Los personajes son de Mizuki e Igarashi... yo me los cojo prestados para recrear golosuras sin ánimo de lucro.

A petición de las albertfans (y mía también, pa'qué me hago zonza) les ofrezco la versión corregida y aumentada de la locura golosa que escribí para Halloween. Ojalá sea de su agrado. Es del género sci-fi erótico, así que obviamente los hechos no corresponden a ninguna historia real (que yo sepa).

Se hace la advertencia de que el contenido erótico de este mini fic es MUY FUERTE, pero he hecho lo posible para que sea explícito sin caer en lo grotesco. Si este tipo de escenas no te gustan, te invito a no leer. Y si lees y te gusta, déjame un comentario. Gracias de cualquier forma.

Dedicado a mis amigolosas Friditas, Clau, Azu y Black Cat, que me defenderán de las hordas airadas, jajajaja...

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NOCHEVIEJA 1925

En un lujoso despacho ubicado en la penúltima planta del más moderno rascacielos de Chicago, con impresionantes vistas al lago Michigan, se está liquidando una misteriosa transacción comercial.

-Excelente, señor Pavlovski. Justo lo que queríamos. ¿Ha probado su eficacia?

-Sí, señores. Con animales y humanos. He estado siguiendo al pie de la letra las instrucciones que ustedes me indicaron y los apuntes que me proporcionaron. En el portafolios he puesto una muestra de la fórmula e instrucciones claras y precisas para una futura producción.

Los tres apuestos caballeros que presiden el despacho le extienden un maletín repleto de dinero y el visitante a su vez entrega el portafolios forrado de piel con el que había entrado en el edificio.

-Perfecto. Ahora tome el dinero, márchese y no diga una palabra a nadie, jamás. Estará siempre vigilado para evitar que hable, ¿comprende?- dispuso el más joven de ellos, un guapo muchacho de pelo rubio arenoso que aparenta de unos veintiocho años.

-Por supuesto, señor...

-Nuestros nombres no importan. Oficialmente usted nunca vino a este despacho, ni nos ha visto jamás, ¿de acuerdo?

-Entendido. Adiós, pues.

El siniestro hombre sale del despacho, y los jóvenes contemplan el contenido del maletín con una sonrisa perversa de satisfacción.

-Por fin. El día ha llegado…- dijo uno de ellos, el más apuesto y mayor en edad, pero aun joven. Un hombre muy atractivo ciertamente, pero que para desconcierto de su entorno social seguía soltero. Sin embargo, tenía sus razones para no casarse. De hecho, no lo hará jamás. Aun así, el futuro de su linaje está asegurado ya que él tiene una heredera y además sus sobrinos tienen descendencia.

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Días después, el viento silbaba con poderosa energía, como si tuviera vida propia y movía a su antojo las gruesas ramas de los árboles. La noche era tenebrosa, sin luna… y a pesar de todo alegre porque es Nochevieja.

La mansión Andrew en Lakewood resplandecía entre la negrura de la noche como una fascinante y a la vez tenebrosa fuente de luz. Terry Grandchester -conocido en el mundo del espectáculo como Terrence Baker- y su esposa Candy White-Andrew volvían a ella después de mucho tiempo a una lujosa fiesta de Nochevieja organizada por Annie y Archie Cornwell. Al matrimonio Grandchester no les gustó la idea, pues a Terry no le acaba de caer bien Archie y Candy aun guarda muchos recuerdos tristes de su vida en esa mansión: las muertes de Anthony, Stear y la tía Elroy eran los más dolorosos. Así pues, las cartas y las llamadas telefónicas se convirtieron en los únicos medios por los cuales Candy se comunicaba con Albert, Archie y Annie.

Para evitarse incomodidades, y por la carrera de Terry, los Grandchester habían decidido establecerse en Londres inmediatamente después de contraer matrimonio: así no tendrían que excusarse todo el tiempo por no ir a la casa que el único Cornwell superviviente había heredado. Pero ahora estaban viviendo temporalmente en Nueva York porque Terry había sido contratado para una temporada en Broadway tras su éxito en el West End londinense y no pudieron rechazar la invitación de los Cornwell.

-Terry, mi amor, yo no sé cómo puede Archie vivir en esa casa y aun organizar fiestas de Nochevieja con tantos recuerdos tristes. Tómame por rara, pero a mí me parece una falta de respeto por la tía abuela, Stear, Tony o Rosemary, que descansan a unos metros de la casa en el mausoleo familiar.

-Lo sé, pecosa, pero piensa que esto no es idea de Archibald, sino de Annie. Me da pena por él: se nota que no la ama, y la deja hacer lo que quiera para que no lo moleste mientras él es feliz en Chicago con los negocios y con…

Mejor se callaba, no sabía si Candy estaba enterada. Además él también tenía cola que le pisaran.

