Hacía frío, y mucho, de hecho hacía ya un buen rato que había dejado de sentir los dedos de las manos pese a los nulos intentos de calentarlos con el tibio aliento que salía de su boca y se perdía en el gélido ambiente en forma de humo.
Pero por mucha nieve que se amontonara encima del césped, agua que se transformara en hielo en los lagos, o escarcha que cubriera las ventanas, Rose no pensaba volver a casa, era demasiado terca y orgullosa como para hacerlo, aun que eso significara que tuvieran que recoger su frío y violáceo cadáver por la mañana.
Dejó escapar un gruñido y se levantó pateando de mala manera la nieve que había hecho que se mojara los pantalones al sentarse en el suelo, haciendo que todavía estuviera más helada si cabía.
-Joder, ¡¿Por qué todo lo malo me pasa a mí?!
Gritó enfadada y frustrada mientras se movía de un lado a otro con tal de entrar en calor aun que sólo fuera un poco.
Flash-Back
Rose cerró aliviada soltando un largo suspiro la puerta de su casa al llegar del instituto, había sido un día realmente agotador después de dos exámenes sorpresa y un partido de voleibol a la hora de educación física, pero al fin todo eso había quedado atrás y podría relajarse viendo quizás un poco la tele o comiendo algo que hubiera en la nevera. Tiró su mochila en cualquier rincón de la sala de estar y antes siquiera de poder darse un respiro oyó gritos que provenían de la segunda planta de la casa.
Subió algo temerosa las escaleras, pues no esperaba a sus padres hasta al menos dos horas más tarde, pero cuando ya casi estaba en el último peldaño escuchó que esos gritos no eran de ningún desconocido, sino de sus padres y su hermano menor, John, de catorce años.
-¿Hey, que demonios pasa aqu...? ¡Papá! ¡Papá suelta a Leo!
Rose se apresuró todo lo que pudo con tal de frenar a su padre, el cual tenía al perro de la familia cogido fuertemente de la correa con no muy buenas intenciones, pero aun así no logró ayudar demasiado a su peludo amigo, pues el padre de la muchacha la empujó tirándola al suelo con tal de bajar las escaleras a toda prisa.
-¡Es la última vez que este asqueroso perro pisa esta maldita casa, la última vez! ¡¿Habéis oído?!
Sophie, la madre de Rose ayudó a su hija a levantarse del suelo mientras amargas lágrimas surcaban su rostro, la muchacha estaba confundida, su padre no solía comportarse de esa manera. Era cierto que Leo no era un perro ejemplar, pero tenía un buen fondo, ella lo sabía, y no podía permitir que su padre lo devolviera a la perrera de donde lo habían sacado hacía apenas un año.
John, igual de nervioso que su hermana y mucho más enfadado con su progenitor, bajó las escaleras de tres en tres y le plantó cara a su padre, el cuál con unas no muy amables palabras le dejó bien claro al menor de la casa quién mandaba allí.
-¡¿Me dirá alguien al menos qué es lo que ha hecho Leo para que papá lo trate de esta manera?!
Al escuchar esas palabras, Jeremy, el padre, se giró lentamente, muy lentamente y con cara de pocos amigos miró a su hija, el tic nervioso que se apoderaba de él cuando el nerviosismo le invadía volvió a su ojo derecho, e intentando no explotar, suspiró un par de veces antes de responder.
-¿Que qué ha hecho el perro...? ¡¿Que qué maldición ha hecho el perro?! ¡Se ha comido mis zapatos de vestir nuevos y ha orinado encima de mi teléfono! ¡Ya me dirás tú ahora como llamo a los clientes! ¡¿Vas a darme tu móvil, Rose?! ¡¿Es que acaso vas a darme tu móvil?!
-Mira papá, sé que esos zapatos eran muy caros y necesitabas ese móvil, pero creo que te estás pasando con todo esto...
-¡Cállate mocosa o tú vas detrás del perro!
-Jeremy, por favor...
-¡Sophie, cállate, tú no te metas en esto, siempre estás defendiendo a la niña!
-¡Tú no eres nadie para hablarse así a mamá o hacerle eso al pobre Leo!
-¡¿Qué me has dicho, insolente?!
-¡TE HE DICHO LO QUE HAS OÍDO, Y PREFIERO MORIME DE FRÍO EN LA CALLE QUE QUEDARME AQUÍ UN SOLO MINUTO MÁS!
-¡PUES VETE, VETE CON TU ASQUEROSO CHUCHO Y NO VUELVAS!
Rose, todavía con la chaqueta puesta, pues ni siquiera le había dado tiempo a quitársela, salió a la calle pese a los gimoteos por parte de su madre y cerró la puerta lo más fuerte que pudo.
