~ Rashi Itami ~

"Untitled"

Caminaba por las frías y húmedas calles de Konoha camino a su casa. Había llovido durante todo el día, y las nubes aún no se dispersaban. De seguro seguiría lloviendo.

Hacía frío y no llevaba paraguas. Le suplicaba a Dios por que no lloviera, no por lo menos hasta que llegara a casa. Su aliento se podía ver en forma de vapor. Subió lo más que pudo el cierre de su chaqueta, que llegaba justo bajo su nariz, metió sus heladas manos en los bolsillos de ésta y caminó lo más rápido que pudo. Era un hecho el que le gustara el frío, pero no a tales extremos. Cerró sus ojos un instante para tratar de concentrarse en el camino que tenía por delante, fijó su vista en el suelo cubierto con grandes charcos de agua, después miró hacia el cielo, que aún continuaba cubierto de nubes rojizas por la lluvia. Hizo una mueca de disgusto cuando una solitaria gota de agua cayó sobre su frente. Su cara se contrajo en una cara de sorpresa.

– ¡No! Debo apresurarme, o quedaré completamente empapada. –Comenzó a correr en dirección a su casa, cuando de la nada comenzaba a llover ferozmente. – ¡Genial! –Su cabello ya estaba completamente mojado y las gotas comenzaban a escurrirse por su cara y cuello, si continuaba así, llegaría a su casa completamente estilando. Continuaba corriendo. –Bien… sólo dos calles y llego. –Pensaba viendo hacia el frente. Continuó corriendo lo más rápido que le permitían sus piernas.

Pero cuando faltaban tres casas para llegar a la suya un débil quejido llamó su atención. Se detuvo junto a un poste del alumbrado y busco con su mirada de donde venían aquellos débiles quejidos. Bajó su rostro para contemplar una pequeña caja sobre el suelo que transportaba un pequeño río debido a las lluvias. Se agachó para mover la tapa que la cubría, y se topó con unos grandes ojos amarillos que la miraban insistentes. ¡Era un mapache!

–Pero qué cosita más tierna. –Acercó su mano para acariciarle la cabeza. No dejaba de gimotear. –Debes estar muriéndote de frío y de hambre, chiquito. Ven, tienes suerte de que yo te encontrara. –Tomó al pequeño animal en sus brazos y lo llevó hasta su casa.

Una vez dentro de su morada dejó al pequeño animal en el suelo, mientras ella comenzaba a quitarse las vestimentas empapadas que llevaba puesta. Quedó solo con una delgada sudadera negra sin mangas y sus blancas pantaletas. Se acercó a su sala de estar y comenzó a encender la chimenea. Una vez encendida estrujó un poco su largo cabello y lo ató en una alta coleta.

–Bien, ahora voy a secarte un poco. –Dijo mirando al pequeño mapache que hurgueteaba por la sala olisqueando todo a su paso. Era bastante pequeño, al parecer un cachorro. Era extrañamente café y con grandes aureolas cubriendo sus ojos, las puntas de sus orejas tenían un leve color púrpura, bastante extraño para un mapache. –En todos mis años como veterinaria, es primera vez que veo un mapache como tú, chiquito. –Dijo cubriéndolo con una toalla. –Ahora… vamos a ver qué tengo en la cocina. –Le dedicó una sonrisa mientras lo cargaba. Una vez en la cocina comenzó a buscar por todas las estanterías que tenía, hasta que comenzó a sacar varios tipos de leches. –Veamos… primero tengo que examinarte. –Colocó la toalla con la que lo secó y la puso sobre la mesa, lo acostó sobre ella y comenzó a revisarlo. Era un macho y estaba bastante deshidratado ¡y más de tres semanas no tenía! –Pero quién te pudo haber tirado así de pequeño… –Su cara se entristeció, el pequeño mapache comenzó a revolverse entre sus manos y volvió a chillar. Hinata lo dejó un momento solo mientras le preparaba un poco de leche, una vez lista la dejó enfriar un poco para poder buscar una jeringa.

Cuando la encontró la tomó y absorbió un poco de leche en ésta, tomó al pequeño animal en sus manos, y comenzó a dársela. Era un hecho, estaba realmente hambriento. Se le encogió el corazón al verlo tragar de esa forma la leche. Mientras le daba ésta, pudo contemplar que ya poseía dientes firmes. Lo posó en el suelo y se dirigió hacia su nevera, tomó un poco de carne cruda, que guardaba para hacer su cena. Buscó un plato y un cuchillo, cortó en trozos pequeños la carne, dejándola en el plato. Lo tomó entre sus manos y lo posó en el suelo, justo al lado del mapache. Éste comenzó a acercarse temeroso al plato, pero una vez lo olió, se lanzó de lleno sobre él, devorando los pequeños trozos de carne que en éste se encontraban.

