Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenecen, son ambos propiedad de la historia "Shokugeki no Soma", escrita por Yūto Tsukuda e ilustrada por Shun Saeki.
-Ah, ha sido un viaje complicado…
Se decía Megumi Tadokoro, mientras bajaba su última valija hasta la sala de su nuevo hogar. Estaba feliz y algo triste también por haberse marchado de su pueblo, pero sus padres la habían alentado a abrir su propio local allí en Tokyo. Además, tenía muchos senseis y senpais ayudándola y apoyándola, toda la gente que la había conocido en Tootsuki estaba de acuerdo en que un local abierto por Tadokoro sería un tibio y espléndido regalo a la ciudad y sus habitantes. Además, allí también podría visitar a Soma. Se había instalado en el local principal junto a su flamante esposa, Erina Nakiri. Se lo recordaba a todo momento desde que llegó a la ciudad. Tenía muchas ansias de verlos. Bueno, más bien de verlo.
Había sido sorpresivo cuando Erina lo invitó a salir, y aún más cuando anunciaron que se casarían el día de la graduación. Todos estallaron en gritos y felicitaciones, y hubo una fiesta enorme donde toda los de la Estrella Polar celebraban no solo la graduación, sino también el casamiento. A Megumi le cayó como un balde de agua fría. En aquél momento la algarabía y felicidad de haber concretado sus estudios había disfrazado la piedra que se le cayó en el corazón. Pero con el tiempo y la madurez que requirió empezar su vida profesional, pudo darse cuenta del mal trago que era todo aquello. Se sentía incompetente y estúpida por no haber hecho nada al respecto en su momento, era obvio que estaba enamorada de Yukihira. Pero comprendía que, aunque le doliese, así eran las cosas. Quería mucho a Erina como para guardarle rencor. Y no serviría de nada odiarlos u odiarse a sí misma por el resto de su vida.
Las maletas las dejó en su cuarto y ocupó el resto de la tarde en indicar donde iría su indumentaria, colocar las mesas, limpiar el piso y ordenar la cocina. Era un local de dos pisos en donde la parte superior haría de hogar y la inferior de tienda. Era amplio, pero no muy pomposo, quería un ambiente familiar donde se respirase la fragancia de comida hogareña y reflejara paz y tranquilidad. Ese era el lugar que había soñado y esperaba lograr.
Ya entrada la noche lo dejó todo para terminar al siguiente día, los chicos que había contratado llegarían al día siguiente, así que solo subió a relajarse y darse un baño. Eran las 8 de la noche cuando sonó su celular.
-¿Tadokoro? –una voz familiar sonó con la alegría y sencillez de siempre.
-Hola, Soma-kun –Megumi se sonrió a sí misma. Se había acordado de ella.
-Hoy llegaste por tu tienda ¿no?
-Si, mañana terminaré los últimos arreglos y es posible que para el martes ya sea abierta al público, haré un preestreno el lunes y están invitados –aquél día era viernes.
-Tu comida, hace tanto no la pruebo… Será divertido –Soma lanzó una risa.
-N-no creas que esta mala, lo haré con mi mejor esfuerzo… -
-Lo sé –su voz se calmó un poco, confiado- Sé que lo harás, siempre lo haces, Tadokoro.
-Gracias… -la joven se sonrojó un poco.
-¿Quieres venir a cenar aquí hoy? Te reservaré una mesa.
-Yo… -vaciló un poco, pensaba cenar ligero y luego meterse a la cama, pero comer de nuevo algún platillo del chico la tentaba- Esta bien, ¿tengo que ir elegante o algo? –seguramente sería un lugar refinado si la dueña era una Nakiri.
-Oh, diría que sí, al menos la mayoría de clientes viene formal… -su voz sonó desinteresada en esos asuntos de etiqueta.
-Bueno, llegaré a eso de las 8 y media…
-Genial –su voz se animó de vuelta- Será genial verte de nuevo, ya mismo te guardo una mesa, nos vemos, me llaman de la cocina –y colgó.
Megumi volvió a suspirar, mirando el aparato con anhelo. Luego se apresuró a buscar algo elegante. Tenía un vestido azul no muy largo, de la boda de una amiga. Junto a unos pequeños tacones y peinando su cabello, dejándolo suelto, un ligero maquillaje para no desentonar y ya estaba lista, pidiendo un taxi. No era de las chicas que tardaban mucho en estar lista.
Al llegar al lugar, contuvo una exhalación de asombro, era impecable y elegante, con un estilo occidental y antiguo, como se esperaría de Nakiri. Avanzó un poco temblorosa hacia uno de los que atendían.
