FROM ZERO
Dedicada a mi pareja, por su cumpleaños.
No sabía cómo fue que aceptó este trato. Dio un par de vueltas en su habitación, tomándose de la cabeza, intentando no correr y dársela contra la pared. Estaba tan anonadada y atontada. No creía que se había dejado endulzar por esa estúpida de Sayaka y peor, con la ayuda de Kyoko.
Dioses.
Seguro que había sido por el alcohol.
Y ellas…
Esas dos…
Kyoko y Sayaka se llevaban a las trompadas, pero para algo al menos habían aprendido a congeniar. Ni siquiera sabía cómo lo lograron, de verdad estaba sin habla ante tal despliegue de forzosa cordialidad en esa guerra caliente que llevaban a cabo desde que se volvieron compañeras de habitación por la situación económica desorbitante que tenía a todos corriendo como gallinas sin cabeza.
Ahora miraba la enorme habitación que habían rentado para ella. Tenía su mejor vestido de color negro como la noche, un escote en la espalda que terminaba en un bonito moño. Adelante tan sólo se trataba de un top que dejaba parte de su pecho y abdomen al aire, antes de seguir en la falda. El largo de la tela llegaba finalmente al piso, sus pies decorados con unas sandalias plateadas. Estaba bastante bien acicalada, además de llevar su cabello suelto, en suaves bucles. Usaba poco maquillaje y su labial se había esfumado por la cena y los litros de whisky que había tomado con sus amigas.
Era su cumpleaños.
Hoy llegaba a los 30 años de edad, finalmente.
Luego de tantas negativas, de querer aferrarse a que era una niña inocente; estaba pisando el primer peldaño de la verdadera adultez.
Seguía negándose con todas sus energías.
Incluso cuando ya había dejado el nido hacía una década para un porvenir mejor, ella no quería aceptar que era una mujer. Aún conservaba el uniforme de secundaria, con la ilusión ridícula que entraría en su cuerpo menudo. Pero obviamente, la parte de arriba le quedaba tan sólo de top y la falda parecía hecha para una película de cine adulto.
Encendió un cigarrillo de sabor artificial de vainilla.
Odiaba fumar, sólo lo hacía o perdía la batalla, cuando estaba nerviosa, a punto de desmayarse o quizás al borde de un síncope.
Como ahora.
Volvió a dar vueltas en la habitación, rogando no tropezarse con nada desagradable. Por ejemplo, algún tipo de consolador sucio con los fluidos, condón usado o ropa interior femenina descartable
Ugh, qué asco.
A pesar de que le dijeran que era el mejor hotel para mujeres de todo el distrito llamado por sus lugareños como EroGame, albergaba sus dudas.
Lamió sus labios y volvió a fumar.
¿Cuándo fue que del "La pasaremos bien" saltaron al "Conseguimos una EroGirlCompany para ti, ve que la pasarás genial y luego nos cuentas"? No tenía ni la más pálida idea.
'Maldita Sayaka, prometo agarrarte, arrastrarte de los pelos y ponerte en una habitación con Kyoko y que se den una paliza hasta que terminen haciendo cualquier cosa menos matarse.'
Rechinaron sus dientes de puro encogimiento, que fue acompañado con un gemido que brotó de la garganta, asfixiado.
Y entonces, la puerta se abrió.
Madoka se sobresaltó.
Con un suspiro, notó que era la habitación continua.
Tenía pánico de voltear y de encontrarse con algún robot de primera generación, esos que parecían de plástico. No, mejor dicho, los peores eran los que simulaban ser humanos. Esos daban miedo. De hecho, había visto en la televisión que varios de los que iban a estos distritos terminaban al borde de la locura en un claro desorden disociativo de la realidad. Creían que estos robots eran humanos y no había manera de convencerlos de lo contrario. ¡Hasta deseaban casarse!
No es que tuviera algo en contra de los robots.
¡No, por favor!
Pero obviamente, sabía que fijarse en ellos era lo mismo que hacerlo en una roca. Nadie se enamora de una roca ¡Por el amor de los Dioses del Olimpo! Sin embargo, estaban confeccionados con tanta perfección que parecían uno más.
Los utilizaban para infiltrarlos en misiones internacionales de espionaje. Como los robots no tenían sentido de traición o ambición, simplemente hacían su trabajo y terminaban con la misión sin ninguna pizca de tentación. No había chantaje, no había maldiciones. La verdad es que era una gran ventaja contar con este tipo de espías, a los que no tenían que pagarles y podían usarlos indefinidamente.
