Disclaimer: Inuyasha y sus personajes, no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi.
Advertencias: Lenguaje vulgar, Lemmon y "leve" incesto (?)
Temis y tornados.
I
Terminó de leer la demanda que tenía en sus manos. Suspiró un poco fastidiado, ya era muy tarde, casi la una de la mañana y él aún tenía que resolver el asunto de la empresa que representaba, los habían demandado por la invasión de una extensión de terreno; él era del grupo de abogados élite de la empresa petrolera para la que trabajaba.
─ Sólo basta acreditar debidamente la propiedad ante estos inútiles pseudoabogados y en un dos por tres se resuelve esto... ─ murmuró para sí mientras le daba el último trago al whisky que se había preparado.
Suspiró cansado, estiró los brazos y movió su cuello para tronar los huesos, escuchó el propio sonido interno y movió los hombros, un pequeño dolor le molestaba la espalda, la semana había estado sumamente pesada en la corte, sin contar las asesorías y las largas horas leyendo las demandas, consultando los códigos y haciendo anotaciones; se reclinó en la silla de cuero negro, dejó caer todo el cuerpo sin importar qué tan mal sentado podría verse, se hundió y dejó salir otro suspiro mientras miraba su estudio.
Sonrió ante el soberbio lujo de su lugar de trabajo, más que la oficina que tenía en el despacho, su oficina personal en casa de alguna manera le parecía sobrecogedora, dos grandes ventanales separados por una columna elegantemente tallada en piedra; daban vista al patio y eran cubiertos por una cortina semitransparente en color hueso, del lado izquierdo, un gran sillón de cuero en color negro y frente a él colocada una mesita de vidrio, de lado derecho, un gran librero lleno, con los libros perfectamente acomodados con respecto a materias y ramas que comprendía el Derecho, también tenía enciclopedias completas de Historia, literatura moderna y algunos libros que a muchos les hubiese sorprendido encontrar en la biblioteca de un abogado, eran libros sobre demonios, pociones venenosas, transformaciones y ese tipo de cosas, a pesar de ser alguien profundamente preparado y extremadamente inteligente, desde pequeño había sentido la terrible atracción de leer sobre ese tipo de cosas y aún ahora siendo un reconocido y respetado Abogado de 30 años, Naraku aún sentía placer al leer esa clase de libros.
Frente a su gran escritorio de caoba, había dos sillas del mismo estilo en la que él estaba sentado, de piel en color negro, sólo que un poco más sencillas; le agradaba la silla en donde él se encontraba, era grande y bastante cómoda y le quedaba a la perfección como un trono, como el trono de un rey desquiciado. Sonrió, sonrió con esa sonrisa inconfundible en su rostro, el placer de ver todo aquello. Repasó la mirada, vio la pequeña cantina que tenía soberbios y finos vinos y todo tipo de licor que a veces apetecía tomar o para invitar a un cliente importante. Por último miró la estatua de pequeña de la mujer, con la vestimenta romana, con los ojos vendados, en la mano izquierda sostenía la balanza y en la derecha una espada. Era Temis, diosa griega que representaba la justicia o en la literalidad de su nombre "la ley de la naturaleza".
Soltó un suspiro más y se levantó, dejó los documentos en su escritorio y se fue, ya tenía la solución, sólo bastaba aclarar unos detalles y listo.
Ese era Naraku, o el "Gran Naraku", como unos lo solían llamar en adulaciones bastante burocráticas. Abogado de 30 años, representante de una empresa petrolera muy importante en su país, uno de los abogados más destacados del prestigioso despacho "Shikon no tama" y brillante en su carrera como litigante. Medía casi 1.90, tenia una mirada bastante penetrante, sus ojos parecían a veces cuchillas que deshacían por completo al contrario o hacían confesar todo a su cliente, poseía una ligera sonrisa que sabia utilizar perfectamente, sin embargo, dicha expresión no podía contenerla ante el placer de haber ganado algún caso realmente grande y parecía disfrutarlo tanto, en esa curva sensual de sus labios, pero lo más característico, era su cabello, azabache y largo, sí, largo…lo mantenía amarrado algunas veces con una coleta dejando un flequillo de frente y en otras ocasiones llevaba una melena suelta, sin embargo, aunque pareciera poco convencional ante la idea de pulcritud de un defensor de la justicia, su aspecto y en especial esa melena negra en combinación con el traje, no le caía nada mal, al contrario, le daba un aire bastante seductor y lo hacían ver con una firmeza inquebrantable, era un hombre bastante guapo y en varias ocasiones, algunas de sus distinguidas clientas (tanto jóvenes como maduras) se le llegaron a insinuar, unas lo invitaban a comer, otras más desvergonzadas, le dejaban alguna nota en los papeles con su número y una hasta se atrevió a llamarle exclusivamente para ofrecerle sexo. Y sí no eran ellas, eran las hijas, las sobrinas o las amigas…pero él nunca se prestó a tales cosas, si tenía una política era nunca, por nada del mundo, meterse o relacionarse con alguna clienta.
