Justo cuando pensaba que las cosas entre ellos cambiarían, se rompía en miles de pedazos la vida que había construido a su lado. ¿Sería capaz de perdonar?
Perdón.
En sus manos temblorosas mantenía la fotografía que estaba a punto de caer de ellas. Una de sus manos subió a su boca para sofocar un gemido mientras lagrimas caían de manera suave por sus mejillas. No podía ser posible, su esposo no podía estar engañándola.
Pero si, ahí estaban las pruebas. Alguien (quien tenía intenciones de también hacerla sufrir) le había enviado en un sobre varias fotos de su esposo con otra mujer; se veían los dos muy cariñosos, ella recostada a su pecho y el… sonriendo, de una manera en la cual muy poco lo hacía ya con ella, con sus manos alrededor de la cintura de una desconocida para ella… las mismas manos que habían acariciado su rostro, las mismas manos en las cuales ella había puesto su vida desde hace mas de cinco años.
¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Cómo podía haber estado tan ciega para creer que el siempre la iba a amar? Ella todo lo hacía por él, así llegara tarde de su trabajo y totalmente cansada, le preparaba la cena, le daba masajes, le preguntaba cómo había estado su día y buscaba tener conversaciones con él para contarse todo lo que no se habían contado.
Sin embargo el nunca le respondía y de cierta manera, su vida llegó a un callejón sin salida, al igual que sus sentimientos por él.
-No puede ser…- Su cerebro se negaba a procesar la imagen. Quería saber en qué momento él dejo de quererla. Y la única manera de saberlo, era preguntándole a él.
Sentada en la cama en la recamara de ambos, –la cual ahora miraba y sentía arcadas- escuchó el auto de él estacionarse en el garaje de la casa, había llegado después de un día de "trabajo", ella ya no creía mucho en esa teoría.
Se quedó sentada con el sobre y las fotografías dentro de él en sus manos, esperando que él subiera y le dijera nada, como todas las tardes. Cuando él entró a la habitación la vio, esbozando una sonrisa se acercó a ella, la cual mantenía sus dientes fuertemente apretados y él, al acercarse, notó lo tensa que estaba.
Levanto una de sus manos para colocarla en su hombro pero ella se movió con recelo, dirigiéndole una mirada fría a la cual él se paralizó y como un mal presentimiento, sintió un temblor que recorría desde su brazo hasta sus pies.
-¿Ocurre algo Kagome?- le preguntó de manera aprehensiva. Que no sea lo que estoy pe…
-Llegó esto…- le dijo ella extendiendo el sobre. Lo tomó de manera muy lenta, abriéndolo y vaciando su contenido en su mano izquierda. Habían cinco fotografías y una nota: "Al parecer, ya no eres suficiente para él". Maldición. Si era lo que él estaba pensando.
-Esto no… puedo explicarlo Kagome.- Dijo sin quitar la vista de las fotografías mientras sentía su rabia en aumento, una con un beso, abrazando a la mujer, ella diciéndole algo en el oído y el riendo. Él sabía que esta mujer haría algo así, le había dicho hace dos semanas que la quería fuera de su vida. Él no quería perder a Kagome por una aventura como ella. Kagome valía mucho para él, era el amor de su vida. Tsubaki no valía nada.
-¿Cuándo dejaste de sentir por mi ese amor que decías era eterno?- le soltó de sopetón. Ahí estaba la pregunta que tenia atorada en su garganta. Sintió como una lagrima escapaba de su ojo derecho y rápidamente la limpio con fuerza.
-Jamás he dejado de amarte, no lo haría nunca.- dijo tratando de acercarse, pero ella levanto sus manos deteniéndolo, no quería que se le acercara.
-No mientas Inuyasha…- dijo sin poder aguantar un sollozo que salió demasiado doloroso y fuerte de su garganta. Vio la expresión de él, vio que en sus ojos dorados había dolor, sin embargo el veía en los ojos chocolate de Kagome decepción, tristeza, amargura y desprecio.
-No estoy…
-No te creo… eres un mentiroso, me has estado mintiendo quién sabe por cuánto tiempo…- su ira iba en aumento.- Yo me he dedicado en este matrimonio a hacerte feliz, a cumplirte, a ser una buena esposa y tu… tu…- ya no aguató más, el dolor era demasiado. Su llanto se dejó escuchar en la habitación e Inuyasha sólo la observaba con dolor y con ira, rabia contra él mismo.
Ella cayó sentada en el taburete que estaba al lado de la ventana, un mareo cegó su visión por un tiempo y creyó que se desmayaría.
-Kagome… déjame explicarte. Ella no significa nada en mi vida… te lo juro. Yo la dejé y ahora ella te envía estas fotos para separarnos y…
-Tú nos separaste, tú te metiste con ella.- levantó su vista y la fijó en sus ojos. El nunca había visto esa mirada en ella, Kagome era, ES, dulce, atenta, amable, un poco quisquillosa y terca. Pero ahora la había herido, la había traicionado y sabía que con esto la perdería.
-No quiero perderte, te amo más que a mi vida y…-
-No te creo. CÁLLATE. NO TE CREO.- Debía calmarse, sentía de nuevo como se mareaba e Inuyasha vio lo pálida que de repente estaba y corrió a ayudarla. Ella rápidamente lo alejó levantándose y caminando rápidamente hasta el otro extremo de la habitación. – Perdóname…
-¿Perdón…? – estaba confundido, era él quien debería estar rogando de rodillas su perdón.
-Perdón por… haber confiado en ti, por haber pensado que esto sería eterno. Por haber pensado que te conocía lo suficiente y por creer que me amarías con la misma intensidad en la que yo te amo.- estaba desecha, cansada, había llorado demasiado y solo quería alejarse de él.
