¡Hola! ¿Quién creen que regresó con una historia relativamente larga? Esta historia está contada en Partes, y esas partes están separadas en capítulos, entonces lo que van a leer ahora serán los capítulos de la primera parte. Conforme avance la historia cambiaré el resumen y puede que el ranking de la historia.
Nota: Lo que está en italicas son pensamientos, recuerdos o nombres de lugares. Los saltos de espacio son :o:.:O:.:o:. y ya. Disfruten.
Disclaimer: Ni Bleach ni sus personajes me pertenecen, pertenecen a Tite Kubo. Yo solo los uso para satisfacer mi imaginación.
-Primera Parte-
-Capitulo Primero-
Ulquiorra estaba sentado en la terraza de La Fortaleza viendo a la nada; estaba recostado en una de las sillas de paja tejida del desayunador y disfrutaba del silencio mientras esperaba pacientemente su turno para internarse en el bosque. La tarde era fresca y el viento soplaba frio sobre su piel pero solo llevaba puesta una camiseta blanca, simple y desgastada hasta el punto de parecer vieja junto con un pantalón de algodón teñido de negro muy holgado y desgastado también.
Sus zapatos los había dejado en el piso alfombrado de la sala de estar de la planta baja junto con otros pares más que estaban ahí y que también esperaban por sus dueños; estaba descalzo y el frio del piso de concreto le enfriaba de más su pálida piel.
Estaban disfrutando de ese momento de silencio él y su alma, cosa que muy pocas veces podía hacer.
Aunque La Fortaleza era grande la mayoría de los cuartos de El Cielo y La Montaña estaban cerrados con llave, incluso los cuartos de La Pradera no estaban abiertos por completo aunque fuera el piso más habitado de los tres, a Ulquiorra le costaba encontrar un silencio como ese que estaba teniendo en ese momento.
Desde que sus prometidas se mudaron a La Fortaleza andaban junto a ellos, no se separaban para casi nada, todo bajo el pretexto de que tenían que conocerlos mejor. A Ulquiorra le parecía basura, muchas cosas le parecían basura; si Riruka quería llegar a "conocerlo" como ella decía, solo tendría que mantener la boca cerrada y observarlo en silencio, pero parecía que era algo imposible de hacer para ella o para alguna de sus primas. Cuando no estaba acosándolo con su continua charla basura estaba con sus primas, y ese era uno de esos momentos, así que solo se dedicaba a disfrutar el silencio que lo invadía y que era roto solo por los ruidos del bosque que se extendía frente a él.
Había pasado cerca de hora y media desde que los mellizos habían entrado al bosque, no era que le importara mucho el tiempo que se tardaran o el tiempo que él tardara cuando entrara ahí pero sabía que Riruka se pondría insoportable si llegaban tarde a la fiesta en The Hole, lugar al que por cierto, no podían ir por ser menores de edad pero que irían por tener dinero para sobornar a los cadeneros; así que él prefería evitar que Riruka hablara lo más que se pudiera.
La luna llena ya estaba empezando a notarse cuando vio salir a los mellizos del bosque bromeando de algo que él no alcanzaba a escuchar y que no le interesaba. Sabía que ellos tampoco querían ir a esa fiesta de disfraces pero por sugerencia de sus padres y una que otra amenaza terminaron aceptando a regañadientes y él tenía que ir con ellos.
Se levantó de su asiento con su clásica expresión neutra y empezó a descender por los escalones de concreto hacia el camino de tabique que conectaba la terraza con el lindero del bosque, cada paso hacia que sintiera el frio del piso en sus pies recordándole que estaba en otoño. Los mellizos se detuvieron frente a él al mismo tiempo, detestaba que lo hicieran y quizás por eso ellos lo hacían, estaban con la ropa manchada de sangre y una que otra rasgadura ahí donde estaba más desgastada, igual sus manos, pies y parte de su boca y cuello estaban ensangrentados. No dijo nada sobre su aspecto, solo se quedó en silencio mirándolos.
- No tardes – le dijo el mayor de los gemelos antes de que ellos empezaran a caminar nuevamente con dirección a la terraza donde seguramente ya había alguien del servicio esperándolos para atenderlos y que no mancharan las alfombras de la casa con sangre o tierra.
