Inuyasha y el resto de personajes no me pertenecen, hago esta historia sin animo de lucro simplemente por diversión.
Espero que les guste.
«Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper».
- Que romántico todo- susurró una mujer de cabello azabache ligeramente ondulado mientras continuaba subiendo las escaleras de la biblioteca de la universidad de Tokyo, ya había leído como media docena de frases bonitas pegadas en las paredes conforme iba subiendo. Era una de las iniciativas de la universidad para culturizar a los alumnos.
Su nombre es Kagome Higurashi estudiante a tiempo completo de cuarto año de medicina. Su aspecto es delicado a pesar de medir un metro sesenta y cinco, con unos ojos grandes de profundo color chocolate fundido y cabello graciosamente rizado en las puntas.
Cada mañana, tras sus clases, iba a la biblioteca donde pasaba el resto del día haciendo únicamente un par de paradas para almorzar y merendar algo. Como ella decía, su primera casa era la biblioteca mientras que la segunda era donde dormía y hacia las necesidades básicas.
Abrió la puerta de la sala de estudio con cuidado, y camino por el amplio pasillo buscando un sitio donde colocarse a estudiar. Ese día estaba la biblioteca bastante vacía pero ella necesitaba un lugar que fuese perfecto para conseguir concentrarse.
- Eh Kag- susurró una voz femenina tras ella.
Reconoció la aguda voz al instante, solo su amiga Ayumi podía hablar tan alto en una biblioteca y no importarle en absoluto.
- Hola Ayumi, ¿Cómo llevas rehabilitación médica?-susurró lo más bajo que pudo-
- Puff, no preguntes… Por eso mismo he venido a buscarte quería saber si vendrías esta noche al grupo de estudio.
- No sé, sabes que por las noches no suelo estudiar si no tenemos examen, no va conmigo- dijo cada vez más bajo la morena.
-¡Oh venga ya Kagome! Nece-mmmm
La mujer corrió a taparle la boca a su amiga, estaban en una biblioteca santo cielo no en la calle, no podía hablar en un tono tan alto.
- Ayumi por favor se más silenciosa, me pensaré si ir-susurró pero sentía varias miradas de reproche hacia su dirección debido a los ruidos que estaban haciendo.
La otra solo asintió varias veces a gran velocidad y se fue haciendo un movimiento de mano. Kagome le devolvió el gesto y prosiguió a sentarse cerca de una ventana, ese puesto era perfecto pues le entraría luz del exterior y estaba solitario.
Realmente a ella no le gustaba pasar tantísimas horas metida en la biblioteca, pero era la única forma de mantener una media alta y poder llevar todo al día. Cada vez que salía de clase se sentía tentada a irse a casa, tumbarse en el sofá y coger su ebook para leer una novela romántica de esas cursis y empalagosas que te hacen sentirte con sobredosis de azúcar; ese es uno de sus mayores y más "oscuros" secretos. Quería ser secuestrada por un apuesto muchacho que fuese de algún lugar exótico. Un hombre que le jurase amor eterno, alguien con quien reír y que la hiciese sentir especial. Un hombre guapo, con un cuerpo esculpido por un artista, con las caderas marcadas que dejasen un hueco en los vaqueros donde ella pudiera meter la mano y...
- Kagome concéntrate- susurró para sí misma a la vez que se golpeaba suavemente las mejillas sonrosadas intentando hacer el menor ruido posible.
Mientras en otro lugar, no podríamos decir a que distancia en ninguna medida conocida por el hombre se hallaba un mundo en guerra…
Una guerra entre humanos y youkais.
En un gran salón estaban reunidos tres de los cinco altos dirigentes del mundo youkai: Inu No Taisho de la tierra de los inugamis, Kouga de los okamis y Akaiha de los kitsunes. Los otros dos dirigentes finalmente se habían aliado con los humanos y su rey. Llevaban tres meses de guerra, y aunque a primera vista deberían haber ganado con facilidad contra los débiles y frágiles humanos, lo cierto es que les superaban por más del triple en población. Todo el mundo sabía de la dificultad de las razas youkai para engendrar entre ellos. Además había que añadir la magia que poseían muchos de esos humanos, pues tenían monjes y sacerdotisas que podían purificarlos si no tenían cuidado. Inicialmente intentaron unirse los cinco territorios para hablar con el enemigo y llegar a algún tipo de acuerdo, el rey humano los ignoró totalmente al igual que el dirigente de los Oni que ni se dignó a aparecer; al principio la dirigente hibi parecía dispuesta a unir fuerzas, pero finalmente se había unido a los humanos para repartirse el territorio y esclavizar a las otras tres razas youkais.
