Holas a todos! Bueno, pues como yo creo que hubiera sido muy bueno que el señor Lewis relatara más cosas acerca de lo sucedido en el reinado de los hermanos Pevensie (esa es una costumbre que no le perdonaré al tan respetable señor: cuando uno ya se encariñó con un personaje- entiéndase Peter, Susan, Edmund, Lucy o Caspian- lo saca del relato ¬¬), aquí escribí este pequeño fic, una pequeña secuela de la parte que más me gustó de esta saga de Narnia: El caballo y el muchacho. Espero la disfruten.

Entre el Mar y la Tierra

Todo parecía tranquilo aquella mañana en Cair Paravel. El sol apenas asomaba por el horizonte, y la sala del trono se encontraba en medio de una apacible calma. Los reyes Peter y Edmund, y las reinas Susan y Lucy, conversaban en voz baja, como para no romper la calma que los rodeaba. Afuera, se escuchaban los pasos de algunos cortesanos, muy suaves también, pues era demasiado temprano para andar con prisas.

-¿Siguen dormidos los gemelos y Aravis, Lu?

-Sí, Peter. Pobres- se rió- Anoche se acostaron muy tarde.

-Es bueno tenerlos aquí- comentó Susan, sonriendo- me alegra que el rey Lune nos haya permitido estar una temporada con sus hijos. No sé, refrescan el ambiente.

-Si con refrescar te refieres a alborotar y ponerle los nervios de punta a todo el mundo, tienes razón, querida hermana- suspiró Edmund, con una cara de resignación. Los demás solo se rieron. Acallaron sus voces un momento, pues querían saborear esa luminosa mañana. Todo parecía perfecto. Nada menos cierto.

La puerta se abrió de golpe, dando paso al señor Tumnus, que corría como si su vida le fuese en ello. Se detuvo un momento, para tomar aire pesadamente.

-¡Señor Tumnus!- exclamó Lucy alarmada, levantándose de inmediato- ¿Pasa algo?

.¡Majestades! ¡Majes… hum… ay!- inspiró de nuevo- Majestades, hay visitas… llegaron visitas…

-Hazlos pasar, Tumnus- le dijo Peter, igual de sorprendido que su hermana por el tan extraño comportamiento del fauno. Por lo general nunca iba tan agitado porque hubiera visitas en el castillo. Y no podía ser un ataque porque los centinelas habrían avisado mucho antes. El fauno asintió y, descompuesto, cerró la puerta tras de si. Los hermanos se miraron entre si, y se levantaron como Lucy. Las puertas no tardaron en abrirse de nuevo. Detrás del señor Tumnus, venían dos personas.

Era bastante sorprendente verlos. Tenían el cabello del mismo tono oscuro, solo que la figura de la derecha lo tenía más largo que el de la izquierda. Su piel era del mismo tono pálido, en el que resaltaban idénticos ojos color canela. Y ambas figuras iban vestidas de azul, aunque se veía que habían pasado por algunas cosas: los vestidos, que debieron de haber lucido hermosos, estaban rasgados y sucios. Sólo una cosa relucía entre los gastados ropajes: dos dijes, que tenían a un unicornio mitad pez, hechos de plata. Ambas figuras se detuvieron frente a los tronos. Eran un chico y una chica, que no pasaban de los 15 años.

-Majestades…- comenzó el muchacho, mientras ambos se inclinaban con algo de dificultad- mi nombre es Asath de Brenn, de las Siete Islas…

-Y el mío es Arien de Brenn, majestades- informó la muchacha, obviamente la melliza de Asath- Y venimos… a solicitarles su ayuda…

-Lo que podamos hacer por ustedes será un placer- afirmó el Sumo Monarca- ¿qué sucede?

-Los corsarios…-comenzó Arien- los corsarios del Fondeadero…

-Señores…- interrumpió su hermano, considerando que ese no había sido un inicio muy apropiado- como ustedes sabrán, las Siete Islas son hermanas de Narnia, y aunque nuestros reinos no estén tan unidos como desearíamos, por el mar… venimos a solicitar su ayuda acerca de unos presuntos ataques que harán en contra nuestra… en contra de Brenn y el resto de las Islas… Son los corsarios, como lo dijo mi hermana… planean asaltar Puerto Rojo y atacar todas las Islas al mismo tiempo con sus tropas… y los corsarios son demasiado numerosos… ni aunque los Siete Reyes unieran su ejército, podríamos hacer nada…

-¿Ya les han lanzado un desafío?- preguntó el rey Edmund, con sumo interés

-Ese es el problema- dijo Arien- parece que solo un grupo reducido de personas lo sabemos… No han lanzado ningún desafío, majestades… planean atacar por sorpresa…

-¿Cómo fue que se enteraron?- cuestionó Susan, siempre práctica.

