Cap 1: La casa encantada

Kagami se bajo de la camioneta vieja que lo había llevado hasta las orillas de ese pueblo, que estaba prácticamente en medio de la nada, ni siquiera existían caminos en buen estado como para acceder a él en automóvil. Bajó después su equipaje que constaba de dos maletas llenas con cosas básicas y algo de equipo de basket, que era todo lo que creía necesitar. Y se preparó para pasar el tramo restante hasta el pueblo a pie. A su lado se bajó otro chico de su edad de la camioneta, justo antes de que esta arrancara de nuevo rumbo a la ciudad principal.

-Hace calor- se quejo el otro chico. De cabello azul oscuro y piel morena.- Y aun falta algo de camino…

-No es tanto- trató de animar Kagami, aunque el mismo resentía los efectos del sol abrasador de mediodía sobre su piel- Mejor avancemos.

Por única vez el moreno lo siguió sin discutir, algo bastante raro en él. Pero lo mejor era no buscar pelea o temía quedar igual e oscuro que él, y que el otro terminara como carbón.

Bueno, tampoco era tan malo, había ese olor a naturaleza que no se conseguía en las grandes ciudades, y a su alrededor se escuchaba el sonido de las chicharras anunciando el otoño. Bajo sus pies crujían las hojas secas que cayeron de los árboles que había a los lados del estrecho camino de tierra, y que ahora mismo estaban casi desnudos ofreciendo mínima protección de los rayos solares. Más lejos se escuchaba el sonido de un riachuelo correr por el bosque, y aún más lejos se alcanzaban a distinguir por fin los murmullos de las personas del pueblo en su actividad diaria.

Cuando llegaron al pueblo el ambiente seguía igual, el mismo sol, el mismo suelo, el mismo sonido de las chicharras y el riachuelo, solamente atenuado por las voces de las personas a su alrededor. Kagami miró en todas direcciones algo perdido, pues, aunque traía en su mano un mapa del lugar al que se dirigían, era pésimo con las direcciones, y su amigo tampoco ayudaba mucho.

Ambos miraban asombrados el estilo de vida semirrural del lugar, ellos, provenientes de ciudades industrializadas eran fáciles de impresionar por unas cuantas ovejas caminando a las afueras del pueblo, o por personas paseando en bicicleta tranquilamente por la calle principal. Kagami nunca en su vida se imaginó llegar a vivir en un lugar así, no es que fuera demasiado dependiente de la vida tecnológica e industrial que ofrecían las grandes ciudades, pero tampoco esperaba algún día refundirse en un pueblo en el fin del mundo. Pero bueno, él y Aomine, se habían metido en algunos problemas en donde vivían y sus padres habían optado como castigo mandarlos a un lugar apartado y se enseñaran a vivir por sí mismos, el valor de la vida, y bla bla bla…

Realmente desde un principio nada había sido su culpa. Podría en este momento reclamar mil cosas pero ya no serviría de nada. En su lugar abrió el mapa, bastante mal hecho, donde estaban las indicaciones para llegar a su nueva casa. Había demasiadas letras nada que ayudara mucho, al final se saltó todo y solamente puso atención en la última línea "Se que no leerás todo, solamente pregunta por la casa más grande del pueblo" y eso se decidió hacer…

-Es por acá- dijo una persona bastante amable, y los dirigió a la susodicha casa.

Bueno Kagami esperaba una casa grande, pero aquello era casi una mansión. Después de agradecer al hombre que los guió hasta la entrada se dispuso a abrir la puerta. Rechinó un poco, como cualquier puerta de un lugar abandonado. El pasto era alto, las fuentes estaban secas, los árboles sin hojas, pero la pintura de la casa se veía casi nueva. Al menos los antiguos duelos le habían dado algo de mantenimiento en esos años. Lo que se preguntaba Kagami es como sus padre habían logrado comprar una propiedad como aquella.

-Y aquí estamos- Exclamó Aomine a su lado mientras cruzaba el portón de la casa. Que estaba algo apartada del resto del pueblo. Y asegurando su equipaje para llegar hasta la puerta.

-Ehh…muchas gracias -volvió a decir Kagami, preguntándose si debería de darle propina a la persona o simplemente agradecerle por su ayuda.

-De nada- dijo al fin el hombre, quien había estado varios minutos mirando la casa sin decir nada- Verá joven…-empezó a hablar- no sé si sepa el asunto de esta casa…

-¿Asunto?- preguntó Aomine a lo lejos

-mmm…no- respondió sinceramente Kagami, dado que nadie le había mencionado nunca algo sobre un asunto- ¿De qué se trata?

-Pues verá…empezó a hablar, pero se detuvo, como pensando que diría a continuación- Hay una serie de rumores de esta casa en el pueblo.

-¿Rumores?- preguntó algo intrigado por el tono de voz del señor.

-¿Y de que se trata?- preguntó Aomine también algo interesado en el tema, dado que hasta se había detenido para escuchar la conversación.

-Pues… se rumora que esta casa está encantada…- habló por fin el hombre, haciendo una pausa para ver las expresiones de los dos muchachos- Se rumora que aquí hay fantasmas…

-No creo en eso- contestó nerviosamente Kagami.

-S…Si… es…eso no existe- apoyó aún más nervioso Aomine.

Y aunque ambos trataron de aparentar normalidad, el rostro del hombre reflejaba que había visto totalmente a travez de sus expresiones nerviosas.

-Bueno…como quiera suerte- dijo el hombre antes de despedirse- si necesitan algún lugar para quedarse mientras abandonan el pueblo mi casa está abierta para ustedes.- y con eso se despidió para caminar de nuevo hacia la calle principal.

-Gr…gracias!- gritó Kagami al hombre, girando después su cabeza algo nervioso hacia la casa. Le sonrió a Aomine, y éste le sonrió de regreso. Murmurando que eran tonterías ambos entraron caminando hasta la puerta.

Al abrirla también rechinó, haciendo que a ambos un escalofrío recorriera su nuca, cosa que ninguno admitiría. Lo primero que hicieron al entrar fue encender todas las luces de la casa. Luces que no apagarían en mucho, mucho tiempo.

Y aunque a ambos les costara admitirlo aquél día no se separaron el uno del otro para nada.