-Hola…. Eh, creo que tengo mesa reservada… -dijo titubeando.
-Claro señorita, ¿nombre?
-Tadokoro Megumi…
-Ah, señorita Tadokoro –el hombre sonrió sin siquiera terminar de ver la lista- sí, el señor Yukihira me dijo que vendría, pase por aquí –le indicó para que lo siguiera.
Avanzaron por entre las mesas llenas de gente en atuendos elegantes, charlando animadamente y disfrutando manjares que llenaban el ambiente de un delicioso aroma que hizo rugir el estómago de Megumi. Se preguntó hasta donde la llevaría cuando comenzaron a subir unos escalones, saliendo hacia la parte superior, la cual tenía las mesas bajo el cielo despejado. Anochecía y la luna iluminaba, redonda y llena.
Le guio hasta una mesa cercana al borde, desde allí se podía ver la ciudad extendiéndose más allá, con todas sus luces. La mesa, en cambio, recibía la luz de una bonita lámpara que decoraba el centro. Se sentó completamente ilusionada con lo bonito del lugar.
-Le avisare que ha llegado, él quiere tomar su orden personalmente –le alcanzó un menú y se retiró tras una leve inclinación de cabeza.
Megumi dio un vistazo a la carta. Estaba llena de recetas extravagantes y fascinantes, tal como esperaría de Soma.
- ¡Tadokoro! –la voz del joven la sorprendió un poco, haciendo rebotar la carta entre sus manos.
-So-soma-kun, por favor no hagas eso –lo miró con gesto de pánico.
-Perdóname, es que me alegra verte aquí, ha pasado un tiempo… -se rio él mientras se acercaba a darle un suave beso en la frente para tranquilizarle.
-Tienes razón… -la chica recobró la compostura y le sonrió a la vez, sonrojándose un poco. A pesar de todo, con el tiempo se habían vuelto íntimos amigos y de vez en cuando se mostraba así de dulce con ella- ¿Cómo has estado? ¿Qué tal el trabajo?
-Bueno, no tengo de que quejarme, supongo… -de repente ella notó que no se veía demasiado bien, su cabello había perdido el brillo y andaba peinado, sus movimientos también eran menos esporádicos que antes- Es un bonito lugar y mucha gente viene a probar la comida del famoso Yukihira… Por fin puedo demostrar de lo que estoy hecho.
-Me alegro tanto de que pudieras conseguirlo, yo también espero que me vaya bien aquí… -ella le indicó que se sentara.
-No puedo, tengo que volver pronto a la cocina –dijo con un dejo de cansancio- Pero apenas pueda dejar a alguien a cargo y termine tu platillo, vendré a tomar una copa contigo –le dio una brillante sonrisa- ¿Qué puedo servirte?
-Mmm… -una tenue sonrisa de nostalgia se asomó de sus labios- No lo sé, creo que con tal de comer una invención tuya estaría feliz… ¿Algo que me recomiendes?
Soma lo pensó un momento, pero enseguida con una sonrisa enorme se le ocurrió algo.
-Está bien, te traeré el especial de bienvenida –dijo en un tono juguetón, guiñándole un ojo.
-De acuerdo. Lo esperaré ansiosa –Megumi juntó las manos en ese gesto inocente y de ilusión que recordaba Soma con cariño.
Él dio un pequeño asentimiento antes de alejarse rumbo a la cocina con paso alegre.
La chica tenía el corazón agitado. Soma se veía tan guapo a pesar de todo, había olvidado lo que era estar a su lado y ver su gesto confiado en el rostro, su voz despreocupada y el cómo la trataba, aunque claramente… ella no debía pensar así. Debía… debía alejar esos deseos de una vez, concentrarse en otra cosa.
Pasó un buen rato esperando. Una media hora o tal vez un poco más, cuando finalmente apareció de vuelta su compañero. Un mozo a su lado traía un vino y un par de copas. Soma llevaba dos platos que emanaban calor y un aroma exquisito.
-¡Disculpa la espera! –anunció mientras ponía el platillo enfrente de ella. Se sirvió también el suyo y tomó asiento mientras el mozo descorchaba la botella y les servía el alcohol.
Tantas noches de fiesta en Estrella Polar habían hecho a Megumi y Soma increíblemente tolerante con el alcohol.
La joven fue la primera en probar un bocado. Era cerdo bañado en una salsa agridulce y relleno de lo que parecía ser queso gratinado con toques de cebolla y ají. No entendía como lograba una armonía y explosión de sabor tan curiosos como esos. Soma contempló su reacción de gozo, satisfecho.
