Para evitar confusiones: todas las traducciones son subidas después de hablar con los autores originales.

To avoid confusions: all translations are updated after talking with the original authors. I'm not trying to steal someone else's work, I just want to share it with readers that haven't read it in english and also improve my english. So next time, if someone has any doubts, feel free to ask the original authors, instead of leaving anonymous reviews that are nothing but judgemental. Thank you.


Quinn dio varias vueltas a la caja mientras se mordía el labio. El detestable ruido de risas provenientes de abajo se colaba en su habitación junto con débil murmullo de los villancicos, pero la rubia cerraba los ojos e intentaba apartarlos de su mente.

La fiesta anual de Nochebuena que sus padres celebraban cada año le había hecho retirarse en el santuario de su habitación para evitar tener otra conversación con alguna de las amigas borrachas de su madre o alguno de los asquerosos compañeros de trabajo de su padre.

Pero en realidad, si era honesta consigo misma, el retiro tenía que ver más con el regalo en sus manos que por otra cosa.

Esa misma mañana en la escuela, los miembros de New Directions habían intercambiado los regalos del amigo invisible. Quinn había recibido una preciosa bufanda color crema que Mercedes había tejido. La rubia estaba bastante contenta con su regalo – y el hecho de que Mercedes hubiese sido su amigo invisible – y estaba agradecida por cómo había ido la reunión del Glee ese día. Y luego… apareció Rachel Berry.

Por cualquier razón, la diva pensó que era una buena idea darle a todo el mundo un regalo, aunque la morena tan solo tenía que hacerle un regalo a Tina. Quinn asumió que Rachel estaba aburrida – ahora que Finn había roto con ella – y ahora la morena tenía un montón de tiempo en sus manos. O quizá la diva necesitaba una excusa para darle a su ex novio un regalo y pensó que si compraba algo para todo el mundo, Finn tendría que haber aceptado el regalo de Rachel. Quizá Rachel era solamente generosa. Bueno… por cualquier razón, la diva lo hizo.

Todo el mundo estaba bastante asombrado por el gesto de Rachel – especialmente desde que el amigo invisible de Rachel no le había dado ningún regalo. Y para hacerlo peor, cada regalo de Rachel había dado en el clavo. Cada uno de ellos encajaba con la persona a la que era entregado el regalo como si la morena los conociera a todos muy bien. Ése hecho era la razón por la cual Quinn aún no había abierto el suyo. En realidad era un poco raro, pensó la rubia, que aún no hubiese desenvuelto el regalo. En lugar de eso, seguía mirándolo… o sosteniéndolo… Sacudiéndolo como si le susurrara lo que había dentro o quizá le diese pistas de la sorpresa que había dentro.

Quinn no quiso abrir el regalo delante del grupo y evitar la vergüenza de Rachel – los motivos son desconocidos – y por suerte, había sido librada de revelar lo que había dentro porque Figgins había aparecido de repente en la sala del coro, doblándose, sudando y extremadamente sin aliento. Aparentemente, el cuarteto de cuerda que había contratado para actuar en la asamblea de la escuela estaba atascado en Cincinnati a causa de la nieve. Prácticamente rogó al para que el Glee club actuara, y Quinn por un momento pensó que su profesor declinaría la oferta por el hecho de que New Directions no fue tomada en consideración en primer lugar. Pero obviamente, Will aceptó – a pesar de los murmullos de los chicos y los recordatorios de la debacle de villancicos que tuvieron a principio de semana – y todo el mundo fue rápidamente lanzado en un torbellino de repaso de villancicos y canciones navideñas y unas cuantas que el Sr. Shue quería probar con esperanzas de que la escuela sería un poco más receptiva.

No lo fue.

Aunque Quinn le gustó totalmente el mash-up de Deck the Rooftop y el homenaje a Jingle Bells que ideó Mr. Shue, la audiencia no les prestaba demasiada atención. Ninguno de ellos les había lanzado nada aún, pero los boo's se podían escuchar y todo el mundo estaba hablando y ignorando su actuación. Eso fue hasta que apareció Rachel.

Nunca fue planeado que la pequeña morena cantara un solo, pero Rachel debió notar que la situación necesitaba algo. Así que con una rápida frase a Brad y a los chicos de la banda, Rachel dio un paso adelante en el escenario mientras las notas de O Holy Night empezaron a sonar. Los otros miembros del coro no sabían qué hacer. No habían practicado la canción y no se conocían muy bien la letra. Menos Quinn. Esa era su canción favorita. Pero no sabía qué hacer, como el resto de sus compañeros y el Sr. Shue no era de gran ayuda – ojos abiertos como platos y pasándose la mano por el pelo mientras veía a la diva tomar su lugar.

Pero entonces todo fue silencio.

Como el maldito Houdini, Rachel Berry silenció la audiencia en el momento en que empezó a cantar. New Directions se mantenía incómodamente detrás de ella, con caras de sorpresa mientras Rachel cantaba a grito pelado la canción como si la hubiese practicado instantes previos a la actuación.

Quizá fue porque no se lo esperaba. O quizá porque era su canción favorita de navidad. O quizá porque la voz de Rachel es realmente increíble. Fuera lo que fuera, Quinn estaba anonadada como el resto del grupo. Todos habían olvidado que estaban en el escenario y que se suponía que tenían que estar cantando. La rubia no podía recordar haber escuchado nunca una versión de O Holy Night ser cantada tan hermosa y perfectamente como lo que sus oídos recibían ahora. Estaba atemorizada, estaba sin aliento, y más tarde se daría cuenta de que había estado llorando. No podía quitar los ojos de Rachel. Nadie podía. Bueno, hasta que llegó el segundo verso, cuando Will gesticuló profundamente para indicar al club que debían cantar los coros.

