BODAS DE AMOR Y GUERRA

PRIMERA PARTE:

PRIMACÍA

El año, 1848. Europa se sacudía de los conflictos bélicos y establecía una nueva paz armada. Del ejército napoleónico en Francia sólo quedaban leyendas, el imperio británico avanzaba a pasos agigantados, dispuesto a ser el dueño del mundo, en el oriente, la Rusia de los zares alcanzaba su máxima extensión, y en el norte, luego de haber sufrido varias guerras que unían y dividían el territorio a placer, surgía el imperio alemán. En América, el nuevo mundo que tres siglos atrás prometía a éstos hombres riquezas y aventuras, se había volcado en la demencia característica de los adolescentes descarriados. Todos ellos estaban en pie de lucha, desde el cono sur donde una lucha expansiva sacudía en conflicto a las antiguas naciones hermanas, hasta el que sólo un siglo más tarde se coronaría amo y señor del occidente, que acababa de emprender su victoria militar más soñada.

El problema de ese tipo de victorias es que recaen en un ojo crítico, a menudo romanticista y sentimental, que ensombrece a los vencedores reduciéndolos a simples marionetas en un juego siniestro. Se considera bien matar por piedad a un caballo de patas heridas, pero cortar de tajo con su vida por el capricho del amo es una cosa muy diferente. Para los tres señores de Europa occidental, lo que acababa de producirse era una infamia; a la rosa recién nacida le habían partido a la mitad, imposibilitándole en lo sucesivo sobrevivir a tal daño, habiendo cometido el único crimen de haber vivido demasiado cerca del paso sin freno de la bestia que la mancilló.

La bestia desbocada era Estados Unidos. El botón de rosa, México.

Cuál no fue la sorpresa de Alfred F. Jones al ver entrar por la puerta, dando voces, a quien fuera su antiguo tutor. El hombre parecía enloquecido y de hecho, traía los cabellos hechos una maraña, lo que por poco le provocó la risa al norteamericano.

-You, bloody beast!

-También me da gusto verte, Arthur. –replicó Alfred, sonriendo ingenuo.

-¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer, idiota? ¡Romper por la mitad a un país! ¿Qué no te enseñé lo que sucede cuando haces eso o eres demasiado imbécil para recordarlo?

-No lo he hecho por gusto. –se defendió. –Se lo buscó. Le pedí que me vendiera algunas tierras y como se negó…

-¡Y como se negó se te hizo más fácil medio matarla! –Alfred jamás había visto tan fuera de sí a Arthur. Bueno… realmente sí, pero prefería no recordar aquello. –En fin, ¿de cuánta tierra estamos hablando?

-Ah… -Alfred le mostró un mapa de México, o lo que quedaba de éste, y señaló tranquilamente los lugares seleccionados. –Desde aquí hasta el itsmo. No es gran cosa, ¿verdad?

-What the…?! ¡Es casi todo… lo que… era!

-Hmm… bueno, tal vez si es la gran cosa. –reconoció el norteamericano, enrollando el mapa y guardándoselo. –Pero no importa, ahora tengo varias minas nuevas y un camino al Pacífico. ¿No es genial?

-Sí, reconozco que sí. Diría que estoy orgulloso de ti de no ser porque mi calidad de diplomático me lo impide.

-Diplomacy?

-Sí… Mar… México me pidió que viniera como intermediario entre ustedes dos. Por eso quise venir a hablar contigo primero.

-Ah, hmm… ¿cómo… cómo está? –preguntó tímidamente. El inglés le echó una mirada molesta.

-Mal. Está muy mal. ¿Cómo estarías tú si una bestia de ochenta toneladas te invadiera?

-No tienes porqué burlarte. –Alfred paseó por la sala, alcanzando una pequeña cava de cristal de donde sacó un par de copas y vino de oporto, su favorito ya que le hacía sobrellevar muy bien las jaquecas. Mientras servía el vino continuó con la charla. –And… ¿qué ha dicho Francia sobre todo esto?

