Los cuerpos fueron hechos para corromperse. Pero ¿Quién podía decirlo sin temor, sin el pánico de asumir que la vida es frágil tras un pequeño escudo de carne y huesos? La gente fue hecha débil, corrupta y aunque era increíble lo lejos que podían llegar por sobrevivir, también era ridículo lo fácil que se daban por vencidos cuando esto requería un poco de sacrificio. Lo veía ilustrado ahí, en ese cuerpo que al caer y sintiendo el frío de la muerte en su espalda como única puerta aparente, no tuvo miedo de quebrarse por completo para que sus fragmentos se colaran por los pequeños espacios del suelo para escapar. Hacia abajo, no importaba. Las semillas crecen mejor en la húmeda tierra que en el inclemente sol. Aunque claro que él no era una flor ni ninguna de esas estúpidas analogías que había escuchado hasta el hartazgo. Cuánta grandeza de espíritu podía albergar un cuerpo tan pequeño. Se había forjado a sí mismo después de ser destrozado y lejos de autocompadecerse, se erguía orgulloso de ser el único responsable por la persona que era. Creció a base de dolor, de desesperación y rabia, alimentado por las ansias de vengarse una vez que le obligaron a salir a la superficie y él supo que estaba creciendo hacia abajo, hacia las catacumbas, al ignominioso palacio de lo oscuro para buscar cada fragmento que se le hubiera podido perder y jamás iba a ceder sin importar lo sigiloso que debiera ser para moverse y no atraer miradas inncesarias. Quizá por eso nadie parecía tomar en serio su valor. A la luz , a lo evidente sólo estaba su cuerpo. El cuerpo de un pajarito herido en la tormenta, demasiado pequeño para protegerse, demasiado perdido para volver a casa.
Se sentía asqueado de sólo pensarlo.
-Deja de mirarme así- le gustaba cómo olía su cabello cuando lo revolvía. Azúcar con moras, era difícil describirlo para alguien sin sentido del gusto. Ah, maravillosa naturaleza humana. Era su carta expiatoria, su vacío legal en cada contrato. Aunque por supuesto no era como si le importara disfrazar nada, era más satisfactorio así. Porque a los ojos de los demás, Ciel era sólo un niño de doce años pero para él sólo era la edad de un cuerpo. Qué iban a entender los humanos de cualquier modo. Qué le iba a importar a él de cualquier modo. Subió más su mano por su vientre, deseando que los guantes se evaporaran por el calor de sus dedos queriendo recorrer esa piel casi azul, casi transparente de la enfermiza blancura que se asociaba con la realeza. Pero tampoco quería ser tan descarado.
-Está creciendo, señorito- con el tono íntimo de la cercanía, se incorporó mirando en su guante la mancha blanca- espero me permita ser yo quien limpie sus ropas y las sábanas, no creo que Maylene pueda soportar esta tarea-
-Es tu deber encargarte de esto- lo vio abrir las piernas y estirarlas, acomodando sus codos en la cama.
Sebastian debió parpadear un par de veces, inseguro de qué era exactamente lo que le estaba siendo solicitado. Se volvió a arrodillar desenrollando el pantalón de la pijama de sus piernas, apreciando más claramente el desastre. El niño había tenido su primer sueño húmedo. Estaba en la edad fisiológica para eso. Buscó los paños mojados de la mesa de noche, limpiando sus muslos, subiendo por su cara interna. Le envolvió la entrepierna con suavidad al notarle todavía medio erecto. Levantó la vista al sentirlo estremecerse, sólo para encontrar a Ciel jugando con la orilla de la manga de su camisa para distraerse de su vergüenza plasmada en la respiración agitada y el leve sonrojo.
-No recuerdo haber mojado la cama nunca- sonrió, bajando de nuevo la vista al paño sobre las piernas del niño. Ni siquiera tenía una sombra mínima de vello todavía.
-¿Qué estaba soñando, señorito?- lo escuchó gruñir mientras pasaba el paño por sus muslos otra vez- deberá disculparme, pero mis guantes se han mojado demasiado- se deshizo de ellos.
-No lo recuerdo- murmuró entre la tela- pero sé que no estaba relacionado con el agua y no tomé ningún líquido antes de ir a dormir-
-Oh- el agua tibia en sus dedos, el paño rugoso absorbiendo - ¿Debo entonces asumir que no está realmente enterado de lo que ha sucedido con usted esta noche?- se veía tan infantil chupando la tela que tuvo qué reírse de él mismo por semejante pregunta.
-No voy a tolerarte ninguna burla esta noche. Si quieres hacerlo, lárgate y mañana mismo haré que muevan tu cama al invernadero, justo al lado del abono como la mierda que eres-
-No debería estar tan malhumorado a semejantes horas- volvió a mojar el trapo, estirando las manos para apartar sus labios de la ropa para comenzar a desabrochar su camisa- era una pijama preciosa, es una lástima- suspiró, deshaciéndose de la prenda y doblándola sobre la otra- Quedó sin una figura masculina como guía a muy temprana edad y sin ninguna otra educación que la académica, creo que debí esperar que yo también tendría qué darle esta información. Llegado el inicio de maduración sexual, uno de los primeros síntomas en los varones es la aparición de las poluciones nocturnas. Un evento interesante ya que es desencadenado por nada más que una respuesta hormonal al desarrollo. Como le dije, está creciendo, señorito- no le sorprendió el gesto aburrido, ni la docilidad con que dejó que pasara el paño por su abdomen. Era curioso que hubiera sido tocado y corrompido antes que educado. Podía verlo claramente en ese profundo azul cerúleo. Aquello podía seguir siendo un tabú por el resto de su vida y no le podría importar menos porque esa línea ya había sido cruzado a la fuerza.
