Chloé estaba cómodamente recostada sobre la reposera, tomando sol. Cuando una sombra la cubrió. Frunció el ceño, al percatarse de que no era una fastidiosa nube, sino que era el molesto héroe gatuno.

Suspiró. ¡Oh, bueno! De seguro le iba a entregar su Miraculous, aunque no había oído un disturbio por la zona, de seguro necesitaban su ayuda.

Así que extendió su palma de su mano, esperando que se lo entregue. Esta vez, esperaba que no se lo lanzara como si fuera un juguete. Si, otra vez lo hacía y no lo atrapaba ¡Él lo iba a recoger!

—¿Qué esperas? —Preguntó impacientemente— Viniste a entregarme mi Miraculous ¿No es así?

Él negó con la cabeza.

—Entonces ¿Qué haces aqui? —Preguntó con desdén— ¿Dónde está mi Miraculous? —preguntó Chloé.

—Está guardado y yo...

—No me interesa. Si no viniste a entregarme mi Miraculous, puedes marcharte —le hizo un gesto con su mano, despotricó y volvió a recostarse como si nada.

—Vengo a enseñarte las palabras mágicas —Terminó de decir. Chloé alzó una ceja en señal de desconcierto.

—¿Qué? La única palabra mágica que necesito saber es transformación —espetó— Y ya la se, y sino la puedo usar porque no tienes mi Miraculous, te quiero fuera de mi vista.

Chat Noir supo que iba a ser difícil. Sin embargo no se iba a marchar, se plantó enfrente de ella y siguió haciéndole sombra. Chloé se irritó y con los puños fuertemente cerrados, le plantó cara.

—¡Vete, me haces sombra!

—¿Cuál es la palabra mágica?

—Transformación.

—No, no, no —moviendo su dedo índice como un metrónomo— Error, inténtalo otra vez. Empieza con "P"

—¡Transformación! —exclamó, otra vez sin importarle que no comience con esa inicial— Es la única que necesito y me interesa saber.

—Saber las palabras mágicas te hará mejor persona, mejor heroína —añadió en un intentó de entrara en razón.

—¡Yo solo quiero mi Miraculous! —Chilló— Y si tu no lo tienes, ¡Vete!

—¿No quieres demostrarle a Ladybug lo mejor persona que te has vuelto? —Preguntó— Saber las palabras mágicas es un buen comienzo ¡Y yo te las voy a enseñar! ¿Qué dices?

—¡No, no las necesito!

Entretanto, con su mano, le señalaba por donde podía largarse.