-No metas a la rana. Se puso un poco necio cuando me llegó la primera carta… dijo que los asuntos de América no eran asuntos nuestros y se negó a firmar el permiso… thank you. –Arthur tomó la copa que le ofrecía y dio un pequeño sorbo. –Ahora que la guerra ha concluido el Parlamento fue el firmante y por eso logré venir aquí, aunque Thomas ayudó bastante, bloody emancipated…

-¿Quién? ¡Ah! –de pronto Alfred se mostró algo ofendido. –Me dijo que iba a ayudarme contra ellos y terminó yéndose en mi contra… stupid Saint Patrick…

-No creas que pasó desapercibida esa afrenta, pero algunos la consideraron adecuada… pudimos haber estallado en otra guerra de ultramar y entonces…

-¿Entonces a quién hubieras apoyado? –el rostro de Alfred no aceptaba excusas, Arthur lo notó y decidió fingir que estaba interesado en ver el huerto de olmos que se avistaba desde la ventana más próxima, bebiendo más de su oporto. Sabía lo que pasaba por la mente del norteamericano, su flota naval habría significado, de haberse dado esa guerra internacional, la diferencia definitiva. Pero entonces… ¿a quién habría traicionado? ¿A su hermano el irlandés bocón junto con ella, la muchacha que había confiado ciegamente en que la salvaría del horror que acababa de vivir, o a su propio hermano menor a quien educó y trató de cuidar tantos años?

-Pienso que no es prudente discutir cosas que no pasaron y que no pasarán. –concluyó seriamente. –Ahora lo que importa es terminar con esta estupidez. ¿Cuáles son tus cláusulas?

-¿Cláusulas? ¡Pero ya te las dije! ¡Quiero el itsmo!

-No creo que ella quiera vendértelo.

-¡Oblígala!

Siendo franco consigo mismo a Arthur le atemorizaba un poco la mirada ardiente del norteamericano. Por sí mismo ya conocía el alcance real que podía tener esa nación orgullosa, un poco infantil pero sobre todo impulsiva que actuaba a su repentino sentir, y tenía la mala impresión de que con ésa orden realmente estaba dispuesto a ponerle una pistola en la cabeza a su vecina. El inglés no estaba completamente enterado del pleito, todo lo que llegaba sin embargo confirmaba su teoría: una demencia de superioridad le había corroído el corazón a su antigua colonia, bien seguro que su destino era apoderarse de todo el continente, una idea genial en teoría, pero que en la práctica además de difícil era cruel. Para más inri a la primera persona que se lo provocó era su conector ideal con aquélla parte del mundo, y sólo ese motivo lo movió a actuar antes de que la cosa empeorara o un nuevo furor hiciera que le diera a la latina el tiro de gracia. Porque sólo lo hacía por interés de su economía… ¿verdad?

-Alfred… I can't. No vengo aquí para… para intermediar por ti, si no por… ella.

Por un momento, Alfred pareció quedarse sin habla. Luego, una risita nerviosa brotó de sus labios.

-Jajaja… jajajajaja… you… you are kidding… right? –al ver cómo Arthur desviaba la mirada, enrojeció. –Why? Ella no es nada tuyo y yo sí. Yo… pensé que tú…

-Son cosas que pasan. Ofreceré mi apoyo neutral a ambos, pero te recuerdo que fue ella y no tú quien me solicitó aquí.

-¡No! –el norteamericano caminaba por la sala agitando los brazos, como fiera enjaulada. –No puedo creerlo… ¡¿porqué?!

-Alfred…

-¡Es por eso que Monroe no quería aquí a los tuyos! –concluyó señalándolo acusativo. -¡Ustedes meten las narices en donde no les importa!

-¡Ah! Así que ahora no me importa.

-That's right! America… IS… FOR… THE… AMERICANS! –Alfred salió de la sala dando un fuerte portazo que hizo estremecer los cuencos de lámparas más próximos. Arthur dejó su copa casi vacía en una mesa y salió, mascullando por lo bajo.