Y eso bien lo supo y lo dejó bien en claro, que no debía pasar el limite de lo laboral, desde que le llegó el caso de divorcio de una joven llamada Kikyõ que se separaba de un tal Inuyasha. En ese insólito caso, Naraku intervino tanto como abogado pero también como hombre, fue a inicios de su carrera; y debido a las desastrosas consecuencias, supo que no debía nunca relacionarse con alguna clienta o derivados de tal.
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Miró el reloj, volvió los ojos a las hojas que tenía en las manos, leía y releía, no alcanzaba a entender algunos conceptos de índole jurídica.
─ ¡Maldición! ─ dijo entre dientes. ─ ¿Cómo demonios ha ocurrido esto? ─ se preguntó de nuevo en voz baja, sentada frente a su escritorio que estaba hecho un desorden de hojas, libros y apuntes universitarios.
Se mordió los labios y miró su celular, estuvo tentada a llamarlo, miró la hora, la una de la mañana en punto, sacudió su cabeza negando y volvía a golpear con los dedos el escritorio como una forma inconsciente de sacar el estrés.
─ ¡Joder! ─ gritó enfadada mientras daba un firme puñetazo en el escritorio, justo sobre esas jodidas hojas que ella quería romper, quemar, desaparecer. Las hojas eran una notificación judicial donde le exhortaban presentarse ante la corte, con su representante legal, para esclarecer el caso sobre "maltrato infantil".
─ ¡¿Por qué diablos me tiene que pasar esto a mí?! ─ masculló enfurecida. Volvió a mirar el celular tentada a llamarlo, pero no lo hizo.
─ ¡Al diablo! ¡Al diablo todo! ─ dijo, aventando las hojas en el escritorio y salió directamente a su habitación, dónde se tumbó boca abajo en la cama. Comenzó a repasar lo sucedido, comenzó a construir mentalmente las imágenes sobre las situaciones que la habían llevado hasta ese punto…
Aquella mañana se levantó muy temprano, era un día importante, se iba a aventurar a un fenómeno natural. No dijo nada a nadie, ella y tres amigos más iban a videograbar un tornado, las probabilidades de que se formara eran bastante altas y si bien, el tornado no se formaba, al menos el choque entre las temperaturas ejercería una presión atmosférica que podrían servirles al equipo como presentación de proyecto semestral. Era un proyecto soberbio, idea de la chica.
A eso se aventuraba esa mañana Kagura, la chica de 21 años, estaba por cumplir los 22, faltaba un mes desde el día del tornado; era alta, esbelta, poseedora de una melena negra amarrada en un elegante recogido que siempre utilizaba y ponía un broche en forma de pluma, pero lo más destacado en ella, además de esa increíble belleza eran esos ojos carmín que destilaban fuego cuando Kagura enfurecía (y era muy seguido) debido a su actitud, podría ser muy bella, pero tenía un carácter bastante fuerte que muy pocos sabían sobrellevar, el color natural de sus ojos iba acorde con el interior de la chica, que la convertía en una belleza exótica y bastante atrayente a ojos de cualquiera.
La chica estudiaba meteorología en una de las mejores universidades del país, era muy inteligente y sobre todo se sabía imponer ante las situaciones que le parecían injustas o que simplemente no le convenían. Vivía con su hermana pequeña Kanna, quien tenía 10 años y a la cuál se parecía muy poco, cuidaba de ella, en una casa ubicada en un barrio residencial de la ciudad; vivían solas ya que 6 años antes, los padres de ellas dos habían fallecido en un accidente automovilístico, en ese entonces, Kagura contaba con 15 años y Kanna con apenas 4 años cumplidos; sin embargo, quien se quedó como albacea de la fortuna de los padres de Kagura, fue su primo, Naraku. Abogado recién egresado de la carrera con 23 años y quien vivió con ellas hasta que Kagura cumplió 20.