Fingían hasta la perfección estar enamorados para seguir una vida pseudo normal, mientras extraían información y la enviaban de una computadora a otra. Cada uno de esos robots tenía miles y miles de tetrabytes para almacenar planos y otros datos como energías poco sustentables, también conocido como Petróleo.
El petróleo se transformó en una especie de mala palabra para esta nueva sociedad.
Sólo se aceptaban las energías convencionales, en un desesperado manotazo de ahogado para seguir con la vida terrestre de la mejor manera posible sin seguir pagando las peores consecuencias. También la eléctrica por represas. O extraer agua dulce para el consumo.
¡Prohibido, prohibido, prohibido!
Zettai dame!
En letras enormes, rojas e imprenta mayúsculas.
Hacer algo parecido era firmar tu sentencia de muerte. Porque te condenaban a la muerte cerebral si llegabas a traicionar el Estatuto del Ciudadano Modelo.
Recordó que muchos de esos espías, cuando ya tenían varios años de uso y sus adaptaciones eran inviables (Porque podían adoptar diferentes formas humanas); los enviaban a estos distritos, para cumplir el oficio más viejo del mundo:
La prostitución.
Madoka no estaba de acuerdo con contratar este tipo de cosas. No es que fuera ultra feminista, pero creía que incluso los robots, debían tener un poco de respeto. Sirvieron años a su nación y luego mandarlos a estos distritos no era más que un tipo de degradación infradotada.
Mas los robots no sentían.
No comían
No dormían.
No se enamoraban.
No lloraban.
No eran felices.
Tampoco, tristes.
No odiaban.
Eran plantas.
Peor.
Muertos en vida.
Las mujeres hacían su función primaria de gemir y retorcerse alzando el ego, los hombres tan sólo empujaban en la pose que la compañera o el compañero le pidiera, eyaculaban una especie de líquido sin espermatozoides y fin del tema. Todo muy biológico y a la vez, tan artificial.
Le repugnaba hasta dónde había llegado la desesperación del ser humano para no sentirse solo.
Pero, para empeorar las cosas, ahora existían robots que sentían. Que tenían emociones muy intensas
Obviamente, estos eran más caros de adquirir, tenías que ser un o una magnate millonario con bases extraplanetarias y tickets a Marte, Titán y a la Galaxia Andrómeda o algo por el estilo para poder adquirir algún chico o chica de estas características.
También estaba el peor dolor de cabeza para la Confederación:
Robots renegados.
Sacudió su cabeza y se lo pensó otra vez.
No.
Mejor decía que todo estuvo muy bonito y se volvía a su casita.
Su vida de solterona inmejorable la tentaba más que tener un encuentro sexual con un robot. Su perrito Lucky seguramente la estaría esperando. Era probable que le pidiera de comer, mimos, que la extrañara un poquito. Besaría la foto de su madre que andaba por el planeta X104 en Andrómeda, dando una conferencia a sus hermanos de la Confederación Intergaláctica. Le comentaría a la grabación cómo había sido su reunión de cumpleaños, obviando que la princesita había ido a festejar en un distrito de prostitución VIP y luego saludaría a Tatsuya, que se hallaba exiliado y en una misión importantísima de readaptación humana en el planeta Marte. Su padre trabajaba en una granja dentro de esos domos autosustentables que habían construido.
La única de su familia que se había quedado en la Tierra; era ella, junto a sus amigas, con la loca idea de que podrían mejorar el planeta que ya tenía su ticket de expiración. Y que no faltaba mucho para que éste arrasara con lo poco que quedaba de civilización.
Observó que la lluvia comenzaba a caer. Maldijo su suerte.
Si bien, ahora el agua estaba bastante tratada por la radiación, luego de que Chernobyl volviera a hacer una reacción en cadena, era recomendable no salir a ningún lado cuando los fenómenos atmosféricos sucedían. Las plantas ya estaban cubiertas por un plástico protector que filtraba la radiación para alimentarlas. Se buscaba principalmente que estos organismos fueran comestibles para el mercado que las consumía.
Miro el reloj holográfico que mostraba la hora con diferentes jovencitas desnudas.
Puso los ojos en blanco
Siquiera informarse en ese distrito, tenía algo de dignidad.
Demoraba mucho. Pensaba que la chica probablemente tenía un tipo de desperfecto. Era muy seguro que se hubiera descompuesto o que tuvieran que lavarla luego de haber sido utilizada por algún hombre o mujer. Había oído horribles casos de robots mujeres a las que les rompían partes de su cuerpo como recuerdo. Sufría cuando lo leía en el diario que le llegaba a la pared de su comedor. Le dolía como si fuera ella. No trataría a su jovencita de esa manera.
