¡Hola! Aquí un nuevo fic y... nunca había usado a los 2p! so... tengo miedo del resultado.
Advertencias: USUK y 2p! USUK
Disclaimer: Hetalia y sus personajes son propiedad de Himaruya Hidekaz
- ¡Largo de aquí! –tomó lo primero que encontró a tientas en el velador y se lo aventó al chico que había venido a visitarlo- No quiero tu asquerosa lástima, Oliver, ¡LARGO!
El británico lo esquivó sin hacer mucho esfuerzo. Lo cierto es que conocía a ese tipo bastante bien…
- No es lástima –su característica sonrisa estaba al borde de desaparecer. ¿Podía ser más notorio el sonido de su corazón al quebrarse por oír esas palabras?- Sólo… -suspiró- quiero acompañarte y ayudar-
- Ni te atrevas a acabar esa maldita frase –su voz salía de entre sus dientes. Agachó el rostro aguantando la impotencia que sentía.- No necesito de tu maldita ayuda –levantó la vista con el odio centellando en sus ojos.- ¡Ni la tuya, ni la del maldito hijo de puta de Matt ni el de mis asquerosos y mal nacidos padres!
El americano cerró los puños arrugando las sábanas y el de ojos azules sólo se dignó a callarse y bajar la cabeza.
Llevaban en este maldito juego… ¿ya cuánto tiempo? No habrían pasado dos meses desde que diagnosticaron a Allen con una enfermedad que, si bien no estaba en un estado terminal, no tenía cura, marcaba su tiempo de vida y necesitaba tratamiento urgente.
Ese había sido el principio del fin.
No es como si el tipo problemático del que se había llegado a enamorar haya sido un amor antes de que todo esto pasara. Bueno, tal vez para él sí lo era… Mierda, ese no es el punto. Lo cierto es que ese comportamiento agresivo había empeorado con la llegada de esa noticia hasta el punto de encerrarse en su propio dolor y autocompasión… las cosas se habían puesto difíciles y si ya antes era bastante tedioso encontrar una oportunidad de conversar con él, ya toda chance de lograrlo se había esfumado.
Y eso le rompía el corazón.
Justo en el día que por fin se había decidido a expresarle lo que sentía, justo el día en que se había ofrecido a acompañarlo a aquella cita con el médico porque "un pajarillo" le contó acerca de los problemas de salud que tenía el mayor de los Jones… nada que ver con el stalkeo que había montado por varios meses, claro que no.
Bueno ¿y qué si lo hizo? De no haberse enterado, estaba seguro que ese cabeza dura lo habría enfrentado solo… y de eso no se hubiera perdonado nunca.
Ahora que lo pensaba, tal vez Allen tenía razón y sí era su culpa… tal vez no debió darle todos esos cupcakes o los dulces que terminaba dejando en sus casilleros, tal vez si él… rayos, no. Habría sido inevitable pero no negaba que hubiese sido feliz si al menos así el estadounidense liberase con él todo aquello que tenía encerrado en el pecho. Quería serle útil pero, como siempre le había repetido, sólo era un estorbo.
Siempre se iba del tema ¿era esa su culpa? Eh… bueno, volviendo a aquel día, el americano ni salió después de haber pasado por consulta, sólo lo derivaron a otro Servicio y la hospitalización se había dado en un par de horas… lindos beneficios de que tu familia tenga dinero ¿no? Da igual, eso le hacía feliz. Allen estaba seguro y ahora sólo faltaba llamar a sus padres y… wait ¿ellos lo conocían? De seguro Allen les debió hablar de… ah, ya. No, ellos no eran nada, por mucho que fantaseara con su lindo marido renegón, un par de niños parecidos a su padre y un tierno perrito llamado Lucky… eso sólo estaba en su cabeza –por ahora-.
Los Jones vinieron y el médico les había dado el reporte. "Vamos a descartar enfermedades" dijeron "será cuestión de días" dijeron… los días se tornaron semanas y esa semanas se convirtieron en un mes. El tiempo volaba y no había una respuesta… y, mientras un diagnóstico claro no aparecía, Allen comenzaba a encerrarse más y más.
¿Por qué él en todo el mundo? ¿Qué había hecho él aparte de sembrar el caos? Ya, bueno… tampoco es que hubiese hecho mucho, sólo dentro de lo "normal". Está bien, probablemente para Oliver Kirkland lo "normal" no calzara con lo Normal para la gente normal…
El castaño empezaba a ser más violento con cada visita. Pudo ver aquel miedo en el chico al que creyó inquebrantable, el terror a lo desconocido que empezaba a controlar su cuerpo, sus acciones y reacciones… y fue aún peor cuando le dijeron sobre aquella enfermedad. Vio claramente como el pánico a la muerte lo consumió y la negación se instauró a él poco a poco hasta llegar al estado de culpa, uno en el que culpaba a todo el mundo incluido padres y hermano.
