Aquellos
que buscan la verdad, merecen el castigo de encontrarla - Santiago
Rusiñol
Los números
angulares y fosforitos del reloj y los otros indicadores del cuadro
de mandos del coche iluminaban tenuemente su interior. Mientras,
fuera, la ciudad dormía con la increíble contaminación
lumínica de miles de farolas ahuyentando las sombras en
parques y avenidas.
Con una extraña sensación de desasosiego en la boca del estómago, el conductor desvió la mirada por un instante abandonando la visión de la carretera, pero esta vez no era para comprobar si le habían seguido como en muchas otras ocasiones, esta vez tan solo era para comprobar que apenas habían pasado unos minutos desde la última vez que había mirado el reloj.
Era un hecho simple, intuitivo y constatado, un axioma universal inamovible e inquebrantable; cuando las cosas no podían ir peor, empeoraban, y a las 12:11 de la noche de un martes parado en el semáforo de la Quinta con Main, a Mulder se le antojaba que no había mejor prueba de ello que su patética existencia.
Puedes tener una infancia desgarradora, una adolescencia solitaria, una juventud que es como todo lo anterior junto y mezclado, pero todo puede empeorar; puedes morir, revivir, matar a la hermana de tu compañera, provocarle una enfermedad terminal a la misma, hacer como que te suicidas, volver a los vivos, conseguir que quemen literalmente toda tu vida, volver a morir, resucitar con un montón de dolorosas cicatrices que no están precisamente tatuadas en el cuerpo… pero siempre se puede ir a peor.
Se puede ir a un Ford Mondeo verde alga marina metalizado, parado en el semáforo de la Quinta con Main a las 12:11 de la noche.
Exactamente igual que las anteriores 16 noches.
En el fondo hasta se le podía encontrar cierta parte reconfortante a la rutina de volver a su apartamento vacío y deprimente después de pasar la tarde en el apartamento de su compañera, observándola con precisión cirujana cuando ella no miraba, investigando cada detalle, intentando recabar alguna pista que le dijese lo que no se atrevía a preguntar.
Quizá a lo que no se atrevía era a enfrentar una respuesta definitiva.
En cualquier caso Mulder no buscaba ninguna sensación reconfortante Se sentía hundido, furioso, frustrado, agotado y tenía todo el puto derecho de sentirse así; después de todo, la vida era una mierda
A lo mejor el problema no era la vida en el amplio sentido de la palabra. Posiblemente algún koala perezoso colgado de una rama de eucalipto en algún bosque australiano pensase que la vida era estupenda y disfrutaba de lo lindo de su existencia. A lo mejor era su vida la única que era una mierda
El vidrio rojo del semáforo se apagó súbitamente y ni siquiera fue consciente de haber pisado el acelerador hasta que dejó atrás la luz verde que le daba paso, y al girar a la derecha en la desviación a Maryland tuvo una especie de revelación.
La solución para acabar con ese gran agujero a la altura del estómago al que se resumía toda su miseria.
Racionalizar
La clave estaba en despojar a los hechos de cualquier tipo de sentimiento y volverlos estériles y neutros. A Scully siempre parecía funcionarle. Ella no había estado muriéndose de cáncer sino que una metástasis nasofaríngea progresiva y mortal figuraba en el diagnóstico médico de Dana K. Scully. Son dos cosas muy distintas
Bien, vale, como sea.
La luz de los carteles luminosos reflejados en el parabrisas del coche le cubrían de claros y sombras que endurecían aún más sus tensas facciones y le daban un aspecto peligroso a la par que melancólico, el mismo tipo de aspecto que hacían las delicias de las chicas de las películas de Hollywood. Lástima que aquello no fuese Hollywood y que la chica de su película tendiese más a partirle los brazos al seductor peligroso que a caer rendida en ellos.
Racionalizar.
¿Cómo coño se racionaliza una vida? ¿Cómo se supone que puedes apartar el hecho de la marea de sensaciones que te provoca?
¡¡Mierda, él no había nacido para racionalizar!! Esa era la especialidad de Scully, quizá ella tenía un gen especial para ello, un gen del que desde luego, él carecía porque era incapaz de aislar las emociones de la certeza de que de toda su patética existencia le hubiesen arrebatado los seis jodidos y precisos meses en los que todo hubiese estado justo donde siempre había querido estar.
