"Prólogo"
Cuando el instituto Sweet Amoris abrió las puertas ante mí no pude quedar más satisfecha con la espléndida vista que me proporcionaba. Era una escuela hermosa, aquellos jardines tan verdosos y cuidados, el gran salón de deportes, las distintas aulas.
Después de recorrer la escuela fui a dirección, en donde conocí al delegado, un apuesto hombre aparentemente llamado Nathaniel, quien me indicó lo que tenía que realizar para acabar con mi solicitud de inscripción.
Y nada puede ser mejor. Por fin he logrado entrar a esta escuela, la mitad de mi sueño está cumplido.
La escuela de talentos Sweet Amoris es reconocida por hacer resplandecer a nuevas personas en el mundo del espectáculo. Cantantes, actores, famosos deportistas. Si quieres triunfar en este mundo, el estar en Sweet Amoris ya es tener la mitad del camino recorrido.
— ¿Hey, que te pasa tontita? ¿Qué no ves que acabas de chocar conmigo?
Salí de mis pensamientos y frente a mí se encontraba un chico de cabello rojo, su mirada me observaba, casi creí que moriría con tal intensidad por la cual me miraba. ¿Pero qué demonios es ese tono? ¡Soy una chica!
— ¿Y tú no ves que así no se le habla a una mujer?
Mi enfado al parecer le hizo sobresaltar, después soltó una carcajada que resonó por todo el pasillo.
—Pues creo que te confundí con un hombre, con esos pechos creo que cualquiera.
Indignada miré a mis pechos, bueno, es cierto que no tengo tantos, pero… ¿Para qué sirven? Yo creceré algún día y tendré unos grandes melones…
— ¿Serás idiota?
Y no noté que habíamos llamado tanto la atención como para que un circulito de personas nos rodeara. Bueno… quería causar una primera buena impresión pero creo que eso se ha ido al carajo gracias a este pelo de menstruación.
—Tal vez pero no más que tú.
Y no pude contenerme más. Me abalancé contra él y lo tomé del cuello de su chaqueta, el me miró con una ceja alzada retándome.
— ¡Eres un tonto!
Estuve dispuesta a soltarle un bofetón pero me lo pensé mejor, no era buena idea el que me expulsaran el primer día de clases, mucho menos en la escuela por la cual me esforcé tanto en entrar.
Alejé mis manos de su chaqueta y me giré, le regale una mirada de odio puro por encima de mis hombros y salí de aquel lugar.
Nunca me habían hecho enojar así, dios…
Entregué todo lo que me faltaba para mi formulario justo antes de acabar el día, y cuando estaba dispuesta a regresar a casa Nathaniel me detuvo.
—Kaoru, creo que no es bueno el que te juntes con personas como Castiel. —Le miré perdida, no entendía ni una gota de lo que hablaba. — Castiel es el de pelo rojo.
Ah. Comprendo. ¿El pelo de menstruación verdad?
—Realmente no estoy interesada en juntarme con gente como el, la escenita que hicimos está tarde es la única que realizaremos hasta que finalice mis estudios en este lugar. —digo rápidamente a lo cual Nathaniel me sonríe.
—Es un alivio. El que seas una persona decente y con algo de racionalidad me agrada.
Y mi deseo de salir rápidamente de aquel lugar para irme a casa se disipó, en vez de eso me senté en una silla que había por ahí y comencé a platicar con Nathaniel. Él era una persona agradable, te hacía sentir una paz reconfortante.
— ¿Y tú por qué estás aquí Nathaniel?—Pregunto y él se sienta a mi lado, dándose un respiro con todo el papeleo que hasta segundos antes estaba realizando.
—Por mi padre. Él quiere que me dedique a una profesión de este mundo.
— ¿Por tu padre? ¿Entonces tú no quieres?
En sus ojos pude ver un atisbo de duda ante su respuesta. Después me sonrió con timidez.
—No. Prefiero algo con más estudios…
— ¡Venga! ¡Entonces hazlo! Es tu sueño.
—No… Creo que está bien el camino que estoy tomando, quiero que mi familia se sienta orgullosa de mí.
Y repentinamente miré con ojos de admiración a Nathaniel. Él estaba haciendo lo que yo no pude realizar. Yo había decepcionado a mis padres con mi elección, y eso era de lo único que me arrepentía, pero para eso trabajaría duro, les demostrare que puedo brillar, que puedo hacerme un camino por mí misma.
—Eres increíble…—Suspiro y el me mira sonriente.
— ¿y tú? ¿Qué quieres realizar Kaoru?
—Quiero ser cantante. El cantar lo es todo para mí… y me gustaría vivir de ello.
—Espero alguna vez poder escucharte cantar, Kaoru.
Y ante eso él se propuso a encaminarme a casa ya que se había hecho tarde. En el camino seguimos platicando de cualquier cosa que cruzara por nuestras mentes, y cuando visualice mi departamento me despedí de el con un beso en la mejilla que al parecer le hizo sorprender.
Al entrar en mi departamento miré a mí alrededor. Todo estaba silencioso, sin una persona más que yo, sin mis padres, sin Viktor.
Y cierto, no estaba aquí para conseguir algún novio que me hiciese sentir menos sola, el vacío que había dejado Viktor en mi corazón al encontrarlo engañándome con mi mejor amiga no era capaz de reponerse. Era una herida que aun en la actualidad ardía.
Me deje caer al suelo apoyando mi espalda contra la puerta, y lloré. Lloré por la gran soledad que sentía en este momento. Derramé todas las lágrimas que me había negado por halla en Francia. Lloré por Viktor, por mis padres.
Y cuando menos lo esperé me quede sumergida en los brazos de Morfeo.
Ahora lo haría bien. Ya no sería la misma y tonta Kaoru.