-Bueno- admitió Asath un tanto avergonzado- la verdad es… que lo escuchamos sin querer…

Como sabiendo cuanta credibilidad le quitaba eso a su historia, bajó la cabeza. Pero su hermana le tomó el relevo.

-Verán… unos días antes, habían venido unos representantes de estos corsarios para proponerle a nuestro padre un… "arreglo comercial", es decir, lavar las ganancias de sus ventas en el mercado negro en las Islas, y ofrecieron un buen porcentaje. Pero como tenía más que nada que ver con el tráfico de esclavos, padre se negó rotundamente, por supuesto, y les ordenó regresar al día siguiente a sus tierras. El sujeto no se mostró muy descontento, y él y su grupo se dedicaron aquella tarde a pasear por todo el puerto, como memorizándolo. Eso nos dio muy mala espina, como podrán vuestras majestades suponer. Así que decidimos salir mi hermano, un fiel cortesano, y yo tras ellos.

-¿Ustedes solos? ¡Eso era muy arriesgado!- comentó la reina Lucy, mirando directamente a sus ojos castaños. Como los mellizos aguantaron la mirada, ella les sonrió y Asath continuó.

- Entonces entraron a una taberna… y, bueno… ustedes sabrán lo… "comunicativos" que pone a esos malandrines el alcohol… salieron murmurando ciertas cosas sobre decirle al "jefe" como entrar sin ser vistos a palacio, cuales era los puntos débiles del puerto… Y lo cerca que estaría tierra firme de ser conquistada desde un punto amigo, sin sospechar.

-Y a pesar de que estaban totalmente ebrios, la verdad es que no sonaba como una bravuconada. Así que mandamos a Kana (así se llamaba el muchacho) a avisarle a nuestro padre y a nuestra hermana mayor, Anmuri, que es la heredera… y nosotros vinimos hacia Narnia a solicitar vuestra augusta ayuda.

-¿Y eso…?- comenzó a preguntar Peter

-Fue hace tres días, señor- respondió Asath. Luego, con un deje avergonzado, añadió- y como no queríamos levantar sospechas en un barco de pasajeros, pues… nos vinimos en uno de carga, señor.

Aquello resultaba evidente con solo ver sus trajes, y además Lucy recordó que, precisamente, en la noche anterior a la anterior, había habido una tormenta tremenda, que aunque se calmó pronto, en el tiempo que duró agitó el mar duramente.

-¿Por qué se han venido sin avisar?- interrogó Susan, con un tono más amable- vuestro padre y vuestra hermana deben de estar tremendamente preocupados…

-Lo sabemos, milady- dijo Asath- pero no podíamos dejar que los corsarios se enteraran de que habíamos salido… además, como somos los más pequeños, y nuestro derecho de sucesión es en segundo grado, no nos prestaron demasiada atención. En cambio Anmuri es la que corre peligro…

-Fue lo que nos motivó, majestades, a darnos prisa- puntualizó Arien- quizá si nos tardábamos más… quizá ya tendrían casada a nuestra hermana con su tan famoso "jefe"…entonces no habría ya nada que hacer… sería el rey consorte, incluso padre perdería autoridad ante el marido de la heredera…- en este punto, ambos niños soltaron un suspiro. Se veían agotados.

-Han pasado por mucho-dijo el Sumo Monarca- y se merecen descansar. Hasta que no haya pasado el peligro, estaréis en Cair Pravel con nosotros.-Los mellizos le sonrieron, aunque era una sonrisa un tanto débil, que marcaba finas líneas en la blancura de su rostro.

-Le agradecemos su gentileza, majestad- dijeron ambos.

-Pero es nuestro deber ir también al reino de Archenland, a pedir ayuda para nuestro hogar.

-No se preocupen por eso- dijo Lucy, adelantándose y tomándoles suavemente por los hombros- tenemos unos embajadores de Archenland justo aquí… podrán verlos cuando descansen- Las caras de los herederos de Brenn se iluminaron con brevedad, y sonrieron aún más a Lucy- Señor Tumnus…- el fauno, que había estado esperando junto a la puerta, se adelantó- llévalos al cuarto de visitas, por favor… necesitan descansar.

El fauno asintió y guió a los muchachos, que no salieron sin hacer antes una reverencia a los reyes de Narnia. Éstos, sin embargo, tenían mucho que deliberar, y no perdieron tiempo para llamar a un consejo. No tenían idea de que, atrás de una columna tallada, unos ojos curiosos los observaban…