Bueno a lo mejor no siempre, pero esa no era la cuestión.
Se los habían extirpado de cuajo y a cambio le habían dejado un mundo enmarañado, confuso dado la vuelta y puesto patas arriba resumido en un gran vacío en la boca del estómago.
Sin saber muy bien como se encontró a sí mismo aparcando frente al número 2630 de Legal Place. Salió del coche sin volver a mirar los impertinentes dígitos verdes del reloj digital y cruzó la calle sin prestar mucha atención al posible tráfico abriendo de mala gana la nueva puerta del portal que no chirriaba.
Ese era otro de los detalles insignificantes que le sacaban de quicio.
Durante años había tratado de convencer al casero para que cambiase la maldita puerta, había llegado incluso a amenazarle placa en mano y no había conseguido más que un par de carcajadas de aquel viejo desdentado, y cuando por fin conseguía volver de sus vacaciones en el subsuelo por cortesía de "Pompas Fúnebres La muerte Bien, Gracias" había una jodida y maldita puerta nueva que le daban ganas de apedrear y morder y arrancar a patadas cada vez que la veía.
Pulsó el botón del ascensor recostándose en una de sus paredes, pensando que probablemente el mudo es un lugar mejor cuando él estaba 5 metros bajo tierra; Scully era capaz de quedarse embarazada, Doggett le daba cierto caché a los Expedientes X a los ojos de todo el mundo, el casero cambiaba la puerta… todo empezaba a tener sentido
"Eres un arrogante hijo de puta y al 99, 99999 de la población mundial se la trae al fresco si vives o mueres, narcisista egocéntrico de mierda"
Podía haber sido el sonido que le indicaba que el ascensor había llegado al piso elegido aunque se parecía sospechosamente a la ronca y grosera voz de su conciencia, la misma que en tantas otras ocasiones le había dicho "Si Scully supiese lo que estás pensando del largo de su falda te encerraría en un calabozo minúsculo con un clon de Frohike como única diversión sexual, pervertido"
Cuando abrió la puerta del apartamento número cuarenta y dos la mezcla de aire cargado, pipas de girasol, comida rancia y soledad fue como una bofetada de bienvenida en la oscuridad de su casa.
Pero había algo más
Algo extraño y enrarecido. Agudizó su oído mientras sus pupilas se adaptaban a la oscuridad casi absoluta y deslizó sigilosamente su mano por la pernera derecha hasta alcanzar el pequeño revolver que llevaba en la tobillera.
Toc Toc Toc
El ruido sordo de unos nudillos contra la puerta casi le para el corazón y dos veces en medio año son probablemente demasiadas hasta para él. Si era el casero no tendría más remedio que hacerle tragar su nueva y engrasada puerta.
Horizontalmente
-No creí que le encontraría aquí
-Medianoche, mi apartamento ¿contactos con alguna informadora de piernas largas en mi ausencia Walt?
-Déjese de payasadas Mulder
Walter Skinner era un hombre de numerosas virtudes
Reírse de las gracias cínicas de Mulder no era una de ellas, tampoco estaba seguro de eso fuese una virtud. Últimamente ni siquiera Mulder parecía encontrarle el chiste a sus propias bromas. En realidad, en muchos aspectos, y a pesar de que las cicatrices de su cara eran ahora finas líneas y volvía a tener algo de color en la piel, parecía como si una gran parte de lo que había sido Fox Mulder se hubiese quedado en aquel ataúd, o simplemente había heridas que no sanaban con antibióticos.
De cualquier modo, que Mulder le hubiese llamado por su nombre de pila era un matiz que a Skinner no se le había pasado por alto. Que el tono en el que lo había dicho había sido el equivalente a llevar un cartel de neón que pusiese "FUERA. AHORA" era un matiz que había decidido ignorar.