- ¡Esto es de extremada urgencia Inu no Taisho! Están a punto de acabar con mi territorio, he tenido miles de bajas tanto militares como civiles, agradezco el refugio que le han dado a mi pueblo… ¡Pero no permitiré que esto siga así! – gritó encolerizada Akaiha, una youkai zorro con nueve hermosas colas que se movían con violencia tras ella. Era preciosa y exuberante, a la vez que provocadora como buena kitsune, pero todos los machos sabían que si querían conservar la vida además de otras cosas debían mostrarle respeto y jamás intentar propasarse con ella.
- Lo se Akai, he mandado a mis ejercito junto con mis dos hijos a luchar en la frontera entre tu reino y el de Kouga, para proteger ambos. Cuando terminemos esta reunión viajaré hacia allí para unirme a vuestras fuerzas, pero ahora necesitamos tomar unas cuantas decisiones.
Inu No Taisho es un youkai perro de gran poder, gobernante de los inugamis o youkais perro. Su poder es legendario a lo largo del mundo y todos sabían que no debían buscarlo como enemigo. Poseedor del territorio más amplio de todos los territorios Youkai, destinado a ser dividido en dos para darle una parte a su hijo mayor Sesshomaru y otra a su hijo menor, Inuyasha. Como toda la familia Taisho posee una larga melena plateada y unos profundos ojos dorados, además de poca piedad hacia los enemigos. Pero al contrario que sus dos hijos él amaba a los humanos, se había casado con una y por lo tanto sentía que no debía matarlos indiscriminadamente cuando eran obligados a luchar en la guerra por la codicia y maldad de su rey.
- ¡Deberíamos estar ya allí, y no discutiendo aquí trivialidades!
- No son trivialidades Akaiha, si no defendemos los territorios acabaremos perdiéndolo todo. ¡No podemos centrar nuestras fuerzas en un flanco cuando nos atacan a la vez de varios lugares!- habló Kouga líder de los lobos- Aunque sé que la frontera a mis tierras está cerca de la próxima contienda, voy a mandar más batallones a las fronteras con las serpientes. Están adentrándose poco a poco y matando a muchos civiles en los pueblos, secuestrando cachorros y devorándolos.
- Yo no voy a mandar batallones a lugares que no sean la frontera, tengo que defender lo poco que me queda- respondió tercamente la kitsune, su miedo a perderlo todo no la permitía ver más allá.
Ambos hombres no dicen nada ante las palabras de la youkai, y deciden no entrometerse en las decisiones de esta, así que mueven donde van a mandar las próximas tropas sobre la mesa rectangular que está en el centro de la estancia. Se trata de una mesa con un pergamino que muestra el mundo en el que viven, un mapa de los diferentes territorios que ahora se usa para planear la estrategia de las batallas venideras.
Sin decir nada más y sintiéndose decepcionada, la mujer zorro se va a paso ligero pero majestuoso de la estancia cerrando más fuerte de lo necesario las grandes puertas. En cuanto sale del palacio de los lobos, se convierte en una kitsune de un tamaño descomunal y se pierde en la espesa maleza del bosque.
Ambos youkais siguen discutiendo su estrategia durante unos minutos más, mueven las piezas que representan a su ejército e intercambian palabras, algunas más subidas de tono que otras, para acabar dándose la mano.
Me marcho, si me doy prisa llegare al anochecer- dice el inuyoukai. Echa una última mirada a Kouga para desearle suerte y ajusta su espada al cinto. Se marcha del salón dando grandes pasos.
Una vez solo Kouga se gira hacia la ventana y mira el cielo, pensando si realmente hace bien dividiendo su ejército para intentar contener la guerra en la frontera. O si por el contrario debía hacer caso a AKaiha y defender con unas y dientes lo poco que queda del territorio kitsune.
- ¿Tú qué harías padre?-susurró mirando el retrato que colgaba de una de las paredes.