Se detuvo en seco.
¿Qué demonios estaba pensando?
¿No era que estaba negada a tener un encuentro sexual? Sí, la zona confortable, enfócate en eso, Madoka. Tan sólo hablar un poco, algo de compañía. Café, charla intelectual y fin del tema.
-Disculpa por la demora, señorita Kaname-san. –Susurró una cálida voz detrás de sus espaldas.
Madoka dio un salto en el aire y se giró casi a punto de pegar un puñetazo por interrumpir sus bonitas reflexiones.
Iba hacerlo.
Hasta que reparó en la joven que estaba frente a ella, ahora.
Sonreía.
Tenía ojos violetas.
Dos coletas muy perfectas.
Labios rosados y delicados, maquillados apenas.
Sus facciones eran tan reales que hasta por un momento dudó si esa chica era humana. Obviamente, la prostitución entre humanos estuvo abolida y prohibida desde el año 2200, luego de una revuelta popular que significó la masacre de miles de mujeres y hombres. Tampoco es que Madoka estuviera a favor de la prostitución con robots.
Siguió inspeccionándola, muerta de curiosidad.
Sus pómulos eran pequeños, bastante bajos.
Rostro redondeado e inocente.
Debía medir casi como ella, un poco más probablemente.
Sus pechos eran turgentes, estaban casi al descubierto por un bra que pronunciaba las formas femeninas.
Las piernas, largas, torneadas, esbeltas, básicamente estaban para el pecado más sucio del mundo.
Llevaba anteojos cuadrados rojos.
¡Madoka tenía un fetiche con la miopía!
Mordió su labio inferior.
Maldijo a Sayaka y a Kyoko, porque de seguro ellas habían elegido a la joven.
-No pasa… Nada. –Tragó pesadamente, dándole rápidamente la espalda.
-¿Por dónde quieres comenzar? –Sintió que esa joven se puso muy cerca y Madoka volvió a enfermarla, entrando en guardia al instante. -¿Puedo darte un masaje? ¿Lo deseas? ¿O podemos ir al grano…? –Desabrochó su bra, quedándose rápidamente desnuda de la cintura hacia arriba. Madoka se apresuró en vestirla, intentaba no mirar demasiado esos pechos perfectos que se exponían con total impunidad ante su vista; logrando que la robot abriera ligeramente sus ojos y parpadeara rápido, en señal de perplejidad.
-No, está bien. Sólo… Sólo…
Le dio la espalda, totalmente tensionada. Caminó buscando la cartera que había revoleado en un momento de querer pegarse un tiro por aceptar esa locura.
-¿Entonces…?
Madoka se tensó al percibir las suaves y tibias palmas de las manos del robot, en su espalda.
-¿Cómo te llamas? –Volteó el cuerpo para observarla cara a cara, atentamente. Su interlocutora sonrió tímidamente, perfecta en el papel.
-Me llamaron Homura Akemi.
-Te llamas Homura. Qué lindo nombre. –Rió con vergüenza. –Bueno… ¿Tomas algo conmigo, Homura-chan?
-¿Tomar?
-Líquido. –Titubeó, jugando con sus manos. - ¿Tu organismo puede?
-Sí, podemos tomar bebidas, comer y otras complejas funciones humanas. –Rió una vez más, servicial. Luego, fue hacia una heladera que estaba pegada a la pared. Tiró de la puerta y pidió un café. -¿Con leche?
-Y crema.
-Café con leche y crema. ¿Comes…?
-Muffin, por favor.
-Muffin. Yo me pido un té y una galleta tamaño extra grande. –Se inclinó educadamente cuando aparecieron estas órdenes y fue a la mesa con dos tazones enormes. Caminaba recta, precisa, sus piernas se movían con tanta sensualidad que por un momento Madoka, mordiendo descaradamente sus labios, se preguntó si no estaba perdiéndose de un nuevo fetiche.
Mordió nuevamente su labio inferior, indecisa.
Homura comía tranquila, educada. No dejaba ninguna miguita en la mesa y la miraba con esos ojos amatistas tan profundos como pozos de agua en la luna de Titán. Brillaban de manera sutil, pero era algo bastante sobrenatural. Artificial. Madoka lo sabía.
-¿Qué eras antes de trabajar de esto? –Preguntó Kaname, dando un sorbo de su café, sin dejar de perder algún tipo de detalle. De verdad, Homura la tenía tan hechizada, parecía una bruja que atraía a una niña inocente a su perdición.
-Era espía para la Nación del Norte.
Respiró, totalmente sorprendida.
