La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.
Gabriel García Márquez
La brisa del viento movía sus cabellos con cierto ritmo, olía a lluvia de otoño, las hojas de cerezo caían a decenas de forma sutil, eran frágiles y el viento no necesitaba fuerza para arrancarlas de su punto de agarre. El rosa de los árboles de cerezo estaba apagándose con rapidez, el tiempo hacia recordar a Sakura que un año más había trascurrido. Uno más.
La chica de ojos verdes estaba sentada en el poco pasto del pequeño monte desde donde se divisaba el pueblo que albergaba su vida, su infancia, su adolescencia y su amor. El sol estaba cayendo lentamente sobre los montes y el cielo se pintaba de un naranja nostálgico, las nubes en colores violáceos le daban ese toque de calidez y equilibrio al paisaje de esa tarde en particular.
A lo lejos enormes nubes azuladas y grises anunciaban lluvia por la noche, varios días atrás el clima era cambiante, rebelde, esa zona del país era templada, calor soportable en primavera, frescura ligera en verano, lluvias amigables en otoño y los inviernos fríos pero soportable, el paisaje se pintaba de blanco. Nada extremo que exigiera medidas drásticas en los pobladores y sus rutinas de trabajo.
La peli rosa estaba llorando en silencio, se hizo costumbre ir a solas al bosque para tener un momento de silencio y tranquilidad para que su interior se reparara lentamente. Su mente se tranquilizaba con la brisa fresca y el dulce aroma de las flores que aún sobrevivían en esa época del año. Sus lágrimas caían una a una, pero no había sollozos, era silencio total. En esta ocasión no eran de tristeza únicamente, ni de dolor, eran de recuerdos y decisiones. Ese día se cumplía un año de la última partida de Sasuke, y ella había decidido no dejarlo regresar, al menos no a su corazón.
Dolía, dolía mucho dejar ir un amor tan profundo como el que ella tenía por él. Pero qué caso tenía permanecer enamorada de un ser que no le correspondía, que solo le causaba daños y dolor, incluso físico. Un ser que estaba con ella, quien sabe, por lastima o por miedo a la soledad. El chico era un patán, pero a pesar de ello la hermosa ojiverde encontraba en él a alguien bueno, en el fondo, quizás, lo era.
Sin embargo, ella no se sentía como antes, su amor se fue diluyendo con el paso de los días, al mirarse al espejo era alguien distinta, había madurado, ahora se amaba más, ahora era otra y esas lágrimas le ayudaban a decirle adiós a la pequeña Sakura de su pasado y al enorme amor que le había tenido al azabache.
Algo parecía cambiar en su vida, ahora había alguien más ahí, en su corazón, aunque ella todavía no lo notara.
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