-Kagome… por favor, no hagas eso. Perdóname tu a mí, necesito que me escuches, déjame explicarte…- esperó y ella no dijo nada, así que siguió hablando.- Esa mujer, la conocí hace tres meses, en una conferencia del trabajo.- Estaba tratando de hablar, pero escucharla llorar suavemente no le ayudaba, la ayudó a sentarse nuevamente y se arrodilló a sus pies.- No diré que no quise que esto pasara… tampoco me defenderé diciendo que fue un desliz, pero Kagome… yo te amo, no quiero perderte. Mírame…- tomo con una de sus manos su mentón obligándola a verlo a los ojos, poco a poco ella estaba dejando de llorar.- Estoy arrepentido… hace dos semanas le dije que no quería verla más nunca, que desapareciera, porque no quiero que lo nuestro matrimonio acabe… me casé contigo porque eres la mujer de mi vida, siempre lo serás. No te cambiaria por nadie y…
-Estoy embarazada.
Eso no lo esperaba. El entreabrió sus labios, sorprendido, poco a poco una pequeña sonrisa se formo en sus labios y luego sus ojos se tornaron cristalinos. Ella lo observó sin expresión en su rostro, pero dentro de ella había un cumulo de emociones, tristeza, rabia, amor. Quería que el momento en el cual ella le diera esta noticia todo fuera felicidad y celebración… habían buscado tanto un embarazo, habían soñado tanto con un bebé, un hijo de los dos.
-¿Desde cuándo lo sabes?- le pregunto Inuyasha sin poder creerlo. Quiso colocar una mano en el plano vientre de ella, ahí estaba su hijo. Pero ella se lo impidió.
-Me enteré la semana pasada. Solo que tú has estado muy ocupado como para saber y notar que yo he estado visitando el médico.- Se levantó y comenzó a sacar su ropa del closet arrojándola en la cama.
-¿Qué estás…?
-Me voy. No quiero seguir ni un minuto más contigo.- le dijo sin un rastro ya de llanto. Ella cuidaría a su bebé, no lo pondría en riesgo por esta situación. Estaba siendo una cobarde. Pero quería huir. Quería escapar de él, a pesar de que por otro lado, quería llorar hasta secarse y abrazarlo hasta dormirse.
-No dejaré que te vayas.- dio pasos firmes hasta la cama tomando toda la ropa que allí había y la dejo en el closet de nuevo. Ella no opuso resistencia y mientras él hacia eso, ella caminaba hacia la salida de la habitación, que importaba la ropa, se iría sin ella.
El notó como ella tomó las llaves del auto y su bolsa. Ella estaba loca si pensaba que él la dejaría irse en ese estado, sola y en el auto.
-Kagome, detente por favor, no puedes irte así, no hemos terminado de hablar.- la tomó del brazo mientras ella se zafaba de su agarre de manera ruda y lo miraba desafiante. Ya se estaba colmando su paciencia.
-Me iré, lo quieras o no. No pretendo estar un segundo más a tu lado. Quédate con tu amante, a mi olvídame y déjame en PAZ.- jamás había escupido tanto veneno en su vida.
La palabra amante le dolió a Inuyasha y lo paralizó por un minuto. Vio como ella bajaba las escaleras y se apresuró a detenerla, no quería que ella cayera. También era su hijo el que ella llevaba, no quería lastimarlo, ya la había lastimado lo suficiente a ella.
-Te he dicho que no te irás, debes calmarte primero, debes escucharme, te lo suplico…- su voz de iba quebrando y eso la detuvo.
Era una débil.
Era una estúpida.
Lo amaba.
Se giró y al mirarlo se sorprendió de ver una lagrima en su mejilla, él no había llorado desde que tenía 17 años, cuando murió su madre. Eso la frenó.
-Perdóname… por favor, Kagome.- sincero, esta vez le sonó sincero.
-Eres un desgraciado, me has hecho el daño más grande…- le dijo derramando nuevas lagrimas. El cerró sus ojos.
Sintió como una cálida y suave mano se poso en su mejilla, abrió sus ojos de golpe y la vio a centímetros de su rostro.
-Perdóname, por favor Kagome…- suplico nuevamente con más dolor y nuevas lagrimas saliendo de sus dorados ojos.
-Debería odiarte, abandonarte y dejarte sufriendo, como yo estoy sufriendo en este momento…- le dijo dolida, estaba en una cuerda floja, su orgullo de mujer estaba herido. Pero lo amaba, eso no lo podía cambiar.
-Te amo, solamente a ti, eres la única en mi vida. Lo juro, siempre lo serás.- colocó sus manos en su rostro y la acercó más hacia él para besarla. Un beso lleno de angustia, lleno de dolor y también, lleno del amor que quería expresarle. La amaba, no quería perderla.
-Eres un idiota…- le dijo una vez que se separaron. Él la abrazó fuertemente, sentándose con ella en la cima de la escalera, sosteniéndola en sus brazos como hace tiempo no lo hacía.
-Prometo ser como antes, no dejaré que te sientas sola nuevamente… los cuidaré… a ambos.
Debía aprender a confiar en el nuevamente, no sería fácil. Ella sabía que estaba cediendo muy rápidamente. Pero ahora no sería la misma tonta confiada.
-Está bien, te perdono. Pero mi confianza Inuyasha, gánatela de nuevo.
Él estaba claro en eso. No podía pedirle que olvidara todo. Recuperaría su confianza, la amaría a cada segundo de lo que quedara de su vida.
Y cada día, le pediría perdón.
