Okay, después de mucho trabajo y hacerlos esperar tanto (aunque de seguro ya me ven como loca mentirosa) ¡AQUÍ ESTÁ EL ONE-SHOT!... Y lo más sorprendente de todo es…

¡YA NO ES UN ONE-SHOT! XD Como me está saliendo muy largo (sí, dije esta, ósea aun no lo termino :P) decidí dividirlo. Y por eso ahora será un Two-Shot (no sé si eso exista XD)

Pero bueno, espero que igual les guste, les dejaré la primera parte y, dentro de unos días más (espero), les tendré la segunda parte…

Nota: Este One… digo, Two-Shot está relacionado con "La Ultima Del Clan" así que, si no lo han leído igual los invito a hacerlo ya que entre ambos shot's se comenzará a producir un nuevo Long-Fic…

Ahora sí, ya no los interrumpiré… Nos leemos al final…


"EL HEREDERO DE UN REINO CAÍDO"

"¡Proteger a tu gente, es tu destino!"

La guerra había iniciado, y era su deber asegurar el futuro de su gente.

Aunque no le gustara, debía mantenerse oculto; para él eso era un signo de cobardía, pero, para su padre, era algo mucho más. "Un jefe protege a los suyos"día con día su padre le decía esas mismas palabras. Y es que, cuando se es el heredero de uno de los más grandes y fuertes reinos de todo el archipiélago, se debe estar preparado para todo… o al menos, eso es lo que su padre le decía.

Pero la situación en esos momentos no era la mejor como para dedicarse a recordar los sermones de su padre. No. Justo en esos momentos su hogar corría peligro. El enemigo era fuerte, y, aunque contaban con aliados poderosos y los mejores guerreros, el ejército enemigo los superaba en número. No podía simplemente permanecer ahí, oculto, mientras todos afuera se mataban por proteger el reino y también a él. Eso no era digno de un guerrero. Aunque claro, él no era el mejor guerrero, ni siquiera era considerado uno…pero, aun así, sabía que debía hacer algo, la pregunta era ¿Qué debía hacer? Eso, no lo sabía…

Gritos, llanto, y el molesto ruido producido por golpear metal con metal; eso era lo único que podía escuchar desde su escondite. Su escondite. Más que eso era un bunquer en el cual se resguardaba la familia real, así como los niños, mujeres y ancianos que, obviamente, no podían estar afuera combatiendo.

Debía tomar la iniciativa, y debía hacerlo ahora. Esperó a que sus "compañeros" se distrajeran para así poder escapar. Tomó una espada que se encontraba en el lugar por cualquier emergencia y se dispuso a salir. Aunque se encontraban alejados del peligro, era posible escuchar con claridad los ruidos de la batalla en curso, trató de no prestarle mucha atención y se dirigió hasta el establo en el cual se encontraba su amigo y compañero.

Un corcel negro lo esperaba, recibiéndolo con emoción y alegría por verlo a salvo. ¿Quién dice que los animales no pueden sentir y querer?

-Shh… tranquilo Chimuelo. Nos van a descubrir.-Le silenció al mismo tiempo en el que le acariciaba con delicadeza.-Vamos, tenemos que ayudarles.-Dijo con seriedad, colocando la silla de montar en el lomo del corcel para después montarlo.

(…)

No tardaron mucho en llegar, puesto a que Chimuelo era uno de los caballos más rápidos que el reino tenía. Pero… lo importante, o más bien impactante… fue lo que encontraron al llegar.

El reino entero estaba en llamas. Había hombres, la mayoría aliados y guerreros del reino, que yacían muertos o inconscientes en el suelo. Era una escena realmente horrorosa.

¿Cómo es que habían llegado a esto? ¿Cómo fue que todo inició en primer lugar?

Era lo que se preguntaba constantemente.

¿Será que todo esto es mi culpa?

¿Realmente era así? ¿El heredero de Berk era la razón por la cual había guerra?

Solo había una forma de averiguarlo…

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15 AÑOS ATRÁS

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Estoico Haddock, rey de Berk; se encontraba realmente muy feliz por la llegada de su primogénito. Durante años esperó ese momento, y al fin había llegado. Su amada le había dado el regalo más hermoso que pudiera desear. Y ahora, ahora era momento de presentarlo ante su gente…

Hipo Haddock III, pequeño y con tan solo un mes de edad; estaba siendo preparado para su presentación. Su madre, Valka, terminaba de vestirlo; nada llamativo, solo una pequeña túnica de color verde, la cual hacia resaltar sus ojos del mismo color. Esos ojos curiosos que no dejaban de ver a la mujer que le dio la vida trasmitían cierta seguridad y alegría propia de un recién nacido al estar cerca de su madre.

-Ya es hora Val…-Le llamó una voz gruesa y dulce entrando a la habitación.

-Ya estamos listos.-Sonrió Valka tomando a su hijo en brazos y girándose para encontrarse con su esposo.

-Valka, me haces el hombre más feliz, ¿lo sabias?-Dijo mientras se acercaba a su esposa para abrazarla por la espalda.

-Sí, Estoico, lo sé porque tú me haces la mujer más feliz.-Sonrió ampliamente girando en busca de los ojos de su amado, teniendo a un al pequeño Hipo en sus brazos.