Pero Quinn no cantó. No podía. Sus ojos color miel estaban embelesados en el perfil de Rachel y no podía retirarlos mientras la diva lo daba todo en su actuación. A penas sintió el codo de Santana para indicarle que debía cantar. No notó que a su alrededor, todos los miembros del club también tenían lágrimas en sus ojos. Y Figgins. Y Will. Y casi todo el mundo en la audiencia. Estaba demasiada ocupada mirando a Rachel e intentando ignorar el revuelto en su estómago.

La música creció en un crescendo con tanta fuerza y gracia que a todo el mundo se le puso la piel de gallina en señal de admiración. Estaban en trance. Y cuando la nota final llegó y Rachel extendió sus brazos como si la música la estuviera literalmente invadiendo, las lágrimas abandonaron los ojos de Quinn Fabray para recorrer por sus pálidas mejillas con la ayuda de un sollozo que no pudo reprimir. Todo era impresionante. Rachel había estado impresionante. Su improvisada actuación, su generosidad, el hecho de que había regalado el regalo perfecto a cada uno inecesariamente – todo era demasiado impresionante para Quinn. Y la guinda del pastel – la cosa que hizo que el corazón de Quinn se encogiera – fue cuando Rachel simplemente le dio una pequeña sonrisa a su entregada audiencia – una que casi decía "No hace falta, en serio."

Hizo que Quinn sintiera como si Rachel solo hubiese cantado esa canción para callar a todo el mundo para que así New Directions pudiese volver a su actuación. Pero Rachel tenía corazón, y la canción lo demostró. Despues de que el aplauso terminara y Rachel volviera a su lugar con los del coro, Will decidió que tenían que terminar con esa canción e hizo que todos abandonaran el escenario.

Pero Rachel no se quedó con el resto del club. No se quedó para ver como New Directions hablaba con entusiasmo de su actuación. No se despidió ni deseó a todo el mundo unas buenas navidades. No. Simplemente se fue. Aunque tampoco habían planeado quedarse por ahí. Todo el mundo estaba listo para que terminara la asamblea y poder empezar las vacaciones navideñas. Nadie planeo volver a la sala del coro, coger su regalo de Rachel e intercambiar miradas de asomo a lo que acababa de pasar. Pero lo hicieron.

Quinn le dio unas pocas vueltas mas al regalo entre sus manos mientras volvía a pensar en la manera en que Rachel sonrió y se fue. Finn la había dejado. Se había acostado con Santana. Todo el mundo en el glee Club hacía obvio su desagrado hacia ella – incluso el Sr. Shue – y su amigo invisible había fallado en entregarle un regalo. No era una sorpresa que se hubiese ido, pensó Quinn.

Más risas detestables llegaron a los oídos de Quinn en su habitación y la rubia rápidamente se levantó de la cama para encender la radio con la esperanza de acallar los ruidos. La frecuencia estaba puesta en una emisora de Navidad y Quinn solo tuvo que escuchar las primeras líneas de Frosty the Snowman para decidirse; iba a abrir el regalo de Rachel.

A pesar del inmaculado envoltorio y el impecable lazo que decoraba, Quinn destripó el papel. Pero, cuando cogió la pesada caja en sus manos y observó el regalo que Rachel Berry le había dado esa mañana, todos los pensamientos de "impresionantes actuaciones" y "regalar desinteresadamente" desaparecieron de su mente.

"¿Me ha regalado un vibrador?"

Era, quizá, la cosa más difícil que Rachel Berry había hecho. Fácilmente. Estaba furiosa consigo misma por tener esa idea. ¿Por qué, oh, por qué, pensó que podía conseguirlo?

Parecía una muy buena idea antes; comprar un regalo para cada uno de los miembros del glee club. Y hasta ahora había sido fácil. Pero con Quinn Fabray… Llevaba toda la semana loca intentando pensar en regalo perfecto para la rubia. Estaba tan desesperada que Rachel se encontró a sí misma mirando a Quinn, esperando a que un genio le diese la respuesta.

Finalmente, la morena se rindió. Estaba decidida a comprarle una maldita tarjeta regalo a la rubia y terminar con aquella agonía. Dejarlo estar. Tirar la toalla. O cualquier metáfora que existiera. No podia más. Pero entonces… el genio apareció.

Fue esa misma mañana en que tenían que intercambiar los regalos. Quinn estaba delante de su taquilla con Sam a su lado. Rachel la observaba desde su propia taquilla, intentando aún conseguir una idea… cuando lo vio. Quinn se estrechó los hombros, giró el cuello y luego subió una mano para masajearse la espada mientras hacía una mueca de dolor. Fue obvio para ella ver como Quinn tenía molestias. No podía entender por qué Quinn rehusaba la oferta de Sam para masajear él mismo – probablemente porque Quinn era adversa a cualquier tocamiento por parte de sus novios – pero le dio la idea a Rachel.

Porque Rachel Berry está muy informada en cosas relacionadas a la actuación, y por ello sabe las consecuencias del desgaste físico que supone el rigor de la actuación en sí. Era por eso que sus padres le compraron un kit de masaje hace unos años. Quizá también podía decirse que era el mejor amigo de la diva – alivia la dolorida espalda, los duros hombros, el dolor de pie… el kit de masaje hacía milagros. Y la morena estaba emocionada por comprar el kit para la rubia – viendo como Quinn necesitaba uno y no quería que su novio hiciera el trabajo por ella. ¡Era perfecto!

El único problema era que Rachel no tenía tiempo para conseguirlo. Estarían intercambiando regalos dentro de pocas horas y tenía clases. Su única esperanza era salir del instituto durante el almuerzo. Cosa que hizo, a pesar de estar aterrorizada por si la pillaban.

Pero otro problema surgió cuando Rachel entró a Relajación, la tienda en el centro comercial que vendía el kit de masaje que sus padres le compraron. El kit costaba más del límite que el Sr. Shue había establecido para el amigo invisible. Y Rachel tampoco quería sobrepasar la tarifa de 15 dólares para no ofender a nadie – especialmente a Quinn Fabray porque asustaba ligeramente a Rachel. Pero Rachel estaba en una carrera a contra reloj. Había tardado casi diez minutos para llegar al centro comercial y aún necesitaba encontrar el regalo, esperar en la cola, comprar el regalo, volver al coche y llegar a la escuela. ¡No podía frustrarse! ¡Había llegado tan lejos!