Lo que no sabía es que en una sala contigua había un hombre vestido de azul esperando, repantigado en una silla, a Alfred. Le vio entrar hecho un basilisco y rió.

-Hon hon hon… mon petit, ¿mala pasada con pére Angleterre?

-No puedo creer que la ayude a ella y a mí no. –el muchacho se sentó delante de su invitado, revolviéndose el cabello nerviosamente. –Dijiste que nada de esto pasaría… lo prometiste.

-Admite que tu actitud no fue del todo amistosa, mon petit. Atacar de ese modo a una… nación como ésas es una afrenta grave. No estamos hablando de una isla solitaria o un país medio muerto de hambre, hablamos de mademoiselle Mexique, la… pupille de Espagne, y que recientemente se ha ganado el gusto de Angleterre.

-¿Y el tuyo no? –preguntó en tono mordaz. Francis se encogió de hombros y sonrió, dando a entender que le iba y le venía.

-Mis asuntos e idas respecto a Mexique no son cosa que podamos discutir aquí. Son opiniones muy personales que no hubieran ni ayudado ni obstaculizado tu avance, petit, pero seamos sinceros… ¿qué obtuviste de esta escaramuza, además del odio de España y el recelo de media Europa?

-¿Porqué les importa tanto? Ella no es europea… she's american…

-Oui, pero una americana muy especial. No sé… cómo explicártelo en un resumen así que dejemos eso para la cena o algo así. Ahora dime, ¿qué te dijo el ex vándalo de Kirkland?

-Dijo que vino aquí –la voz de Alfred se llenó de amargura y celos. –porque ella le pidió que intercediera a su favor.

Francis se inclinó adelante y palmoteó el hombro del norteamericano de forma paternal.

-Comprendo tu estado, petit. Horrible debe ser que quien te cuidó en tus primeros pasos te abandone en los más importantes, pero no te preocupes, eres inteligente y seguro encontrarás una manera de ganar limpiamente. Dime, ¿sigues con la idea de conquistar el resto del territorio?

-No es conquista, es una venta nada más. And yes, estoy muy seguro de querer continuar.

-Parfait… -el francés enlazó sus dedos y esbozó una sonrisa gatuna un poco tétrica. –Pobre Mexique, supongo que le dejarás tierra suficiente para que ella pueda subsistir. –Alfred se encogió de hombros. -¿Sabes, petit? Me da la impresión que tú lo que buscas es otra cosa.

-¿Ah sí? ¿Qué?

-Vamos, no seamos así, la sinceridad es una virtud. Mexique pese a todo, con su salvajía y su… forma de ser tan poco femenina es una criatura linda, adorable… on ange… en tierra de demoins… -recitó juguetonamente mientras tamborileaba las yemas de sus dedos. -¿Ves por dónde voy, Jones?

Para su gran dicha, el norteamericano miró al suelo, con un tenue rubor manchando sus mejillas. El francés sabía que iba por buen camino, el corazón es un lugar muy sensible y por eso es el objetivo de los que practican esgrima.

-Well… también pienso que es bonita. –admitió finalmente, recuperando la compostura. -¿Y eso qué? No empecé esta guerra porque pensara eso.

-Non… la iniciaste porque la querías. –concluyó el otro. –Es naturaleza humana, petit, un hombre rico y poderoso pasea por sus dominios, de pronto ve a lo lejos a una muchacha de clase más humilde, pero bonita, bonita como la flor que crece en medio de la podredumbre y el fango. El hombre sabe que puede obtenerla, pero tendrá que ser a la fuerza porque ella le es indiferente… entonces un día sale de su casa solariega a lomos de su mejor caballo, se topa con la belle dame, la toma por la fuerza y la sube a su montura, regresa con ella y…

-¿Y? –una vez más, Francis se limitó a repetir su mueca. -¿Crees que yo… podría… hacer tal cosa?