Estaban a punto, a punto de unir sus labios, cuando el bebé comenzó a jugar con la barba de su padre, halando uno de los mechones de esta separando a ambos al instante. Estoico con el ceño fruncido y Valka con una gran sonrisa divertida.

-Vamos querido, solo quiere un poco de tu atención.-Rio la mujer.

-Pues existen mejores formas de conseguirla.-Continuó Estoico uniéndose ahora a las risas de su mujer.

-Oigan, par de tórtolos.-Les llamó un hombre rubio desde la puerta.-Los están esperando.-

-Ya vamos.-Anunció Estoico comenzando a caminar hacia la puerta junto a su esposa, quien llevaba en bazos a su pequeño.

"-¡El nuevo heredero ha llegado! ¡Hipo Haddock III!-"

El futuro del reino estaba asegurado. Y eso era algo que todos en Berk celebraban… Pero… ¿Seria esa la salvación?

-1 AÑO DESPUÉS-

Pareciera como si el universo actuara en su contra. ¿Cómo se atrevía el enemigo a atacarlos en plena tormenta? Lo cierto era que al enemigo poco le importaba aquello.

En Berk el clima era así, un día podía ser cálido y al siguiente toda una nevada podía caerles encima. Y justo ese día era uno de esos. Una fuerte tormenta helada azotaba al reino entero.

Se suponía que todos debían resguardarse en los refugios hasta que la tormenta pasara, pero, con lo que no contaron fue que el enemigo elegiría justo ese día para iniciar un nuevo ataque. Ahora la situación empeoraba. Los guerreros del reino ya se encontraban en el campo de batalla, tratando de detener al ejército rival y así mantener seguros a su gente, al menos tratándose de la guerra.

-Val, quédate aquí con nuestro hijo.-Fue lo único que le dijo el jefe antes de tomar su hacha y partir hacia la batalla. Dejando a su esposa y a su hijo de tan solo un año de edad solos en la fortaleza que era su castillo. Al tomarlos por sorpresa el enemigo, al igual que la tormenta, no hubo tiempo para ir al refugio y, teniendo en cuenta la batalla que se comenzaba a librar en el exterior, estar en esa habitación era más seguro que tratar de llegar al dichoso refugio.

-Ten cuidado.-Susurró con temor Valka aun sabiendo que Estoico ya no podía escucharla. En sus brazos se encontraba el pequeño heredero de Berk, ignorante de todo lo que ocurría a su alrededor, observando todo con esos ojos curiosos.

(…)

De un momento a otro dejaron de escucharse los clásicos y muy reconocibles ruidos de batalla. ¿Qué habrá pasado?Era la pregunta que rondaba por la mente de Valka durante todo ese tiempo.

Solo había silencio, pero no era de ese tipo de silencio que te transmite paz y tranquilidad; sino más bien era todo lo contrario. Le provocaba a la mujer más preocupación y desesperación que nunca. Se sentía impotente, es cierto que no era una gran guerrera, pero sabía defenderse y algo que nunca aceptaría es dejar que dañaran a su gente. Pero su hijo estaba primero, por más que quisiera salir y asegurarse que todo y todos estuvieran bien, no podía hacerlo, no si quería mantener a su hijo completamente a salvo.

Justo cuando creía que ya todo había terminado, un estruendo más fuerte que cualquier otro que haya escuchado nunca se hizo presente seguido de otro menos potente que se repetía constantemente. Estaban golpeando la puerta de madera, querían entrar, los habían encontrado.

Lanzó un grito de terror al ver como la puerta comenzaba a ceder. Sin pensarlo mucho más tiempo y sabiendo que el enemigo pronto entraría, ocultó al pequeño Hipo en el ropero, procurando no despertarlo del sueño en el cual recientemente había caído e implorando a los dioses que no despertara hasta que todo terminara.

Ella lo sabía. El jefe lo sabía. El reino entero lo sabía.

El enemigo estaba ahí por él, por el heredero, venían por su hijo. Pero ella no se los permitiría, no dejaría que se acercaran si quiera un centímetro a él. Con decisión tomó una espada de la pared más próxima, a la espera de que el enemigo entrara a la habitación. Dirigía su mirada de la puerta al ropero una y otra vez, manteniendo su posición de defensa teniendo la espada frente a ella.

Los segundos parecieron horas ante sus ojos, hasta que la puerta cedió por completo, cayendo hecha pedazos y lanzando astillas por doquier.

-¡¿Dónde está?!-Gritó quien parecía ser el líder. Un hombre corpulento, envuelto en una capa de cuero negro y cubierto de cicatrices.

-No te lo diré.-Respondió tajante tratando de parecer completamente segura y sin temor.

-¡Revisen el lugar!-Ordenó a los dos hombres que lo acompañaban.

A sabiendas de que tarde o temprano darían con su pequeño, se lanzó contra ellos para así ganar más tiempo.

-¡NO!-Gritó con decisión tratando de ocultar su miedo. Blandió su espada contra el hombre, pero este era más fuerte y grande. Estaba claro que no lograría detenerlo.

Con un golpe de su espada logró detener su ataque, desarmándola y derribándola en el acto. Para él no fue difícil y mucho menos agradable. Le haría pagar, tal vez así lograría darle una lección a Estoico.

Estoico. Era en quien pensaba Valka en ese momento. Sabía que llegaría, porque sabía que estaba bien. Lo necesitaba. Su hijo lo necesitaba. Tenía que ser fuerte y resistir hasta que él llegara, porque lo haría; él vendría por ella y su hijo.