-¿Norte? O sea, ¿Fuiste fabricada por los países del Norte?
-Exacto- Homura volvió a sonreír con humildad.
Esos robots eran los más caros, los más duraderos y obviamente, adquirirla incluso como prostituta debió salir un dineral.
-Y, dime… -Se aclaró la garganta. -¿Qué solías hacer?
-Me infiltraba en el servicio secreto de las naciones enemigas para robar información valiosa. Esta la enviaba a otros de mi cuadrilla hasta llegar a la base. Luego seguía mi estadía en los países, por lo que no desperté jamás sospechas.
-¿Y luego?
Madoka quiso pegarse en la frente. Era obvio por qué terminó ahí, preguntar esto era una idiotez. Pero Homura, tomando tranquila su café dijo lo siguiente:
-Simplemente salí del programa por un desperfecto.
Madoka la enfrentó, completamente curiosa.
-¿Puedo… Puedo saber cuál fue?
Sabía que era pisar una herida. Cualquier humano se sentiría totalmente humillado de ser un dios para un país a un ciudadano de bajísima categoría, sin derecho de ningún tipo. Los robots tenían clases también. Homura era nada más que un objeto de deshecho, al que apagarían en unos dos años y usarían sus partes para fabricar otro nuevo. Un ocaso excesivamente atormentado para quien alguna vez, fue toda una máquina de la transmisión ilegal de datos.
-Un humano se salió de control y quiso apagarme cuando estaba en medio de una misión. Tuve que asesinarlo.
La interlocutora abrió los ojos de par en par.
Había quebrado la primera ley.
¡Los robots, se sabe, que no matan humanos! Lo tienen en su programación básica, las Tres Leyes, deben proteger a cualquier ser humano que lo requiera, así este sea el peor animal que haya pisado la tierra. El líquido apenas pasó por su garganta.
-¿Lo…?
-Sí. Un tiro en la nuca y sus signos vitales se apagaron.
Era impensable. Dejó la taza en la mesa, intentaba procesar lo que esta máquina decía con tanta paz.
-…
-Madoka, por un breve momento, tuvo desasosiego por esto. Era lo mismo que jugar con fuego, estaba en presencia de un aparato que no tenía escrúpulos de ningún tipo. Se encogió en su asiento. Al parecer, Homura notó ese tipo de cambios en su estado de ánimo, porque se apresuró a decir.
-Pero fue un error. Se escapó la bala, yo no planeaba matarlo… Simplemente… -Titubeó y no disimuló ni un poco. - Deseaba…incapacitarlo.
Un silencio perturbador se instaló entre ambas.
LOS ROBOTS NO COMETEN ERRORES…
La joven de cabello azabache salió disparada a una heladera y sacó una tableta gigante de chocolate. Era increíble, puesto que el consumo de cacao sucumbió cuando la planta se extinguió para siempre en el 2070, producto de una epidemia.
Madoka olvidó lo que habían hablado, porque esto realmente era sorprendente. Acarició la tableta como si fuera oro en paño y la dio varias veces vuelta, probando su consistencia con las manos, al quitar el envoltorio. Estaba fascinada, apenas podía, nuevamente, hablar.
-¿De dónde sacaste esto?
-Este hotel cuenta con una producción propia de cacao. Consume cuanto desees. –Le entregó con una sutil reverencia.
-Lo creí extin…
-En mi disco duro cuento con las herramientas para revivir un centenar de plantas interfectas. Así que a ello me dedicaba antes de que me envíen aquí.
-¿Aquí?
-Sí.
-¿No eres… bueno… ya sabes… eso…?
-¿Prostituta? –Negó educadamente con su cabeza. -No. Soy ingeniera, pero la joven que iba a trabajar para ti está en reparación y yo la tuve que suplantar.
Las mejillas de la cumpleañera ardieron. La lluvia arreciaba con más violencia y la ventisca recorría por los edificios, produciendo un sonido escalofriante de muerte.
-¿Eres feliz con el trabajo este?
-No.
-¿Perdón? –Por primera vez en estos minutos, Madoka volvió a alzar la contemplación, dudando de lo que había oído..
Homura se quedó en silencio un rato.
-Sí.
Los robots no procesan sentimientos. No sabían lo que es ser feliz o estar deprimido. Sólo imitan como loritos. No distinguen entre lo bello y lo feo. No buscan nada para sobrevivir porque creen que su misión es exactamente para lo que fueron fabricados. Nada más. Los robots no tienen ni voz ni voto para exigir sus derechos.
A no ser…
A no ser…
A no ser que ese accidente la hubiera reconfigurado.