El moreno mismo se había encargado de echar a base de insultos, objetos voladores y golpes a sus padres y a su hermano Matt reclamándoles a los primeros por ser responsables de haberle dado un ADN dañado, de hacerlo defectuoso y obligarlo a nacer con esa enfermedad a cuestas y al canadiense por tener un estado de salud perfecto, libre de la enfermedad que cargaría hasta el fin de sus días… y él no. El británico suponía que no era de extrañarse que, pasando los meses, los padres del chico y su hermano se hayan cansado de lidiar con el carácter del estadounidense por lo que ahora solo quedaba él quien aún tenía el deseo de acompañarlo…
No era masoquista, de eso estaba seguro… pero, a pesar de que cada palabra lo hiriera más y más cada vez, aunque no pudiese esquivar todos los objetos que le tirase o tuviese que recibir todo el odio contenido en aquel bribón, no podría separarse de él. Porque no era capaz de dejarle solo cargando con ese dolor…
Porque lo quería, le amaba, y eso era lo único importante ¿no?
No sintió cuando una pequeña lágrima cayó por su mejilla, tampoco sintió a la enfermera ingresando al cuarto y tomándolo por los hombros atrayéndolo hacia la salida antes que más objetos siguiesen cayendo sobre él. No había notado cuando se desconectó del mundo para encerrarse en sus propios pensamientos y fantasías tratando de evitar aquella realidad en la que al parecer, todo estaba perdido.
- ¿Se encuentra bien? –la muchacha lucía como una estudiante o recién egresada. Con una vida por delante, no como… - ¿Señor? ¿Puedo ayudarlo? Necesita algo de atención...–el inglés parpadeó un par de veces, sacando un pañuelo y limpiándose los rastros de sangre que caían de su nariz y labios por los golpes recibidos. No había sentido ninguno.
- No es necesario, cariño –sonrió como si nada hubiese pasado, abriendo las grietas de la herida en su labio haciendo que un hilillo rojo fluyera- Estoy acostumbrado a lidiar con él.
- Pero… –la chica dudaba viendo las condiciones del chico con cabello rosa frente a ella.- De verdad necesita asistencia.
- Sweetie, please –le guiñó un ojo mientras empezaba a codearla empujándole levemente en dirección a la habitación- ese muchacho necesita atención, no yo. Tal vez tú puedas hacer más de lo que pude hacer –y volvió a mostrarle una sonrisa dulce, haciendo que la chica exhalara con pesadez agachando la cabeza.
- Supongo que… -se giró en dirección del chico pero ya no había rastros de él.
Se maldijo por lo bajo antes de tomar algo de valor e ingresar al cuarto de uno de los pacientes más problemáticos del pabellón. No tenía mucha experiencia en esos casos pero, de alguna forma tenía que adquirirla ¿no?
…
El turno había estado tranquilo –si descartábamos aquel incidente en el horario de visitas-, la noche caía y el sonido de una camilla podía escucharse por el corredor.
- Otro ingreso –suspiró mientras se ponía de pie y se acercaba a su colega con el nuevo paciente.- Good evening, Alice
La rubia respondió el saludo mientras sacaba la historia clínica y brindaba los datos del paciente en el pequeño reporte.
- Americano ¿no? –su colega asintió.- Hay otro paciente con su misma nacionalidad aquí, puede que eso ayude a que ambos puedan sentirse cómodos.
- Probablemente lo haga –afirmó con la cabeza mientras sonreía ligeramente.- aunque debo advertirte que este chico tiene una voz bastante "especial". Y cierto miedo a las agujas… -puso las manos en su cintura.- no te imaginas la batalla que dio para canalizarse… -levantó una mano mientras ponía una cara de sufrimiento.- Mandó a volar a varios técnicos, enfermeros y médicos… -rodó los ojos pero prontamente la melancolía cruzó su rostro- A simple vista, no creerías que tiene razones de sobra para estar en este pabellón…
Ambas miraron al chico que dormía en la camilla. Hacía un puchero mientras se aferraba a la pequeña maleta que traía consigo.
- Créeme que hemos intentado pedir que la soltara por unos minutos –suspiró- pero ha sido imposible. Ni siquiera logró dejarla una vez sedado –exhaló pesadamente.
- ¿Y cómo…? –señaló la bata que vestía el chico.
- Ya sabes, cortesía de Brit –sonrió tiernamente- la jefa de enfermeras hace milagros. –fue a un extremo de la camilla mientras la chica más joven se aferraba al otro y comenzaron a caminar.
Ambas se dirigieron al cuarto doble únicamente ocupado por Allen Jones, llevando al nuevo paciente hacia el espacio libre, al fondo dando a la ventana. Prepararon las sábanas y colchas y, ni ellas saben cómo lo hicieron, lograron pasar al rubio hacia su nueva cama. Alistaron su nuevo velador e intentaron retirar la maleta que portaba para poder facilitar su descanso pero sus dedos se aferraban con bastante fuerza, como si protegiera algo demasiado valioso.
¿Qué podría ser tan importante para él como para aferrarse a ella como si de su vida se tratase? Trataron un par de veces más pero fracasaron rotundamente y decidieron no intentarlo para evitar despertar al otro ocupante de la habitación. Tal vez mañana encontrasen respuestas…