-¡SI NO ME DICES DONDE ESTÁ ESE BASTARDO, TE MATARÉ AQUÍ MISMO!-Amenazó con gran ira y una mirada asesina tomándola del cabello con fuerza obligándola a arrodillarse frente a él.

-Pues entonces tendrás que matarme.-Dijo con determinación en su mirada y ni una sola gota me miedo.

-Será un placer.-Murmuró con sorna.- ¡AH!-Rugió tomando su espada listo para cumplir con su amenaza.

Valka cerró los ojos a la espera de su final, pero este nunca llegó. Sintió un jalón más en su cabello y después como alguien caía al suelo. Hubo un momento de silencio, y fue entonces cuando abrió los ojos, encontrándose con aquel a quien tanto deseaba ver.

-Gracias.-Susurró con ese brillo de esperanza en sus ojos, tomando la mano que se extendía ante ella para ayudarla a ponerse de pie.

-Por ti mi vida, lo que sea.-Finalizó el jefe, tomando con más fuerza su hacha acabando con los dos hombres que seguían en su intento por dar con el vástago de los jefes.- ¿Dónde está?-Preguntó con cierta preocupación.

Valka señaló con la mirada el ropero, dándole a entender que ahí era donde se encontraba.

-Salgan de aquí.-Fue lo único que dijo. Dándole la espalda a quien creía yacía inconsciente en el suelo.

Solo sintió un golpe en su cabeza. Y lo único que escuchó fue a Valka gritar su nombre con horror. Un fuerte mareo se apoderó de él obligándolo a caer sobre sus rodillas llevándose una mano hacia la parte trasera de su cabeza, encontrándose con algo de sangre. Aunque lo intentara, no podía ponerse de pie, la vista se le había nublado, no lograba distinguir a su objetivo.

El hombre al que anteriormente Estoico había derribado, dejó caer a su lado una de las tablas de la puerta, pateándolo seguidamente en un costado con gran fuerza, tal que logró dejarlo tendido en el suelo.

Valka veía con horror como su esposo caía, involuntariamente se posicionó justo frente al ropero, debía proteger a su hijo. El hombre se acercaba a ella cada vez más, y esa mirada asesina no abandonaba su rostro en ningún momento.

-Su tiempo se ha acabado.-Dijo en un susurró lleno de maldad señalando la entrada por la cual se podía observar una densa nube de humo. El enemigo había incendiado el lugar.- ¡Entrégamelo!-Exigió tomándola con fuerza, empujándola contra el ropero que ella tanto luchó por proteger. Su mano se encontraba en su cuello impidiendo que respirara con normalidad.

-JAMÁS.-Sentenció sin aliento.

Al ver que no cedería, sacó una daga de su cinturón, atacándola sin compasión y disfrutando de su mirada llena de dolor. Fue entonces que la liberó, tan solo para observar como caía al suelo justo cuando sacaba la daga de su interior dando paso así a la sangre que comenzaba a emanar de su herida.

-¡NO!-Gritó con horror Estoico, logrando al fin ponerse de pie, tomando su hacha nuevamente y golpeándolo con el filo de esta en su hombro provocando una inminente hemorragia y grito de dolor por parte de este.

Sabiendo que no ganaría ese día, y teniendo en cuenta que, aunque no lograra llevarse al heredero de Berk, había logrado causar un gran daño al reino, pero más importante, había destrozado al mismo Estoico; con esa pequeña pero satisfactoria victoria, se fue en silencio, sujetando su hombro sangrante y protegiéndose con la negra capa que lo cubría para mantenerse a salvo de las abrazadoras llamas que consumían el lugar.

-Nos volveremos a ver.-Susurró antes de desaparecer aun teniendo en cuenta que el jefe de Berk no lo había escuchado.

(…)

Se dejó caer a su lado, presionando su herida para tratar de detener la hemorragia. Sabía que si no la sacaba de ahí podía morir. Pero también sabía que no lograrían llegar muy lejos.

Fue entonces que escuchó a varios hombres, esta vez de su gente, buscándolos; acercándose hasta donde se encontraban. Y fue entonces que supo que la ayuda ya venía en camino.

-Tranquila Val, todo va a estar bien…-Le decía para mantenerla tranquila.-Tú vas a estar bien.-Susurraba mientras apartaba unos mechones de cabello que se encontraban sobre su frente.

-N-no…-Trató de decir.-Creo que…creo que no lo lograré…Estoico…-Finalizó con cierta agonía.-Cuida a nuestro hijo por mi…-Susurró con su último aliento, cerrando sus parpados, ocultando esos cautivadores ojos verdes que Estoico tanto amaba. Su corazón, dejó de responder, apagándose, como si sus latidos fueran solo un vago recuerdo ahora.

Lo habían logrado.

Habían destruido al jefe de Berk.

Le habían quitado lo que él más amaba. Ya nada sería igual. Ahora serian solo él y su hijo contra el mundo, y, algún día, tal vez juntos lograran recuperar lo que les había sido arrebatado…

-4 AÑOS DESPUÉS-

-¡PAPÁ!-Escuchó que le llamaba. Sin pensarlo mucho corrió hasta donde él se encontraba. Encontrándolo oculto entre las sabanas de su cama.

-Hipo…-Le llamó con inquietud acercándose hasta el pequeño bulto en la cama.