En ese mismo mundo, a cientos y cientos de km de distancia tenía lugar otra reunión, pero está más bien era unipersonal. Un hombre de cabello casi negro y ojos azules estaba sentado sobre un trono situado en una inmensa sala de altos techos. Pero lo realmente espeluznante de esta escena eran los cadáveres de niños youkai colgados del techo, con barreños bajo ellos recogiendo la sangre que fluía de sus pequeños cuerpos.
Solamente se escuchaba el repetitivo sonido que realizaban las gotas al golpear la superficie de la sangre recogida, una y otra vez. Un sonido increíblemente hermoso para el hombre allí sentado que disfrutaba con el grotesco espectáculo que tenía lugar en su salón del trono.
Pero su tranquilidad fue interrumpida primero por el sonido de las puertas al abrirse y después por el seco ruido de los zapatos de uno de sus subordinados.
- Su majestad, nos informan que el ejército del Inuyoukai parte hacia la frontera kitsune- habla el soldado que acaba de entrar sin inmutarse por la escena a su alrededor, sabe que si muestra algún tipo de emoción puede ser ejecutado como traidor. Para su rey la única emoción que se podía expresar contra los youkais era el odio.
- ¿Esta Urasue preparada?-habló el monarca por primera vez.
- Si, su majestad. La bruja esta lista para ser escoltada, dice que ya ha recogido sangre suficiente para el ritual y que la sacerdotisa está purificada.
El rey solo asiente sin ningún tipo de emoción en el rostro, esta aburrido de no poder salir del castillo, por ahora deberá seguir así aún queda tiempo hasta que él pueda participar en la guerra. Ardía en deseos de abrir en canal a unos cuantos youkais, en especial a Inu No Taisho y toda su detestable familia que se creían los amos y señores del mundo.
Cuando eso lo era él.
- Entonces, partid. Y recordad que no permito ningún tipo de error, encontrad a Sesshomaru portador de Tessaiga y ejecutad el plan contra él-ordenó con voz siniestra- sino, sabréis que ocurrirá.
El soldado asiente intentando no mostrar el escalofrió que ha sentido a lo largo de su espina dorsal, sabe que le ocurrirá algo peor que a esos pobres niños youkai, mucho peor. Inclina su cuerpo hacia el rey en muestra de respeto y se marcha con paso decidido de la sala del trono, no quiere permanecer ni un segundo más en esa cámara de torturas que otro tiempo fue un hermoso salón donde se tomaban buenas decisiones para el pueblo.
El rey por su parte se levanta de su trono y camina alrededor de este con una mano sobre el respaldo.
- Espero que todo salga según lo acordado- susurra sabiendo que él le escuchara de cualquier forma-
Tras unos segundos se escucha una voz ronca, como un susurro de alguien agonizante.
Todo saldrá como acordamos Onigumo…
Sesshomaru Taisho era conocido por muchas cosas: valentía, frialdad, egocentrismo, fuerza, avaricioso, despiadado… Pero por algo que no le conocían era por su paciencia, porque ciertamente carecía de ella, sobre todo cuando tenía que ver con su medio hermano. Él, que hasta hacia unos años era feliz por poder presumir que su linaje estaba intacto de sangre humana, esa sangre débil y aberrante. Ahora sentía la vergüenza sobre sus hombros debido a que esa sangre corría por las venas de Inuyasha, un hibrido o hanyou, realmente ambos términos eran igualmente insultantes para cualquier youkai o incluso ser existente. Todo era culpa de su padre, por cuya debilidad había sido concebido su medio hermano. Un maldito hanyou que no sabía cuál era su lugar y que ahora intentaba encabezar la marcha del batallón principal, privilegio que solo podía ser suyo o de su padre, ambos de sangre pura y con mucha más fuerza de la que nunca tendría un hibrido como él.
- Inuyasha, te lo repetiré una última vez. No, no vas a encabezar el batallón principal, no voy a ir a uno secundario.-dijo con la tranquilidad que aún le quedaba en el cuerpo, sin alterarse como siempre.
- ¡Feh! Impídemelo si puedes estúpido.
Inuyasha era un verdadero dolor de cabeza, inmaduro, idiota, hibrido, débil y otros muchos calificativos describían para Sesshomaru a su medio hermano. Pero realmente Inuyasha era más fuerte de lo que su hermano quería admitir, había aprendido a pelear como un verdadero inuyoukai y aunque aún no sabía manejar a Tessaiga sabía que pronto podría.