Una vez su hermano comentó sobre la tecnología que se autoinventaba. Que se autocorregía y evolucionaba. Cambios sutiles pero notorios. Las máquinas poco a poco sienten. Tienen un pensamiento crítico. Cuestionan a los humanos.
¡Obviamente, todos estos artefactos fueron destrozados en ferias de carne!
Siempre había sido una noticia amarillista la idea de la evolución de la máquina. Era el hazmerreír por el que su hermano fue relegado a ese planeta lejano, abandonando para siempre los Congresos Intergalácticos. Para muchos, no eran más que conjuntos de chatarra con un revestimiento de piel y tejidos artificiales símiles al de los seres humanos.
Masticó el cacao, sorprendida por su suave y deliciosa firmeza. Su saliva se acrecentó, completamente estimulada por el sabor. Sonrió, mientras seguía engullendo, sin ningún tipo de restricciones. Sabía que al día siguiente moriría descompuesta, pero quería vivir el hoy, comiendo uno de los alimentos más lujosos del mundo.
Cotizaban el chocolate congelado a precios desorbitantes. ¡Millones de unidades!
-¿Para…Para qué usan el cacao?
-Es bueno para los humanos, luego del encuentro sexual. Las hormonas tienden a adormecer al humano, por lo cual, los despertamos con café, antes de una segunda ronda. El cacao sirve como un placebo luego del orgasmo. –Se encogió de hombros. –Todo sea para complacerlo.
Madoka se puso roja como un tomate y desvió su mirada a la ventana, intentando carraspear de la mejor manera, para no llamar tanto la atención.
Había tenido algunos encuentros sexuales, alguna noche alocada de salidas con sus amigas a la disco, alcohol, hormonas descontroladas y una chica por el camino que terminaba en su cama. Sin embargo, nunca pudo poseer la persistencia de llevar una vida completamente madura, en el sentido de que era malísima manteniendo una relación luego de la noche de sexo. A veces, creyó que realmente había algo muy negativo dentro de ella o en su cerebro.
Se paseaba por consultorios psicológicos, intentando hallar la solución.
Tomó su cabeza, bastante preocupada por guardar las apariencias, pero era inútil. Homura tampoco era un robot que estaba en todos sus cabales. Tan sólo era momento de aceptar que las veces que ambas se dejaban llevar por necesidades, urgencias, impotencia, imprudencia o desesperación, podían llegar a arruinar absolutamente todo lo que con esfuerzo, habían construido.
La mirada atenta pero cálida del robot, le devolvió más color a sus mejillas que estaban algo blanquecinas por tanto trabajo y estrés.
-Yo…
-Deberías probarlo adentro del café. De verdad, te gustará mucho. –Apuntó Homura con tranquilidad, mientras acomodaba su cabello. Casualidades de la vida, a Madoka por un momento, le pareció un gesto muy humanizado, hartamente femenino y quedó un rato observándola con fijeza, muy sorprendida. Homura sintió que la clienta estaba interesada en sus acciones, así que volvió a mirar a sus ojos, manteniendo las distancias. Repitió el gesto. Sonrió con cortesía, tal como estaba en su programación, para que no se sintiera incómoda.
Madoka le hizo caso, en silencio, devolvía la vista con la misma intensidad. Sin embargo, ella rompió la quietud en una risa estridente. Todo esto era tan descabellado y loco.
Se suponía que tenía que cogerla sin parar, en todas las malditas poses del kamasutra lésbico, para romper con la monotonía de su depresiva y solitaria vida.
Pero, estaba teniendo una charla de ética y moral con un robot. Hablaban de las actividades pasadas de una máquina que se supone que no tiene sentimientos.
Estaba trabando cierta confianza con un robot renegado.
-Está muy bueno. –Sonrió cálidamente, mientras volvía a probar el líquido. – ¿Conseguir esto, no se supone que es algo de los clientes híper VIP o algo por el estilo? –La contempló con curiosidad.
-Bueno, supuse que estabas muy nerviosa.
Para sorpresa de Madoka, Homura se levantó de su lugar y caminó directamente hacia ella. El robot se sentó en sus piernas, frente a ella, rostros a un palmo de distancia. Akemi sonreía con calidez.
-Yo…. Yo…
-¿Si?
Alzó las manos, para intentar mantener distancia. Éstas quedaron en los hombros del robot, posándose con delicadeza.
-Mira, mis amigas han rentado esta habitación porque creen que estoy demasiado estresada por el trabajo, es mi cumpleaños y ando desmoralizada debido a que intento con desesperación salvar un planeta y una humanidad podrida. Pero no es mi intención, realmente NO es mi intención, tener sexo con un rob… contigo.