-¡Papá!-Dijo con temor el pequeño saliendo repentinamente de su escondite hacia los brazos de su padre.

-Ya pasó Hipo, aquí estoy…-Le susurraba al oído mientras le abrazaba.-No dejaré que nada te pase hijo.-

-S-soñé que te ibas y me dejabas solo…-Alcanzó a decir con una voz entrecortada, producto de sus sollozos.

-Eso jamás pasará hijo. Yo siempre voy a estar a tu lado, SIEMPRE.-Le tranquilizó su padre mientras secaba las lágrimas torrenciales que corrían por su rostro.

-¿Te quedarías conmigo a dormir?-Le pidió ya más tranquilo.

-No tienes que preguntarlo.-Fue la respuesta que le dio su padre mientras lo arropaba y se acostaba a su lado, cuidando su sueño, observándolo con delicadeza hasta que poco a poco ambos terminaron dormidos.

Dormir junto a su hijo le traía paz y tranquilidad. Paz que quería tener siempre. Que deseaba que su pueblo también tuviera.

Pero las cosas no son siempre como uno desea… Y eso era algo que él sabía…

Y era justo eso lo que su hijo pronto aprendería…

-2 AÑOS DESPUÉS-

Usualmente no hacia esto, pero algo le decía que debía hacerlo. La mirada preocupada de su padre y su voz demandante solo podían significar una sola cosa: problemas.

Tal vez en el pasado no le diera mucha importancia a eso, pero ahora, teniendo ya siete años de edad, las cosas cambiaban. Sabía que algo malo ocurría y él quería saber qué era. Él quería ayudar.

No está de más decir que él siempre fue un niño extremadamente curioso, la aventura siempre le había gustado. Cuando su padre lo llevaba a pescar siempre terminaba distrayéndose pues decía que era el momento perfecto para cazar Trolls. Su padre siempre le terminaba llamando la atención, diciéndole que debía concentrarse y actuar de una forma más responsable, sacando a relucir el tema de que algún día él sería el jefe de Berk y como tal debía comenzar a comportarse; pero, para un niño como él, esa idea de ser jefe no era muy divertida. Él quería viajar por el mundo, explorar y descubrir lugares nuevos y Estoico no podía culparlo por ello, había heredado ese sentimiento aventurero y curioso de su madre, algo que a Estoico siempre lo dejaba nostálgico.

Su madre…

Jamás la conoció. Y si lo hizo no lo recuerda. Su padre le contó que murió cuando era muy pequeño, pero jamás quiso decirle cómo o por qué; y eso era una de las cosas que él no lograba entender, aunque tenía la idea de que a su padre no le gustaba hablar de eso, por eso nunca le reprochó nada.

Pero ahora las cosas eran distintas y la actitud del padre misterioso y sobreprotector ya comenzaba a fastidiarlo. Una cosa era no decirle como murió su madre, pero una muy distinta es mantenerlo apartado de todo y de todos. Sí, es cierto que a veces se metía en problemas y que por eso su padre procuraba no dejar que se expusiera a "los peligros del exterior", pero eso no significaba que debía permanecer ignorante de todo lo que ocurría a su alrededor, justo como sucedía en ese momento.

Estaba cansado de su situación, y era por esa razón que ahora se encontraba ahí; espiando a su padre y los líderes de sus fuerzas armadas. Él quería respuestas, y si espiarlos era la forma de obtenerlas, entonces eso haría…

-Esta situación no puede continuar así-Escuchaba a su padre decir.

-¿Y entonces qué haremos, Estoico?-Esta vez fue Patón, su tío y líder principal de las fuerzas armadas, quien habló.

-No podemos esperar a que el enemigo ataque. Debemos atacar nosotros primero.-Se escuchó decir a alguien más.

-Pero tampoco podemos arriesgarnos.-Aclaró Estoico.-Está claro que el enemigo es más fuerte que nosotros. Si tratamos de atacarlos primero, no tendremos oportunidad de ganar. Lo más probable es que eso sea justo lo que ellos quieren.-

-El enemigo es inteligente. Si nos envió esa nota de "advertencia" es porque algo planean.-Mencionó Bocón, el mejor amigo y mano derecha de su padre, quien también resultaba ser su mentor. Solía ayudarlo todos los días en la fragua, pues Bocón era el herrero del lugar, y como su padre trataba de mantenerlo vigilado la mayor parte del tiempo Bocón era quien lo "cuidaba" y a él eso no le molestaba pues le gustaba ayudarle y escuchar sus disparatadas historias sobre las aventuras que vivió en su juventud.

-Bocón tiene razón. Nada nos asegura que ellos no aprovechen que nos vayamos para atacarlos para ser ELLOS quien ataque el reino mientras no estemos.-Afirmó Estoico tratando de hacer entender a sus colegas.

-Vuelvo a preguntarte, Estoico. ¿Entonces qué haremos?-Volvió a hablar Patón.

Estoico soltó un sonoro suspiró de fastidio y cansancio.-Aún no lo sé.-Dijo para sorpresa de todos. Se suponía que el jefe debía saberlo todo. Algo que a Estoico le molestaba de sobremanera.-Pero no se preocupen, ya pensaré en algo.-Aclaró para no alarmarlos.-Por el momento duplicaremos la seguridad. Nadie pondrá un pie fuera del reino hasta que yo lo ordene. Quiero guardias vigilando los puertos, la aldea y la fortaleza, así como también los bosques y praderas. Y esto va tanto en el día como en la noche.-Ordenó con la firmeza característica del jefe. Los hombres que ahí se encontraban se limitaron a asentir para después levantarse de los asientos en los cuales estuvieron sentados durante toda la reunión para seguidamente dirigirse hacia las grandes puertas de roble que resguardaban el salón de reuniones y así poder cumplir con las órdenes antes dichas por su jefe.