Para su eterna desgracia…
Todo el mundo, ya fuese youkai o humano pensaba que Tessaiga, la gran espada de su padre, iba a ser heredada por él, el gran Sesshomaru.
Que idiotas habían sido todos, incluido él mismo. La espada había acabado siendo de Inuyasha, pues según su padre Inuyasha la necesitaba más que él, al tratarse de un hanyou. En ese punto su padre tenía razón, pero eso no era suficiente para Sesshomaru, a él le daba igual que fuese justo, el egoísmo era parte de su ser.
El día que sea más fuerte que nuestro padre y le venza, vendré a por ti y te arrebatare Tessaiga sin necesidad de temer a padre-susurró con altivez-
Para ese día yo os habré superado a ambos, y controlare tan jodidamente bien Tessaiga que lloraras como un bebe idiota- gritó Inuyasha, provocando que los soldados a su alrededor le mirasen y comenzaran a murmurar.
Nadie confiaba en él e Inuyasha era consciente de ello, pero por ello debía esforzarse más, para demostrarle al mundo que a pesar de ser un hanyou era más fuerte que todos esos imbéciles que se jactaban de ser youkais completos. Aunque en sus pensamientos él también quería ser un youkai completo, no ser único como su madre le decía, y aunque sabía que había un modo jamás lo haría, al menos no mientras viviese su madre.
- Irás con el batallón sorpresa, esperaras a que estén enfrascados luchando contra nosotros para aparecer y ayudarnos, es mi última palabra.
- Grrr… Está bien, pero si la jodes saldré antes de tiempo y barreré el suelo con tu cara de estirado
El mayor decidió ignorar a su medio hermano pequeño, y continúo sumergido en sus pensamientos, todos relacionados con Tenseiga, la espada que su padre le había dado en herencia temprana debido a la guerra. Una espada inservible desde su lógica, pues no mataba, no tenía el poder destructivo de Tessaiga. ¿Para qué quería él una espada que no mataba?
Algún día protegerás lo que más valoras con ella hijo, tú no necesitas más poder.
Esas habían sido las palabras de su padre después de que él por primera vez en siglos le reprochase algo.
Incluso cuando nació Inuyasha no se lo reprocho a su padre. No podía decir abiertamente que odiase a su medio hermano, pero lo que sabía a ciencia cierta es que no sentía amor fraternal por él. Ese hibrido no había honrado el apellido de su familia en todos estos años de su existencia, solo había dado problemas una y otra vez.
Sesshomaru lo aceptaría como parte de su familia el día que el hiciera algo por lo que se mereciera el apellido Taisho, mientras para él solo era un estorbo.
- Sesshomaru…
El aludido solo miró a Inuyasha de reojo esperando que dijese algo lo suficientemente importante como para molestarle.
- Huele a pólvora, han intentado cubrirlo pero si te concentras puedes notarlo.
Y así era, en el ambiente escondido por un olor a estiércol del campo, se podía oler ligeramente la pólvora. Esos cobardes humanos tenían cañones.
- Es hora de que te separes junto con un pequeño batallón Inuyasha.
- Está bien recuerda hacer la señal con tu látigo de luz.
Varios hombres marcharon tras Inuyasha cuando este hizo a su caballo cambiar de dirección, se iban a adentrar algo más en el bosque para emboscarlos desde donde no pudieran ser vistos. Tenía que hacerlo bien y conseguir que su padre estuviese orgulloso de él.
Eso y joder el orgullo de palo-metido-en-el-culo-Sesshomaru.
- Esto va a ser divertido- susurró medio sonriendo dejando ver uno de sus colmillos que brillo con la última luz del día.
- A este paso montare mi propia tienda de rotuladores- susurro para sí misma Kagome.
Era el sexto subrayador amarillo que gastaba en los últimos cuatro meses, aunque realmente para ella no era un problema. Su familia estaba podrida de dinero.
Quizás justamente era por eso que ella se esforzaba tantísimo en sus estudios, necesitaba demostrarle al mundo que aunque tenía dinero de sobra para haber ido a estudiar a una universidad privada donde le hubiesen servido todo en bandeja, ella prefería conseguir sus éxitos por sí misma.