Después de eso, había pasado el resto de la tarde paseando sin rumbo fijo hasta que cayó la noche, que fue cuando ya no supo qué hacer o a donde ir, pues era demasiado orgullosa como para volver, pero hacía demasiado frío como para quedarse.
Fin Flash-Back
Se abrazó a si misma, tenía el cuerpo entumecido y agarrotado, apenas podía mover las extremidades y sabía que eso no era un buen augurio. Leo, el causante de todos los problemas, el que tenía la culpa de haber hecho enfadar a su padre y que ahora ella estuviera muriendo literalmente de frío en la calle, se acercó a las piernas de Rose y las acarició con el hocico. La muchacha, conmovida con el gesto se agachó y empezó a rascarle las orejas, pero ya ni siquiera se sentía con fuerzas para eso, así que volvió a sentarse en el suelo, y apoyando la espalda en el tronco de un árbol cerró los ojos.
-Maldito invierno... si mamá tiene razón y ese tal Jack Frost es de veras el causante de que las calles se llenen de nieve se va a enterar... si salgo viva de esta noche y me lo cruzo un día pienso patearle el culo.- comentó la muchacha entre dientes con las pocas fuerzas que le quedaban.
Pero lo que la joven de pelo dorado no esperaba era que un muchacho, no muy lejos de donde ella estaba sentada, la estaba espiando mientras se partía de risa por las palabras de la muchacha. Y como el espíritu del invierno no era muy reservado que digamos, decidió defender su trabajo haciéndose notar.
-Así que piensas patearme el culo, eh... bueno, pues ahora tendrás la oportunidad de hacerlo.- comentó entre risas el joven guardián mientras salía de su escondrijo y se acercaba silenciosamente a la muchacha.
De pronto, una gran bola de nieve impactó contra el pálido rostro de Rose, la cuál abrió los ojos rápidamente y se incorporó de golpe alarmada, pues no sabía de dónde había salido ese proyectil de nieve que había ido a parar a su cara.
-¿Pero qué… ? ¡Seas quien seas, esto no me hace ni pizca de gracia!- En ese momento, y aun que su voz hubiera sonado dura y autoritaria, había un deje de temor en ella, pues a pesar de su fuerte carácter, Rose seguía siendo una chica de no más de 16 años que no había pasado una sola noche alejada de su casa y el calor de una familia.
Inmediatamente después del comentario amenazador por parte de la de ojos negros, una segunda bola de nieve impactó en la cara de la muchacha, y es que cabe destacar que Jack se lo estaba pasando en grande mientras observaba la atónita cara de la joven.
Rose, ya completamente asustada empezó a correr lo más rápido que pudo, intentando salir lo antes posible de ese bosque en el que se había resguardado horas atrás. Pero Jack no iba a dejar que eso acabara así, pues tan pronto se percató de que la chica empezaba a correr, alzó el vuelo y se plantó delante de ella con una enorme sonrisa, causando que Rose del mismo susto de encontrarse a alguien de repente delante de ella, cayera de bruces al suelo.
-Hey rubita, ¿de qué estás asustada? ¿Tan feo soy?- Comentó entre risas un muy divertido guardián mientras se subía a un árbol con una agilidad que cualquier felino admiraría.
-¡¿QUIÉN ERES TÚ Y POR QUÉ ME PERSIGUES?!- gritó Rose temblando de frío y miedo mientras se levantaba.
-Así que puedes verme pero aun así no caes en la cuenta de quien soy… qué interesante.
-¡¿Pero qué…?! ¿Qué quieres decir con eso de que puedo verte?
-Pues me refiero a que no todo el mundo me ve, simplemente aquellos que creen en mí.
-Espera, espera… para el carro un momento. ¿Creer en ti? ¿Quién tiene que creer en ti y por qué?
De un salto, el de pelo blanco se plantó delante de la chica con una media sonrisa divertida, mientras hacía girar su junco con habilidad entre sus manos.
-Mi nombre es Jack Frost, y soy el espíritu del invierno y guardián de la diversión, también se me conoce como Padre Invierno o Jack Frío, según prefieras. Mi trabajo consiste en hacer que nieve, crear las condiciones típicas del invierno, de las heladas, colorear el follaje en otoño y dejar escarcha en las ventanas en invierno. –Iba diciendo mientras enumeraba con los dedos el de ojos azules.- Bueno, por lo visto nada que tu no sepas.
-¿Tú Jack Frost? Venga ya… imposible.
El guardián ladeó la cabeza interrogativo esperando una explicación a esa incredulidad, por lo que Rose suspiró y se rascó la nuca.
-No sé, te imaginaba más… o sea, menos…
-Vaya, veo que no lo tienes demasiado claro- Decía entre risas el mayor.
