¡Hola!

Este fic hace parte del reto Book Sentence, en mi perfil encontrarán en Link a la comunidad y una cantidad bonita de retos que ustedes también pueden hacer, con quien quieran hacerlos. Allí encontrarán las guías necesarias para unirse a esta locura.

Se supone que debía escribir un One Shot, pero una cosa llevó a la otra y alguien me impulsó a escribir más de lo que originalmente se pensaba, así que aquí estamos. Aún no estoy segura de cuantos capítulos tendrá, porque como todo, depende del recibimiento a la historia y de las ideas que se vayan dibujando en el camino.

Gracias a EileenHera por ser una constante inspiración, no es necesario aclarar que esto es para ti, pero por si acaso, lo es (?). Y también gracias a los miembros de la comunidad de retos que me hacen sentir mal si no publico los míos.

El título del fic está inspirado en la canción Raised By Wolves de U2, esta canción es el himno de uno de los protagonistas, así que los invito a escucharla.

Disclaimer: Glee no me pertenece. En serio, no me pertenece, si quieren quemarle la casa a alguien podemos buscar las direcciones de RIB.


Cuando tenía que realizar ese tipo de trabajos, tendía a desconectarse por completo de su mente, era lo más sencillo. Se acercó para plantar un beso sobre la frente de la persona que se encontraba a su lado, la cual no tenía idea la forma en la que sus manos se ensuciaban al menos dos o tres veces a la semana. Un nombre, un lugar, la información justa y necesaria para volarle la cabeza sin crear ningún tipo de vínculo, sin avisar antes. Algunos trabajos son más difíciles que otros, hay un par en los que tienes que sentarte frente a una barra, fingir que bebes y luego invitarlos a dar un paseo. Al final el resultado siempre es el mismo, una bala les atraviesa la cabeza, o tal vez algún órgano vital si el pedido es específico y dicha persona quiere asegurarse de que observas la forma en la que el color abandona sus ojos y sus mejillas mientras la sangre sale a borbotones de una herida sin cura alguna. Sin dar explicaciones después, no hay tiempo para tal cosa, tan solo un cambio de ropa en un callejón, y una llamada al novecientos once porque la sangre es algo asqueroso para sacar de la acera y la gente se alarma por las cosas más simples, como un charco de sangre y un cuerpo sin vida frente a ellos.

¿Que si quería esa vida? Pues no lo sabía, al final, después de tantas muertes, tanto sudor, tantos gritos y tanta sangre, la piel se cubre de una gruesa capa de frialdad y uno acaba por volverse completamente inmune a ese tipo de sentimientos de culpa. Se hace lo que se tiene que hacer, y a veces quitarle la vida a alguien más por dinero es lo único que puede hacer. Es tóxico, se sentía como un individuo venenoso de vez en cuando, pero ¿qué lo hacía menos ser humano? Era normal, asistía a sus clases de teoría musical, y daba lecciones de piano en las tardes a los niños de uno de los colegios del distrito. Sin embargo, ninguno de esos trabajos permitía las comodidades a las que llevaba toda su vida acostumbrado, por lo que cuando su padre le ofreció una plaza en el negocio familiar, lo aceptó, y después de que las nauseas lo invadieron vez tras vez durante el primer mes, al final decidió que la forma más fácil era apagar ese botón que hacía que su consciencia y su voluntad se fuesen a pique, y entonces todo se convirtió en un paseo por el parque.

Aquella noche era diferente, sin embargo. No solía salir a trabajar durante las pocas noches que podía compartir con su pareja, puede que su consciencia saliera a jugar ocasionalmente, puede que cada parte de sí quisiera pasar tiempo con él y su trabajo requería de cierta concentración que hacía que se sintiera sucio después. Pero aquello era importante, le había dicho su padre, a los clientes especiales hay que tratarlos como tal… Por lo que había recibido el mensaje con la fecha y la hora en su teléfono privado, y tras eliminarlo, se había marchado.

Un bar, porque honestamente las personas no pueden ser más originales que eso. Tenía muchas formas de actuar, dependiendo de la dificultad frente a la cual se encuentre. Hay personas que ceden ante una charla, y un "me gustaría salir a tomar algo de aire, ¿me acompañas a dar una vuelta?" y otros a los que requiere un poco más de trabajo, algo en su bebida tal vez. Los que consideran que es un completo extraño y acosador, sencillamente se lo topan por casualidad en uno de los callejones, y un tiro a quemarropa es lo que se ganan por no haber caído bajo sus encantos. No sabía cómo era capaz de ponerse en un modo tan cínico cuando trabajaba.