Esa mañana, Kagura preparó el desayuno a Kanna, quien no dejaba de sostener un espejo, la menor, era una niña bastante inteligente, en extremo inteligente, autosuficiente, entendía perfectamente las cosas a la primera, era muy seria, muy reservada, hacia todo con una pulcritud y una disciplina que a Kagura a veces le parecía insoportable tanto orden, sin embargo, Kanna mostraba cierta fascinación por los espejos, tenia un montón, de varios tamaños, formas, cóncavos, convexos, algunos grabados soberbiamente y otros de corte minimalista; su habitación estaba llena de espejos, las niñas de su edad tenían muñecas, peluches, juguetes, Kanna no, Kanna tenía espejos y libros, una habitación llena de blancuras, igual que ella, su extraña piel blanca y su cabello blanco la convertían en una niña de ensueño, como sacada de un cuento de hadas.
─ Kanna, hoy tendré que irme más temprano, iré a realizar un proyecto de la universidad con dos compañeros, tal vez regresé muy tarde…─ dijo Kagura mientras la niña desayunaba y ella tomaba un café, revisaba su laptop checando el estado de tiempo.
La niña sólo asintió y siguió comiendo su desayuno en silencio. ─ El camión de la escuela pasará por ti y vendrá a dejarte, tienes las llaves de la casa, fíjate bien cuándo abras la puerta, haces tus deberes, si tienes hambre dejaré preparada la cena en el refrigerador, sólo mete al microondas y si tienes algún problema mayor llámale a Byakuya, ¿entendido? ─
─ Sí…─ respondió la menor en un murmullo mientras miraba de nuevo el espejo que tenía recostado sobre la mesa. Le encantaba el reflejo y la reflexión.
No había pasado ni un par de minutos cuándo el claxon de una camioneta comenzó a sonar, Kagura miró a Kanna en señal de su partida, tomó su mochila y salió; Era Bankotsu que pasaba por ella en la camioneta, era una camioneta negra de camper, 4x4, atrás venían Jakotsu y Renkotsu con el equipo apropiado para medir la fuerza del tornado y grabar. Kagura se subió a la camioneta en la parte delantera, echando un vistazo a su casa, por alguna extraña razón no tenía buen presentimiento acerca de Kanna.
La niña terminó su desayuno en silencio y subió a su habitación con el espejo a dos manos, no para de mirarlo, de mirarse, se perdía entre el reflejo de sus ojos. Encontraba fascinante mirarse y no era por narcisismo, su fascinación consistía en la increíble maravilla de que el reflejo existiera, tal y como se reflejan las cosas en el agua, ella tenía la creencia que los espejos llevarían a otros mundos, mundos paralelos, desconocidos y hasta surrealistas.
Iba tan ensimismada mirándose que no calculo bien la altura de una de las escaleras, su pie chocó con la misma y resbaló hacia enfrente; se escuchó el sonido crujiente del vidrio romperse y un pequeño quejido de Kanna, el espejo por obvias razones no aguanto el peso de Kanna y se quebró, sin embargo, un trozo algo grande se le encajó en la palma de la mano izquierda y otros pequeños le hicieron pequeñas cortadas, enseguida la sangre comenzó a escurrir por su blanca mano, el vidrio no estaba muy enterrado, ella se mordió el labio y sacó de un jalón el trozo, la sangre afloró aún más en su carne.
Kanna no se espantaba por la sangre que salía, ni tampoco hacia gestos de dolor o lloriqueos que un niño de su edad usualmente haría, fue el baño, abrió el botiquín y puso una solución anticeptica para que no se le infectara, la sangre dejó de manar y puso a como Dios le dio a entender, unos pequeños parches y después una venda. Las otras heridas eran mucho menores pero muy notables, la piel de Kanna era bastante escandalosa, su blancura se veía opacada rápidamente por cualquier golpe que se convertía en un negro moretón o una pequeña rasguñada en una visual cortada. La niña miró su rodilla que había pegado con el filo de la escalera, se le había hecho un moretón, luego cuándo iba de salida del baño alcanzó a mirarse al espejo y se dio cuenta que un trozo de vidrio había brincado y ocasionado en su rostro un pequeño arañon, pero era notable, así que se puso un "curita".
─ Que problemático…─ susurró antes de irse a la escuela.
Cuando llegó a la escuela sus compañeros la miraban extraños, ya que llevaba la mano vendada, un curita en su mejilla, unos sútiles arañones y cortaditas en las manos y brazos y un moretón bastante notable en su rodilla derecha.
─ Buenos días niños…─
─ Buenos días profesora Sango─ contestaron los pequeños, ella repasó con los ojos el salón y miró a Kanna.
─ Niños, hoy harán la actividad 15 del libro de matemáticas…─ les dijo ─ Kanna, ¿puedes venir acá? ─
La niña solo asintió y seriamente se acercó a la profesora, las dos salieron del salón mientras los otros niños en silencio las veían, unos susurraban y otros solamente miraban a Kanna.
