Prologo.

El frágil viento helado, Un pequeño niño empapado en su propia sangre, la delicada sensación de frio sobre su suave y pálida piel, sus pulmones ya estaban repletos de basto aire invernal que bailaba sobre los bosques nocturnos de alguna parte ubicada en Asia y que consigo traían a la fría manta blanca de nieve, su mirada era profunda y enigmática, bajo aquellos ojos azul escarlata, se escondía una inmensa ola de tragedias, los recuerdos comenzaban a invadir su mente, recuerdos lejanos y sombríos, sus pies descalzos ya no podían más y cayó al suelo, la fría brisa cruel del rio cercano mojaba su oscuro cabello, ya no pudo más, ya no quiso saber más, cerró sus ojos y esperó… esperó por algo que pudiera sucederle pues llevaba ya más de 7 horas caminando moribundo por los parajes nocturnos a merced del mismo bosque.

Una hermosa joven, alta y delgada, fue lo primero que pudo mirar el infante al abrir sus ojos luego de haber quedado inconsciente durante un rato prolongado, la luz de la luna era brillante, azul y notoria y se dejaba reposar tras aquella joven por lo tanto no dejaba ver su rostro, aun así, siendo muy joven, el pequeño había pensado vagamente que era muy bella, solo por su perfecta silueta.

Lentamente aquella misteriosa silueta se inclinó hasta el pequeño el cual tenía heridas abiertas, sangrantes y ardientes, profundas cortadas en todo su cuerpecito causadas por los vidrios rotos de las ventanillas de la carreta destruida a pocos kilómetros de allí, accidente brutal en el cual el menor había sido un superviviente.

Poco a poco la joven acercó su brazo al niño y lleno sus dedos de la sangre que emanaba de las heridas, regreso su mano ya empapada del líquido carmín y lo olfateo, lamió sus dedos, saboreándolos, disfrutando a más no poder del sabor y el aroma que le brindaba la sangre fresca del pequeño.

Se acercó aún más para percatarse que el pequeño estuviera con vida, la luz de luna se reflejaba en el agua del rio ladero e hizo revelarse en su totalidad el rostro de la joven, era hermoso y fino, su piel era pálida y lisa, su cabello, el cual se movía y jugueteaba con la brisa del viento nocturno, era liso y muy oscuro tal como la piel de una pantera al acecho, sus ojos de color claro le miraron directamente, parecía tener la pupila dilatada y todo se reflejaba en ella.

¿Acaso es… un ángel? pensó el niño al verla, prestando atención a todos los detalles de la chica.

Los labios rojos de la joven se movieron dibujando en ella una macabra sonrisa marcando aún más un pequeño lunar posicionado al lado derecho de su barbilla…

-Tu nombre... ¿Es Kanda verdad?- cuestionó la joven revelando su voz, la cual era suave, serena como un animal domado.

El niño intento moverse y logró girar su cabeza para verla mejor, aunque débil por el dolor y la pérdida de sangre, aun podía entender lo que pasaba.

-¿Quién es usted?...- preguntó débilmente el niño, casi a punto de caer en la inconsciencia de nuevo, la joven sonrió y acaricio sus cabellos negros.

-Shhh… No debes hablar mucho, te encuentras débil.- Dijo en tono amable.

De repente se hicieron presentes algunos crujidos de hojas secas rompiéndose en s cercanía,… ¿lobos?, atributos del averno, bestias nocturnas y sanguinarias los acechaban, el aroma de la sangre de Kanda los había atraído con un hambre infernal.

-Me comerán… los lobos me…- su voz se enmudeció, estaba a punto de desmayarse.

La joven de inmediato se puso de pie, apuño las manos con fuerza y oculto el rostro.

-Calma, que te coman será algo a lo que te acostumbraras- Indico la chica.

Eso fue lo último que escucho el niño, antes de hundirse en su inconsciencia, lo que miró al abrir sus ojos nuevamente, fue algo de lo que se arrepintió con el alma de ver, su vida fue cambiada por completo, y estaba seguro de que lo que estaba a punto de vivir era el mismo infierno.

Un infierno que sería eterno, una vida miserable y sucia… eso era lo que Kanda creía hasta que esa persona lo encontró, hasta que…Él… se cruzó en su vida.

Kanda Yuu, había salido a un entrenamiento escolar junto a sus compañeros de clase, que no eran muchos, pues en esa época solo aquellos pertenecientes a la aristocracia, hijos de duques y condes, eran los que podían acudir a tomar una educación,

El pequeño pelinegro no era más que un chico desafortunado, que había sido encontrado por un matrimonio de la alta clase cerca de un río, herido y con amnesia, y que había sido criado como un simple sirviente, destinado a ser un guerrero.

Lo último que se supo de ese grupo de niños, era que el carruaje donde viajaban había sufrido un aparatoso accidente, y según investigaciones, había caído a un barranco después de haberse salido del camino, las razones fueron desconocidas, días después de la lastimosa noticia, el periódico local había anunciado que no habían sobrevivientes más algo había quedado en duda, todos los cadáveres habían sido encontrados, excepto el cuerpecito del niño kanda, no había sido encontrado ni aun cuando fuertes equipos de búsqueda y rescate se esforzaron buscándolo durante meses, finalmente lo dieron por muerto el 6 de octubre de 1864.

Gracias por leer, nos vemos en el capítulo 1 :D