La dependienta de pelo corto se rio para sí misma cuando vio a Rachel Berry desenmarañarse por Relajación. Era obvio para la rubia que la chica con una extremadamente corta y seductora falda estaba a punto de tener un ataque de nervios. Ignorando a los varios clientes a su alrededor intentando atraer su atención, la dependienta se dirigió hacia Rachel. "¿Puedo ayudarte en algo?"

Rachel se giró hacia la dependienta con pánico en sus marrones ojos. "¡Por favor dígame que disponen de kits de masaje asequibles económicamente y que pueda comprar rápidamente!"

La dependienta volvió a reír y, lo más discretamente que pudo, observó las largas piernas de Rachel para luego volver a mirarla a los ojos. "¿Cómo de asequible?"

"¡Cualquier cosa por debajo de los 15 dólares! Estoy dispuesta a pagar 20 pero algo más que eso hará que Quinn quiera pegarme en la cara por mi insolencia." Rachel ahora ya estaba casi histérica. "¡Tengo que conseguirle un kit de masaje porque no deja que los chicos la toquen y la he estado observando toda la semana y se ha estado tocando a sí misma todo el tiempo, frotándose, y me siento como un acosador porque a cada ocasión la sigo, mirándola y ha de entender que ella es hermosa y perfecta e imposible de comprarle cualquier cosa pero creo que si le consigo un kit de masaje entonces quizá deje de llamarme Man-Hands y quizá incluso podríamos ir un día a un spa y usar nuestros kits de masaje juntas!" Dijo Rachel de golpe, respirando fuertemente y mirando a la chica de modo suplicante.

La dependienta se mordió el labio juguetonamente mientras pensaba, sabiendo que nada en la tienda tenía el precio de que Rachel demandaba, pero queriendo alargar la conversación un poco más.

"No estoy segura…" Empezó la chica, ahora intentando realmente pensar en algo para así poder ser la heroína de la chica. "…Quizá… pero… no, eso no sería lo que estás buscando"

"Por favor, ¡Dime!" gritó Rachel, agarrando por los hombros a la dependiente. Tan solo tenía 7 minutos para comprar o si no llegaría tarde. "¡Si tienes algún tipo de información que pudiese ser de ayuda, debes decírmelo!" La chica volvió a reír y sonrió a la morena.

"Así que… Esta Quin… ¿Te gusta o algo?" Preguntó la dependienta, disfrutando el hecho de que las manos de Rachel aún la sujetaban. Pero a la pregunta, los brazos de la diva la abandonaron en desconcierto. ¿Por qué importa eso? Pensó Rachel.

"Es… ¿Complicado?" Respondió Rachel con el ceño fruncido. No tenía tiempo para esto.

"Lo entiendo." Asintió la dependienta, pensando en su propia complicada relación con su si/no novia. "Pero esto es importante para ti, ¿No? ¿Este 'kit de masaje?" A Rachel no le gustó para nada la sonrisita de la chica y no podía entender por qué la chica había utilizado comillas pero asintió entusiásticamente como respuesta.

"Sí, necesito un 'kit de masaje'." Replicó Rachel, remarcando ella misma las comillas con los dedos índice y medio de sus manos, solo porque la dependienta también lo había hecho, aunque no estaba segura de la razón. Pero la chica tenía derecho a estar sonriendo. Aquí estaba una muy atractiva morena hablando muy segura de una chica que, la dependienta asumió, tenía enamorada a Rachel. Y para ser justos, lo que Rachel dijo sonó un poco gay. Añádele el hecho de que la diva había básicamente confirmado las presunciones de la dependienta por usar las comillas, y la trabajadora ahora sí que sabía el regalo que Rachel estaba buscando.

"Así que se toca a sí misma… pero no deja que lo hagan los chicos. La miras porque es hermosa y perfecta, y ¿esperas que ambas podéis 'masajearos' juntas?" Rachel frunció el ceño, sin entender demasiado por qué la chica estaba resumiendo todo lo que había dicho o por qué había tergiversado sus palabras para hacerlo sonar muy raro… y un poco sucio. Pero no tenía tiempo para corregirla.

"¡Sí! ¡Ahora ayúdame! ¡Tan solo me quedan cinco minutos para llegar a tiempo y no puedo llegar tarde a clase!"

"¿Estas en el instituto?" La dependienta casi suelta esa frase a modo de chillido antes de recomponerse inmediatamente y corregir su postura.

"¡Sí!" Una vez la dependienta se dio cuenta que tirarle la caña a Rachel era ilegal, fue mucho más rápida en ayudar a la morena y apresuradamente le dio el nombre de la tienda antes de prácticamente echar de la tienda a Rachel. No es que importase, una vez Rachel supo el nombre de la tienda, salió por patas de Relajación.

"¡Pregunta por Kenny!" Gritó la dependienta mientras la diva esprintaba hacia la tienda. Rachel levanto la mano para mostrarla que había escuchado a la chica y que estaba agradecida antes de aumentar su ritmo.

Cuando llegó a Spencer's – una tienda en la que nunca había entrado, siempre con la impresión de que era una tienda de artículos de broma y que no merecía la pena – tan solo tenía un minuto o dos antes de salirse de su horario, y como resultado, llegar tarde para su próxima clase.

Por suerte, Kenny estaba en la caja registradora y rápidamente le entregó el kit de masaje, El Pequeño Ayudante de Santa Claus, antes de envolverlo – bastante bien, pensó una impresionada Rachel – para luego salir corriendo de la tienda hacia la escuela. La morena no había mirado realmente al kit. Valía menos de 15 dólares, ambientado en la navidad, y era un kit de masaje… Eso era todo lo que le importaba a Rachel. No era el Euphoria 3000, pero serviría. Si Rachel hubiese echado un vistazo a la compra, hubiese visto que, aunque podía ser usado para masajear zonas adoloridas, el verdadero propósito de El Pequeño Ayudante de Santa Claus era un poco más… provocativo.