Se hizo paso hacia el interior del apartamento sin esperar una invitación de Mulder y solo paró y dio media vuelta cuando oyó la puerta cerrarse a sus espaldas
-¿Esperaba visita?- preguntó fijando la mirada en el pequeño revolver que colgaba descuidado de la mano de Mulder
-Me estoy entrenando para las Olimpiadas del 2004 de tiro a la cucaracha
-Creí que había tenido suficiente de eso trabajando para el FBI
-Haber trabajado para el FBI es mi incentivo para matar cucarachas. De dos patas sobretodo
Hizo un gesto de resignación impropio de Fox Mulder y se arrastró hasta el sofá como si cada paso fuese un calvario y se desplomó pesadamente sobre los cojines sin ningún tipo de consideración, dejando reposar el revolver sobre la mesita de café.
Skinner nunca había visto ha Fox Mulder tan… estático.
-¿Quiere tomar algo? ¿Agua del grifo, agua de la nevera…?
-No he venido a tomar el té con pastas
-¿Y entonces a qué diablos se supone que ha venido?
Aquella actitud no era propia del viejo Mulder que él conocía. El hombre que el conocía era ágil y felino y aún cuando estaba agotado y desahuciado había una intensidad enérgica en su mirada. Lo que tenía delante era solo la sombra del ex-agente, era una concha semivacía
-He venido a hablar de Scully
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El reloj despertador de Scully marcaba las 12:15 cuando dejó el vaso vacío de leche caliente que ni siquiera le gustaba en la mesilla. Se cubrió con las sábanas acurrucándose sobre su lado izquierdo y cerró los ojos dispuesta a conciliar el más profundo de los sueños.
No pudo
Las 12:42 y ni siquiera la esperanza de un sueño reparador en el horizonte, quizá si Skinner no la hubiese llamado; no es que el ruido del teléfono la hubiese desvelado, ni siquiera estaba acostada cuando cogió la llamada de su jefe.
Preguntando por Mulder
"Scully"
"Scully, Soy Skinner, querría hablar con Mulder"
"Mulder no está aquí"
"…"
"¿Señor?"
"Oh ¿No está allí?"
"No, ¿por qué se supone que debería de estar?"
"Em eh es igual, le llamaré al móvil. Buenas noches"
"Buenas noches"
"¿Por qué se supone que debería de estar?" Su tono había sido seco y austero, ni siquiera sabía porqué había preguntado tal cosa, a lo mejor solo buscaba que alguien le dijese lo que quería oír, que le diese la razón y la hiciese sentir mejor, que la dijese "Pues debería estar ahí porque tú estás sola y embarazada y te has tirado los últimos meses haciendo lo imposible para que vuelva y le echas de menos"
Pero lo cierto es que su insomnio no se debía a la llamada de Skinner sino a que a pesar de las sábanas, la manta, el edredón y los 19º C de temperatura ambiente, Dana Scully sentía demasiado frío para intentar dormir. Llevaba meses sintiendo el mismo frío incluso se había hecho a la idea de resinarse a ello hacía algún tiempo.
"La soledad es una elección"
Dios, ni siquiera recordaba con claridad si realmente había creído en esas palabras o solo se había mentido así misma diciéndose que las creía. La soledad era una lacra que dejaban la cobardía y el orgullo. Ella se sentía sola y que la colgasen si lo había elegido.
Tan solo quería que un trocito de lo que había sido su vida un año atrás volviese a ocupar de nuevo su lugar.
Concretamente un trocito llamado Mulder.
Concretamente a su cama.
Tampoco era como si pudiese culparle, ni siquiera podía tener el consuelo del resentimiento, no es que si hubiese fugado a las Vegas con una identidad falsa para gastarse en streaptease todos los fondos del FBI, simplemente había estado muerto ¿es que acaso existe una coartada más perfecta? "-Mulder te has perdido la primera ecografía – Lo siento Scully es que estaba ocupado alcanzando la primera fase de putrefacción" pero el hecho de que no fuese culpa suya no implicaba que Scully no tuviese el derecho de sentir que sí que la tenía.
Tenía como dos millones de revolucionadas hormonas en su sangre y todo el derecho del mundo.