Porque Terry quería a Candy, de eso no había duda. Aunque su matrimonio aun no daba fruto después de cinco años casados, estaba a gusto con ella y era feliz. Pero también se aburría en la cama con su mujer. A pesar de que sus encuentros íntimos eran frecuentes, apasionados y tiernos, él deseaba hacer con ella aquellas sucias prácticas que conoció en un gira por París y a las que sabía que toda señora de alta sociedad se negaría en redondo. Siempre se decía a sí mismo que pronto se lo iba a proponer, pero nunca se acabó de decidir. Su indecisión fuera del mundo teatral era de sobra conocida. Incluso había perdido valiosos contratos por no acabar de decidirse a firmarlos.

Así que en vez de hablarlo con Candy para ver si podía complacerlo, en cuanto llegó él solo a Nueva York para ultimar los detalles de su gira americana se reencontró con su antigua colega Karen Kleiss, quien le hizo saber de una forma que no daba lugar a dudas el interés que tenía por meterse en su cama. Siempre había deseado al guapo castaño y no iba a desaprovechar su oportunidad, aunque no era nada discreta y pronto el affaire entre los dos actores de teatro del momento fue plato principal en los cotilleos sobre farándula. Cuando llegó Candy a Nueva York para alcanzar a su marido tuvo que soportar estoicamente las murmuraciones malintencionadas de media ciudad; mientras la carrera de Karen subía como la espuma gracias al romance clandestino.

La dulce voz de su mujer sacó de sus pensamientos al actor.

-Terry, Annie dice que Archie tiene otra mujer en Chicago… ¿Lo sabías? ¿La conoces?

-Así es, Candy. Se llama Laura y era secretaria en las oficinas de Chicago de tu familia. Albert todavía estaba en Brasil estudiando bichos del Amazonas cuando lo supe, así que cuando tu cuñado fue a Nueva York por negocios hablé con él, pensando en ti y en tu hermana, pero… Archie es feliz con ella y Annie ha aceptado el arreglo para salvar las apariencias y porque lo ama.

Si Archie mantiene a su querida en un encantador loft de Chicago; en Nueva York Terry tenía instalada a su amante, esa antigua compañera de trabajo de los primeros tiempos profesionales en la compañía Strattford. En la Gran Manzana, cerca de Broadway, el actor había adquirido un céntrico apartamento donde tenían lugar aquellos encuentros sexuales, que cada vez eran más frecuentes. Archie se lo echó en cara cuando discutieron sobre la infidelidad del elegante joven, por lo que al final ambos quedaron en no descubrirse más ante sus respectivas mujeres. Ese es el motivo real por el que no se soportan.

-Qué triste, Terry. Yo no sé si podría aceptar tal cosa, por eso trato de no despegarme de ti, bribón… ¡hay mucha pájara suelta! Me duele dejar mi trabajo en Londres, pero de verdad quise acompañarte esta vez. Además, tenía muchas ganas de ver a Annie y Archie.

Se lo dice mintiéndole. Candy sabe perfectamente con quién duerme su marido cuando se queda toda la noche "en el teatro", según él por cosas relacionadas con la compañía teatral. Karen es el motivo por el cual las faltas a casa de Terry en Nueva York son cada vez más frecuentes y gracias a los servicios de un detective privado la pobre de Eleonor Baker ya no tuvo que hacer malabares para excusar a su hijo ante su nuera a quien realmente apreciaba.

Pero, ¿qué podía hacer Candy? Así eran los hombres en aquella época, el mundo del espectáculo era tan proclive a las aventuras y ya podía agradecer que su marido en público la siguiera respetando, que fuese un marido considerado y que siguiera sintiendo deseo por ella. Pero estaba dolida: el hombre con quien se había casado ya no era su Terry, sino el reputado actor y director Terrence Baker, y le era totalmente desconocido. Lo seguía queriendo, era su marido y buen hombre, pero aquella flama de amor intenso se había diluido desde que supo de la historia con Karen.

o-o-o-o

El matrimonio llega a la entrada de la mansión Cornwell en Lakewood y mientras un mozo de la misma recoge el vehículo, la pareja anfitriona los recibe felices. Archie porque sinceramente se alegra de ver a la rubia y Annie porque se muere por presumirle a su hermana de crianza lo buena que es organizando fiestas y despilfarrando la fortuna de su familia.