-Esta… delicioso, como siempre, eres increíble Soma-kun –dijo cuándo se recompuso.
-Solo es un intercambio, también espero que me sorprendas con tu comida, Tadokoro.
-Te aseguro que sí, he puesto todos mis esfuerzos en hacer un menú que expresara lo que siento al cocinar… -la joven tenía los ojos brillantes, llenos de ilusión.
-…. –Soma suspiró, complacido, mientras acercaba un pedazo de su comida a la boca- Ah, Tadokoro…
- ¿Si?
-Estás hermosa en ese vestido
Megumi casi se atraganta con el comentario. Tuvo que disimular un poco su tos.
-Gra-gracias –respondió colorada, era tonto, pero la hacía muy feliz. Inconscientemente se había arreglado para agradarle.
-Solo es la verdad, tranquila –rio él- Erina siempre me pide que le haga un comentario, estoy algo acostumbrado…
Toda la ilusión se desinfló.
-¿Y cómo van las cosas con ella? –preguntó tratando de disimularlo de vuelta.
-Pues normal, bien –se encogió de hombros- Es una mujer correcta y todo eso… Solo que no la veo muy seguido, al parecer ser Nakiri es mucho más complicado de lo que creía, ¿sabes? –añadió con un tono algo sorprendido.
-Seguro que sí, y tu como Nakiri también debes volverte responsable, Soma-kun –lo aprendió la chica, degustando lentamente su plato
-¿Y tú? ¿Conociste a alguien interesante? –sonrió Soma, tratando de alejarse del tema.
-Pues no realmente, es decir, si hubo muchas propuestas, pero yo quería crear mi propio restaurante, no quería apegarme al proyecto de otra persona –ella habló como si casarse fuera algún tipo de negocio, desconcertándolo un poco.
-Ya veo –simplemente se rio- Ojalá te vaya bien, háblame más de tu proyecto –sonaba sinceramente interesado.
Pasaron el resto de la velada hablando de aquel proyecto, de sus compañeros y los distintos caminos que habían tomado, recetas nuevas que habían aprendido, trucos para evitar problemas en la cocina, anécdotas del trabajo de Soma, el como lo había pasado Megumi en su casa y la habían coreado en elogios por su meta cumplida. También recordaron como un par de viejos sus tiempos en Totsuki. Sus desventuras en el dormitorio Estrella Polar y su época de "revoltosos", sus enfrentamientos y peleas.
Finalmente se terminaron la botella de vino y el local estaba por cerrar.
-Me alegro de poder estar aquí hablando contigo de nuevo, Tadokoro. –finalmente se levantaron y dejaron limpiar su mesa mientras caminaban hasta la salida- ¿Quieres que te lleve?
- ¿Seguro? Yo puedo ir en taxi, no hay problema
-Vamos, no puedo dejarte ir sola en la noche –con una sonrisa- Los chicos me matarían si llegan a enterarse de algo así.
-Vale, bueno, te dejaré llevarme –se rio la chica, aceptando su brazo para que la llevara hasta el coche.
Fue un viaje corto y silencioso, porque Megumi dormitaba un poco. Era razonable, había estado todo el día trabajando en el lugar. Soma conocía el local, fue él quien se lo había recomendado, para estar más en contacto.
-Tadokoro, llegamos –la sacudió levemente, haciéndola abrir los ojos en un gesto medio perdido- Cielos, no quiero ni saber cómo hubieras llegado en taxi –bromeó.
La acompañó hasta la entrada, asegurándose de que no tambaleara.
-Bueno, nos vemos otro día entonces –Soma pasó una mano tras la nuca. Megumi se tallaba un ojo con una sonrisa vacilante.
-Sí, tengo aún bastante que hacer… -bostezó- Lo siento….
-No importa, tal vez venga a ayudar, si es que no tengo algún trabajo pendiente –con un gesto de pesadumbre, el chico suspiró.
-Oh, vamos Soma-kun, estarás bien, hemos pasado por cosas peores, ¿no? –Megumi llevó una mano a la mejilla de él, acariciándola en un gesto dulce y típico de ella.
Soma sonrió un poco más animado y se acercó a besarle de nuevo la frente, en forma de despedida. Ella retiró su mano y volvieron a distanciarse.
-¡Buenas noches, Tadokoro! –se alejó escaleras abajo.
-Buenas noches, Soma-kun –despidió ella, con un deje de tristeza en su mirada.