Entró en aquel lugar, la verdad era que no se trataba de uno de esos lugares de película, un antro de mala muerte en los que si alguien no sale con algún agujero de más en alguna parte del cuerpo algo realmente extraño pasó esa noche. Un bar de Jazz, al que podían acceder todo tipo de personas y había licores y sustancias no enteramente legales, pero nada más que eso. Se sentó en la barra, pidió un poco de agua y se quedó allí, esperando al rostro familiar que casi se había memorizado por la foto en su móvil.

—Hola.— Escuchó que le decían, ladeó la cabeza para ver a su reciente acompañante.

—Hola.— Forzó una sonrisa, aunque en realidad tenía talento para fingir, y una persona que no lo conocía de absolutamente nada de seguro que no podía averiguar que estaba fingiendo.

—No quiero parecer inoportuno pero, honestamente, ¿quién va a un bar a pedir un vaso de agua?— Le preguntó el muchacho. Realmente Blaine no se encontraba como para tener conversaciones con nadie, estaba de turno y él no era la persona que necesitaba.

—Alguien que no quiere llegar a su casa dando tumbos.— Respondió, con un encogimiento de hombros y desviando su mirada.

—Pues, señor que no quiere llegar a su casa dando tumbos, mi nombre es Kurt.

—Mi nombre es Devon… Y la persona que estaba esperando acaba de llegar, un gusto conocerte.— Un guiño, y sencillamente le dio la espalda para ir al otro lado de la barra y saludar a la chica que acababa de sentarse allí.

Los siguientes sesenta minutos pasaron delante de sus ojos sin ningún imprevisto, la mujer definitivamente tenía experiencia hablando con muchachos a los cuales les doblaba la edad. A veces, Blaine no podía evitar preguntarse por qué alguien pagaría por asesinar a la persona que tenía en frente, ¿cuál era exactamente el crimen? ¿una relación extra matrimonial? ¿una estafa? ¿quizá era la esposa de alguien y buscaban enviarle un mensaje? Había visto muchas películas, y había muchas variables, pero ellos jamás se enteraban del verdadero motivo, sencillamente les enviaban un nombre, pagaban el setenta por ciento del trabajo por adelantado, y el treinta restante una vez recibían la notificación de que el trabajo estaba hecho.

—Se está haciendo tarde, ¿no crees?— Le preguntó ella. Blaine sentía su plan escapando entre sus manos, pero de cualquier forma asintió.

—Aunque llegaste aquí hace muy poco, ¿no?

—Si, pero estoy algo cansada. Me estoy quedando en un hotel a un par de calles de aquí, ¿quisieras acompañarme? No me gusta caminar sola en la noche.

Quiso reír, porque aquello no hacía parte de sus planes… Pero aquella mujer acabó por caer por su propio pie.

—Claro que sí, nunca sabes lo que puedes encontrarte en la noche.

Debería sentirse incómodo por tener a una mujer mayor mirándolo a través de las pestañas de esa forma, pero sentirse incómodo hacía parte del trabajo. Afortunadamente tenía alguien a quien regresar aquella noche, después de darse una larga, larga ducha, y podría olvidarse de lo abusado que se sentía en ese momento.

Después de dar un par de pasos, acabaron por toparse con uno de sus lugares favoritos del mundo. ¿Su solución? Acorrarlar a aquella mujer contra una de las paredes más cercanas, y acercarse para hacer amague de tener la intención de besar su cuello, su mano fue silenciosa a la parte trasera de su pantalón, sacando su arma y halando el gatillo contra su abdomen. Su mano izquierda cubrió la boca de su acompañante, un último tiro limpio que causaría la herida mortal, y volvió a encintar su revólver.

Lo que no esperaba era escuchar un sonido ahogado detrás de él, que lo obligó a cerrar los ojos y dejar escapar un suspiro largo y tendido, cargado de frustración. Si no estaba esperando aquello, mucho menos esperaba encontrarse con un par de ojos azules con los que se había topado hace un rato.

—¿Nunca te han dicho que no debes meterte en donde no te llaman, Kurt?


Chan, chan, chaaaaaaaaan.

Me gustan las flores, pero a veces que te lancen tomates es necesario, aunque dejen manchas asquerosas en la ropa. Toda crítica constructiva es válida... Y nos vemos en el siguiente capítulo. Gracias por llegar hasta aquí.