Aunque quizá no fuesen los meses de ausencia lo que más dolía sino las semanas del regreso. Había algo que les impedían dar vueltas a las manecillas del reloj y seguir su relación en el momento en el que la habían dejado. Antes se comprendían con miradas, ahora se escrutaban intentando ver en la mirada del otro algo que no terminan de comprender. Pasaban las tardes juntos, sí, la ayudaba con algunos recados, cierto, pero todo parecía tan artificial que hasta ver a Mulder intentando ayudarla con ejercicios de respiración y pre-parto le parecía una burla sutil.
Se sentó en la cama costosamente y suspiró en la oscuridad de su cuarto solitario intentando encontrar cierto confort en los recuerdos. No lo encontró, pero se encontró a sí misma delante de un cubo de 2 litros de helado de chocolate blanco y vainilla.
Empezaba a tener sus serias dudas acerca del responsable de las dimensiones de su barriga, las apuestas estaban 2 a 1 a favor del señor Hagüen Dhaz y en contra de Mulder.
Iba a necesitar más helado del que había en todos los almacenes de Norteamérica para llenar el agujero que tenía en la boca del estómago y que había creado una mezcla de frustración, rabia, algo de decepción y la dosis justa de las malditas hormonas, agitado no removido. Gracias.
Después de todo esta situación era su estúpida culpa, bueno, tampoco iba a quitar su parte del mérito a Mulder y a esos estupendos hombrecitos grises que se habían empeñado en que de todas las vidas para arruinar que debía de haber en todo el maldito Universo, la de Mulder y la de ella eran justo las idóneas para arruinar miserablemente.
Genial, ahora estaba empezando a creer en hombrecillos grises y seguir líneas de pensamiento absolutamente narcisistas, si empezaba a tener antojo de pipas Freud tendría unas cuantas cosas que decir sobre ella.
Estúpida. Estúpida. Estúpida.
Para cualquier otro ser del mundo, "Quiero que seas el padre de mi hijo" habría tenido no solo un significado muy concreto si no una intencionalidad clara y unas consecuencias emocionales directamente relacionadas, pero claro, no para Mulder.
Para Mulder eso significaba exactamente lo que significaba y si ella no lo hubiese dejado pasar, hubiese aclarado lo que con esa frase quería implicar quizá no estaría ahora ingiriendo calorías masivamente y preguntándose si Mulder no quería asumir la paternidad y todas sus consecuencias o simplemente no sabía si ella estaba dispuesta a dejarle asumir ese rol.
Iba a necesitar más helado
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Si había un límite para la humillación Mulder estaba seguro de haberlo traspasado hacía escasamente 10 minutos, cuando la charla de Skinner había pasado de correcta charla de un superior preocupado por el bienestar de una de su subordinada a tío Walt casi pidiéndole explicaciones
-...y creo que después de todos estos años trabajando juntos le debe al menos su apoyo en estos momento
-Créame la agente Scully tiene todo mi apoyo
-No sé que es lo que entiende por apoyo, Mulder, pero le aseguro que necesita a alguien que haga algo más que abrirle los botes de mermelada o ayudarle a llevar las bolsas de la compra
-En eso estamos de acuerdo
Y una casita en la playa y un perro y la valla blanca rodeando el jardín… Scully se merecía el pack completo.
-Es usted un capullo Mulder
-En eso también estamos de acuerdo
Skinner se quitó las gafas y se masajeó el puente de la nariz antes de volver a ponérselas y levantarse de la silla para dirigirse hacía la puerta.
-Skinner
Le vio dar la vuelta, girando a la vez el pomo de la puerta dejándola entreabierta a sus espaldas.
-Creo que aún no le he dado las gracias... por desenterrarme
-Guárdese las "gracias", si me entero que Scully no ha podido abrir un bote de mermelada va a desear no haber salido nunca de ese ataúd
Mulder se recostó aliviado en el sofá al oír el clic de la puerta cerrándose y dudó por un momento si acostarse en el sillón o en la cama, después de todo daba absolutamente igual, dormir no aparecía en su programa de actividades inmediatas así que se levantó y arrastró las pasos hasta su habitación para buscar algún expediente en el que mantener la cabeza ocupada.