Aunque eso provocaba que su vida social fuese prácticamente nula.
Rememoro mentalmente cuantas citas había tenido desde que comenzó la carrera; ocho, dos por año y realmente todas habían sido con Houjo, un simpático compañero de su clase. Realmente era encantador… encantadoramente aburrido. Ella quería alguien que la hiciera vibrar, no que le repitiese las desventajas que tenía tomar ibuprofeno para su mucosa gástrica.
Ella lo sabía por dios, saco sobresaliente en toxicología.
- Triste…-susurró entre suspiros mirando hacia la ventana mientras se quitaba el lapicero que le hacía de palillo para el pelo.
Su vida era jodidamente triste, o al menos hoy tenía esa crisis existencial que le da a todo estudiante cuando ve que solo hace una cosa.
Estudiar.
Decidió recoger sus cosas, ya prácticamente era de noche y no iba a conseguir nada por quedarse una hora más. Bueno si, una depresión de caballo, compraría helado antes de ir a casa y se lo zamparía mientras volvía a ver la película de orgullo y prejuicio.
Metió todo en su maxi bolso y saco el mp3, caminó distraída a través del pasillo principal de la sala de estudio buscando alguna canción no deprimente. Por inercia bajo las escaleras sin caerse milagrosamente, pues no había mirado ni por un segundo por donde iba o que pisaba. Tampoco escucho a algún compañero decirle hasta luego, ni vio a Houjo intentar llamar su atención a lo lejos.
Sinceramente le habría ignorado, hoy no estaba para tonterías.
- ¡Qué calor!, pero si ya se ha puesto el sol… por favor que alguien controle el cambio climático- hablar para una misma era una costumbre que había adoptado tras vivir sola durante esos cuatro años.
Además hoy no llevaba gomilla para el pelo, así que su larga melena le daba aún más calor. Estaba decidido, iba a comprarse ese helado.
Caminó durante un cuarto de hora de forma programada por su cerebro, paró en el supermercado donde compró helado de caramelo y nueces, y prosiguió su camino hasta casa.
A mucha gente le gusta vivir con más personas durante su etapa universitaria, pero Kagome tenía una pequeña manía con el orden y no era capaz de llevar una convivencia tranquila con nadie. Siempre había algo fuera de sitio o sucio para ella, y eso estresaba a los demás. Esa era la razón por la que vivía en una pequeña casa de dos pisos con un hermoso jardín trasero que no usaba para nada.
Aunque podría dar fiestas en el realmente. Pero solo irían personas aburridas como ella.
Mejor no hacer fiestas.
Entró en la casa, automáticamente se quitó las sandalias y caminó hasta la cocina para guardar el helado en el congelador. Primero se daría una ducha para refrescarse y después atracaría el helado mientras veía orgullo y prejuicio.
Todo había sido una maldita trampa.
Minutos después de separarse de Sesshomaru, Inuyasha y el batallón habían sido atacados. La mayoría de los youkais habían sido purificados mientras que otros simplemente estaban en el suelo desangrándose, agonizando de dolor. Ya no había factor sorpresa, y si no tenía cuidado seria eliminado como el resto de sus hombres.
- ¡Muéstrate perra!
Inuyasha estaba muy enfadado y herido. Había intentado usar a Tessaiga sin éxito alguno, pero lo peor de todo era ese olor… Olor a campanillas.
- Kikyo… sé que estas por aquí. ¡Muéstrate!- gruñó Inuyasha a la vez que despedazaba varios árboles con sus garras. Iba a matarla en cuanto la tuviera delante.
Nada se escuchó durante unos segundos, iba a volver a gritar como un poseso cuando escucho una voz.
- Ella no va a hablar mientras yo no se lo permita- provenía de la espalda del hanyou.
El muchacho se giró rápidamente, tras él había una mujer de avanzada edad arrugada como una pasa y de ojos sombríos. Pero eso no fue lo que le helo la sangre, sino la visión de la joven que se hallaba tras esa anciana.
- Kikyo…
Ahí estaba la mujer con quien pensó casarse, la cual había intentado matarle a él y a su familia.
Estaba tan hermosa como siempre, con esa piel inmaculada y esos ojos tranquilos que observaban el mundo desde otro nivel.