Rachel se había decepcionado con su amigo invisible, aunque no estaba sorprendida. Fue difícil saber quién había sido el culpable porque todos se estaban intercambiando regalos y ella era la única que no recibió nada. Su amigo invisible pudo haber sido cualquiera. Estuvo más decepcionada cuando Quinn no había abierto el kit; Rachel esperaba que le pudiera echar un vistazo, disculparse por no haberle regalado el mejor, o quizá mostrar a la rubia cómo funcionaba – Euphoria 3000 había sido un poco difícil de descifrar al principio. Y como mucho, le hubiese gustado ver a Quinn utilizarlo – sonreír porque ahora ya no tendría que convivir con el dolor que suponía estar en las Cheerios. Pero entonces Figgins entró y bueno… Las cosas sólo se pusieron peor.

Por si no era suficiente que Finn la hubiese dejado, que su amigo invisible la hubiese ignorado, que nadie le hubiese dado las gracias por sus regalos… ahora se le añadía el hecho de que la escuela los estaba abucheando, y Rachel se sentía simplemente miserable. No podía aguantarlo más y quería terminar con ello. De repente, estaba deseando alejarse un tiempo del glee y de la escuela.

Rachel tomó la iniciativa durante la asamblea porque pensó que ella sería quien recibiría más abucheos – que haría que incluso sus compañeros del glee se apiadaran de ella – para así poder terminar e irse todos a casa. No pensó que la gente disfrutaría con ella – lo cual es francamente ridículo, porque bajo circunstancias normales, Rachel asumiría que a la gente le encantaban sus actuaciones. Pero estaba un poco deprimida y el estrés del día se había llevado su energía y todo lo que quería la morena era irse a casa, usar el Euphoria 3000, darse un baño, y disfrutar de la noche. Así que esto fue lo que hizo.

Por suerte, Rachel aún tenía cerca de una hora para relajarse antes de que sus padres llegasen. Era una tradición. Hanukkah era ocho días de pasar visitando familias, así que en Nochebuena, la familia Berry acogía una fiesta para sus amigos; sirviendo comida China, bebidas, conversaciones casuales y normalmente unos cuantos números musicales de la propia Rachel Berry. Tradición. Y lo llevaba deseando toda la semana; después de todo, esa no fue la mejor de todas las semanas.

Cuando los amigos de Rachel empezaron a llegar, el estrés de la escuela empezó a desaparecer. Cada invitado le compró a la diva regalos de Hanukka y de su cumpleaños, y todos estaban felices de verla. No, ninguno de los amigos de sus padres se acercaba a su edad, pero no pasaba nada; parecía como si fuera apreciada por su juventud.

La fiesta de los Berry estaba en sus mejores momentos cuando Quinn abrió el regalo en la otra punta de la ciudad – Rachel reía y hablaba con diferentes personas que consideraba como su familia, comportándose como una buena anfitriona y bueno, disfrutando de la noche. No podía tener la más remota idea de que justo en ese momento, mientras se servía un poco del "especial" ponche de su padre, Quinn estaría maldiciéndola. Que Quinn estaría furiosa. Que se estaba poniendo la chaqueta y le hervía la sangre mientras se escapaba de la fiesta de sus padres con la intención de encararse a la diva en su muy inesperado e inapropiado regalo.

"¡No me lo puedo creer, Berry! Con todo lo que… Que ella… Si se cree que… ¡Es que no me lo puedo creer, Berry!" Esto era básicamente todo lo que Quinn podía decir mientras conducía hacia la casa de Rachel – agarrando el volante fuertemente, lanzando miradas asesinas al regalo que se encontraba en el asiento del pasajero, mientras intentaba navegar por las calles cubiertas de nieve.

Quinn no podía entender en qué había estado pensando Rachel. ¿Pensó que sería divertido? ¿Estaba intentando cabrearme? ¿De verdad pensó que quiero una cosa de estas? ¿Que lo necesito? ¡Bueno, no sabe dónde se ha metido esta!

Una vez la rubia vio la caja, había estado muerta de vergüenza. Nunca en su vida hubiese esperado ver un vibrador tan de cerca, y mucho menos recibir uno… de la mismísima Rachel Berry. Santana, quizá. Puck, definitivamente. ¿Pero Rachel Berry? Quinn no se lo creía.

Después de pasar el pestillo en la puerta de su habitación, la rubia había abierto cuidadosamente la caja. Quinn deslizó la caja interior mientras su corazón se aceleraba, y solo cuando supo que había sacado lo que fuera que estuviera dentro de la caja – quizá había estado equivocada, quizá no había verdaderamente un vibrador ahí dentro – abrió totalmente los ojos. "¡OH DIOS MIO!"

No, no se había equivocado.

Quinn rápidamente lanzó el vibrador de silicona rojo, se dejó caer de rodillas y se cubrió los ojos con sus temblorosas manos. "Esto no puede estar pasando" Murmuró la rubia; la vergüenza invadiéndola por completo. Podía sentir lo roja que estaba su cara y su cuelo, y su cuerpo estaba cubierto por una ligera capa de sudor. ¿Cómo coño voy a esconder esto? ¡No puedo tirarlo! ¡Y tampoco puedo guardarlo en mi habitación!

Unos cinco minutos pasaron antes de que Quinn se recompusiera. Lentamente, Quinn observó otra vez el vibrador. Estaba escondido en las sombras de su nórdico, pero por lo que Quinn apreciaba, estaba orgullosamente encima de su cama con un foco de luz directamente apuntándolo a él.