─ Pónganse a trabajar niños ─ les recriminó la profesora asomando la cabeza desde la puerta. Volteó a ver a Kanna y suspiró. ─ Kanna, ¿Quién te hizo esto? ─
─ Nadie profesora…me caí y me corté con un espejo ─
─Déjame ver tu mano…─ dijo Sango, al ver que estaba mal hecha el vendaje. Cuándo la quitó, quedó horrorizada, era una herida profunda para la mano de la niña y la carne estaba florida, enseguida la llevo al médico escolar, donde con muchos esfuerzos le cerraron la herida, fueron 4 puntos. Esta vez, Kanna sí había derramado unas lágrimas, pero siempre en silencio.
─ Kanna, debes decirme quién te hizo esta herida, esto no es de una caída…dime, ¿Fue Kagura? ─ presionó la profesora a la niña que estaba sentada en la camilla.
─ Claro que no, Kagura es mi hermana ─
La profesora Sango le tenía inusual coraje a la hermana mayor de Kanna, le conocía el mal carácter que se cargaba y era una profesora tan entrometida que trataba a sus alumnos como a sus hijos, (cuestión que muchas veces llevó a enfrentar a Kagura y Sango) ya que según la universitaria, la profesora no tenía que meterse en la vida de sus alumnos y mucho menos intentar ser como una madre, había un límite; límite que sango no conocía, ella alegaba que sus estudios psicológicos en niños eran eficaces para su desarrollo intelectual en el aula y que debía coexistir una relación más íntima entre alumno y profesor.
Sin embargo, tantas veces fueron las que se enfrentaron Kagura y Sango sobre si se debía o no meterse tanto la profesora, que Sango, inclusive le había agarrado "carrilla" a Kagura, y Kanna era de las niñas que más checaba, alegaba ante el director que lo reservado de la niña, lo callado y poco social era culpa de su hermana mayor ya que la tenía amenazada y que debido a estas supuestas amenazas de Kagura, Kanna no conseguía el desarrollo social al que debía encajar.
A pesar de las negativas de Kanna alegando que no era cierto que Kagura le había procurado las heridas, Sango dio por hecho que era ella y que la niña mentía, que estaba bajo amenaza. En su cuaderno, mandó un citatorio para hablar con Kagura, pero a la profesora no le fue suficiente, interpuso una denuncia por maltrato infantil a Kagura, diciendo que ella era testigo del maltrato que sufría la menor y que esas heridas en las manos habían sido obra de un arranque de furia de la universitaria. Kanna siempre negó todo, sin embargo, la denuncia procedió.
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─ ¡¿Pero qué mierdas dice esa profesora?! …¡Kanna! ¿Porqué nunca le dijiste que no era cierto? ─ gritó exaltada Kagura esa misma noche.
─ Lo negué, le dije que me caí, pero no me escuchaba, decía que estaba amenazada por ti…─
─¡Maldita! ¡Maldita Sango! ¡Me las pagará! ─ gritaba Kagura totalmente enfurecida. Tenía en sus manos la notificación. Tenía que presentarse con un abogado para que la representara legalmente y esclarecieran todo.
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Kagura abrió los ojos, suspiró hondamente. Tenía que conseguir un abogado…ya tenía uno en mente. Tomó su celular y sin importarle la hora marcó, se mordió los labios y escucho esa voz tan varonil del otro lado.
─ Diga…─
─ Se..sesshomaru…necesito de tus servicios…─ contestó Kagura…
N/A: ¡Hola! espero que estén bien, yo aquí, estrenándome en el fandom de Inuyasha, es mi primer fic que hago de este anime (no lo he visto completo) pero enserio que amo la pareja que hacen Naraku y Kagura :) Aquí les planteó un Universo Alterno, Naraku un abogado (abogado muy muy muuuy sexy) y Kagura una universitaria. Me dio por escribir sobre abogados (ademas de que yo estudio Derecho y leyes y todas esas cosas, tal vez por ello encuentren lenguaje un poco jurídico, no mucho) una de las razones principales es porque una grandiosa autora (y además amiga mía) Agatha Romaniev* me incito con sus fics a escribir algo sobre esta pareja. La recomiendo mucho para el fandom de Inuyasha, por ella estoy aquí escribiendo esto, veremos que tal sale.Y pues obvio, esta dedicado a ella el fic :)
Espero que les guste y cualquier comentario, chisme, crítica, sugerencia, mentada de madre, chiste, ya saben en reviews, me gustaría mucho saber qué les parece el fic :D
Saludos a todos C:
- Tina.
