Disclaimer: Los personajes aquí mencionados no son de mi propiedad, son de Marvel, Fox y demás anexados. Yo sólo los uso con fines de entretenimiento, nada lucrativo

Este fanfic va dedicado a Rosie-Lun por motivo de su cumpleaños (atrasado), querida, espero que me disculpes por el atraso pero que sea de tu agrado :3 Tenía pensado hacer OS pero he tenido problemillas que sólo me permitieron subir hoy el prologo de la historia. No desesperes que estoy trabajando en el resto del fic sólo que mi internet es lento, el punto es que lo hago de todo corazón


Prólogo

Los sonidos de sus risas inundaban el auto, su padre siempre había sido bromista y más cuando estaban en familia.

–¿Cómo no se cansan? Yo estoy muerta– dijo la madre de los pequeños a su esposo

–Son niños, hoy en día parece que los hacen con baterías solares– respondió riéndose al final por su comentario y arrancándole la misma risa a su mujer.

–¿Papá, podemos ir a comer una hamburguesa? – preguntó el gemelo mayor

–¡Pietro, acabas de comer! – exclamó su madre

–¿Ves? Te dije que diría que no– agregó la más pequeña de la familia

–¿Tú también, Wanda? Dios mío, comen como si nunca en su vida lo hicieran.

–Venga no seas exagerada, son niños y su metabolismo es rápido, especialmente el de Pietro– el aludido sonrió triunfante, Wanda también pero de forma un poco más tímida, su madre sólo negó con la cabeza y fulminó a su esposo con la mirada advirtiéndole con ése simple gesto que al llegar a casa no la pasaría bien.

Esperaban a que diera la luz verde para continuar su camino, arrancaron cuando cambió sin embargo en un abrir y cerrar de ojos un auto que se pasó el alto a exceso de velocidad impactó el auto de los Maximoff desviándolo del camino. El pobre vehículo rodó por la calle yéndose a estampar contra un poste.

–¡Qué horror, llamen a una ambulancia!– escuchó Wanda antes de caer inconsciente sobre el cuerpo de su hermano mayor por 11 minutos

Poco a poco sus ojitos se fueron abriendo y acostumbrándose de nuevo a la luz natural, estaba en un cuarto blanco recostada en una cama muy grande y que claramente no era la suya, el pitido constante de una máquina la hizo voltear y darse cuenta que estaba conectada a ella junto a varios cables haciéndola entrar en pánico.

–¡Quítenme esto, quiténmelo!– ella misma intentó hacerlo pero le dolió, se dio cuenta que estaban dentro de su brazito y punzaban de sólo moverlos, una enfermera la escuchó y entró rápidamente

–Tranquila nena, tranquila– decía la enfermera intentando calmar a la pequeña Wanda que lloraba y gritaba histérica

–¿Dónde estoy? ¿Dónde están mis papás? ¿Mi hermano? Quiero verlos.

–Claro pequeña, podrás verlos pero primero cálmate para que pueda llevarte con ellos.

–Quíteme esto por favor, me duele– pidió viendo la sonda donde bajaba el suero y el medicamento que le administraban pero aunque su dulce vocecita y sus ojos llorosos le rompieron el corazón a la mujer no podía cumplirle eso sin la autorización del médico

–Iré por el médico para buscar a tus papás y a tu hermano ¿Vale? Sólo dame tu nombre.

–Wanda… Wanda Maximoff– respondió haciéndose bolita en la cama

–Bien– con una sonrisa se retiró del cuarto para ir en busca de la familia de la pequeña.

Llegó a recepción pidiendo información del cuarto 367, su compañera le dijo que era la niña cuya familia fue impactada por otro auto a exceso de velocidad, recordó el caso porque fue muy sonado en el hospital.

–Entiendo… ¿Entonces toda su familia…?

–No, sólo ella y su hermano sobrevivieron. El pequeño se llama Pietro Django Maximoff y está en el cuarto 429.

–Gracias Martha, llama a servicios sociales por favor.

Con mucho cuidado bajaron a Wanda de la cama para pasarla a una silla de ruedas y llevarla a donde Pietro estaba. Caminaron por unos minutos hasta el cuarto 429

–Aquí es– le dijo a la pequeña llamando a la puerta –¿Pietro? Tienes una visita.