Quinn se sentó en el suelo de espaldas a la cama con su pecho subiendo y bajando. "Burbujas" Murmuró Quinn en desesperación. "Conseguirle a Brittany burbujas tenía sentido. A Artie le encantó su máquina de escribir. Mike baila, así que el DVD era perfecto. Santana es una gran zorra, así que naturalmente, regalarle un collar que proclama justo eso es lo más adecuado. Conseguirle una camiseta que ponga Tiburón del sexo a Puck tiene sentido. Un gorro para Mercedes. Golosinas para Lauren. Una harmonica para Sam. Maquillaje para Tina. Incluso ese jersey para Finn estaba bien." Quinn casi hiperventilaba. "¿Por qué COÑO me ha regalado un vibrador?" Dijo la rubia con inquietud.

Ahí fue cuando la rabia ciega empezó. A Quinn se le metió en la cabeza que la intención de Rachel era humillarla – que era una broma, que se estaba riendo de su castidad, o quizá iba con la intención de escarbar en su embarazo. Fuera cual fuera el razonamiento, a Quinn no le gustaba, y no dejaría que la morena se saliese con la suya. Y por supuesto le iba a devolver eso; no podían cogerla en posesión de eso.

Como si fuese posible, la nieve había aumentado justo cuando Quinn aparcó el coche delante de la residencia de los Berry. Se miró en el espejo retrovisor y se dio cuenta de lo rojas que estaban sus mejillas a causa de la rabia y la vergüenza. La rabia solo hizo que aumentar cuando vio los pendientes con un diamante de un quilato que su padre le había regalado por navidad. Tan solo se los había comprado para presumir delante de sus compañeros de trabajo y para hacer contenta a Judy; su mujer había querido que lo "intentase" con Quinn. Furiosamente se los quitó de las orejas y los lanzó en el asiento del copiloto antes de coger la bolsa con el regalo y salió del coche.

Su pálida cara seguía retorciéndose de rabia mientras se agarraba más a su abrigo para protegerse del frío y se acercaba a la puerta; practicando lo que exactamente quería preguntarle a Rachel – o gritarle, chillar o maldecir – mientras que El Pequeño Ayudante de Santa Claus se balanceaba dentro de la bolsa.

Conducir hasta ahí había encendido la hostilidad de Quinn, pero después de que la rubia llamase a la puerta varias veces, bastante fuerte, de pronto todo se desvaneció. "¡Oh!" Empezó Quinn, sorprendida. "Eh… ¿Hola?" De repente, el foco de luz volvía a aparecer, y la rubia estaba segura de que el padre de Rachel sabía que Quinn tenía un vibrador. Su cara era casi tan roja como el regalo.

El Sr. Berry rió inseguro mientras miraba a la chica. Su chica nunca mencionó que había invitado una de sus amigas, y la repentina aparición de la rubia lo cogió desprevenido. "¿Puedo ayudarte?"

Quinn se mordió el labio cuando escucho las risas de dentro de la casa. Es Nochebuena, Fabray. ¿Qué esperabas? "Sabe qué… No importa." Murmuró la rubia antes de dares la vuelta, con la intención de volver a su coche y llegar a su casa.

De nuevo, el Sr. Berry estaba riendo. "Espera un segundo. ¡No puedes conducir con este tiempo!" Quinn se volvió a dar la vuelta incómodamente mientras el hombre gesticulaba hacia la tormenta de nieve. Quinn no podía ni distinguir sus propias marcas de rueda sobre la nieve, y sus huellas ya no se podían apreciar.

"No…" Quinn se aclaró la voz mientras daba pequeños pasos hacia el coche e intentaba adivinar la edad, el peso, la experiencia cardiovascular del Sr. Berry y la manipulación del tiempo contra sus posibilidades de correr hacia el coche antes de que él pudiera detenerla. "No quiero interrumpir… Están teniendo una fiesta así que…" Seguía andando hacia el coche, pero el Sr. Berry avanzaba hacia ella. Nunca podría llegar al coche sin que la cogiera, y menos con el Pequeño Ayudante de Santa Claus en sus manos.

"De ninguna manera. Es una fiesta abierta a todo el mundo que quiera atender. Por favor, entra; Rachel estará contenta." Como si hubiese escuchado su nombre, Rachel danzó hacia la puerta. Quinn pudo coger la sonrisa desvaneciéndose de la cara de la morena antes de que apareciera una expresión de sorpresa.

"¿Quinn? ¿Qu… Qué estás haciendo aquí?" el Sr. Berry sonrió enormemente, feliz de ver que la rubia había sido capaz de sorprender a su hija.

"Estaba a punto de unirse a nosotros" Explicó a su confundida hija, cuyos ojos se agrandaron con la información. "Pasarás aquí la noche, Quinn. ¡La carretera está fatal! Por favor, llama a tus padres para informarles." Terminó con una sonrisa antes de volver a dentro de la casa.

Las dos chicas se quedaron ahí; Quinn mirando a cualquier lugar menos a Rachel, y Rachel tan solo mirando a Quinn, aún sorprendida por la aparición de la rubia.

Ésta era la oportunidad de Quinn. Rachel nunca sería capaz de detenerla cuando volviera hacia el coche. Justo cuando se dio cuenta de que se pudo haber ido, Quinn se congeló cuando escuchó una repentina voz. "¡Oh, Quinn! ¡Nos encanta que hayas podido venir!" La rubia levantó la vista hacia el otro padre de Rachel que se encontraba detrás de su hija, sonriendo de oreja a oreja mientras se colocaba bien sus gafas. "Y veo que has traído un regalo, ¡Encantador!" Dijo felizmente mientras gesticulaba hacia el regalo que Quinn sostenía en sus manos. "Entra, por favor. Hace frío"

Quinn tragó con gran dificultad; nunca había estado tan nerviosa en su vida. ¡Estaba en una trampa! Estaba en una trampa en la casa de Rachel Berry. Con sus dos padres. Y, por lo que se escuchaba, con un montón de invitados. ¡Con un maldito vibrador! Y Quinn estaba bastante segura de que tener un vibrador en Nochebuena era un sacrilegio. El hecho de que el vibrador tenía forma de un elfo ligero de ropa y que estaba a punto de entrar en la casa de una familia Judía hizo que las cosas parecieran épicamente peor.