–Bien, creo que eso es suficiente. –Acarició la cabeza del pequeño animal y se puso de pie. –Creo que por fin encontré a mi compañero de hogar. –Rió serena. –Después de todo… me suponía que terminaría el resto de mi vida viviendo con un animal. –Volvió a reír, pero esta vez, con dolor.

Si bien nunca había logrado tener una relación sólida con nadie, siempre había tenido la esperanza de encontrar a alguien, pero conforme habían empezado a pasar los años, a sus ya veintisiete años, ya comenzaba a resignarse. Y ahí fue donde empezó a colarse la idea de terminar su vida junto a un animal. No es que no le gustara la idea, pero la idea de ser una solterona de por vida no era muy alentadora.

Y todo esto era por culpa de sus nervios. Si ya no lo era tanto como cuando era niña, no significara que lo hubiera superado. Había logrado dar grandes pasos en su vida. Estudió lo que su corazón le dijo, y no había elegido mal, tenía su propia casa, y era la dueña de su vida, por fin. Si bien dicho, le costó bastante rebelarse ante su padre, éste lo aceptó, a pesar de haber querido manejar cada respiro que ella diera, no lo consiguió, y ésta, al rebelarse ante él, aceptó que por fin había madurado.

Pero a pesar de todo eso, aún no lograba encontrar a su alma gemela. Más de una vez creyó encontrarlo… pero como pensó, sólo lo creyó. Además… se podría decir que su vida era cien por ciento su trabajo en el hospital veterinario de Konoha. No le gustaban mucho las fiestas ya que no bebía, y si llegaba a asistir a alguna, era porque alguno de sus amigos se lo pedía. De pronto, un sonido la sacó de sus pensamientos, era el teléfono de la casa. Corrió para poder contestar a tiempo.

–Diga. –Habló ella.

Hinata, soy Sakura. –Sonó del otro lado. Era su vieja amiga.

–Oh, hola Sakura-san. ¿Se te ofrece algo?

Amiga, en treinta minutos estaré en tu casa, necesito contarte algo muy, muy importante. –Hablaba realmente eufórica.

–Está bien, te estaré esperando.

Bien, hasta luego. –Colgó. Dejó el teléfono en su lugar y caminó hacia las escaleras.

¿Qué podría ser tan importante para venir casi a media noche? Se dirigió pensativa hasta el baño, se miró al espejo, y echó a correr el agua caliente de la ducha. Se terminó de desvestir y entró en la ducha. Dejó que el agua caliente la relajara. No tardó mucho, pero baya que le ayudaba darse una ducha de agua caliente. Ahora, se sentía completamente nueva, sentía un peso menos bajo sus hombros. Fue a su habitación y se vistió con su pijama. Sakura era de bastante confianza como para recibirla así. Se rió por lo bajo y recordó a la eufórica de su amiga. Y no pudo evitar recordad a su viejo amigo Naruto, el novio de ésta. Si bien estuvo casi toda su pre-adolescencia y parte de su adolescencia enamorada de él, ya lo había superado, después de todo, ella sabía que él siempre estuvo enamorado de su amiga Sakura.

Una vez lista bajó hasta la sala de estar, donde la chimenea aún flameaba imponente. Una pequeña figura la sacó de su fugaz pensamiento, sonrió con amor. El pequeño mapache dormía a los pies de la chimenea. No pudo evitar darle un vuelco el corazón. Aquella imagen era realmente encantadora. No pudo evitar acercarse a él, se sentó a su lado, junto a la chimenea, y acarició su dorso, el animal se estremeció y se dejó acariciar, Hinata rió y continuó acariciándolo, hasta que el timbre sonó.

–Esa debe ser Sakura-san. –Se levantó y caminó hacia la puerta de entrada, la abrió y una cabellera rosa saltó sobre ella.

– ¡Hinata! Por fin lo hizo, por fin lo hizo. – ¿Estaba llorando?

– ¿Qué sucede, Sakura-san? –Hinata simplemente no entendía

– ¡Naruto por fin me propuso matrimonio! –Sakura se apartó de ella y la tomó de los hombros. –Por fin se dignó a hacerlo. –Le guiñó un ojo mientras sacaba levemente su lengua.

