HOLAS! SOY YO OTRA VEZ... TENGO OTRA INSPIRACION... ESO QUIERE DECIR OTRA HISTORIA!


EL RATÓN EN LA TRAMPA

Entró en la tienda tan nerviosa como si fuera a cometer un atraco a punta de pistola.

Llegó al departamento de perfumería y se paró como por casualidad delante de un extraño frasquito que no había visto nunca. Era rojo, en forma de quinqué. Kari ni siquiera sabía qué tipo de perfume podía contener pero lo agarró y se lo escondió bajo la ropa, solo le faltaba encaminarse hasta la salida sin llamar la atención, en un minuto estaría a salvo… empezó a felicitarse para ser la primera vez que robaba algo no lo había hecho nada mal… y entonces lo vió

Era un jovencito muy alto y con el pelo muy corto, la estaba mirando fijamente. Sin duda, lo había visto todo… lo pero era la bolsa que llevaba en la mano, una bolsita de la propia tienda que significaba que pertenecía al servicio de seguridad, kari sabía que allí, en la bolsita, estaba el aparato que usaban para comunicarse entre sí dentro de la tienda

Estuvo a punto de sacar el perfume y volver a dejarlo en su lugar. Si no lo hizo fue porque pensó que no iba a servir de nada. Seguramente, se la llevarían de todos modos..

Una columna de espejos le devolvió su imagen:

Una chica insignificante, con vaqueros y una camisa por fuera (en la cintura era donde se había guardado el perfume). El espejo le mostró también la mirada del chico alto, que no la perdía de vista. Se preguntó porque no la detenía ya; y se le ocurrieron dos posibles respuestas: que él no estuviera seguro de si ella había llegado a guardarse el perfume, o prefiriese esperar hasta que ella intentara salir.

La salida. No estaba lejos. veinte o treinta pasos…

En ese momento, una vendedora demasiado maquillada se le acercó a preguntar si podía atenderla…

So.. solo estoy mirando

Enseguida kari se rectificó mentalmente:

*oliendo, solo estoy oliendo*. eso le dio le dio la medida de lo asustada que estaba: su mente divagaba para no enfrentarse al problema.

El chico alto continuaba mirándola fijamente. Por un momento, kari vio la escena desde fuera, casi como si no tuviera nada que ver con ella, era como el ratón y el gato: la chica bajita que aparentaba unos trece años (aunque acababa de cumplir dieciséis) y el larguirucho con el cráneo tan pelado que le brillaba…

Era la primera vez que intentaba llevarse algo de un sitio como aquel. Casi todas sus compañeras lo habían hecho ya, o por lo menos eso decían. Decían que no había de preocuparse demasiado, que no pasaba nada aunque te pillasen: te llevaban a un despacho y te soltaban un rollo. Tomaban nota de tus datos, te hacían pagar lo que habías intentado llevarte y se acabó. Nunca llamaban a la policía,

Entonces… ¿Por qué estaba tan asustada? Tal vez por la vergüenza, por el miedo al ridículo. Y por qué no podía correr el riesgo de que llamasen a su casa y le contasen a su madre que tenía una hija ladrona…

Empezó a andar hacia la salida. Sin necesidad de volverse, supo que el iba tras ella

Las puertas del cristal estaban tan cerca y sin embargo parecía que había una enrome distancia. Kari notaba la boca seca, una sensibilidad nueva a flor de piel, una sensación en el estómago parecida a la de antes de un examen decisivo…

De pronto recordó algo que le puso la piel de gallina.
¡Las etiquetas magnéticas! ¡Había olvidado comprobar si el frasco tenía una etiqueta magnética!... si la tenía, sonaría al llegar a la puerta.

Se volvió bruscamente, aturdida y allí estaba él, a solo un paso.

¿Quieres acompañarme?

¿Por qué?

Se te ha olvidado pagar algo

Ya estaba, ya no había nada que hacer había perdido

Hacia allí indico el chico señalando un rincón de la planta y nada de llamar la atención.

Parecía tan feliz como un perro al cobrar una presa. Kari pensó que era porque le hacía ilusión a cazar a una chica: así se creía una especie de defensor de ley

En aquel momento, dejó de tener importancia el perfume, y el frasco, y el miedo. Lo único que le parecía importante era borrar la expresión astuta y satisfecha de la cara de aquel imbécil.

No voy a ninguna parte- se oyó decir maravillada

¿Qué le está pasando? Era una ladrona pillada en falta y tenía que obedecer, así funcionaban las cosas. ¿se había vuelto loca?

Vamos – ordenó el otro intentando agarrarla por un brazo

¡Ni se te ocurra tocarme, capullo!

Dos o tres cabezas se giraron hacia ellos. Kari les lanzó una mirada de súplica como si lo más importante fuera tener a los testigos de su parte. El hablo por el objeto envuelto en la bolsa, la radio o lo que fuera. Una chica de veintitantos años, con el mismo tipo de bolsita en la mano, iba hacia ellos.

Kari fue a paso rápido hacia la puerta…

Alguien la tocó en el hombro, pero no se volvió

Ha sido una tentación tampoco es para hacer un drama se justificó mentalmente

Sintió que la sujetaban por un brazo. Miro aquella mano de largas uñas cuyos dedos se hundían en su carne y luego su mirada se encontró con la mirada sin piedad de la chica de seguridad y con la del alto.

El alto se permitió una sonrisa… ya eres nuestra… parecía pensar. Kari presintió que aquellos dos se dedicarían a asustarla cuando la tuviesen en el despacho

Con uno a cada lado, tuvo que dejarse conducir hacia el rincón en el que había una puerta que no llamaba la atención.

Una lagrima brillo en sus ojos pero consiguió contener el llanto. No iba a darles esa satisfacción

El despacho era minúsculo, sin ventilación… la caseta de los perros guardianes- pensó kari.

Al otro lado de una mesa había un hombre, seguramente un ex policía

De pronto le pareció que estaba a punto de empezar una especie de representación, una comedia en la que cada uno tenía que hacer su papel. Había que buscar el gesto y el tono de voz adecuada y nada más

Pagaría el perfume (ojala no fuera muy caro) y se iría de allí

Saca eso que tienes escondido en la cintura- ordeno el alto

Kari puso el frasquito sobre la mesa. Por primera vez se fijó en el nombre: INCITACIÓN ¿Cómo podía oler un perfume que llevaba un nombre tan cursi? ¿y por qué ella no lo había probado?

¿Cómo te llamas? Pregunto el ex policía

Había llegado el momento de dar los datos…

Kari guardó silencio. No había por que ponerles las cosas fáciles

He preguntado cómo te llamas- repitió el hombre con un tono más duro

Rocío Pérez- respondió kari

Rocío era un bonito nombre. Siempre había querido llamarse rocío. Ahora había que inventarse una dirección


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