Aún así, Quinn se quedó en su mismo lugar, sin atreverse a mover un músculo hacia Rachel, su padre, su casa, o lo que fuera que había dentro. Se estaba congelando. Sus zapatillas estaban empapadas – ni siquiera se le ocurrió a Quinn ponerse botas. Tan solo llevaba un ligero vestido blanco debajo de su abrigo y el pelo de la rubia estaba mojado de la nueve. Pero seguía de pie en el jardín delantero de los Berry. "Creo que me voy a arriesgar y conduciré hacia mi casa". Murmuró Quinn con su voz completamente vacía. "Creo que no va a pasar nada"

"No lo sé Quinn" Empezó el Sr. Berry, mirando a las blancas calles antes de volver a dirigir la mirada a la chica. "No pinta muy bien". Enfatizó su frase con un ligero temblor y envolviendo los hombros desnudos de Rachel; Su vestido negro no la prevenía del frío.

Dios, Quinn empezó a rezar en silencio y miró hacia el cielo. Prometo, en la noche del segundo día más sagrado del año, que si me sacas de esto, voy a unirme a un convento y voy a entregarte mi vida para aprender tus maneras de enseñar y vivir. Amén.

Fue en ese preciso instante que otro coche aparcó al lado del suyo y de él salió una pareja. El Sr. Berry les recibió con una sonrisa – momentáneamente retirando los ojos de la chica – y les saludó.

"¡Las calles están imposibles!" Dijo el hombre mientras abrazaba a Rachel y a su padre, para luego quitarse la nieve de sus hombros y entrando dentro.

Con ésta van dos veces que me fastidias. Pensó Quinn mientras se mordía el labio y pensó en la otra única importante plegaria que había hecho en su vida – Beth vino igualmente. Voy a contar las veces que lo hagas oficialmente, solo para que lo sepas.

"Bueno, creo que eso lo dice todo, Quinn. Te quedas. ¡Será como una fiesta de pijamas enorme!" Dijo emocionado el Sr. Berry.

Rachel aún estaba en silencio al lado de su padre, preguntándose qué había hecho para merecerse todo esto. Todo el año había esperado para esta noche, esta fiesta. Y aquí estaba Quinn Fabray, dispuesta a arruinar otra cosa buena en la vida de Rachel.

"¿Eso es un regalo para Rae?" preguntó el padre de Rachel señalando la bola que Quinn sostenía. A la pregunta, los ojos de la rubia se abrieron de par en par y sacudió la cabeza violentamente en pánico. "No trajiste nada para la fiesta, ¿No? No hacía falta"

"No, em…" Quinn se aclaró la garganta incómodamente mientras se acercaba a la puerta. Se giró ligeramente cuando la idea le vino a la cabeza. "¿Saben qué? Creo que voy a ir andando." El Sr. Berry se rió alegramente y deshechó la idea.

"Si no podemos tenerte la fiesta entera, al menos quédate y caliéntate un poco" ¿Por qué no se iba el hombre? Gruñó Quinn internamente, deseando que tan solo pudiese volver a casa. Se estaba congelando, pero no tenía ningún deseo de entrar ahí dentro.

"¿Qué hay en la bolsa, Quinn?" Quinn se sobresaltó al escuchar la voz de Rachel y el tono que utilizó; sonó como si sospechara que Quinn trajese el virus del Ébola dentro de la bolsa.

"Oh…" Quinn intentó desesperadamente pensar una idea pero su mente estaba en blanco. "Nada… Eh… Voy a dejarlo en el coche." A penas se podían escuchar sus palabras por encima del viento que hacía revolotear los copos de nieve hacia todas direcciones.

"No, Quinn. Me gustaría saber qué es lo que has traído." Rachel se cruzó de brazos desafiantemente. La morena estaba casi segura de que lo que fuera que Quinn tenía en su mano no quería que fuese visto por sus padres. Se preguntó si era un cartón de huevos que Quinn usaría para grafitear su casa o quizá dentro de la bolsa había un excremento de perro el cual prendería fuego y lo dejaría en el portal de su casa; Rachel sabía que Quinn estaba en su casa con malas intenciones.

La rubia continuó con el baile que tuvo anteriormente, lentamente dirigiéndose hacia su coche. Pero Rachel empezó a andar hacia la petrificada animadora. "Dame la bolsa, Quinn" Demandó la diva, levantando la mano para que le entregase el objeto.

"Mmm… No creo…" Replicó Quinn, sacudiendo su cabeza rápidamente mientras continuaba con su retirada.

"¡Damelo!

"¡No!"

El Sr. Berry observó al par con sus cejas levantadas. Las chicas eran verdaderamente un misterio para ella. Por cualquier razón, Quinn estaba avergonzada de darle a su hija el regalo que le había traído hacia su casa en mitad de ese mal tiempo.

"¿Qué está pasando?" el Sr. Berry se giró para mirar a su marido mientras ambos se quedaban en el umbral de la puerta y miraban como su hija intentaba furiosamente arrebatar la bolsa de las manos de Quinn.

"Creo que Quinn ha traído un regalo para Rachel, con la esperanza de sorprenderla y ahora tiene vergüenza"

"Aww, quizá le guste un poco nuestra pequeña estrella"

"Bueno, ¿No es adorable?" Dijo el Sr. Berry, con la mano en su corazón mientras continuaba mirando a las dos chicas; Rachel tirando de la bolsa e intentando quitarla de las manos de Quinn.

"¡Rachel! ¿Puedes parar?"

"¡Tú, Quinn Fabray, eres una horrible persona que no quiere nada más que humillarme! ¡Vienes aquí bajo falsas intenciones con la esperanza de arruinar mi noche! ¡Lo que sea que está en la bolsa es seguramente una broma de mal gusto y no dejaré que hieras a mis padres!"

Quinn se sobresaltó con la hostilidad que la voz de Rachel implicaba. "¡No es eso!" Contestó Quinn, agarrando la bolsa contra su pecho y dándole la espalda a Rachel, pero porque la diva estaba intentando por todos los medios cogerla.