–E-eso es maravilloso, Sakura-san. –Hinata estaba feliz por su amiga, además, ya era hora de que se lo pidiera después de ocho años de relación.

–Gracias, Hinata. Pero… hay algo que debo pedirte… –Juntó las palmas de sus manos elevándolas sobre su cabeza en un gesto de súplica.

– ¿Un favor? Sa-sabes que puedes pedirme lo q-que quieras, Sakura-san.

–Bien, te explicaré brevemente. Resulta que un buen amigo de Naruto estaba de paso por Konoha, y nos fue a visitar a casa… Y Naruto se aprovechó de su visita para proponerme matrimonio.

– ¿Y cuál es el p-problema, Sakura-san? –Definitivamente no entendía a dónde pretendía llegar su amiga.

–Pues… resulta que Naruto le pidió a su amigo que se quedara un par de días más en Konoha para poder celebrar el compromiso, pero… –Hinata ladeó su cabeza en señal de que seguía sin entender qué pretendía. –El pero, Hinata, es que te quería pedir si se puede quedar por estos días en tu casa. –Sakura volvió a juntar las palmas de sus manos levantándolas, en señal de súplica.

–P-pero Sa-Sakura-san, yo n-no lo conozco. –Hinata quería aceptar la petición de su amiga, pero no podía recibir a cualquier persona en su casa.

–Lo sé, Hinata, pero él es un muy buen amigo nuestro, y no es una mala persona, de hecho, te podría asegurar que es una de las mejores personas que Naruto me ha presentado.

–B-bueno… pero ¿c-cuándo esta-ría a-aquí? –Los nervios de Hinata comenzaban a hacerse visibles en su forma de hablar, sólo… no podía evitarlo.

–Oh, él está aquí. –Sakura sonrió alegremente y corrió hacia la salida de la casa. –Ven, Gaara, ella ha aceptado. –Y desde el otro lado de la pared que separaba su casa de la calle, apareció un hombre no mucho más alto que ella, de cabellos rojos y algo desordenados, una piel blanca y lisa, unos ojos verde agua demasiado profundos para su gusto rodeados por grandes ojeras, un pequeño detalle era que no tenía cejas y que poseía un tatuaje en su frente, justo arriba de su ojo izquierdo, pero no se veía mal, se podría decir que esos dos detalles lo hacían verse bastante atractivo. Hinata se sonrojó al percatarse que se había quedado escrutándolo con la mirada. –Hinata, él es nuestro amigo, su nombre es Gaara. Gaara, ella es nuestra amiga Hinata.

–Hola. –Su saludo fue cortamente serio, pero su voz aún así era serena.

–H-hola. –Saludó Hinata haciendo una rápida reverencia. Hasta que después de analizar la situación por una milésima de segundo, recordó que aún se encontraba en pijama. Automáticamente su rostro se sonrojó. Aún seguía inclinada en su reverencia, mas no podía alzar el rostro, simplemente no podía enderezarse ante tan vergonzosa situación. Una corriente de aire frío le hizo estremecerse notoriamente, Sakura no lo notó, ya que conocía las reacciones de su amiga, y ya les daba poca importancia. Pero no fue lo mismo para el pelirrojo que se encontraba exactamente frente a ella.

Rápidamente, Gaara bajó el cierre de su larga chaqueta, se la quitó de en cima y la colocó en la espalda de Hinata. Hinata, a su vez dio un respingo y se irguió de un solo salto, posó su mirada en la verde de él, mientras sus mejillas se encendían cada vez más.

Ajena a lo que se llevaba a cavo justo a su lado, sonrió. Sakura sonrió maliciosamente al ver cómo Hinata se sonrojaba ante la acción de Gaara. Pero, con un mayor motivo: jamás, en todos los años que conocía a Gaara lo había visto reaccionar de esa manera. Claro, él siempre –desde que le conocía- se comportaba amable con quien notoriamente lo necesitase, pero, ¡pero! Esto definitivamente se llevaba los galardones. ¿A caso Gaara le estaba coqueteando a su amiga? ¡Genial! Hinata era una magnífica persona, era buena, amable, y sumamente bondadosa. Mientras que Gaara era callado, caballeroso, educado y una buena persona. Mal… algo comenzaba a tejerse dentro de la cabeza de la mujer de cabellos rosados.

–Gracias –Hinata agradeció tal gesto al pelirrojo. –Pero… n-no era necesario, por f-favor, pasen. –Les invitó a pasar dentro de su humilde hogar.

