Removió un poco las últimas brasas encendidas que quedaban en la chimenea. Aún no había llegado el invierno (apenas había comenzado el otoño) pero la cabaña estaba tan helada como el día más frío del calendario tras la pelea de esos dos renacuajos que ahora dormían a pata suelta sobre la cama.

Últimamente debía estar alerta todo el rato: la magia de los pequeños ya no era tan débil, sus poderes estaban alcanzando niveles extraordinarios para la edad que tenían. Había llegado con Erza de traer la cena cuando se encontraron la cabaña hecha un monumento de hielo y al pequeño Natsu encerrado entre paredes de hielo apunto de escupir fuego por doquier.

-P-pero... ¡qué habéis hecho! -exclamó con el corazón a mil.

Erza dejó las bolsas en el suelo, fue hasta ellos y descargó dos grandes collejas sobre ellos.

-¡La cabaña no es nuestra! ¿En qué diablos estabais pensando? -Les exigió la pequeña con los ojos en furia.

-¡Ha empezado él! -Señaló Gray hacia el pequeño Natsu, que se encogía por el dolor.

-¡Eh! -alzó un puño el pelirosa nada más oír la acusación-. ¡Que hemos decidido ver quien era el más fuerte! -Se defendió.

-Está claro que yo -concluyó Gray, encogiéndose de hombros y con una sonrisa pícara dibujada en sus labios.

-¿Ah si? -Le preguntó irónicamente Erza mientras se acercaba a él.

-¡Tranquila! ¡Yo puedo volverlo todo a la normalidad!

Ella suspira.

Ahora tendría que pagar los muebles quemados, las cortinas y los dos colchones hechos ceniza.

¿Por qué le tenían más miedo a la pequeña y peleona Erza que a ella misma? Tal vez porque en esas situaciones de tensión entre los dos niños la furia de la pequeña pelirroja por tener un ambiente sereno y de tranquilidad entre lo que ellos habían bautizado como "familia" llegaba a unos límites que no sabía si asustarla o enamorarse más de esos tres niños abandonados.

Cada uno en una estación distinta.

Cada uno lloraba de una forma diversa y las lágrimas eran millones de años luz diferentes a las de los otros.

Volvió a suspirar con un ay que se quedó colgado de sus labios. Se levantó para ir a por una manta para dormir al menos apoyada en la pared, no sin antes revisar el sueño profundo de los tres, tranquilos, a salvo. Erza se había puesto en medio; bien para separarlos o para sentirse arropada.

Las llamas de la chimenea se reavivaron de golpe y ella sintió todo ese choque de fuerza contra su cuerpo.

Fue hasta la puerta, salió y a bastantes pasos alejados vio a una figura parada allí en medio: un hombre.

-¿Hola? ¿Quería algo?

El hombre comenzó a acercarse a pasos tranquilos. Un largo abrigo de piel ondeaba a su espalda casi tocando el suelo, pero de alguna manera elegante, no lo hacía. Se quedó justo parado donde la luz de la luna pudiera darle en la cara y así ver su rostro.

Nada le llamó más la atención que esa cicatriz atravesando su ojo en forma de rayo.

Le alertó su sonrisa picante y su mirada llena de brillo observándola. La magia que de esa persona emanaba había alertado cada espacio de su cuerpo, cada músculo se hallaba en tensión y su mente no paró de dar vueltas, como una mariposa a punto de ser capturada. ¿Por qué reaccionaba así ante un extraño? Pensó. Porque su poder me está haciendo daño.

-Veo que eres una mujer muy... sensible. -Su voz cortó el viento hasta donde ella estaba, de tal forma que le heló la piel.

-¿Quién eres tú? -Le preguntó asustada.

-Aquí no soy nadie. Pero del lugar de donde vengo soy querido y poderoso.

Cortó las distancias de manera rápida y ágil. Ella lo tuvo enfrente de un momento a otro.

-Tienes algo que quiero.

Le agarró del cuello con sus fuertes manos. Pronto sintió como poco a poco el aire iba acabándose en su cuerpo. Consiguió a penas poner sus manos sobre las de él y cuando lo miró a los ojos y vio estos infundados de odio, supo que estaba funcionando, porque apenas pudo notar su poder.

El poder llegó como un gran colisión que lanzó al hombre lejos, lo suficiente para que ella corriera dentro, con los niños, que dormían profundamente.