"¡Y una mierda!" Sin medias más palabra, Rachel saltó a la espalda de Quinn.

"¿Qué coño estás haciendo, Berry?" Gritó Quinn sorprendida. "Oh, ¡Joder!" La rubia era lo suficientemente fuerte como para aguantar a Rachel en su espalda, pero como la diva no paraba de moverse intentando coger la bolsa, la animadora no pudo equilibrarse y cayó de bruces en la nieve.

Rachel se apartó de Quinn e inmediatamente se arrepintió. Sus piernas estaban instantemente empapadas y sus brazos se estaban congelando del contacto de la nieve. Quinn no estaba mucho mejor pero se quedó donde estaba, estirada encima de la bolsa, como un jugador de fútbol americano protegiendo la pelota. "¡Tan solo he venido para hablarte del regalo del amigo invisible, gremblin!" Gritó Quinn a la chica que estaba a su lado. Por suerte, los padres de Rachel no pudieron escucharlas con el ruido del viento y la nieve, y cuando Quinn soltó las palabras, la morena cambió totalmente.

"¡Oh! ¿Por qué no lo has dicho?"

Diez minutos después – después de que Quinn hubiese dejado el Pequeño Ayudante de Santa Claus cuidadosamente dentro de su coche – ella y Rachel estaban sentadas en el sofá de los Berry delante de una chimenea encendida, con chocolate caliente en sus manos y cambiadas en pantalones de chándal y sudaderas de Rachel. Los dos de sus vestidos estaban girando en la secadora de los Berry, lo que significaba que Quinn tendría que quedarse en casa de Rachel al menos unos 45 minutos más.

A su alrededor, los adultos bebían, comían, hablaban y reían mientras las dos chicas estaban sentadas silenciosamente en el sofá. La habitación empezó a despejarse cuando uno de los padres les explicó que el Karaoke Navideño había empezado y rápidamente solo quedaban las dos en la sala.

"Así que… ¿Te ha gustado mi regalo?" Preguntó Rachel tímidamente, jugando con los cordones de su sudadera de Wicked mientras miraba a su propio regazo. A la pregunta, las cejas de Quinn se levantaron incrédulas.

"¿Es coña, no?" Rachel no estaba completamente segura de por qué Quinn sonó tan hostil – quizá estaba avergonzada de que Rachel le hubiese comprado algo; algunas personas eran así.

"Quinn, no es nada así que no has de avergonzarte por…"

"¡Por favor, dime que estás bromeando! ¿Quisiste comprarme eso?" Dijo entre dientes Quinn, completamente desconcertada por la actitud de Rachel.

"Sí, Quinn, quise comprarte eso. Yo tengo uno y lo uso todo el tiempo cuando necesito relajarme y pensé que quizá, apreciarías tener uno para ti." Quinn se sintió momentáneamente imbécil; ¿Acababa Rachel de admitir que tenía un vibrador y que se masturbaba frecuentemente? Por alguna razón, Quinn tragó saliva al pensar en ello. "Es importante masajearse regularmente para aliviar la tensión. A veces encuentro que hace mejorar mucho mis actuaciones" Quinn tan solo podía mirar boquiabierta a Rachel.

"¿Qué?" Preguntó la diva incómodamente.

"No puedo… Esto no está pasando." Dijo Quinn, sacudiendo su cabeza antes de tomar otro trago de su chocolate caliente y seriamente contemplando escaparse de la casa de los Berry vestida con las ropas de Rachel.

"Entiendo que vengas de una casa conservadora" Quinn se mofó de ello y continuó mirando a Rachel como si estuviera loca. "¡Pero masajearte a ti misma es una muy placentera experiencia que creo que deberías probar!" La voz de Rachel se agudizó a medida que terminaba la frase.

"¿Podemos no hablar de ello? ¡El regalo en sí era lo suficientemente mortificador y la última cosa que quiero hacer es escucharte hablar sobre 'masajearte' a ti misma!" Dijo Quinn entre dientes mientras se escuchaban las risas provenientes del sótano que llenaban la sala en la que estaban con una ligera melodía de alguna canción. Los ojos de Rachel se entrecerraron ligeramente; ¿Por qué todo el mundo usa las comillas cuando habla de los kits de masaje?

"Quinn, ¡Estas siendo poco razonable!"

"¿Yo soy la irrazonable?" ¡ eres la que me ha comprado un… un… 'kit de masaje' por navidad!" Le contestó Quinn, con sus mejillas ruborizadas y demasiado avergonzada para decir la palabra vibrador.

Estuvieron en silencio durante un momento mientras escuchaban a la gente cantar en la otra habitación.

"¿Estás avergonzada porque no sabes cómo utilizarlo?" Preguntó Rachel delicadamente mientras miraba a las llamas de la chimenea delante de ellas. A la pregunta, Quinn casi explotó, pero mantuvo su rabia controlada a causa de la gente en el sótano.

"¡Rachel no voy a discutir eso contigo!" Susurró Quinn rápidamente.

"Sólo lo pregunto porque yo no estaba segura de cómo usar Euphoria 3000 al principio." Se defendió Rachel, levantando sus manos intentando explicarse.

"¡No quiero escuchar esto!" Murmuró Quinn mientras se movía incómodamente en su asiento, intentando no pensar en las 'eufóricas' experiencias de Rachel. ¿Por qué había abierto el regalo? ¿Por qué había venido hacia la casa de Rachel? ¡Esto era una tortura para la rubia! Y esto solo hacía que empeorar.

"Bueno, siento querer hablar de ello Quinn. Pero estuve muy decepcionada antes cuando no tuve la oportunidad de ver tu cara cuando abrieses el regalo y esperaba que pudiésemos discutirlo. Así que discúlpame si estoy decepcionada." Refunfuñó Rachel.

"¿Por qué hubieses querido ver mi cara cuando lo abriese?" Contestó Quinn furiosamente.