Al escuchar que la reunión había terminado y a sabiendas de que ahora realmente corría peligro de ser descubierto, se alejó rápidamente para ocultarse tras uno de los pilares que se encontraban en el corredor. Estos pilares funcionaban perfectamente como escondite tomando en cuenta el tamaño de estos y comparándolo con el tamaño de Hipo.

Una vez se hubo asegurado de que todos se habían marchado salió de su escondite para dirigirse hacia su habitación, desafortunadamente no contaba con que su padre lo esperaría justo frente a dicho pilar.

Hipo no lo sabía, pero en una de las ocasiones en las que sacó la cabeza un poco para ver si el camino estaba libre, su padre había alcanzado a distinguir su cabellera castaña revelando así su ubicación.

-Hipo.-Le reprendió Estoico a sabiendas de lo que su hijo había hecho.

Al principio se asustó al verlo frente a él, lucia molesto, realmente molesto, y cuando lo escuchó nombrar su nombre solo pudo reprimir el temblor que comenzaba a recorrer su cuerpo a causa del miedo.

-¿Se podría saber que estabas haciendo?-Le exigió una respuesta. Aunque estaba claro que esa respuesta ya la conocía.

-Ahh, y-yo… pues…-Trataba de encontrar la mejor excusa, pero simplemente no se le ocurría nada. Algo típico en él cuándo estaba nervioso.

Estoico soltó un suspiro cansado.-Hipo ya sabes que no me gusta que me espíes.-Le reclamó.-No es correcto que hagas eso.-Hipo solo bajó la mirada mientras escuchaba a su padre, no es que estuviera arrepentido, pero si dolido por la clara falta de confianza que su padre le tenía al no querer incluirlo en la situación. Berk también era su hogar, y si alguien amenazaba a su hogar él lo defendería.-Esta bien. Ya pasó. Ve a tu habitación, ya es tarde y tienes que dormir.-Fue lo único que le dijo antes de retirarse. Y era cierto, se suponía que debía estar durmiendo. No le quedó otra alternativa más que obedecer, no podía arriesgarse a otra reprimenda de su padre.

-UN MES DESPUÉS-

La batalla había comenzado. Todos los intentos por evitar que eso ocurriera fueron en vano. Ahora estaban en guerra, en medio de una batalla que posiblemente no lograrían ganar. Tal vez ese sería el final de los Hooligans, aunque claro, he dicho tal vez…

Estoico, el jefe de Berk, encabezaba los ataques de defensa como el líder que era. Pero él sabía perfectamente que por más que intentaran no lograrían vencer, no sin ayuda.

-¡Rápido! ¡Concentren las defensas en la aldea, tenemos que proteger a las personas!-Les ordenaba continuamente.- ¡No dejen que se acerquen más a la fortaleza!-

-Jefe, fueron vistos acercándose a más hombres por el este, al otro lado del bosque.-Llegó diciendo Bocón, su leal amigo y mano derecha.

-¿Qué tan cerca están?-Preguntó mientras blandía su espada derribando a dos hombres enemigos.

-A un par de minutos.-Aclaró Bocón realizando la misma acción que Estoico al derribar a varios hombres con su mazo.

-¡Patón!-Le llamó.-Reúne a tus hombres y vayan al bosque. El enemigo se aproxima por esa zona. ¡Deténganlos!-Dicho esto Patón llamó a su escuadrón de ataque y se fue a cumplir con las órdenes del jefe.

La batalla era dura, el enemigo los superaba, eran más fuertes que ellos, y eso era algo que Estoico sabía.

La mayoría de los guerreros Hooligans se encargaban de evacuar a las personas; niños, ancianos y mujeres, estas últimas solo las que no estaban en condiciones para pelear. Berk era un lugar justo, tan justo que tanto hombres como mujeres tenían las mismas oportunidades en lo que a la guerra y las batallas se refieren, por ende, en esta ocasión no solo hombres defendían su hogar, sino también mujeres.

Berk era uno de los reinos más temidos puesto a que era de los más fuertes, con mejores guerreros y el más poderoso ejército. O al menos eso se decía en todo el archipiélago. Con lo que no contaban era con la fortaleza de un nuevo enemigo, el cual venia de tierras apartadas, posiblemente fuera del archipiélago; este enemigo era más fuerte y poderoso que el mismo Berk, sus guerreros eran más hábiles y fuertes y su ejército era el doble del suyo, quizá hasta más.

Esta situación no solo preocupaba al jefe de Berk, sino también a los líderes de todos los reinos del archipiélago, pues, estaba claro que si Berk no podía contra este enemigo, mucho menos ellos podrían. Berk era el reino más fuerte y si este caía, el archipiélago también lo haría…

Así que sí, tal vez no solo Berk viera el final esa noche, sino también el archipiélago… Vaya responsabilidad que le concedieron a Estoico y su gente.