La Britter sabe perfectamente por qué su marido tiene por amante a Laura: es muy parecida a Candy, su Gatita. Ojos verdes, pelo rubio… Annie aceptó hace mucho que su esposo nunca la va a amar, así que se consuela comprando a manos llenas y dando sorbos a escondidas a su botella de láudano. Su único hijo, el motivo de su apresurado matrimonio con Archibald, está interno en un exclusivo colegio suizo porque al ir creciendo le estorbaba a su madre en su vida social y además a ella le encantaba alardear ante sus amigas de tener al niño en un carísimo internado del frío país helvético.

En el salón de la mansión Terry y Candy se encontraron con una escena algo chocante: se trataba de una fiesta extraña y aburrida en la que hay pocos invitados. A Terry también le parece raro que sea el propio Archie quien esté sirviendo las bebidas a él, a Annie y a Candy habiendo tanta servidumbre, pero enseguida se olvida de ello cuando su hermosa mujer, vestida con un sencillo vestido corto de seda que la hace parecer una dama griega, le invita a bailar. Los bellos rizos naturales de la ojiverde, cortados a lo garçon según la moda de la época, reflejan sensuales destellos que enmarcan su dulce rostro.

La rubia sigue siendo preciosa y los años no han hecho más que aumentar su atractivo marcando sus hermosas curvas. Mientras bailan, al actor se le ocurren algunos calientes planes para disfrutar del cuerpo de su mujer cuando la fiesta haya terminado. A ver si ahora sí se anima a que le dé por atrás y berrea un poco, como Karen, toda una fiera en la cama.

Terminada la melodía, los Grandchester se dirigen hacia donde está el matrimonio Britter, quienes departen alegremente con algunos invitados.

-¿Dónde está Albert, Elegante? ¿No me digas que sigue con sus excentricidades de cuidar animales raros y todo eso?

Candy le dio un leve codazo a su marido porque estaba siendo muy imprudente. Archie detestaba ese mote y a la familia tampoco le agradaba que otros se rieran de las actividades de Albert en pro de la naturaleza. Impasible, Archibald responde al actor.

-No, Terrence, él está de viaje de negocios en Texas. Iba a venir hoy, pero tuvo que quedarse por el mal tiempo que hace allá. Tal vez llegue en dos o tres días.

-¿Y no crees que a su edad ya debería dejarse de locuras? A estas alturas ya lo hacía casado y con un montón de niños.

Candy está cada vez más apenada.

-¡Terry! Mi querido Bert no es ningún anciano. ¡Sólo tiene treinta y cinco años!

-En efecto, Terrence. Mi tío William es joven todavía, y pues la decisión de casarse creo que es algo que sólo a él corresponde. Si me disculpan...- Archie se retira de la pareja para atender a otros convidados, y porque sabe que si se queda más tiempo acabará liándose a puñetazos con el marido de su Gatita.

Pasada la incómoda charla, invitados y anfitrión vuelven a disfrutar de la fiesta. Poco a poco los escasos invitados se van retirando hasta que sólo quedan Terry, Candy, Annie y Archie. Pero el marido de Candy y la mujer de Archie se han quedado dormidos en la hermosa mesa del comedor, así que Archie dispone que sean llevados por la servidumbre a sus respectivas habitaciones. A Terry se le instalará en el que aun era el dormitorio de Candy.

-Oh, qué malos anfitriones somos, Candy, por favor dispénsanos. Creo que Annie ha trabajado con tanto ímpetu en la preparación de la fiesta que al final mira cómo quedó...

La rubia mira a su marido con pena. Se ve plácidamente dormido, parece agotado.

-Mi pobre Terry. Si yo le dije que era mala idea conducir desde Nueva York… Pudimos tomar el tren, pero él dijo que tenía que atender un asunto importante en Pittsburgh.

El "asunto importante" era, cómo no, Karen Kleiss; pues la actriz estaba de gira con su obra en aquella próspera ciudad industrial.

De repente, Archie toma la mano de Candy y le hace una curiosa propuesta.

-Gatita, ¿recuerdas que hace como quince años se hizo una fiesta en esta casa y te asustaste con el "fantasma"?

-Sí, Archie, y no fue gracioso en absoluto. Aunque Anthony me rescató después, pasé mucho miedo.

-¿Quieres que vayamos a comprobar que eso no existe, Gatita? ¿O aun eres una miedosa?

-Nada de eso, Archibald. Vamos allá y te demostraré que el gallina eres tú.

Después de ayudar a la servidumbre a acostar a Terry en su recámara, quitarle los zapatos y cambiarlo de ropa; Candy sale al pasillo donde Archie la está esperando impaciente.

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CONTINUARÁ...

©Eli_Andrew_Cornwell/Stear's_Girl/MorenetaC

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Sobre aviso no hay engaño, aunque empiece normalita, la historia es muy fuerte. Ya lo verán en el próximo capítulo.