Una parte de su ser había intentado autoconvencerse de que ese olor en el ambiente no era de ella, que era otra persona. Pero ahí estaba, sería como siempre había sido, incapaz de mostrar alguna emoción.
¿Por qué a pesar de ello no podía saltar y desmembrarla? Había intentado matar a su madre, además de a su padre y al estúpido de Sesshomaru, pero realmente quien le preocupaba era su madre que después de todo era una frágil humana.
Putos sentimientos humanos y puto corazón.
No podía matarla, la amaba aún demasiado.
- La pobre vino en mi busca tras sentirse sucia y deshonrada, no podía aguantar la vergüenza de haber sido poseída por un hibrido como tú. Por ello libere su alma y la limpie de tu asqueroso rastro.
La anciana sonrió mostrando su falta de dientes, le gustaba ver como Inuyasha comenzaba a gruñir. Aunque en su mente no podía dejar de preguntarse porque era él quien poseía la espada, no tenía sentido alguno pero no le importaba.
Tenía que librarse de él para que su rey estuviese feliz con ella.
Inuyasha por su parte sentía su cabeza latir, su parte demoniaca se sentía insultada debido a las palabras de la anciana. Él había estado dispuesto a reclamar a Kikyo como su mujer, ella accedió a ello.
- Voy a acabar con las dos… Y disfrutare mucho con ello.
- Realmente no acabaras con nadie, ni ahora ni nunca- grito la anciana riéndose-
Antes de que Inuyasha pudiese reaccionar, unas raíces salieron de la tierra y le anclaron al suelo con fuerza. Intento soltarse, cortarlas con sus garras, pero pronto fue retenido por ramas que surgieron de los arboles contiguos.
En ese momento se dio cuenta.
Había un gran sello en el suelo, a eso se debía el olor de sangre que había notado antes de comenzar la pelea y cuya fuente no localizó. Esa bruja había dibujado un sello en el bosque.
Estaba jodido, él no tenía poderes espirituales y por lo tanto no podía deshacer el sello.
Kikyo comenzó a recitar en susurros algún tipo de conjuro en una lengua desconocida para Inuyasha. Mientras él solo podía observar como el sello comenzaba a brillar. Intentó soltarse aun con más fuerza, consiguiendo únicamente hacer sangrar sus muñecas y tobillos. Esas malditas cosas no se aflojaban y él iba a acabar muerto por haber sido débil.
Nunca odio tanto su mitad humana como en ese momento.
- ¡Kikyo no me hagas esto! En esta guerra quienes más perderán serán los humanos, ¡lo sabes!
La mujer simplemente lo ignoró, a pesar de los insultos que comenzó a profesar hacia ella.
- A ella no le importas hanyou, te ha vendido.
De repente un gran agujero se abrió bajo él, las plantas le liberaron y cayó de forma irremediable en el vacío.
Las dos mujeres solo observaron como el muchacho desapareció con un grito asolador, segundo después el agujero desapareció dejando el bosque silencioso.
- Bien hecho Kikyo, serás recompensada.
- Gracias, Urasue-susurró la morena, demasiado perdida en su mente para darse cuenta de cómo la miraba la anciana.
Y es que una parte de ella estaba gritando en su mente por lo que acababa de hacer, a la vez que su corazón resonaba fuertemente en sus oídos.
Acababa de alejar a Inuyasha para siempre de su vida pero no estaba feliz con ello.
Estaba en uno de sus momentos preferidos de la película cuando escuchó un gran golpe en el jardín. Fue un sonido seco, que no duró más de unos segundos pero que hizo retumbar su casa.
- ¿Otro maldito terremoto? –iba murmurando a la vez que paraba la película- Estaba en el mejor momento, ¡iba a declarársele!
Suspiró pesadamente y decidió ver si algo se había caído del tejado de la casa y por eso el gran ruido, nunca se sabía con esos terremotos. La última vez se había descolgado uno de los caños, y se había llevado sin agua corriente dos días.
Abrió la puerta de la terraza y echo un vistazo fuera.
- ¡Qué demonios!
Había un hombre en su jardín.
Un maldito hombre.
- Esto es una broma…-cerró con fuerza y echó el cerrojo para evitar que el tipo entrase en la casa- Tengo que encontrar algo con lo que defenderme.