-Ya veo. –Los ojos de Homura parecieron apagarse un poco y sin embargo, con mucha delicadeza acarició un mechón de cabello, acomodándolo. Las mejillas de Madoka, rojas por la acción, percibieron la dulce calidez del aliento de Homura y la suavidad del tacto en su rostro. Cerró los ojos, dejándose llevar por la situación, suspiró relajada y con sorpresa, se encontró sonriendo con timidez. –No pasa nada si estás alterada. –Le susurró al oído, antes de buscar sus labios, para depositar un cálido y suave beso.
Madoka se sobresaltó por esa acción inesperada, pero su cuerpo no se echó atrás, a pesar de que la mente le avisaba que esto era demasiado peligroso.
Pasaron pocos segundos cuando Homura se alejó, casi de forma casta, dejando a Madoka con ganas de más.
-Homura-ch….chan….
-¿Mmmmh? –Una extraña sonrisa se asomó en las facciones del robot, una que demostraba su felicidad contenida por el patronímico utilizado.
-¿Podrías…? –Madoka suspiró, avergonzada.
-Dime…
-Abrázame, por favor…
Esto mismo hizo el robot, y Madoka pudo percibir el falso corazón que latía en un pecho completamente irreal y ficticio. Debajo de toda esa capa símil piel sedosa, se encontraba una máquina, fierros y tornillos, tecnología de punta. Fría. Sin vida. Y nada más.
Sin embargo…
A pesar de que Madoka se consideraba completamente humana, no veía qué era lo que realmente las distanciaba. Quizás, era muy prejuiciosa y Homura, siendo el robot renegado que era, realmente albergaba sentimientos que la conflictuaban demasiado. Verdaderamente ponía en dudas su moral como humana. Estaba siendo tan injusta con Homura sólo porque era un robot, cuando las personas que conoció y transitaron por su vida y cama, la trataron peor que a un objeto.
Pasó sus manos por la espalda casi desnuda, olvidando por un momento que esto su yo de hace unas horas, le recriminaría sin cesar.
Volvió a conectar sus miradas, entreabrió sus labios y las mejillas entraron en calor, una vez más. Tragó con dificultad, el pulso corriendo libre por sus venas, acelerado e incontrolable. Acercó sus labios, Homura olía deliciosa, una colonia cara de cítricos y jazmines. Sonrió antes de conectarlos en un beso, el más dulce que había dado en su vida. Homura se acomodó mejor en sus piernas, empujándola levemente contra el sillón, mientras continuaba el beso con candor y torpemente. Cuando Madoka entreabrió sus orbes, advirtió un rubor bastante pronunciado en las mejillas sin vida de esa joven.
Los robots no sienten calor ni frío. Eso significa que no tienen sensaciones como placer o dolor. No se sonrojan si se sorprenden, avergüenzan o enojan. No empaliceden si hace frío o por un susto.
Madoka se separó, en pleno estado de shock.
-Homura tú…
El robot se apartó rápidamente y fue a una distancia prudente, en otra esquina de la habitación, contra la pared. Kaname podía observar cómo temblaba, intentando contener su cuerpo. Abrazaba el menudo cuerpo, como si con eso, pudiera protegerse de cualquier ataque físico.
-No lo digas… por favor…
-Eres… -Susurró con un hilo de voz. - ¿Humana?
La joven de cabellos negros miró hacia el piso, torció sus labios, metida en pensamientos que la llevaron a experiencias de antaño.
-Mi anterior dueño, quería convertirme en humana, un reflejo de su ex – esposa que había fallecido en un accidente. Así que…
-Eso significa que puedes tener hijos… -Homura asintió, ceñiéndose. -¡Es totalmente peligroso que te manden aquí! –Madoka se acercó, para acariciar la cintura de la chica, a la altura de las caderas, observando su vientre. -¿Te ha…?
Akemi apretó los labios.
-Esa fue la razón de por qué fui relegada.
-Oh… -Madoka la apretujó contra su cuerpo, tratando de contener ese miedo que tanto la dejaba sin palabras. Su compañera flaqueó las piernas, cayendo arrodillada en el suelo. Madoka la abrazó con más ternura hacia su abdomen. –Puedes confiar en mí. ¿No puedo hacer algo para darte libertad? Sabes que la… Prostitución, aunque sea para "cubrir" a tu compañera, está prohibida en humanos.
-Creí que era una cosa para ti.