No asintió ni negó a lo que le dijo el mayor cuando le dirigió la palabra, solo siguió caminando hasta que el piso de tabiques se acabó y sus pies se encontraron con la tierra basta y firme. Tantos años recorriendo ese camino había hecho un sendero de tierra pulida aunque algunas piedras todavía seguían apareciendo y se clavaban en sus pies cuando no se fijaba.
Llegó hasta una cabaña vieja, con techo de palma vieja y remedada y paredes de madera tosca. Abrió la puerta y encontró el desastre que habían hecho los mellizos, ladeó la cabeza un poco y cerró la puerta tras él después de entrar.
.:o:.:O:.:o:.
Rukia estaba nerviosa, tanto que paseaba de lado a lado en su habitación como si fuese un animal enjaulado. Constantemente veía el reloj en la pantalla de su teléfono consultando la hora y luego veía el mensaje en el buzón de entrada:
De: Inoue
Fecha: 31 de octubre
Hora: 8:45pm
Mensaje: "Kuchiki-san te veo a las 10:30pm en la entrada, si no estás segura, no vamos. Besitos."
Volvió a ver el reloj viendo que solo habían pasado un par de minutos desde la última vez que lo había visto y lo dejó caer sobre su cama en el edredón de conejitos.
- Las 9:30 pm – dijo para sí después de deshacerse de su teléfono. Volteó a ver la máscara con plumas negras que descansaba en el tocador de su habitación junto con el maquillaje y las chucherías para el cabello, luego volteó a ver la puerta de su cuarto dudando entre si colocarle el seguro o desistir de la idea y de nuevo su mirada se volvió a posar sobre su máscara.
Le había preguntado a su tutor si podía ir a la inauguración del agujero y él, como todo adulto responsable a cargo de una menor de edad, se había negado con su clásico: - Es peligroso salir de noche, sabes que no me gusta que llegues tarde y no quiero que te pase nada, eres muy valiosa para mí- y luego la había abrazado protectoramente como hacía siempre que se tocaban esos temas.
Se mordió el labio.
Se acercó a la puerta y le colocó el seguro haciendo que sonara el resorte con un tic metálico – Lo siento, pero yo quiero saber qué se siente salir de noche – dijo para sí misma armándose de valor para hacer lo que iba a hacer esa noche.
Sus manos estaban temblando cuando se sentó en el tocador para empezar a maquillarse, miró su reflejo en el espejo, apretó los puños y respiró profundamente para relajarse; cuando sintió que ya no le temblaban las manos relajó los puños, le habían quedado marcadas las uñas en la palma de la mano.
Las miró detenidamente y sin parpadear por un momento hasta que le dolieron los ojos, parpadeó un par de veces y ya más relajada tomó el maquillaje en crema que había comprado en la tarde para dar la impresión de porcelana; con un aplicador de esponja se maquilló toda la cara y luego se delineó los ojos aunque fuera a usar mascara, pensó que sería tonto andar por la calle con media cara pintada y no se iba a poner la máscara antes de llegar al lugar.
Al final se coloreó los labios de un rojo carmín intenso, como el color de la sangre fresca y se trazó varias líneas con delineador líquido sobre una de las comisuras de su boca para dar la impresión de que la porcelana estaba agrietada; se miró de nuevo en el espejo cuando acabó de maquillarse el rostro y el cuello, le gustaba el contraste del rojo sobre el blanco y el efecto de las líneas negras.
Recogió su cabello en un moño caído que adornó con el tocado de plumas y pajaritos pequeños que iba incluido con su vestido, el mayor reto que tuvo en ese momento fue hacer que el mechón rebelde que caía en su frente se domara hacía un lado.
Su tutor tenía una manía con eso de no salir de noche, y era que nunca lo hacía a menos que fuera de vital importancia, siempre se la pasaba en el trabajo o en su despacho pero nunca salía de noche.
Rukia recordaba que cuando era pequeña él pasaba mucho tiempo con ella, la llevaba al parque y le compraba dulces pero siempre de día, no recordaba haber salido de día de campo y quedarse a admirar la luna ni las estrellas en la noche, era deprimente.
A veces le gustaba subir a la azotea de su casa cuando había luna llena y estrellas, le gustaban los lugares altos porque le hacían pensar que estaría más cerca de las estrellas y que si llegaba muy alto podría incluso tocar una; sabía que era una bobería infantil pero le gustaba pensarlo.