Por esa razón no podía permitirse ser derrotado, pero aún más importante, por esa razón no dejaría que se acercaran a su hijo; era más que obvio que el enemigo lo quería. Sin heredero Berk no tendría futuro. Y Estoico no estaba dispuesto a perderlo, juró protegerlo y eso es lo que haría.

(…)

Tantas cosas pasaban por su mente. Su gente, su reino, su hijo, su difunta esposa… Su familia…

Por ellos era que luchaba. Por ellos era que no se rendiría nunca. Por ellos era que ganaría esa guerra aunque eso le costara la vida…

No supo en qué momento terminó rodeado. Había estado luchando hasta el cansancio logrando derribar a una docena de guerreros enemigos, algunos gravemente heridos, otros sin vida alguna en sus cuerpos. Pero ahora, de alguna forma el enemigo había logrado atraparlo. No tenía escapatoria.

-Vamos…-Murmuraba Estoico de forma provocativa.-Me quieren… pues vengan por mi.-Declaró. Acto seguido los hombres que lo rodeaban, que no eran más de unos veinte hombres, comenzaron a acercarse con sus armas en mano listas para ser usadas. No mostraría temor, ni tampoco debilidad; tal vez fuera su última batalla, pero eso no significaba que terminaría siendo un cobarde al pedir clemencia. Pero sabía que no podría salir de esta, así que, simplemente esperó su final aún teniendo esa seguridad y porte firme característico de todo jefe.

De manera inmediata uno a uno todos los hombres que lo rodeaban fueron cayendo. Todos y cada uno de ellos habían sido derribados, terminando tendidos en el suelo con heridas sangrantes, para algunos mortales, causadas por flechas que aún se encontraban incrustadas en sus cuerpos.

-Pero qué demonios…-Murmuró el Jefe confundido dirigiendo su mirada hacia el frente, en donde varios hombres, y posiblemente también mujeres, encapuchados se encontraban con arcos y flechas en mano apuntando aún a los hombres en el suelo.

-Aseguren el área.-Ordenó uno de ellos obteniendo un asentimiento por parte del resto, comenzando a dividirse.

Fue entonces que levantó su mirada, observando todo a su alrededor. Había más de esos guerreros, todos ellos ayudando a su gente a combatir y defenderse del enemigo.

-Estoico.-Le llamó nuevamente Bocón al haber presenciado lo ocurrido. Si bien estaba preocupado por lo que le pudiera haber ocurrido a su amigo, en esos momentos había algo mucho más importante…-Penetraron la fortaleza.-Fue lo único que dijo una vez que había llamado la atención de su amigo.

-Hipo.-Murmuró con horror el Jefe. No tenía que pensarlo, tomó su espada con firmeza, comenzando a avanzar con dirección a su castillo. Su hijo estaba ahí, lo sabía, lo presentía. El ataque los había tomado por sorpresa y pensó que lo más seguro seria que Hipo se quedará en la fortaleza siendo custodiado por varios de sus mejores guerreros. Que equivocado estaba.

-Alto.-Intervino el mismo guerrero encapuchado.-Es peligroso señor.-Comenzó a hablar con voz firme, pero antes de poder decir algo más Estoico le detuvo lanzándole una mirada asesina.

-¡No eres nadie para decirme que hacer! ¡MI HIJO ESTÁ AHÍ!-Exclamó con desesperación y furia.

-Deje que uno de mis guerreros se encargue.-Trató de hacerlo entrar en razón. Y antes de recibir otra respuesta de su parte hizo una señal con su mano llamando así a uno de los guerreros que se encontraban a sus espaldas.-Ve a la fortaleza y busca al hijo del Jefe, tráelo aquí, asegúrate de que esté a salvo.-Le ordenó sin quitarle la mirada de encima a Estoico quien lo miraba desafiante. El guerrero solo asintió y se fue rápidamente con dirección a la fortaleza, atacando y derribando a todo el que se atravesara en su camino.

*O*O*O*

Su vida corría peligro, eso lo sabía perfectamente. Minutos atrás un gran estruendo se había escuchado en el exterior y, segundos después, hombres armados aparecieron invadiendo así el castillo. Los guardias que lo protegían trataron de detener al grupo de hombres que se aproximaba hasta ellos; pero eran demasiados y más fuertes, los guardias no podrían contra ellos. Se vio obligado a huir, corriendo con la fortuna de no encontrarse con ningún otro hombre enemigo hasta llegar a las escaleras, descendiendo hasta llegar al siguiente piso, donde, por desgracia, fue interceptado por más hombres.

-Hasta aquí llegaste.-Amenazó uno de los hombres comenzando a avanzar hasta él con espada en mano listo para atacarlo. Estaba acorralado, este podría ser su fin… pero claro, he dicho podría…

Vio ante sus ojos como el hombre lanzaba un alarido de dolor y se derrumbaba frente a la mirada atónita de todos sus compañeros con una flecha incrustada en su cuerpo. Acto seguido todos y cada uno de los hombres desenvainó sus espadas a espera de que quien se haya dignado en atacarlos apareciera. Y ese fue su error.

Nuevamente frente a sus ojos todos y cada uno de los hombres fue derribado de la misma forma que el primero. Todos muertos.

Estaba aterrado, vivo, pero aterrado.

Y entonces, de entre las sombras, apareció un extraño guerrero encapuchado que apuntaba en su dirección con un arco y flecha lista para ser usada.

-¿Estás bien?-Le dijo el guerrero.