–¿Una visita? – preguntó curioso desde su cama

–Sí– abrió más la puerta dejando entrar la silla de ruedas, Pietro abrió los ojos como platos conteniendo las lágrimas

–¡Wanda!– emocionado bajó de la cama para correr y abrazarla, agradeció verla sólo con unos rasguños, heridas menores igual que él

–Pietro– le correspondió buscando sus protectores brazitos que siempre le proporcionaban seguridad cuando tenía miedo –Qué bueno que estás bien ¿Sabes si mamá y papá también están aquí o si están bien?– de repente el semblante de su hermano se volvió triste y decaído, confundiéndola, algo en su corazón le dijo que sus padres no se encontraban bien y él lo sabía así que le exigiría que le dijera todo –Pietro ¿Qué pasa? ¿Por qué no me contestas? Dime ¿Mamá y papá están bien?– preguntaba desesperada sacudiendo el brazo del niño que contenía el llanto que desde hacía días llevaba soltando sólo por no preocuparla

–Niños, ella es la señorita Peggy Carter, trabajadora social y quiere hablar con ustedes– la castaña de inmediato le preguntó si ella podía decirle dónde estaban sus padres, la mujer suspiró y contestó:

–Sí, pero necesito que te sientes ¿De acuerdo?– ambos niños subieron a la cama asistidos por la enfermera, Wanda aguardaba impaciente pero Pietro lucía enfadado mirando hacia otro lado

–Wanda ¿Sabes por qué estás aquí?

–Sí. Un sujeto golpeó el auto de papá y nos desmayamos.

–Bien, una ambulancia los trajo hasta acá para atender todas sus heridas. Increíblemente ustedes sólo tienen esos pocos rasguños pero… Tus papis no pasaron por lo mismo.

–¿Están muy graves? ¿Dónde están? Quiero verlos– aquí venía la parte más difícil, la trabajadora social miró a la enfermera, suspiró haciendo que la viera, Pietro por su lado cerraba sus puños y se mordía los labios, esas fueron las mismas preguntas que le hicieron antes de destruirle su mundo

–Ellos no pudieron lograrlo, murieron– soltó finalmente

La niña se quedó paralizada, inmóvil con la boca levemente abierta, Pietro rompió a llorar nuevamente y entonces sintió cómo algo dentro de ella se desmoronaba a trozos pequeños.

Las mujeres se preocuparon por el estado catatónico en el que empezaba a entrar y llamaron a los pediatras por si pasaba cualquier cosa, decirle a un pequeño que sus padres murieron jamás había sido sencillo aunque fuera un trabajo rutinario y constante.

Finalmente entró en sí soltando un profundo y desgarrador gritó que estremeció la piel de todos los presentes -incluyendo a su hermano- y luego se abrazó al mayor

–¡No, no! Mamá, papá, ellos no pueden estar muertos… Pietro no pueden estar muertos, no pueden, no pueden ¡no pueden!– se repetía una y otra vez removiendo el interior del personal

–Lo sé Wanda, lo sé, yo tampoco lo quiero creer.

–Lo lamento mucho, pequeños.

–¿Está segura? Quizá se equivocaron, debe haber un error.

–Me temo que no, linda. Los médicos nos confirmaron sus decesos, en verdad lo lamento.

–¿Lo siente? Eso no es suficiente ¿Dónde vamos a vivir ahora? No tenemos dinero ni más familiares.

–Yo me encargaré de eso, ustedes no se preocupen. Con permiso– dicho esto se levantó de la silla marchándose para dejar a los gemelos solos y procesar su pérdida.

Pasaron unos días, los niños fueron dados de alta y llevados a un albergue infantil donde más niños sin papás convivían entre ellos. Fueron recibidos sin problemas esperando que el ambiente infantil los ayudara con su duelo pero se volvieron herméticos, en especial ella. Al principio ninguno de los dos querían jugar ni compartir con nadie más que con ellos, no hablaban más que con los profesores y directivos y siempre se encontraban apartados de los demás.

En la primera noche hubo un problema más, los niños tenían sus cuartos en una zona del albergue y las niñas en otro lado, cuando se les dio las indicaciones de irse a dormir Wanda se negó a dejar a su hermano, tenía miedo que los separaran definitivamente si no estaban juntos o que les hicieran algún daño volviendo la hora de ir a la cama muy complicada.

Todos los días era igual, luego de llevarla a su cama se quedaba llorando en silencio abrazando a su conejito de peluche, juguete que lograron rescatar del lugar del accidente y que la trabajadora social le devolvió una vez que lo lavó.

–Mamá, papá. Los extrañamos mucho– susurró antes de caer rendida a los brazos de Morfeo.

Los años pasaron hasta que cumplieron doce, ambos iban y venían de hogares temporales por mala conducta, por sospecha de que sufrieran una enfermedad mental debido al trauma o porque simplemente los responsables no se sentían cómodos con ellos, así debía ser hasta que una familia o pareja se interesara en ellos y los adoptara pero eso no sucedía, Pietro sí pasaba la entrevista pero Wanda no y al albergue no le parecía justo separar a los gemelos después de tanto dolor.