Cuando se internaron en la oscura sala de estar, Hinata recordó que desde que llegó, las únicas luces que había encendido eran la de la cocina, la del cuarto de baño y su habitación, que obviamente, al terminar de ocuparlas las había apagado. Busco con su mirada el interruptor de las luces, y dio con el de la luz de lectura. Era una luz sumamente suave, que era apenas más fuerte que la luz de la chimenea. Iba a sacarse el abrigo que Gaara le había ofrecido, pero justo antes de quitárselo, un olor, un embriagante y ácido olor la embargó desde su nariz hasta el más lejano recóndito de su humanidad. Quedó completamente embelesada ante tan magnífico aroma, hasta que sintió dos pares de ojos verdes sobre ella. Se giró levemente para quedar frente a ellos y terminar de quitarse la gran chaqueta y extendérsela a su dueño, éste la recibió sin presentar cambios en su expresión, parecía un hombre realmente imperturbable, sin dudas, era completamente admirable.

–P-por favor, t-tomen asiento. Lamento si e-está desordenado, pero tuve… un contratiempo en el camino de v-vuelta –Su sonrojo volvía a hacerse presente, no soportaba la vergüenza de dar una impresión errada de cómo era ella realmente- ¿Gustan algo de beber?

–Yo quisiera un poco de jugo –Respondió automáticamente Sakura mientras que tomaba asiento junto a la chimenea en el centro de la sala de estar. Hinata asintió, dándole a entender que no había ningún problema, esta miró a Gaara para saber qué quería tomar.

–Lo mismo, si no es molestia. –Gaara había respondido cortésmente, mientras cerraba sus ojos. Hinata asintió regalándole una cálida sonrisa, mientras se dirigía hacia la cocina.

En la sala de estar, Sakura tenía una verdadera lucha interna con ella misma, para tratar de adivinar qué animal era el que estaba a sus pies, recibiendo el calor del fuego. Cada vez se acercaba mas al susodicho animal, era café. A simple vista parecía perfectamente un gato. Pero en su vida había visto un gato con esas características. Si bien ella era doctora, el hecho de que Hinata fuera veterinaria le había ayudado bastante a entender de animales, y definitivamente lo que estaba ante ella no era un gato. Levantó una de sus manos para acariciarle el lomo, sin embargo, justo cuando lo iba a tocar, el animal reaccionó rápidamente y salió corriendo asustado de donde se encontraba la peli-rosa. El animalito corría bastante rápido, y fácilmente se perdió de su vista. Desvió su mirada junto con su cabeza en la dirección en que el animal había escapado, pero cuando encontró al escurridizo animalito, este se encontraba entre los brazos de su amigo Gaara, quien lo miraba completamente extrañado mientras parpadeaba innumerables veces. Hinata quien recién salía de la cocina con una pequeña bandeja con dos vasos con jugo de durazno en ellos. No alcanzó a ver todo el alboroto que su amiga y su nueva mascota habían causado, sólo fue testigo de que su pequeño amiguito se encontraba en los fornidos brazos del pelirrojo que le ponía nerviosa.

–Oh, l-lo siento… –Se apresuró y dejó la pequeña bandeja sobre la mesa junto a ella. Se apresuró a llegar hacia el hombre de ojos color jade, que sostenían a su mascota aún no nombrada. Extendió sus delgadas manos hacia el animal y este saltó sin chistar hacia ellas. Hinata estrechó al pequeño animal contra su pecho, y este comenzó a caminar sobre el hasta posarse en su cuello- Lo lamento mucho, Gaara-kun, nunca pensé que reaccionaría de esa forma. –Hinata se dio vuelta para volver a coger la bandeja con los vasos para cada uno.

Pero, una vez más, las reacciones no pasaron desapercibidas por la peli-rosa, ella notó el leve –casi invisible- sonrojo que Gaara había tenido cuando el pequeño animar comenzó a caminar por los voluptuosos pechos de su amiga, definitivamente su yo interno estaba completamente excitado ante todo lo que estaba pasado. –Perfecto- Pensó. –Sin duda estos dos se ven lindos- Su mente divagaba hasta notar que Hinata le extendía su vaso con jugo. –Oh… gracias, Hinata. –Trató de sonreír disimuladamente con una gota de sudor cruzando un rincón de su rostro. –Por cierto, Hinata- La aludida volteó su rostro a ella mientras que se sentaba a su lado e invitaba a Gaara a sentarse en el sillón frente a ellas, con una de sus manos. -¿Qué animal es ese que tienes?