Justo cuando pensó algo, justamente ya cuando tocó a los tres niños, él volvió de nuevo, más cabreado, más encendido.

-¡Malnacida! -Le gritó. Pero antes de que volviera incluso a acercarse a ella, los cuatro habían desaparecido.

-¡Jo! ¿Por qué andamos sin rumbo? -Preguntó Natsu entre bostezos mientras despertaba a sus ojos restregándolos.

-No vamos sin rumbo. -Le contestó ella de una manera malhumorada de la que pronto se arrepintió.

El pequeño agachó la cabezo y los demás, aparte de quedarse sorprendidos, también callaron y siguieron andando.

Tenía la mente tan ocupada pensando en protegerlos, pensando qué debía de hacer, si realmente había llegado la hora...

Demasiado pronto. No es la hora. Pensó.

No se dio cuenta cuan asustadizos estaban los niños, incluso Erza se mantuvo a pasos por detrás alejada de ella, de brazos cruzados, mirando al suelo y tal vez luchando contra el sueño.

Anduvieron en mitad de la noche en un lugar perdido, pues la huida había sido tan rápida que apenas le dio tiempo a pensar en un lugar. No quiso decir nada sobre lo pérdida que estaba, eso asustaría más a los niños y ya era bastante. Si, bastante, pensó. ¿Que fue aquello? ¿No estaba preparada para cualquier cosa? ¿Cualquier magia, poder, fuerza? ¡Dioses! ¡Se sintió una gacela bajo las garras del león! ¿Es que se había vuelto idiota?

-Tengo frío... -comentó Erza, de un modo asustado, lo que la sacó de sus pensamientos.

Miró hacía atrás, por encima de su hombro y descubrió a tres rostros cansados y asustados que la miraban sin saber qué sucedía, porque el hilo de normalidad y rutina se había tensado y movido.

Entonces, se sintió culpable. Nunca debió de aceptar el trato. Su futuro debió de haber sido la muerte en lugar de la misericordia.

Recordó la ira que latió en su cuerpo, olvidando la sensatez.

Como llena de odio, no pensó. Como no pensó, no llegó a preguntarse si sentiría miedo después o dolor. No pensó. Solo sintió furia.

Las lágrimas, escondidas tras mucho tiempo, asomaron tras sus ojos.

-Q-que... sucede... -Erza dio un pequeño paso, alzando la mano, pero enseguida se retrajo y borró el paso.

-No... no os merezco... yo... ¡No! ¡No!

Las piernas le flaquearon y cayó de rodillas al suelo. Mientras lloraba golpeó el suelo varias veces y después levantó la mirada hacia los niños, estupefactos.

-Venid aquí.

Ninguno fue capaz de preguntar, hablar o retroceder, no supieron por qué. Tal vez porque sus tristes ojos les hicieron temer y fueron corriendo a acobijarse en sus brazos.

Ella los abrazó y así estuvieron hasta que decidió su final.

Fue difícil, pero tuvo a Natsu atrás en la espalda y a Gray contra el pecho, los dos dormidos. Erza fue la que se quedó despierta. De repente su actitud asustada había volteado rápidamente hacía otros sentidos, cómo por ejemplo descubrir qué sucedía y por qué ella tenía tanto miedo.

Lo último que recordó la pelirroja fue entrar en una posada. Se sentó en una silla mientras la veía pagar el hospedaje y hablar con el dueño. No escuchó nada, ni siquiera recordó verla pagar, porque se fue quedando dormida muy poco a poco.

Cuando despertó hacia apenas un minuto que el sol había enseñado una minúscula parte de él.

-¿Erza? -Natsu estaba frente a ella, frente a su cama de pie.

-¿Dónde está...? ¿No ha vuelto?

El pelirosa negó con la cabeza lentamente y con una mueca triste.

Miró hacía la otra cama. Gray aún dormía, de espaldas a ellos.

-No va a volver... ¿verdad? Los que desaparecen nunca vuelven -Comentó apenado el pequeño.

-No digas eso. Ella simplemente se fue a... tal vez... -La garganta le quemó entonces. ¿Abandonado? ¿Podría ser que les hubiera abandonado?