Jugaban la mayor parte del día entre ellos, en su propio mundo, Pietro podía tener "amigos" pero nada sustituía estar con su hermana once minutos menor.

Un día rumores de que el orfanato fue amenazado en cerrar por falta de pago al uso de suelo comenzaron a correr poniendo nerviosa a la castaña, no querían separarse así que planearon huir. Quedaron de verse en el comedor a la media noche para huir por la parte trasera del patio

–Todo listo– susurró Pietro acercándose a su hermana

–Bien, vamos– tomó su mochila y siguió a su hermano que tenía mejor vista que ella, la tomó de la mano para que no se perdiera o se tropezara y los atraparan. Llegaron a la puerta, el albino se encargó de quitar el seguro a la puerta, todo iba bien pero no contaron con que tenían sistema de seguridad, uno de los guardias los vio desde las cámaras llamando a sus compañeros y a la directora.

–¡Hey chicos! ¿A dónde creen que van?

–¡Demonios, nos han atrapado! – dijo Pietro que estaba trepando un árbol

–¡Vamos, date prisa!– trepó lo más rápido que pudo, al llegar a la copa giró para ayudar a Wanda

–Venga, dame la mano– ella extendió su brazo pero cuando estaba por alcanzar a su hermano el guardia la sujetó de la cintura y la bajó

–¡Pietro, ayúdame!

–Déjala en paz– de un saltó se lanzó sobre el hombre dando inicio a una pelea.

Pietro no era el mejor peleador pero en una de las casas temporales le enseñaron a defenderse en caso de emergencia y eso fue lo que hizo, una serie de golpes confundieron al pobre hombre que intentaba seguirle el paso pero no podía hasta que llegó la directora

–¡Señor Maximoff, suelte al guardia!– sin opción tuvo que obedecer acercándose a su hermana y tomándola de la mano –Llévenlos a mi oficina, ahora.

Dos guardias más llevaron a ambos chiquillos a la oficina de la Directora, los sentaron y le entregaron sus mochilas

–Parece que querían huir.

–Gracias Daimon, yo me encargo– los oficiales cerraron la puerta tras de sí dejándolos solos –Chicos… Desde que llegaron a mi albergue he sido muy tolerante con ustedes, muchos de mis muchachos pasaron los mismo que ustedes y me han dado la mitad de problemas de los que ustedes me causan. Creo que he sido muy paciente y les he dado muchas oportunidades para reformarse, esta ha sido la gota que derramó el vaso– acto seguido, tomó el teléfono y marcó a un número –Hola, me disculpo por la llamada a altas horas de la noche pero necesito el traslado de uno de mis chicos… Así es. – ambos gemelos se congelaron al oír la palabra traslado

–¡No! No van a separarnos, somos hermanos.

–Eso debió pensarlo mucho antes, señorita Maximoff. He hecho todo lo que ha estado a mi alcance para ayudarlos pero veo que no me lo permiten. Ustedes son el primer par de hermanos que las casas temporales me regresan en menos de un mes, no hablan con la psicóloga, en especial usted Wanda.

–¿¡Qué más puedo decir!? Ella ya sabe cómo me siento— se defendió

–Pues no me dejan opción– la puerta nuevamente se abrió, dos oficiales entraron, tomaron las cosas de Pietro y con cuidado lo llevaron afuera

–Esperen ¿Qué están haciendo?

–El señor Maximoff será trasladado a un albergue exclusivo para varones y usted se quedara aquí– respondió la directora Hill con serenidad

—¡No, no pueden hacer eso, no!— Wanda se puso de pie tan rápido como pudo para detener al guardia y quedarse con su hermano no obstante el otro oficial la detuvo sosteniéndola de la cintura —¡Pietro, Pietro!— el aludido estiraba su mano lo más que podía para alcanzar la de su gemela, manoteaba y pataleaba para soltarse y salir corriendo, escapar de ése lugar y salir de ahí, ya se las arreglarían solos afuera, no importaba cómo siempre que estuviera con su hermana.

—¡Wanda! Maldita sea suéltenme, déjenme ir, Wanda, no me sueltes, querida no me sueltes— apenas sus dedos se encontraron se afianzaron con fuerza —Mírame, nada nos va a separar, nada ¿Me oíste?

—No creo aguantar… ¡PIETRO!— gritó envuelta en llanto cuando sus fuerzas fallaron y soltaron la mano de su hermano mayor, el oficial seguía sosteniéndola así que no pudo hacer nada más que ver cómo luchaba porque no se lo llevaran. Wanda dejó caer su cabeza, el llanto aún era audible y aunque le destrozara el corazón, María Hill debía seguir firme

—Discúlpenme, pero no me dieron opción— intentó acariciarle la mejilla pero la chica se negó, la pelinegra entendió y pidió que la llevaran a su habitación para que descansara.