Y diez minutos más tarde la situación seguía siendo la misma, salvo que ahora Kagome tenía el palo de la escoba firmemente agarrado entre sus manos y vigilaba al hombre inconsciente en su jardín. Sabía que debía salir a ver si estaba vivo o no, pero no le daba buena espina encontrarse un hombre en su jardín desmayado ya de noche.
- Como estudiante de medicina mi deber es ayudar a la gente, quizás este hombre este herido y necesite atención médica-se dijo a si misma intentando darse valor.
Y usando ese poco valor que tenía, abrió la puerta y se acercó lentamente al hombre. Cuando estuvo a escaso medio metro de él le golpeo con el palo suavemente, para ver si había reacción. Al no obtener nada decidió ser profesional e intentar saber que le ocurría, el problema era que estaba boca abajo y no podía ver si tenía alguna herida.
- Espero que no seas un violador, porque entonces me veré obligada a patearte las pelotas bien fuerte…
Con cuidado de no despertarlo y mucho esfuerzo consiguió ponerlo boca arriba.
Dios santo.
Era demasiado atractivo para sus nervios. Moreno de tez clara, con un mentón fuerte y unos labios muy varoniles, unas gruesas cejas tapadas en parte por un flequillo que caía desordenado sobre su frente. Llevaba unas ropas rojas muy extrañas, parecían sacadas de una película antigua.
Le examino la frente apartándole el flequillo y palpo ligeramente el cráneo; aparentemente no tenía ninguna herida, pero podía tener alguna en el tórax y no estaba dispuesta a desnudarlo sin el consentimiento de él. No quería parecer una aprovechada que a la menor oportunidad manoseaba a un hombre inconsciente.
- Umm perdona, ¿puedes oírme?
El joven ni siquiera se inmutó, tendría que ser más insistente si quería despertarle.
- ¡Eh! perdona chico pero ¿qué haces en mi jardín? ¿Podrías despertarte y explicármelo?- le dijo a la vez que le movía ligeramente los hombros a ver si con el movimiento conseguía sacarle de la inconsciencia.
Tras un par de minutos zarandeándole ligeramente el muchacho abrió los ojos lentamente, Kagome se apartó y le miró atentamente esperando que se percatara de su presencia.
- Qué diablos…-susurró él moviendo la cabeza hacia un lado y otro, pero al mirar hacia la derecha la vio.
- ¡¿Qué est…?!- exclamó Kagome al sentirse de repente lanzada contra el suelo y aprisionada por el cuerpo de él.
Definitivamente debería haber llamado a la policía, ahora iba a ser violada o algo peor por ese individuo extraño.
- Qué coño haces Kikyo, maldita perra-gruño encolerizado el muchacho.
- ¿Co-co-cómo? Mi nombre es Kagome, no Kikyo-le dijo la mujer a la vez que intentaba soltarse de su agarre, tenía que llegar al palo de escoba y golpearle con él.
- No intentes engañarme, eres…
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Inuyasha, esa mujer no olía a campanillas sino a jazmín. Pero lo peor no era eso.
- No puede ser…
En un abrir y cerrar de ojos el desconocido se levantó y la dejó libre, como un loco comenzó a tocarse el alto de la cabeza, como buscando algo. Luego se miró las manos asustado y finalmente estiro su larga melena.
- ¿De qué color son mis ojos humana?
Kagome parpadeo visiblemente asustada, no era capaz de moverse aunque sabía que tenía que hacerlo.
- ¡De que puto color son!-gritó perdiendo la poca paciencia que tenía-
- ¡Marrones! Son marrones…-gimió asustada a la vez que se encogía-
Marrones…
Jodida suerte, era humano.
Bueno, después de muchos años sin publicar nada (desde 2011 creo que fue mi última actualización) he retomado las ganas de escribir. Se que tengo historias sin terminar, pero estoy reescribiéndolas o corrigiéndolas porque después de tanto tiempo puedo ver mucho mejor mis fallos o lagunas.
Este fic supongo que tendrá entorno a 15-20 capítulos, según como de largos los haga. Tengo prácticamente pensado el final, lo cual es muy bueno porque siempre es donde me atasco.
Espero que les haya gustado el capitulo, si es así dejen un comentario ^^ que me motivan muchísimo para escribir.
Un saludo.
Amni