-No puede tardar mucho, ¿verdad? Ella dijo que nos cuidaría, que estaríamos juntos para siempre... somos... una familia... -Agachó el rostro y se sentó en el suelo, recogió sus piernas y plantó su barbilla entre las rodillas-. Erza -le llamó-. ¿Cómo la conociste?

Levantó la mirada hacía la niña que se sentó al borde de la cama.

Él fue el último en llegar. No sabía si Natsu había estado el tiempo suficiente como para quererla como ella le quería. Tal vez si la quería, pero jamás como Erza la quería.

-Yo... acababa de salir de un lugar horrible y estaba perdida, sola... en una playa. -Comenzó a balancear muy lentamente sus piernas-. Cuando comencé a andar y cayó la noche, cuando comencé a tener miedo y me sentí más sola que nunca... apareció ella. -Sus labios se curvaron tímidamente-. Fue como si hubiera aparecido un ángel para rescatarme tras el infierno.

El sol acabó por salir del todo y alumbrar por doquier.

"-¡Vaya! ¡Que niña más guapa! -La chica se agacha a la altura de la niña y le quita unos mechones de la frente-. ¡Pero qué sucia estás! ¿Y esas heridas? ¿Huyes de algo, cariño?

-Yo... no... -La niña se fija que tras ella hay un niño peliazul observándolas.

-¿No qué? ¿No huyes? ¿A dónde vas?

-No lo sé...

-Puedes venir conmigo.

-¿Y-yo?

-Jaja, sí -sonrió divertida. Se levanta y le ofrece la mano a la niña-. Puedo cuidar de ti, protegerte si es lo que necesitas... o hacerte más fuerte.

-Ha... ¿hacerme fuerte?

-Si. Nunca puedes huir eternamente. Puedes huir durante algún tiempo para hacerte fuerte, pero tendrás que volver para aplacar los demonios que te atormentan.

La niña mira la mano ofrecida durante unos segundos, pero después la coge decidida, con fuerza.

-¡Enseñame a ser fuerte! Pero... -la niña se retracta y afloja la fuerza del apretón-. No tengo nada...

-Nada, nada. -Ríe ella divertida-. Con que tengas un buen corazón, me basta."

-Recuerdo que cuando me tocó el pecho con su dedo sentí algo tan intenso dentro de mí... sentí que podía seguir adelante, hacerme fuerte y volver atrás para luchar. Solo para luchar. Después, seguir hacía delante...

El silencio los rodeó hasta que Natsu, que había estado escuchando con la mirada perdida, habló sin querer.

-Pero ella ahora se ha ido.

En otra ocasión, Erza se podría haber levantado y haber sacudido enérgicamente a Natsu exigiéndole que fuera más positivo, pero... podía tener tanta razón...

La brisa se tornó cálida con el despertar del sol. Abajo en la calle se escuchaba la rutina.

Los dos pequeños quedaron en silencio, distraídos.

Solo Gray se mantenía ocupado; lloraba en silencio.

Jamás le perdonaría esto... si la volvía a ver alguna vez...

Cuando el sol comenzó a dormirse y a caer lentamente sobre las montañas, despertó de un sobresalto. Estaba subida en un árbol, sobre una gran rama, con un pie colgando. Se quedó dormida esperando, pues había recorrido bastante hasta dar con el lugar adecuado para una lucha y...

Tampoco quiero que me encuentren viva.

Habiendo dormido, tuvo mejores fuerzas para afrontar. Las sintió golpeándoe unas con otras en su interior. Poco después, mientras echaba un vistazo rápido a su vida, la magia extraña volvió.

Se asomó por detrás del tronco y vio al hombre rubio parado allí en medio, con una sonrisa torcida, mirándola.

-Me gusta más luchar de noche -se quitó el gran abrigo de sus hombros y lo arrojó a un lado, sobre la hierba-. El brillo de la luna da mejor aspecto a la sangre.

Se bajó del árbol de un salto y quedaron como al principio, a unos metros. Una suave brisa barrió algunos cabellos sueltos de su rostro y levantó su trenza tras su espalda.

-Solo tienes que darme lo que te pido.

-No soy yo la que decide esto. Lo que tú buscas no es mio... y menos tuyo.

-Entonces, comencemos a luchar.

-Erza, llevamos un montón de tiempo caminando, ¿de verdad crees que este lagarto lo conseguirá?

-¡Oye tú! ¡Por lo menos mi olfato sirve de algo! ¡Tú estás ahí parado de brazos cruzados!