-¡No es eso! Verás, mi madre siempre me ha hablado sobre ti y lo que hacías, pero no me dijo nunca como eras físicamente… por lo cual pensé que serías más o menos como en las películas, ya sabes, un muñeco de nieve rechoncho o un enano de color azul con las orejas puntiagudas. Aun que por lo visto ninguna descripción se acerca demasiado a la realidad… - Rose todavía estaba un poco agitada, pero poco a poco el miedo que se había aferrado a ella minutos atrás iba desapareciendo, pues se sentía extrañamente protegida y a gusto al lado del espíritu del invierno.
-De acuerdo… entonces soy más atractivo de lo que imaginabas ¿cierto? Y por eso no me has reconocido al verme…
-Sí…Quiero decir… ¡NO! A ver, es mejor que seas… así- comento mientras señalaba a Jack de arriba abajo- Al menos no asustas a la gente… Bueno, a mi si me has asustado, pero no porque seas feo, que no lo eres. Bueno, ¡tampoco estoy diciendo que me parezcas atractivo! Porque… ¡Me estoy haciendo un lío! Mejor dejo de hablar… será mejor para todos… o sea para nosotros, esto… ¡para mí!
Jack no pudo evitar contener unas cuantas carcajadas ante lo que parecía un monólogo, pero lo que más le gustó fue el sonrojo que teñía las mejillas de la muchacha.
-Bueno, ahora que te he dicho quién soy yo, es tu turno. ¿Quién eres y qué haces a estas horas en un lugar como este?- Preguntó alzando una ceja.
-Mi nombre es Rose Andrews, y estoy aquí porque… bueno, discutí con mi padre y no quiero volver a casa…-La de pelo dorado agachó la cabeza ahora algo avergonzada por lo sucedido horas antes, sabía que había hecho mal al irse de su casa de esa manera, más aún a pesar de que su madre le hubiera pedido que no se fuera, pero quería darle una lección a su padre, así que no pensaba volver por lo menos hasta la noche del día siguiente. Lo único que le preocupaba ahora era dónde iba a quedarse a dormir para no morir de hipotermia.
-¿Y por qué discutiste con él?
-Bueno, quería devolver a Leo a la perrera y yo me opuse.
-Leo… ¿tu perro?
-Sí… está justo allí.-La más joven se giró para señalar a su amigo perruno, el cual –medio adormecido- se levantó del gélido suelo recubierto de nieve y se acercó al todavía más gélido chico. Leo empezó a olisquear sus pantalones, y sin alguna razón aparente le mordió una pierna.
-¡AAAAUX!
-¡LEO! –La muchacha se abalanzó sobre el perro y lo apartó de la pierna del guardián.- Lo siento, de veas, lo siento Jack, no sé porque ha hecho esto… no suele morder a nadie…
Rose sujetaba al can de la correa, pues el chucho parecía bastante alterado por la presencia del chico, el cual ahora se sujetaba la pierna de forma dramática mientras se sentaba en el suelo.
-Vamos Frost… que tampoco te ha hecho tanto daño…
-¡Eso lo dices porque no te ha mordido a ti!
Por primera vez en todo el día, Rose dejó escapar una sincera carcajada mientras se acercaba al mayor para ver lo que su perro le había hecho en la pierna.
-A ver… déjame ver… - La muchacha se sentó delante de Jack y apartó las frías manos que sujetaban la pierna, para después subir con delicadeza la estrecha pernera del pantalón marrón. Leo había dejado marcas de sus dientes alrededor de la pantorrilla del muchacho, pero nada con demasiada importancia, así que sonrió de nuevo y subió su mirada hacia los ojos del de pelo blanco. Fue entonces, al ver esos dos profundos ojos de color zafiro, cuando volvió a sonrojarse y apartó casi bruscamente las manos de la pierna del mayor. Había que reconocer que el espíritu era jodidamente atractivo…
-Bueno, esto… levántate anda, que no tienes nada. Si es que los hombres sois unos bebés…
Rose carraspeó incómoda mientras se sacudía la nieve de los pantalones, a la vez que Jack sonreía divertido por la súbita reacción de la muchacha y se levantaba haciendo caso del comentario de la joven.
-Vaya, vaya… primero con que me quieres patear el culo y ahora con que soy un bebé… ¿Acaso te he hecho algo malo en otra vida?- Comentó entre risas.
-¿Co… como sabes que yo he…? ¡¿Me has estado espiando?!- Preguntó medio histérica.
-¿Espiando? Siento decirle mi señora, que yo estaba en este bosque antes de que llegaras. Así que técnicamente tú me has venido a espiar a mí.-Una sonrisa divertida se dibujó en el rostro del mayor, lo cierto es que la cara que ponía Rose en ese momento era bastante divertida… parecía que iba a explotar en cualquier momento. -Has sido tú la que has venido a perturbar mi tranquilidad con tus refunfuños y comentarios a media voz, ¿Qué quieres que haga, que me vaya para no oír lo que dices?