Siempre que descubrían que se subía a la azotea la regañaban diciéndole que estar afuera de noche era peligroso y luego su tutor la volvía a abrazar de forma protectora, como si temiera perderla en ese momento.
Salir de noche se había vuelto una especie de prohibición, cada vez que la invitaban sus amigos al cine, a cenar o solo a pasar la noche en casa de su amiga ella decía que no podía ir, ni siquiera se tomaba la molestia de decir que lo pensaría o que preguntaría en su casa, sabía cuál sería la respuesta de su tutor – No.
Se levantó de la silla de su tocador y se puso con mucho cuidado el vestido victoriano violeta que había conseguido por internet y al cual había hecho algunas modificaciones para que pareciera más viejo y más gastado de lo que ya estaba, todo lo había hecho a altas horas de la madrugada para que no la descubrieran.
Se ató los listones del corsé lo mejor que pudo tratando de no enredarse con ellos, después se acercó a una percha y tomó una bolsa cruzada, metió ahí los zapatos de tacón victorianos que venían con el vestido junto con la máscara y su cartera. Tomó el celular y volvió a ver la hora antes de asomarse por la ventana considerando por milésima vez donde iba a poner los pies descalzos para no caerse de golpe al piso.
- Señorita – escuchó que llamaba a la puerta con suaves golpes una de las empleadas de la casa. Rukia se asustó y se separó de la ventana, las mariposas en su estómago estaban teniendo fiesta y las manos le empezaron a temblar de nuevo, maldijo mentalmente por eso; no podía dejar que entrara a la habitación y la viera así porque inmediatamente le diría a su tío y tampoco podía dejar que su voz la traicionara o seria el fin de todo.
- ¿Sí? – preguntó como si nada mientras se acercaba al otro lado de la puerta pero sin abrirla.
- Kouga-sama dice que lo disculpe, esta noche no podrá venir a verla, ¿desea algo en especial?
- Eh, no. Dile que está bien, que lo veo mañana en el desayuno. Gracias. Ahora si me disculpas, me voy a acostar, estoy agotada – le respondió deseando con toda el alma que le creyera y no hiciera preguntas.
- Esta bien señoría, tenga una buena noche.
Rukia se quedó en completo silencio para escuchar los pasos que se alejaban; cuando estuvo completamente segura de que no había nadie cerca apagó la luz de su cuarto y abrió la ventana para repasar nuevamente el plan de fuga mientras se sujetaba al marco.
A las 10:30pm se apagaron las luces exteriores de la casa y solo el patio frontal quedó iluminado tenuemente por la luz de la lámpara que se encontraba unos varios metros lejos en la calle.
Respiró profundo.
Se colgó la bolsa, comprobó que tenía lo que necesitaba y se sentó en el marco de la ventana con cuidado; sus pies descalzos quedaron colgando al vacío y sintió la adrenalina correr por sus venas.
Se giró sobre su cuerpo quedando apoyada sobre su vientre y afianzó su pie en una de las maderas donde se entrelazaban las enredaderas que adornaban la pared, escuchó su vestido frotarse contra las enredaderas y se paralizó esperando escuchar otro ruido pero no escuchó nada.
Colocó todo su peso en el pie que tenía asentado en las maderas y despacio colocó el otro pie. Su vestido seguía haciendo ruido al rozarse contra las enredaderas. Se sujetó con fuerza y empezó a bajar con cuidado, las astillas sueltas de la madera y los tallos de la planta le lastimaban las palmas de las manos y las plantas de los pies; tuvo que apretar los ojos y los dientes para no gritar de dolor.
Habían pasado varios minutos cuando terminó la tortura de bajar por las maderas de las enredaderas. Las manos y los pies le dolían y aunque no lo veía ella suponía que tenía las marcas rojas adornando esa parte de su cuerpo.
Las mariposas en su estómago estaban revoloteando arbitrariamente, no sabía si estar asustada o eufórica por lo que acababa de hacer, en vez de decidir cómo se sentía fijó su mirada en la bolsa, se la descolgó y sacó los zapatos, su antifaz y la cartera. Dejó la bolsa oculta entre los arbustos. Abrió la reja de su casa evitando que hiciera ruido y con la misma sutileza la volvió a cerrar.
Estaba hecho, estaba fuera de su casa.
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