–Un mapache –Dijeron al unísono. Hinata volteó su mirada hacia Gaara súbitamente. ¿Cómo lo había reconocido tan fácilmente?

-Oh… lo lamento, Hinata, pero olvidé por completo mencionarte que Gaara es fotógrafo de fauna silvestre. –Hinata le miró con los ojos iluminados. Definitivamente ese hombre era extraordinario. –Y Gaara, Hinata es veterinaria, mejor dicho, la mejor que jamás he conocido. –El mencionado buscó su mirada con la suya propia, y nuevamente la contempló, sólo que esta vez, no pudo evitar estremecerse ante su iluminado rostro. – ¡Bien! Al parecer comparten una pasión, que son los animales. –Sakura sonrió ampliamente, para después beber algo de su jugo. – ¡Cielos, Hinata, jamás me cansaré de tus jugos con vitaminas y proteínas! –La aludida se sonrojó.

–G-gracias… Sakura-san –El sonrojo en sus mejillas aumentaba cada vez más. Gaara, al escuchar lo que su amiga había dicho, no dudó en probar aquel jugo que se encontraba en el vaso que reposaba en su mano. Dio un sorbo, luego un trago, y sin darse cuenta se había bebido todo el jugo. Quizá sonará exagerado, pero jamás había probado un jugo de esa índole, sin duda superaba a todos los que alguna vez probó, con creces.

-Gracias, estaba delicioso. –Cerró sus ojos mientras que se paraba para depositar el vaso ya vacío en la pequeña bandeja sobre la mesa. Luego se volvió al lugar donde descansaba.

-Oh, n-no hay de qué. –Y le volvió a sonreír sinceramente, definitivamente no podía existir hombre quien no se resistiera una sonrisa así. Así que prefirió guardar silencio, y miró secamente a su amiga a los ojos verdes que contemplaban la escena con malicia. Esta entendió la indirecta de inmediato.

–Verdad, Hinata. Cierto que dirás que si –Y nuevamente volvió juntar las palmas de sus manos mientras levantaba sus brazos sobre su cara. –Te lo pido sólo a ti porque eres mi mejor amiga, Hinata, y de verdad confío en Gaara. Sé que jamás te hará daño, ni siquiera lo notarás. –Hinata la miró, y luego miró al pelirrojo con ojos de jade, volvió a mirar a su amiga y asintió levemente.

–Está bien, Sakura-san, Gaara-kun parece una buena persona, y confío en ti. –Le sonrió ampliamente cerrando sus ojos, mientras inclinaba lentamente su cabeza.

Continuará…

Sin dudas… ahora si que me pasé o.o Creo que es primera vez que escribo tanto y tan seguido e.e Al principio tenía pensado hacer un one-shot… pero sin darme cuenta, sola me fui alargando. Ok… parece que tengo un complejo de no-sé-qué ._. Porque simplemente tengo que escribir hasta el más mínimo detalle de algo ;o; Y eso a la larga estresa… bastante! D: Pero bueno, conociéndome, los próximos capítulos no serán nada comparados con este, con a lo más una plana y media e_e Lo sé! Yo misma me diré mientras escriba –En el primer capítulo escribí casi cinco hojas… así que se conformen xD- Lo sé, soy un asco ._.

Son las 23:00 en punto, estoy enferma, semi-postrada en mi cama por culpa de un virus, no como hace tres días, estoy asquerosamente aburrida, extraño a mi pareja, no tengo Internet, y para más remate me quedé sin qué leer ;-; Estaba sobreviviendo al releer los primeros fanfics que se subieron, recordando antiguos años en los que esperaba semanas y meses por las continuaciones xD. No han cambiado muchas cosas con respecto a eso, pero en esos años –hablo de unos seis o siete años, mas o menos- no existía casi nada GaaHina! D:! Y el hecho de que subieran un fic, un fan art o cualquier cosa relacionada con ellos, era la sensación más que jamás podía sentir xDD. Ok, me puse a dar la lata, así que me despido xd.

Cuídense mucho! Y no se enfermen como yo e_e ¡AH! Y si quieren que lo continúe, por favor dejen un review ;-; Sino sentiré que la sangre que derramé al escribir no valió la pena ToT

PD.: Saludos a Pitukel, que quiero que continúe su doujinshi y su fic "Los planes de Temari". Porque quiero un erselente lemon xD Con amorsh mujer *-*