-Pu…¡Pues sí! Si fueras un verdadero caballero te hubieras ido… -comentó Rose con un deje de retintín en la voz.
-Así que no soy un caballero eh… está bien, ya veo como me agradeces el hecho de que no te haya dejado morir congelada.- Dijo esta vez Jack haciéndose el ofendido.
-¡¿Perdón?! ¡Si tú no has hecho nada! ¡Tan solo tirarme un par de bolas de nieve a la cara!
-Así que eso piensas eh… De acuerdo, pues para que veas que Jack Overland Frost sí es un caballero, voy a llevarte a un lugar seguro donde pasar la noche.
Y sin dejar que nadie dijera nada más al respecto, Jack cogió a Rose de la cintura y alzó el vuelo hasta una cabaña cercana mientras ambos oían los fuertes ladridos del perro que se había quedado en tierra firme.
-¡JAAAAACK BAJAME DE AQUIII!
Rose no parecía estar demasiado cómoda, y es que se encontraban a más de cien metros de altura con tan solo la sujeción de los brazos del muchacho, lo cuales hay que destacar, que no eran demasiado cálidos que digamos...
-Tranquila rubita, que ya llegamos.
Después de no más de un minuto de viaje casi por encima de las nubes, la de ojos negros empezó a calmarse y se agarró con todas sus fuerzas al cuerpo del mayor mientras enterraba su cabeza en el frío cuello con tal de no mirar hacia abajo. Jack sonrió ante ese gesto y se apresuró todo lo que pudo para llegar lo antes posible. Pocos minutos después, el espíritu del invierno divisó la pequeña casa de madera y bajó lo más suave que pudo.
-Bueno, ya estamos aquí. ¿A que tampoco ha estado tan mal el viaje?
-¡¿Qué no ha estado tan mal?! Bueno, mejor no digo nada…
-Por cierto, ¿quieres que te devuelva al perro o lo dejo allí? Yo preferiría dejarlo pero… bueno, a lo mejor le has cogido cariño o algo.
La muchacha volvió a reírse ahora algo más tranquila mientras se peinaba como podía con los dedos.-La verdad es que preferiría que lo trajeras… espero que no te muerda en la cara mientras estéis volando-
Jack también sonrió mientras se revolvía el lacio cabello blanco.-Yo también lo espero… bueno, ahora vuelvo.- Y dicho esto, volvió a emprender el vuelo hasta la otra parte del bosque donde habían estado minutos antes. Rose lo siguió con la mirada hasta que desapareció entre las espesas copas de los árboles, para después dejar escapar un suspiro y empezar a caminar por los alrededores de aquella cabaña.
Lo cierto era que aun que solo hubiera pasado con Jack menos de una hora de su vida, ya le debía más que a cualquier otra persona, pues a pesar de las bolas de nieve en la cara… la había entretenido cuando ya le entraba el sueño típico de la hipotermia, había hecho que riera por primera vez en todo su patético día, y encima que pudiera dormir en un lugar decente. Quería compensárselo de alguna manera, pero no era demasiado fácil adivinar qué podría gustarle a un espíritu del invierno… Pero justo entonces, el guardián regresó sacándola de sus pensamientos, lleno de arañazos en el cuello y alguna que otra mordida en las orejas.
-¡Maldito chucho! No me explico por qué puede tenerme esta manía si yo no le he hecho nada… - Comentó el de ojos azules más para si mismo que para Rose.
La muchacha dejo escapar unas cuantas carcajadas y se acercó unos pasos hasta Jack. –Esto… gracias por todo.-
El mayor sonrió sinceramente y negó con la cabeza. –No hay de qué. Bueno… será mejor que yo ya me vaya… debería subir hasta Alaska para ver como está mi nieve por allí…
-Entonces, ¿no volveré a verte? –Dijo la joven un tanto desilusionada y apenada.
-¿Qué? ¡No digas bobadas! ¿Cómo ibas a salir si no de este maldito bosque sin mi ayuda?- Jack le dedicó una divertida sonrisa ladeada y con la punta de su dedo índice tocó la nariz de la más joven para seguidamente alzar el vuelo de nuevo.
Rose inconscientemente cerró los ojos al sentir la fría mano cálida del mayor, se sentía genial ese delicado contacto que apenas duró un segundo, pero la dejó con ganas de más. Y cuando abrió los ojos de nuevo, volvió a contemplar como el espíritu se alejaba por el horizonte, a la vez que su risa se perdía con el suave y gélido viento de la noche de invierno. Ojalá llegara pronto la mañana.