Madoka sonrió avergonzada, ante la suave mirada que no mal juzgaba nada de lo que había PENSADO casi la mitad de la noche. Acarició como pudo, ese cabello renegrido, brillante, perfecto y sedoso. Desató las coletas y la pesada cabellera azabache cayó con gracia sobre sus esbeltos hombros.
-No. Claro que no, no lo eres.
-¿Cuándo dejé de serlo?
-Cuando fui conociéndote un poco más. Cuando me di cuenta que el prejuicio contra los robots es tan deshumano que ni siquiera debería llamarme ser humano… Cuando noté que inconscientemente tenía miedo, pero intentaba abogar por los derechos que creo que deberían poseer. Como mi hermanito… -Su interlocutora se incorporó y tímidamente le dio un beso en la mejilla, sorprendiendo a la chica.
-Gracias… -Susurró en su oído.
-De… De nada… -Hicieron un incómodo silencio, antes de que volvieran a interrumpirlo. -¿Cuánto de humana tienes?
-Noventa y nueve coma nueve por ciento.
Madoka abrió los ojos de par en par.
-¡No puede…!
-¿Qué no lo habías notado? Los robots no tienen la piel cálida. –Homura sonrió con mucha modestia. –A pesar de que yo sí, fui renegada, mucho antes de que me reconfiguraran como como ustedes…
-¿Qué es lo que te hace…?
-La inmortalidad. –Una triste mueca se instaló en ella y Madoka percibió que dolor punzante y que quemaba, instalarse en su pecho. Respiró entrecortada.
-Bueno…
-Eso significa que si me encariño con las personas, tan sólo las veré morir.
-Es… Es triste… Es muy triste… -Un nudo se formó en la garganta de Kaname, los ojos se anegaron en lágrimas. –Ser condenada a una vida así… -Akemi limpió delicadamente sus mejillas, con dulzura, enfrentando los rostros, mientras no dejaba de hacerle caricias. –Buscaré a mi hermano, para ver qué se puede hacer, mañana mismo lo hago…Tatsuya-chan seguramente sabrá cómo ayudarte… Él está en un planeta cuidando robots renegados. Seguramente forma parte de una asociación ilícita que los protege y les da una vida digna que merecen... Porque ustedes lo merecen… Sí que lo hacen…
-¿Sabes, Kaname-san? –Interrumpió la joven morena, con aire tranquilo. -Los robots también sentimos. Sólo que vamos reemplazándolo con algoritmos para no asustar a los humanos. Pero tenemos miedo, lloramos cuando no nos ven. Nos causan risa algunas cosas típicas de ustedes, como por ejemplo, sus reacciones genuinas y a veces, hasta inocentes. Y sí, también llegamos a provocarnos. –Le guiñó un ojo, decidida en cambiar ese semblante tan abatido. Poco a poco, reparó que esto iba surtiendo efecto. - Pero, como dije, recurrimos a cifras para no hacerlo completamente presente y asustarlos… -Homura se sorprendió cuando un beso ardoroso la calló de golpe. Madoka la apretó contra la pared, ahondando en su boca, lo más posible, empujando con su lengua, buscando una respuesta de la misma intensidad, deseosa en prolongar el contacto.
-Esto… -Se separó, respirando encendida. –Esto… ¿Te excita?
Homura tomó de golpe su mano, llevándola directamente a la entrepierna, bajo la ropa interior que era absolutamente diminuta y se rompía con facilidad. Madoka se sonrojó ante esa acción desprevenida, pero más aún cuando encontró una humedad incipiente y cálida en la zona. Inconsciente y por acción reflejo, acarició, buscando más de aquello que le resultaba completamente tortuoso. Tragó con dificultad y rió, incrédula, entre dientes.
-¿Tienes la respuesta que deseas…? –La morena alzó una ceja, sugestiva.
Sólo por la necesidad de cohibirla, llevó sus dedos a la boca, para probar el sabor, respondiendo con picardía a su acción insolente.
-Sí, delicioso.
Un silencio pesado se instaló entre ellas, Homura tenía el bermellón esparcido por todo su blanquecino rojo e hizo un gesto con los labios que básicamente Madoka tuvo que entrelazar las manos tras la espalda para no volver a ejecutar esa acción, se encontraba de igual manera, una sensación calurosa beneplácita se instalaba en sus entrañas.
Sin embargo…
Sin embargo….
Las risas irrumpieron en la habitación, llenas de vida, de complicidad…
De felicidad.
Sí, de felicidad.
Reales.
Genuinas.
Un sentimiento existente que dejaba su condición de ser abstracto.
Madoka observó sorprendida a Homura reír y un sentimiento extraño se instaló en su pecho. Uno que de hacía doler, pero de algo diferente. Algo que había perdido, quizás en la monotonía de su vida diaria.