Juntaron sus frentes y las chispas de sus ojos se tocaron entre sí.

Erza los separó agarrando una de sus orejas.

-¿Pensáis que es momento de ponerse a pelear? Hemos decidido salir a buscarla juntos, ¿no? -Los miró. Ambos asintieron. Soltó sus orejas y las dos aullaron de dolor-. Gray, sé un poco más cooperativo, ¿quieres? Desde que salimos de allí, solo te has quedado atrás.

Gray miró hacía otro lado.

-¿Has averiguado algo? -le preguntó a Natsu.

-Si. Su olor va por ese sendero. -Señaló el chico.

Erza se acercó y miró el suelo.

-Sin duda alguien ha pasado por aquí. Vamos, el sol está por empezar a caer.

Estaba en el suelo, bajo el hombre de la cicatriz en el ojo. Ella se pasó la lengua por los labios y saboreó su propia sangre. También supo que estaba en su ceja, ya que le dolía a horrores por el golpe que él le había propinado.

-¿No te rindes ya? -le preguntó en tono burlón.

-Aún queda mucho de mí.

Se escurrió bajó sus pies, se levantó y antes de que pudiera darse cuenta, antes incluso de voltear su rostro, ella rápidamente levantó su pierna y propinó una fuerte patada en la espalda del rubio. El cuerpo de este salió disparado y cayó sobre la hierba, aplastandola con fuerza.

Le dio tiempo a suspirar. ¿Iba a seguir aquel hombre luchando con ella? ¿Porque no invoca esa magia tan oscura que mantiene y me mata de una vez?

-¿Solo sabes hacer eso? ¿Defenderte? -El rubio se puso en pie y gruño por el dolor al poner su espalda recta.

-¿Pego demasiado fuerte? -Se burló ahora ella.

De nuevo él volvió a lanzarse sobre ella, pero esta vez uso uno de sus extraños rayos para retenerla en el lugar. Ella gritó cuando la electricidad le mordió el cuerpo entero. Duro apenas unos segundos, pero los suficientes como para que cayera lentamente en el suelo, de rodillas primero. Cuando se cuerpo iba a caer completamente, él ya estaba allí de nuevo, agarrándola del cuello, axfisiandose.

-¿Me dirás ahora donde se encuentra?

No podía hablar. Pero eso no era lo que quería. Quería las fuerzas suficientes para escupirle en la cara, pero tampoco podía, así que le miró a los ojos y sonrió todo lo que pudo.

-¡No!

Aflojó la presión sobre su cuello al oír el grito, lo que le permitió que ella también girara la cabeza hacía el lugar de donde provenía dicho grito.

Allí, perplejos y cansados (menos Erza, aunque si lo sentía, no lo demostraba) estaban los tres niños.

"No." pensó a duras apenas, hasta pensar le costaba. "Todo... menos ellos."

-Vaya, vaya, ¿son tuyos? ¿Todos? -Comenzó a reirse.

-No... -logró musitar ella.

Paralizados, ellos nunca la habían visto así. Jamás la imaginaron derrotada; al contrario, siempre la mantuvieron gloriosa en su mente.

-Por lo que veo, son importantes para ti, así que...

-N...

El hombre de la cicatriz estiró su brazo hacía ellos. Fue entonces cuando ella comenzó a luchar de verdad, a intentar respirar, pero aquel hombre era tan fuerte... era tan... singular.

-¡Vamos a ver lo que sucede cuando ya estén muertos!

-¡NO! -Chilló con las únicas fuerzas que quedaban.

El rayo salió de su mano, se dirigió directamente hacia ellos. Ella lo vio como a cámara lenta. Justo cuando faltaba solo unos centímetros para alcanzarlos (Erza se puso al frente cuando vio la maniobra de aquel hombre, pero cuando el rayo salió de su mano, Gray y Natsu se antepusieron para protegerla) alguien se interpuso en su camino.

Un pequeño viejo se puso al frente y como si nada... lo detuvo.

Detuvo el rayo como si solo hubieran sido hojas secas volando sobre el otoño.

-Vamos niños -Oyó que decía, antes de que el viejo los acogiera y desaparecieran.

Unos segundos antes de desaparecer, Erza pudo ver como el brazo del hombre se tensaba y ella caía al suelo. Probablemente, muerta.

-¡Ellie! ¡No!