer las miradas. Pero eso no sucede.
Nadie se percata la llegada de los dos. Merlín sonríe para sí mismo, por lo ridículo que ha sido eso y en vano.
No les sorprendente que el lugar este muy concurrido, pero es una suerte hallar una mesa disponible y dos lugares cerca de la barra. Se supone que van a sentarse juntos, pero Merlín prefiere la silla cerca de la barra, cuando no detiene sus pasos detrás de Arthur que ha optado por sentarse en una de esas mesas, donde planea compartir una jarra de hidromiel con su siervo.
Pero al verle hacer esto, lo deja. Quizás no es el momento. Ó tal vez se arrepienta, apuesta a que no tiene una sola moneda en el bolsillo, no va a pagarle la bebida, ese será su castigo por escoger el lugar.
Una señora mayor, robusta con un paño en la cabeza que sujetan sus rizos se le acerca.
― ¿Bebida o comida? ― Pregunta ella. Para Arthur es un reto, nunca antes había probado la comida que no fuera hecha en el reino o de las manos de su sirviente. Ahora que está con él. Esta era una oportunidad.
―Traedme la mejor especialidad del cocinero y una jarra de hidromiel.
La mujer toma la orden y se aleja hasta llegar a una puerta cerca de la barra y había olvidado la vista puesta en su siervo quien no estaba muy solo, alguien ocupaba la silla cerca de Merlín.
― ¡Hola! ― una voz cordial se dirige a su siervo y Arthur puede oír todo desde su sitio.
― Hola― Merlín responde nervioso por la presencia femenina de al lado. Una mujer de cabello castaño, generosamente ondulado y no recogido.
― ¿Vaya? ¡Alguna vez te han dicho que eres increíblemente simpático! ―Coquetea con él, regalándole una sonrisa con una encandilada mirada verde.
Merlín repasa en un segundo la taberna, si bien hay hombres, en el lugar también hay mujeres. ―¡No! ― responde inseguro.
― Estupendo- murmura para sí― !¡Hey! Una jarra de hidromiel para mi apuesto amigo. ―alega la mujer al cantinero.
Merlín nunca había sentido tanto ardor en las mejillas. Quedo completamente sorprendido ante la alusión, pero debía detenerle.
― Yo no bebo- declara negando con ambas manos. Presamente llega a oídos de Arthur, apunto de escupir el líquido de su boca, mientras los escucha hablar. ¿No es Merlín quien siempre llega tarde o desaparece sin decir nada, para luego enterarse que ha estado en la Taberna? Un completo mentiroso. ¡A ver donde lo conduce esto!
La carcajada es limpia, contagiosa, hasta que Merlín se deja llevar.
―Estamos en una Taberna, por si no lo habías notado― agrega con fingida sorpresa ― ¡Óh! y estas sentado en una silla cerca de la barra. ― le señala con clara evidencia.
Merlín sonríe― Si lo sé, es solo…―
La chica se gira sobre su silla para mirar a los alrededores― Ya entendí. No hay mesas, ¿y bienes de tan lejos para comer la famosa especialidad de la cocinera?
― Oh vaya! ―responde, no le queda de otra. Solo así acabaría con las suposiciones curiosas de aquella chica.
Arthur solo confirma una cosa, Merlín es un mentiroso.
― ¡Mi nombre es Tabata! ― le extiende la mano para ser estrechada.
―El mío Merlín- corresponde la mano.
A todo esto, al príncipe le parece ridículo, oír como Merlín tartamudea al inicio de cada oración y luego la suelta fácil.
― ¿Así que no bebes? ―Se le acerca con aire de secretismos al oído ― ¡no te preocupes! ― le susurra. Merlín vuelve a sonreír. La chica le arquea las cejas con complicidad.
Ha encontrado una chica interesante y con buen sentido del humor
― Pues debe tener razón. ―acepta con ganas de hacerlo.
El príncipe bufa por segunda vez, rodando los ojos pero la comida humeante que llega a su sentido del olfato hace que sus papilas gustativas salten por probarla.
Bebe a sorbos, intentando acostumbrarse a su sabor.
― ¿Lo siente? ¡Es deliciosa! ― le anima.
― ¡Deveras! ― contesta conteniéndose en toser, cubriendo con un puño frente a sus labios, hasta que pase y traque saliva.
―Ya te le acostumbras―agrega.
La conversación dura una media hora, en ese trascurso Arthur le ha parecido entretenido. Parece ser que las historia que cuenta Merlín, divierten a la chica. Se ven tan animado y se les escucha felices que no hay necesidad de seguir volteando cada rato para verlos.
Observa la ventana, que da vista al cielo, el cual se oscurece lentamente. Quizás debería pedir una habitación cabalgar durante la noche no es algo que le apetezca muy seguido. La puerta se abre y dirige su vista, encontrándose con un par de miradas frías, registrando el interior del lugar. Arthur se arrepiente de haber fijado la vista en ese instante.
¡TAC!
La silla se cae, se escucha la risa de su siervo y de la chica entremezclándose con el bullicio del lugar.
―¡Qué demonios!- Al girar ve a su sirviente siendo sostenido por la mujer. Ahora que la ve en verdad, se trata de alguien peculiar, sus ropas no son un vestido sencillo. Viste unos pantalones, y una camisa que cubre el tercio superior de sus muslos. La mujer se ve atractiva pero no deja de ser una amenaza.
No está más que conduciéndolo a las escaleras, arrastrado sus pies en cada paso. No puede creerlo, ¿así se ve Merlín ebrio?
Se levanta de golpe para rescatarlo, viendo como la mujer acerca sus labios al oído, susurrándole cosas inteligibles, lo cual convierte el rostro en carmesí de su siervo. Esto es por descuidarse un minuto de él.
― ¡MERLIN!-
Voltea al llamado, encontrándose con la mirada preocupada de Arthur, y la chica se sorprende de que no estuviera solo.
― ¿Qué…Quieres? ―Apenas modula cada palabra.
Arthur se le acerca ocupándose en llevar el peso de su amigo tras quitárselo de las garras de la chica.
―¡Vamos! Bebiste demasiado. Hora de irnos.
― ¡No! ― hace un berrinche como niño de cinco años-― ¡No! Tabata dice que va enseñarme algo interesante.
Arthur voltea los ojos, entiendo claramente el significado de aquellas palabras. No puede creer lo inocente y tonto. ¡Es que no lo ve! La mujer lo ha engañado como a un niño.
― ¡Si Gaius os viera! ¿Que diría?
― ¡No quiero ir! ¡No quiero!
―¡Hey! ― reclama elevando la voz, quien dice ser Tabata. ― ¡Si no quiere, no lo obligues! ¡No es un niño!
―Ya veo. Y tú lo engañas como a uno.
― ¡Es diferente! ― Se defendió. ― ¿Quién te crees?
Arthur le ignora
― ¡Merlin! ― vuelve a insistir, ya que no puede hacer alusión de su autoridad como príncipe y futuro rey de Camelot en un lugar donde atenta su seguridad.
― ¡Basta los dos! ― logra soltarse, en vista de ellos se aleja trastabillando sus pasos, se siente tan mareado. ― ¿Por qué el piso se mueve?
Arthur lo contempla, pero sin antes dedicarle una mirada venenosa a la muchacha, pero un grito interrumpe el momento.
― ¡Oye tú, idiota! ― Un hombre tan corpulento y bastante alto está gritándole a su sirviente mientras le sostiene de las solapas, apenas roza el suelo. Merlín no parece importarle, tras haber tumbado la jarra de la mesa, por culpa de su torpeza.
Continuará.