-S-sí.-Alcanzó a decir, preso del miedo; liberando un sonoro suspiro al ver que el guerrero bajaba su arco y guardaba la flecha.

-Estos tipos son un verdadero problema.-Murmuró nuevamente el guerrero mientras caminaba hasta el esquivando los cuerpos de los hombres en el suelo.

-¿Q-quién eres tú?-Logró pronunciar el pequeño Hipo.

-Alguien que te sacará de aquí.-Respondió con simpleza una vez que había llegado a su lado.-Espera aquí.-Susurró cuando escuchó a más hombres aproximarse por la escalera que conducía al primer piso de la fortaleza.

-¿Qué? No, espera.-Trató de detenerle más fue en vano.

Dicho guerrero tomó la espada que estaba atada a su espalda y saltó con agilidad por encima del barandal de la escalera aterrizando de pie y comenzando por acabar con los hombres que custodiaban la entrada.

Estaba atónito por lo que sus ojos veían. Ese guerrero estaba venciéndolos a todos, a más de veinte hombres, completamente solo; cuando tres de los mejores guerreros de Berk no pudieron contra seis.

Cortaba y atacaba a cuanto guerrero enemigo se le pusiera enfrente. Amaba esa sensación, amaba esa adrenalina corriendo por sus venas, jamás se cansaría de eso. No se detuvo hasta que el último hombre fuera derribado y, entonces, llamó al pequeño que le miraba expectante desde la parte superior de la escalera.

-Camino despejado. Baja ya.-Le ordenó mientras limpiaba y guardaba su espada.

-¿Cómo…hiciste eso?-Preguntó asombrado, cualquier rastro de temor ya había abandonado su cuerpo.

-Con entrenamiento.-Respondió con simpleza y un leve encogimiento de hombros. El pequeño le observó sorprendido y sin habla. En especial cuando el guerrero al fin descubrió su rostro, conservando aun su capucha, deshaciéndose únicamente de su máscara.

Era una chica…

El guerrero que le salvó la vida, era una chica.

Pero claro, ¿Cómo pudo ser tan tonto? ¿Cómo es que no se dio cuenta antes? Es cierto que tenía el rostro cubierto y hablaba de una forma tan lenta y seria que era casi imposible el saber si era mujer o no. Pero, ¡por favor! Hasta un niño como él habría notado la complexión delgada de su cuerpo.

Sus ojos se fijaron entonces en ella, y no porque fuera un mirón, sino porque quería estar seguro de que lo que veía era real.

Una chica, de no más de unos diecisiete años, de ojos azules y cuerpo delgado, tanto que pareciera no poseer ni un ápice de fuerza en él; había logrado vencer a más de veinte hombres ella sola con solo la ayuda de su espada. ¿Cómo era eso posible?

-Oye niño-Le llamó, trayéndolo nuevamente a la realidad.-. ¿Crees que podrías dejar de verme de esa manera?-Le preguntó con tono burlón mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.

Un leve sonrojo hizo acto de presencia en su rostro gracias al bochorno de la situación.

-Yo, ah, yo, lo…lo siento.-Se disculpó, realmente estaba muy apenado. Creía que esa chica lo golpearía o algo así por haberse "sobrepasado" por estarla viendo de esa manera. ¿Qué demonios le pasa? ¡Tenía siete años! Él no era así.

Una risa tranquila y relajada le hizo levantar su mirada hasta conectarla con la de la chica frente a él.

-Hey, tranquilo.-Mencionó con una leve sonrisa en su rostro.-No pasa nada. Aunque estás muy pequeño como para pensar en esas cosas, ¿no crees?-Se burló.

-¿Qué? Ah, no, yo no…-Trató de aclarar que esas no eran sus intenciones. Sí, la había estado viendo, pero no por la razón que ella creía. Ahora más que nunca su rostro estaba completamente rojo por la sangre acumulada en sus mejillas.

-Ya, ya, tranquilo. Solo te estaba gastando una broma.-Rio nuevamente con cierta diversión.

-Para ser alguien que asesinó a sangre fría a más de veinte hombres sin ayuda alguna, no creí que tuvieras sentido del humor.-Dijo una vez que el bochorno había pasado.

-¿Ah sí?-Enarcó una ceja incrédula.-Pues para ser un niño de aparentemente seis años a quien acabo de salvarle la vida, no creí que supieras lo que es "asesinar a sangre fría". Eres listo niño.-

-¡Tengo siete!-Exclamó ofendido pero sonrojado por el cumplido.

-Si, como sea. Tengo que sacarte de aquí antes de que más de esos tipos lleguen.-Mencionó cambiando de tema repentinamente y recuperando ese porte firme y serio.-Ven, sígueme.-Le llamó una vez que se había vuelto a poner la máscara y habiendo tomado ya la espada que cargaba en su espalda.

Hipo solo asintió en silencio comenzando a seguirla para así lograr salir de la fortaleza y lograr estar a salvo.

(…)

Al salir de la fortaleza lo que vio lo dejó atónito, todo estaba devastado, pero también todos estaban a salvo.

El enemigo había sido vencido, muchos de los guerreros enemigos yacían muertos en el suelo, pero el resto se había marchado. Lo que más le llamó la atención fue ver a más guerreros, que vestían igual que la chica que le había salvado la vida, todos armados con arcos y flechas, así como también con espadas. Todos ayudando a atender a los guerreros Hooligans caídos.