Sintió el golpe antes de que el puño golpease su cara y antes de que pudiese reunir la energía suficiente para reaccionar, el magullado lado izquierdo de su cara estaba empotrado contra el suelo y una rodilla angulosa incrustada en su espalda le impedía levantarse mientras el cañón frío de un arma reposaba en su nuca
-¿Nadie te ha enseñado a llamar a la puerta o es que las prótesis ya no son lo que eran Krycek?
-¿Nadie te ha enseñado a no bromear con las prótesis de los asesinos que te están apuntando o es que la única manera de que la forense Scully te ponga una mano encima es estando muerto?
Mulder se revolvió rabioso en el suelo únicamente consiguiendo que la rodilla de Krycek se hundiese un poco más en los músculos de su espalda
-Mulder a veces eres tan previsible que aburres
-Cómprate el Risk, Krycek, te gustará, tienes que pisotear al adversario y puedes hacer tratos con cualquiera para salvar el culo y conseguir tu objetivo
-Tan ocurrente como siempre, veo que la muerte desgraciadamente no ha afectado a tu sentido del humor, aunque no se puede decir lo mismo de tus reflejos
Cargó todo el peso de su cuerpo en su rodilla antes de levantarse sin dejar de encañonar a Mulder
-Levántate y coge las llaves del coche, vamos a dar una vuelta
-¿Has probado a llamar un taxi? Es algo más caro pero si lo pides de buenos modos hasta te dejan escoger el canal de radio
-Coge las llaves
-Si tienes pensado disparar Krycek mejor que lo hagas ahora, no sería el primer Mulder que matas, y yo no dudaré meterte una bala en la frente en cuanto tenga la oportunidad pero sería una pena manchar la tapicería del coche
Krycek respiró hondo intentando controlar todos sus músculos, no es que fuese un tirador de gatillo fácil especialmente, pero Mulder tenía la habilidad de provocarle tics en el dedo índice con un arma en la mano.
Desde luego Krycek había cometido algunos errores en el pasado en su carrera como espía freelance, o al menos eso decían las malas lenguas, no haber matado a Fox Mulder todavía no era uno de ellos.
Haber matado a Bill Mulder tampoco lo había sido.
De todas las misiones que le habían encargado, la de acabar con la vida de aquel hijo de puta era una de las pocas con las que había disfrutado, quizá incluso la única que hubiese hecho gratis. A veces su trabajo requería una moral inexistente y un bote de bicarbonato para poder acabar con Melissa Scully y seguir intentando salvar al mundo, y a veces venía con una botella de Champagne y satisfacción personal.
Aquel bastardo no solo era capaz de vender las bragas de su madre al mejor postor por una botella de whisky barato sin más miramientos, sino que el muy bastardo cabrón había vendido a su hija y a su familia y habría vendido todo el jodido planeta si el viejo Fumador no le hubiese pillado con la vacuna en una mano y con la dirección de contacto con los alienes en la otra.
El muy hijo de puta…
El muy traidor hipócrita bastardo hijo de puta
El que siempre presumía de moralidad y conciencia delante de sus colegas...Se le revolvían las tripas cada vez que Mulder le elevaba a la categoría de Martir por la Causa
-Dejaté de jodidas payasadas Mulder, o coges las llaves del coche o te disparo y me voy a "pedírselas" a Scully
Pudo ver como Mulder apretaba la dolorida mandíbula en la penumbra del apartamento al nombrar a Scully.
Simplemente patético
Mulder cogió despacio su cazadora de cuero del perchero y sacó sus llaves del bolsillo sin pensar demasiado en lo que estaba haciendo y meditando mucho sobre los métodos de tortura más inhumanos que podría infligirle a Krycek si alguna vez tenía la oportunidad.
Salieron del apartamento. Juntos. Pegados el uno al otro mientras deslizaban sus pasos precisos por el suelo del pasillo. El hombro derecho y parte de su pecho presionada contra la espalda de Mulder dejando apenas esconder el arma que les separaba y les mantenía juntos al mismo tiempo.
Se escurrieron en el ascensor antes de que cerrase sus puertas y ni siquiera entonces dejaron espacio para que el aire circulase entre ellos. Mulder era astuto y Krycek no estaba dispuesto a cometer errores. Dejar a Mulder espacio para maniobrar sin duda hubiese sido uno.