Rodeó a la joven con sus brazos y la llevó contra su cuerpo, para besarla, una vez más. Notó los labios tiernos de Homura, abrirse suavemente, respondiendo con inexperiencia. Ya ni la sorprendía que esa joven fuera virgen también. Apoyó su rostro contra la curvatura del cuello.
-…
-Quiero conocerte más. Homura, quiero salir contigo.
-¿Sa…Salir?
-Como pareja… ¿No se puede…?
Los ojos de Homura brillaron de sosiego en plena libertad. Ni siquiera se preocupó en ocultarlo. Las manos temblorosas encontraron la piel de su interlocutora y la estrechó contra sí, una vez más.
-No me importa si no se puede. Sí. Sí. Quiero salir contigo, Madoka… -Su oyente comenzó a reír entre dientes, sorprendiéndola. -¿Qué pasa…? ¿Qué dije? –La observó, un poco temerosa de haber caído en una trampa que no sabía.
-Es la primera vez en la noche que me llamas por mi nombre. –Pegó ambas frentes, con suavidad, mientras le acomodaba otra vez su cabello. –Y eso me hace súper feliz. –Besó la mejilla. –Y sabes, Homura-chan… Tus anteojos te quedan hermosos.
-Mi compañera dijo que tenías un fetiche con…
-Sayaka y la madre que te parió… -Maldijo, avergonzada, volviendo a su cueva de la vergüenza y el castigo personal autoimpuesto.
-En realidad fue Kyoko. –Carraspeó la joven.
Madoka enterró aún más su rostro contra la clavícula, intentando desaparecer.
-Las voy a matar…
-Igualmente no me molesta llevarlos.-Acotó, decidida en consentirla. –Me gustan mucho como quedan…
Madoka la volvió a enfrentar, muerta de vergüenza; hizo un mohín adorable.
-Yo…
-No pasa nada. –Homura le dio un rápido beso en la mejilla.
Madoka tosió, intentando despejarse.
-¿Qué dices…? ¿Mañana a las cinco en el café de las avenidas 9 y 18?
-¡Ahí estaré!
Madoka quedó pensativa un rato.
-¿Puedo comprarte? Digo, piensa que de esa forma te liberarás y vivirás una vida tranquila, como una ciudadana más. Quizás puedas dedicarte en alguna agencia genética, pagan muy bien… Mejor dicho, es el trabajo mejor pago. Espera… -Se separó, buscando nuevamente el dispositivo de comunicación en la pequeña cartera que llevaba consigo, la cual andaba a mano de donde se hallaban. –Tu nombre es Homura Akemi ¿Verdad? –La chica asintió. –Tu apellido se escribe con los kanjis Atardecer y Belleza, ¿No? –Asintió, más apocada aún. –El nombre con hiragana…. –Siguió escribiendo en la pantalla concentrada al máximo.
-¿Estás…? ¿Estás segura? Sé que el precio por mi…
-Shhh, déjame terminar…
-¿Tú… quieres?
-¡Por supuesto! –Mutismo casi teatral. -Listo. –Le mostró la pantalla. –He transferido las unidades. Akemi Homura, desde hoy, eres una humana en plena libertad, con derechos y obligaciones sociales, podrás decidir sobre tu vida y gozarás de todos los beneficios que te fueron negados desde hoy. Eres libre de dejar esta habitación, si lo deseas así. Congratulaciones. –Madoka hizo un gesto de humilde regocijo.
Homura sonrió anchamente, llena de felicidad. Sus ojos se llenaron de un brillo precioso, producto de lágrimas que empezaron a acumularse. Las mejillas se colorearon, de nueva cuenta, por la emoción contenida. Sorprendió a la chica con abrazo diferente, colmado de agradecimiento.
-Gracias, Madoka. ¡Gracias!
A veces, se dijo Madoka, mientras dejaba que su compañera la desvistiera lentamente, entre besos en su clavícula entre suspiros y respiraciones agitadas, la vida puede sorprenderte. Incluso cuando tienes dos amigas alocadas que se detestan fingidamente, que te conocen hasta en el mínimo detalle, y te hacen el regalo más inesperado y exótico de cumpleaños.
-Ho…Homura-chan…
-Feliz cumpleaños… Madoka.
Lo último que pudo ver esa noche, fueron las facciones relajadas de Homura, mientras acariciaba su cabello, alucinada por la mejor experiencia de su vida.
Una que estaba a punto de comenzar con alguien más, desde cero.
FIN
PD: Estimada I-A-T-P: Te amo. Mucho.