-¡Padre!-Le llamó al haberlo localizado al fin, corriendo hasta él para abrazarlo.

-Hipo.-Dijo Estoico al tener a su hijo entre sus brazos una vez más.- ¿Estas bien? ¿No estas herido?-Le decía apartándose un poco para asegurarse de que realmente estuviera bien.

Hipo solo negó con una sonrisa en su rostro.-Estoy bien papá. Ella me salvó.-Dijo dirigiendo su mirada hasta la chica encapuchada que se acercaba con sigilo hasta ellos, más precisamente, hasta el guerrero encapuchado que parecía ser su líder, mismo que le había dado la orden de ir a buscarlo.

-Gracias, por salvar a mi hijo.-Le dijo Estoico con gran alivio tomando su mano como muestra de agradecimiento.

La chica solo asintió con firmeza mientras con su mano libre apartaba la máscara que cubría parcialmente su rostro.-Solo cumplía con mi deber.-Alcanzó a decir antes de dirigir su mirada hacia su líder quien solo le dio un leve asentimiento como diciéndole "-Buen trabajo-"

(…)

Los misteriosos guerreros que salvaron en último momento a Berk aún no se iban, habían decidido ayudar todo lo que pudieran a reparar los daños y, a la mañana siguiente, se marcharían.

Y así lo hicieron…

-Realmente muchas gracias.-Dijo Estoico despidiendo a los guerreros.-Berk está en deuda con ustedes.-

-No agradezca, Jefe. Solo cumplimos con nuestro deber.-Fue la respuesta obtenida por el líder de los guerreros.

-Estoico.-Le llamó en un susurró Bocón.-Me parece que ellos son los guerreros que han estado ayudando a las personas de las aldeas inferiores durante el último mes.-Le informó.

-¿Eso es cierto?-Preguntó Estoico dirigiéndose al líder.

-Así es.-Afirmó este.-Somos Burglars, señor. Es nuestro trabajo.-

-Ya veo…-Murmuró el Jefe.-Pues no me queda más que decir gracias y desearles un buen viaje. Espero que esta no sea la última vez que nos veamos.-

-De eso puede estar seguro.-Dijo el líder sin abandonar su porte serio.-Siempre que nos necesiten aquí estaremos.-Aclaró antes de hacer una leve reverencia ante el jefe como singo de respeto para después girarse con dirección a los suyos. No hubo necesidad de ordenarles nada, pues todos ya estaban listos y, conociendo el "protocolo", se limitaron a asentir antes de comenzar a avanzar hacia las grandes puertas que protegían el territorio de la fortaleza.

Solo un guerrero no se movió. La chica que salvó al joven Hipo. Y ¿por qué? La respuesta es simple. El pequeño la retenía al igual que su padre.

-Creo que no es necesario decir que estoy en deuda contigo.-Mencionó el jefe.-Has salvado la vida de mi hijo.-Continuó mientras tomaba sus manos como símbolo de gratitud.-Si hay algo que necesites, lo que sea, no dudes en pedirlo.-

-Creo que yo ya me he adelantado, padre.-Interrumpió el joven Hipo.

-¿Cómo?-Dijo el confundido jefe.

-¡Ah sí! Casi lo olvidaba.-Esta vez fue Bocón quien habló. Se acercó hasta ellos con un paquete en sus manos.-Aquí tienes.-Dijo entregándoselo a la chica.

-Gracias.-Dijo está dedicándole una pequeña sonrisa que apenas logró distinguirse entre las sombras que le proporcionaba la capucha que usaba.

-Es lo menos que podíamos hacer. ¡Me salvaste la vida!-Mencionó con emoción Hipo.-Por cierto, yo le ayude a Bocón a hacerlas.-Sonrió.

Un pequeño silencio se formó entre ellos.

-Es hora de irnos.-Irrumpió el líder consiguiendo llamar su atención. La chica Burglar solo asintió y comenzó a alejarse junto con él.

-¡Espera!-Le llamó una última vez Hipo al verla subir a su yegua blanca para partir.- ¿Podría saber tu nombre al menos?-Pregunto con curiosidad una vez obtenida su atención.

-Thorey, mi nombre es Thorey.-Mencionó mientras se quitaba por escasos segundos su capucha revelando su corto cabello negro y sus grandes ojos azules dedicándole una tierna sonrisa antes de desaparecer junto al resto entre el horizonte…

No sería la última vez que se verían.

A partir de ese momento Hooligans y Burglars lucharían juntos hasta el final…


Chan, chan, chan, channnnn… ¿Qué pasará después?

¿Sorprendidos por ver a Thorey de nuevo? ¿No? A quien engaño de seguro ni la recuerdan :P

Bueno, como verán este shot termina por llenar muchos espacios en blanco que el anterior dejó, aunque también crea muchos más XD

En la siguiente y última parte se aclarará mucho más… pero igual quiero preguntar ¿Qué les pareció hasta ahora el shot? La verdad a mí no me termina de convencer… Y no sé si exista un límite para paginas por shot pero este rompió mi record XD (¡Ya van 34 páginas y contando! O.O) ahí lo tienen, para quienes se "quejan" porque escribo capítulos muy cortos XD

Bueno, ya no voy a aburrirlos más, nos leemos en la segunda parte que, espero, tener muy pronto…

A todos los que leyeron hoy… Gracias…