El dolor de cabeza se convierte en jaqueca, ahora, en esta blancura infinita, comienza a tomar forma de terrible migraña.
"Lucha, Guren. Deséame, alcánzame, anhela el poder para hacerlo. Si sigues sin deshacerte de tus debilidades, no tendremos el final feliz que me prometiste." Ecos de cuando Mahiru era humana, al menos todo lo que podía haber sido en sus circunstancias, y él podía soñar con salvarla, celebrarlo junto con sus amigos y un trozo de pastel. Mitiga el dolor.
Este deseo infantil, compartido con todas aquellas personas a las cuales el destino había decidido no otorgarles una vida ordinaria. Shinya, Mito, Goshi, Shigure, Sayuri, Mahiru, se le ocurre, por apenas un momento, Kureto. El amor pulcro transmuta en imágenes de él con Mahiru, consumando su amor, cegados por el placer y la lujuria. Es ahí cuando suelta un suspiro y trata de llamarla.
Una presencia negra, sin forma definida lo rodea. "Mírala, poderosa, arrogante, tratando de engañarte con sus ardides. Eso es un auténtico demonio, ¿verdad, Guren?. Pero tú lo sabes, acéptame y la expulsaremos. Juntos." El cálido abrazo de su amante en vida lo rodea, y un ligero beso en sus labios le devuelve a la claridad, de nuevo al espacio blanco e infinito. Sin rastro de la migraña. Sus labios se sienten bien, como un dulce brebaje o un delicioso veneno del cual sabe que no debe propasarse.
Sin embargo, Mahiru no le busca la ruina, podría haberlo hecho hace años más los dos prevalecen. Isolados, completamente solos en el remanso de paz que supone este lugar.
Los tres.
-Guren, los participantes de la reunión llegarán pronto. No quiero que padre realice preguntas sobre tu estado, hemos hecho un buen trabajo ocultando tu... situación. Aunque, entiendo que mi hermana te de problemas, es una Hiragi después de todo.
Kureto Hiragi, delante suyo, sentado con su porte arrogante, poderoso y noble. Le hubiera gustado añadir las palabras "genio" o "monstruo" pero se abstiene. Viva o muerta su hermanita siempre ha tenido la ventaja. A pesar de las apariencias, Hiragi Kureto es consciente de sus debilidades, puede confiar en el namanari, siempre que sea Ichinose.
Guren, con una sonrisa sincera le responde.
-Te lo diré una vez más, Mahiru esta bajo control. No me posee.
Hay un silencio, el poseedor de Raimeki lleva la mano a la empuñadura de su arma. Su subordinado siempre disfraza sus emociones, y por un momento teme que sea Mahiru la que esté hablando, de nuevo adelantándose a él. Recapacita, al fin y al cabo es posible que Guren afirme esto, ya que son la misma entidad, algo incapaz de ser separado. Aún así, algo lo inquieta.
Guren suspira, revisa sus informes, piensa en la cena que va a celebrar con su escuadrón y se siente genuinamente feliz por un instante. Hasta que vuelve a pensar en los dos. En los tres.
Los dirigentes de la armada entran en la sala.
