Renuncia: todo a Yana Toboso.

Pareja: Ciel/Sebastian.

Notas: Fandom nuevo *corazón, corazón*. ¿Qué mejor manera que comenzar con una tragedia de estos dos? Y si, sobretodo con el tan ansiado momento de devorarse su alma (y escribir a Ciel narrando es la ley, dah).


(Al final, el amor que se tienen se basa en la tragedia.

y resulta casi ridículo verlos abrazarse entre la muerte,

siendo tan solo, el niño y el demonio,

dos cadáveres carcomidos).


Astra

(Estrella)

«Per aspera ad astra»


Llega ahora el momento en que mi sed de venganza logra ser saciada y por ende tu hambre renace con fervor. Incluso si el ritual no suena en tu canto malicioso, y mis llantos no son tan fuertes como tú seguramente lo has soñado en cada matanza, obedece y graba en mí el pacto doloroso que cierra mi pasado agridulce. Que aunque tú eres un demonio que me estremece y yo soy tu simple y corriente víctima, hasta el final me mirarás con esos ojos de humano en los que entre los dos construimos esta locura.

Mas deja de mirarme así, siervo, que a pesar de que eres el mal encarnado serás hasta mi último respiro mi fiel mayordomo.

Entonces...devórame.

Tómame, bebe de mi alma y cuéntame cuánto me detestas; que yo lo haré el doble. Mancha tus guantes con el rojo de mi lamento enfurecido y búrlate de mi piel podrida. Arrójate sobre mí, vamos, arrójate y con tus susurros cántame hasta que me duerma. Arrúllame como cada noche pero hazlo sin tus miradas de amor hacia mi rostro dormido; arrúllame sin ser esta vez mi siervo.

(Arrúllame y traba las puertas para que ninguno de los dos pueda escapar).

Llévame al infierno, siervo. Envuélveme con tu crueldad cínica. Destruye esta melomanía que ambos hemos creado y vuelve a aquella naturaleza que me hace temblar del horror.

Entonces yo reiré ante la humanidad que inconscientemente he creado en tus ojos y en tu corazón. Me reiré de tu constante amor hacia mí envuelto en tus alas de demonio. Yo te ordenaré entre gritos de espanto que tantees entre mis pulmones y mastiques mi carne; y así dejarás el alma –esa que tanto añoraste siempre– para el final y entre los dos lloraremos de alegría. Saborearás los deseos de mi venganza y mi satisfacción hacia la muerte.

Hazlo, devórame, que yo me reiré cuando vea que lo harás con amor.

No te enamores de mi piel, no sonrías de manera distinta a la de siempre ni me cures las heridas como si de un ángel se tratara. Tampoco me sucumbas a tus deseos de envolverme en tu propia oscuridad; no te atrevas a rozar mis labios con tal temor. No me ames, no te compadezcas. Ódiame. No te enamores de mi miseria ni tampoco endulces lo que no se puede endulzar. No me envuelvas entre tus brazos con tal cariño imaginario, no llores entre engaños. Ódiame, como yo lo hago hacia ti. No ames mis heridas ni tampoco desprecies mis pesadillas. No quieras curarme, no quieras ligar mi alma con la tuya.

(Solo debes devorarla. Hazlo de la manera más lenta posible).

No me salves, no me añores, no seques mis lágrimas ni te asomes a mis ojos para confirmar mi inexplicable cariño hacia ti. Es una orden.

Solo devórame.

...Pero hazlo con amor mientras lo haces, como si ésta fuera la última vez.

Sebastian.

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