-Ah- dijo desinteresado, recostándose en la cama cuando Sebastian se levantó para limpiar sus manos en la toalla que conservó seca junto a la bandeja con agua. Lo vio buscar en su armario qué pijama suplantaría la estropeada- hubiera deseado morir antes que llegar a este punto-
-No lo comprendo- pasó la camisa de franela sobre su cabeza, pasó uno de sus brazos por la manga para que entrara, luego el otro- Debería sentirse más festivo por su paso a la madurez-
-Como si me importaran esas estupideces, Sebastian, tú deberías comprenderlo igual que yo- volvió a acomodar sus codos en la cama para estirar las piernas y esta vez Sebastian las cubriera con el pantalón afelpado.
- Temo que esto nos coloca en un impasse, señorito. Mi entendimiento de las pasiones humanas es algo mucho mayor que una estupidez, es por decirlo de una forma poco adornada lo que sazona mi fuente de alimento. Mientras más abajo haya llegado un alma, mientras más corrupta esté, para mí es mejor. Esto incluye por supuesto las pasiones sexuales. Verlas despertarse en un humano es un espectáculo bastante agradable a mis ojos-
-Lo nombraste mejor antes. Es una respuesta fisiológica, no un despertar sexual. No estoy interesado en volver a ser tocado de esa manera- se quedó con los pies colgando en la orilla de la cama, sin animarse a recostarse de nuevo al recordar que las sábanas todavía estaban manchadas.
-Usted es una criatura francamente fascinante. Normalmente la gente, sobre todo lo más joven se lleva al vicio más fácilmente por medio del placer corporal, es por eso que se ha difundido tanto aquello de los jóvenes que enloquecen adictos a la masturbación o enferman gravemente ya que la práctica constante del autoerotismo debilita sus defensas y mueren. Ah, los humanos suelen ser tan asustadizos- suspiró, cargando a Ciel, acomodando sus piernas en su cintura, dejando que él rodeara su cuello con sus brazos, apoyando su mejilla en su hombro mientras Sebastian buscaba el taburete de caoba para sentarse- usted es una excepción a todas las reglas, señorito. Se está dejando llevar por el camino más empedrado y oscuro, manchando su alma a propósito, desgarrando cada velo de inocencia que pueda quedarle sin jamás señalar a nadie como responsable de sus decisiones. Entiendo que usted no haya elegido este camino. Pero es sinceramente elogiable lo firme que es su paso al cruzarlo-
-Qué caso tiene sentarse a llorar- enredó sus piernas en su cintura, recargando todo su peso en su regazo sin importarle que el sudor de su rostro mojara el hombro de Sebastian- no me interesa ser corrompido por nadie más que mis propias tinieblas-
-Eso lo hace una joya única. Cada pecado que agrega a su alma la adorna para mí. Usted no es un dulce pajarito en la tormenta sino el aire que destroza ciudades. Nadie le dice a dónde encausar sus pasos, intuye el epicentro de la tragedia. Ha crecido tan abajo en una raigambre tan negra, tan confusa y de una forma tan desaforada que fue imposible no unir mi propia existencia a la suya. Su alma es un escupitajo en la cara de Dios mismo. Supongo que en mi codicia esperaba verlo desear ciertos placeres más... Cálidos-
-La piel me da asco- cerró sus manos tras su nuca, adormilado por la forma en que Sebastian acariciaba su espalda para cubrirlo del frío- mi interés nunca ha estado en corromperme más que por venganza pero debo reconocer que mi instinto de vendedor me obliga a querer poner el mejor producto en el mercado. No es una cuestión de principios, crecer a tu cuidado ha borrado cualquier rastro de moral que pudiera conservar. Es sólo avaricia si quieres ponerlo en esas palabras-
-Temo que deberá explicarse un poco mejor- apoyó sus labios en la frente de Ciel, disfrutando la caricia que sus cabellos le provocaban.
-Mi alma no puede ser una más en tu larga cosecha, Sebastian. Si mi existencia está destinada a ser breve y tan sólo motivada por la venganza y la rabia, al menos mi alma debe dejar huella en alguien y para desgracia de uno de los dos, tú fuiste el que decidió cargar conmigo-
-Lo dice como si fuera un suplicio- concedió, bajando sus labios por el puente de su nariz sin que el niño moviera un músculo para manifestar su desagrado. La sonrisa de Sebastian era pura al saber que estaba moviendo los hilos correctos. Porque él no estaba interesado en el dolor ni en aleccionar. Para eso estaban sus enemigos con ropa de ovejas. Él prefería el camino de las opciones, de torcer un poco ciertas llaves para que encajaran en la cerradura que quería abrieran. Él susurraba en los oídos, sólo jalando los hilos pero no creándolos porque éstos ya estaban en los corazones de sus víctimas. Sólo necesitaban un poco de guía.
-No soy estúpido, Sebastian, sé lo que estás haciendo- ahí estaba ese giro de tuerca, esa rápida maniobra en el timón para cambiar de aguas. Sebastian sé movía bajo las sombras , sí. Pero Ciel podía ver con la misma claridad que él cuál camino estaba tomando y no le dejaba jamás dar un paso adelantado. Iban a la par, sin importarle si lo estaba guiando al despeñadero. El juego era más interesante que el destino- te he dicho que debes ocuparte de esto, no fue una sugerencia, te lo estoy ordenando-
Se pegó a su entrepierna de una forma que no pudo haber predicho jamás, arrancándole un suspiro. Su pequeña lágrima de plata se estaba convirtiendo en una cascada.
-Sí, mi señor-