"Bueno, quizá me hubiese encantado verte feliz, Quinn. Siento si no soy igual de fría que tu. ¡Y quizá quería ver cómo lo usabas, mirar cómo el alivio invadía tu cara y saber que escogí tu regalo correctamente!" Quinn tan solo podía mirar atónitamente a la diva, completamente impactada por la confesión que acababa de hacer.

"¿Querías verme usándolo?" Preguntó Quinn incrédulamente.

"¡Sí, Quinn Fabray! ¿Pasa algo?" Desafió Rachel, cruzándose de brazos en determinación mientras miraba a la rubia. "¿Y qué si quería verte feliz? ¡Parece que todo el tiempo estés con dolor y te sientas miserable! ¿Y qué si quería finalmente verte sonreír? ¡Para que por fin pudieses bajar la guardia! ¿Esta tan mal querer eso?"

Quinn no podía creerse lo que estaba escuchando.

"¿Está tan mal que mientras utilizaba esta tarde el Euphoria 3000, tuviese fantasías idealistas sobre ti utilizando El Pequeño Ayudante de Santa Claus y que pensaras en mi? ¿Está tan mal que pensara que, quizá, podríamos utilizar nuestros 'kits de masaje' juntas; una experiencia que acercaría nuestras distancias? ¿Que ambas podíamos olvidarnos de los chicos por una vez en nuestra vida y solo ser dos chicas divirtiéndose como antes se hacía?"

Quinn estaba atónita en completo silencio. Podía manejar el simple hecho de Rachel entregándole el regalo, pero las palabras que la morena estaba diciendo habían desinflado seriamente la rabia que Quinn sentía. No podía creerse que Rachel Berry estaba admitiendo, en voz alta, que había pensado en la rubia mientras se masturbaba. Que Rachel quería estar con Quinn. Que la diva se hubiese confesado tan rotundamente, la había dejado totalmente descolocada.

"¿Estabas pensando en mí?" Murmuró Quinn con temor mientras miraba a Rachel, con los ojos abiertos en sorpresa.

"Sí, Quinn. Pensaba en ti." Declaró Rachel mientras dejó caer las manos en sus pantalones para ansiosamente alisarlos. "Te he estado observando toda la semana, intentando encontrar el mejor regalo. Noté que nunca dejas que Sam te toque y pensé que… bueno, pensé que a causa de eso, el 'kit de masaje' sería útil." Pobre Rachel. Probablemente no debería haber cogido el hábito de gesticular las comillas. La rubia pestañeó rápidamente mientras intentaba retener todo. "Yo tampoco dejé que Finn me masajease, sabiendo que probablemente él quisiera más si le hubiese dejado, así que usaba Euphoria 3000 cuando quería alivio." Rachel no sabía cómo tomarse el atónito silencio de Quinn, así que decidió seguir hablando.

"Tan solo quería hacerte feliz, ayudarte, y pensé que quizá si te conseguía el 'kit de masaje' lo lograría. Entiendo que no somos amigas y que, quizá, estar conmigo no es algo a lo que aspires. Pero si alguna vez quieres pasar una noche en la que soltarte y pasar un buen rato, estaré aquí." Rachel bajó la cabeza para mirar a su regazo. Le ponía de los nervios que Quinn tan solo la mirase como lo estaba haciendo. No creía que lo que estaba diciendo era una locura, pero sabía que la rubia prácticamente la odiaba… así que quizá estaba siendo ingenua. "Nadie tendría por qué saberlo" Susurró Rachel, intentando facilitar las cosas a la rubia.

Quinn, por otra parte, estaba anonadada. Rachel estaba haciendo que todo pareciera tan… tan… banal. Como si la idea de dos mujeres masturbándose juntas… pensando en la otra mientras lo hacían, no era para tanto. La morena lo estaba haciendo sonar tan… normal. Y entonces, sin permiso, las visiones empezaron.

De repente, la mente de Quinn estaba inundada con imágenes visuales de Rachel tocándose a sí misma, susurrando en nombre de la rubia mientras lo hacía. Desnuda, estirada en su cama, con su cabeza echada para atrás, con el vaivén de las caderas mientras su mano salía y entraba de sí misma. Quinn tragó con esfuerzo antes de que la escena cambiase y ahora ella estaba ahí, mirando como Rachel se tocaba. Desvistiéndola con los ojos disfrutando de la apasionante escena. Entonces las dos chicas estaban untas, besándose, tocándose, acariciándose,… El pecho de Quinn empezó a subir y bajar mientras tenía la mirada fija a algún lugar imaginándose cada escena en su mente.

Se lamió los labios e intentó desesperadamente decir algo. Intentando encontrar la voluntad para chillar a la chica o salir gritando de la casa. Pero no quería discutir. Estaba… excitada. La manera en que Rachel hizo que todo pareciera tan ordinario convenció a Quinn de que podía pasar. Que no necesitaba mentirse a sí misma y quizá finalmente conseguiría tener la atención física que tan urgentemente había ansiado sin tener que forzarse a sí misma a acercarse a su novio.

"Eso…" Quinn tragó y se estremeció, impactada por la compresión. "…No suena tan mal." Murmuró, solo capaz de mirar a sus manos en su regazo. Pero a sus palabras, Rachel sonrió. "Aunque no sé si… Si estoy lista para el Pequeño Ayudante de Santa Claus." Quinn rió incómodamente mientras se recordaba el vibrador escondido debajo del asiento de su coche. Rachel sonrió suavemente.

"Podemos ir lentas." La morena no sabía por qué Quinn estaba en contra del aparato de masaje, pero estaba dispuesta a darle un masaje a la espalda con sus manos si eso la hacía más comoda. Todo lo que Quinn escuchó, sin embargo, fue que tendrían sexo sin los juguetitos. Así que asintió tímidamente e ignoró lo excitada que estaba lo mejor que pudo. "¿Qué tal si primero disfrutamos un poco de la fiesta y luego subimos a mi habitación?" De nuevo, todo lo que Quinn podía hacer era asentir recatadamente. "Excelente".