-Non, no digo que lo hagas, sólo me limito a explicar lo que pasó en el fondo de tus entrañas que te impulsó a hacer esta empresa… y a solicitarme a mí ayuda. –añadió malicioso. –Oh, si Angleterre supiera… ¿a quién de los dos piensas que odiaría más? Aunque claro, a moi ya me odia gratuitamente desde hace siglos y siglos… en cambió tú…

-No vas a decírselo, ¿o sí?

-Los únicos que lo sabemos, petit, somos tú y yo. No corremos ningún riesgo de… traicionarnos mutuamente. Aunque para ser sincero, no me fío del todo de ti. Llámalo como quieras pero las experiencias previas te hacen dudar. –concluyó, y un destello de rencor cruzó los ojos del galo. Alfred fingió no notarlo pero ya sabía por dónde iba la cosa. –Bueno, petit, si no hay más por discutir debo desaparecerme antes que alguien note mi bella ausencia.

-France… wait. –el aludido lo miró. -¿Porqué si no confías en mí, aceptaste mi propuesta?

-Tengo mis razones, petit. Algún día, tal vez, te las explique. Bueno, buena suerte con tu encontronazo. Au revoir, Amérique!

El francés salió, silbando en voz baja alguna tonta cancioncilla de moda. Alfred se quedó solo, pensando… pensando… Todas esas palabras, los reproches de Inglaterra, la zalamería de Francia, ¿a qué lo conducían? Todo era una encrucijada, un juego que se movía solo pero donde los señores de Europa pensaban que podían meter las manos a su placer y decidir el curso de éste, cosa que debió entender cuando a Irlanda se le ocurrió traicionarlo. De España no le sorprendió, se trataba al fin y al cabo del bienestar de su hija, pero aún así había muchos cabos sueltos.

Por otro lado (y cuando lo pensó una sonrisa siniestra cruzó por sus labios) Francis le dijo algo que le hizo reconsiderar sus planes. "Amérique"… América… Él no necesitaba adueñarse de América, él era América, era lo mejor en ideas, lo mejor en idioma, lo mejor en raza, y ahora lo mejor en tierras de cultivo y en economía en cuanto las minas fueran explotadas. ¿Qué tenía que temer? Tenía ventaja, tenía poder, tenía… primacía. Era el primero en todo, y también sería el primero en fraguar un plan, un plan que sacudiría desde sus entrañas al mundo entero en cuanto se llevara a cabo, porque así sería.

Un plan tan retorcido que nunca, ni antes ni después, se volvería a fraguar idea igual. Y Dios se apiadara de la pobre alma contra quien se tramaba tal sueño.

Notas históricas: bueno, como ya notaron ambienté la historia en el final de la guerra de México contra Estados Unidos, aunque de aquí en adelante habrá muchas inexactitudes históricas así que no lo tomen literal n.n

Como algunos ya sabrán, durante esta guerra hubo ciertas intervenciones simbólicas de países europeos, como por ejemplo el batallón de San Patricio, compuesto en su mayoría por irlandeses y algunos alemanes (Doitsu al rescate *-*) que lucharon a favor de México. También, Francia apoyó la decisión de Estados Unidos de invadir México y según algunos historiadores, puede que ofreciera un trato en el que se apoderara del territorio que EUA no tomara (Francia: stalkeando a María desde 1524), por el contrario Inglaterra se declaró neutral, pero por razones de comercio era su deber apoyar a México, cosa que no llevó a cabo hasta el último año debido a las presiones de Francia para evitar su intervención. Al final resultó el mediador que evitó que… bueno, eso lo verán en el próximo capítulo, jejeje.

Por fin un USAMex largo XD como regalo a Ghostpen94 gran fan de la parejita n.n por cierto, para los fans de Gerita y de los espías, les recomiendo su fanfic Giorno Di Declino.

Bueno, es todo por hoy, ¿qué rayos trama Alfred? ¿Y Francis? ¿Arthur dejará de ser tsunderoso y reconocerá públicamente lo que piensa y siente? Bueno, esto último ya sabemos que no (?) pero se vale soñar. ¡Dejen muchos reviews y adiosito!