Empecé ésta historia el año pasado, en vacaciones del año pasado. Nunca la seguí por que no me gustaba como se iban desarrollando los personajes. Desde el año pasado he escrito muchas otras historias, no fanfics, así que voy a intentar de nuevo. Ver como se desarrolla esta vez la historia que he escrito tantas veces en mi mente, ahora en papel.
Disclaim: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen y no gano plata por escribir esto. Pero, lo admito, es divertido.
Edit: He pensado en ir puliendo de a poco los capítulos a medida que avanzo. Así que quiero dejar claro que este capítulo no fue editado en contenido, si no en como está escrito el contenido. Espero que mi forma de escribir valla mejorando. Después de todo para eso es que escribo, para pulir mi escritura en general.
Nos leemos al final.
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I. Desear volver (I)
(Lila, morado, esencias aguadas esparcidas por mi memoria)
Era la tarde del 30 de agosto. Era un verano caluroso como ningún otro en Londres. La calle de Privet Drive, ubicada en los suburbios, estaba vacía por culpa del calor. Los niños no jugaban en la calle, los padres trabajaban y las madres descansaban de su eterno trabajo: espiar a sus vecinos.
Era una calle normal. El paraíso para todas aquellas personas normales que no toleraban las cosas diferentes. Pero también era el infierno en vida para una niña pelirroja, que se encontraba llorando en el suelo de su habitación, en el segundo piso de la casa número cuatro.
- ¿Por qué estoy acá? - Preguntó la niña, su nombre era Lillian Evans. Claro que Lily no esperaba una respuesta, la casa estaba en completo silencio, no había otra alma en la casa y su única compañía eran sus propios sollozos.
Lily escuchó como la puerta de entrada se abría y se cerraba. Se apresuró a enjugarse las lágrimas y se miró en el espejo, sus ojos verdes se habían vuelto ligeramente más claros a causa del llanto. Suspiró pesadamente y reuniendo todo el valor que una niña de dieciséis años puede tener, bajó las escaleras. Su madre estaba en la cocina, Lily no podía ver su cara desde la puerta.
- ¿Má? - Preguntó Lily en un susurro y, aunque solo fue un susurro, su voz se quebró. Su madre se dio la vuelta, tenía la cara surcada por lágrimas, las lágrimas le hacían ver mayor. Lentamente se enjugó las lágrimas y negó con la cabeza, luego volvió toda su atención en la cena.
Lily pensó en ese "no" mientras subía a su habitación. "No" era nada definitivo, era cambiante, era esperanza pero también desesperación.
(Vainilla, dulce canción de cuna que se mece en mar)
Danielle Thomson entendía perfectamente las palabras de su madre, entendía perfectamente la situación.
Suspiró mientras releía la última carta que le había llegado de Lily. Había recibido cartas de todas sus amigas, todas sonaban contentas, pero Danielle entre cualquier persona sabía la verdad: nadie era feliz, todos tenían sus problemas. Danielle sabía por eso no contaba sus problemas, era su deber como amiga y hermana apoyar a quien pidiera ayuda y no poner más peso en la espalda de quien ya cargaba su propio peso..
Dani sabía la verdad de todas sus amigas, aunque ellas no le habían contado, ellas no le habían pedido ayuda, pero teniendo la capacidad de arreglar los problemas de los demás ¿por que no lo haría? Ella estaba dispuesta a ayudar. Después de todo ella sabía que sus problemas tenían solución, no como el de ella.
- ¿Dani? - Preguntó su madre entrando en la pieza y trayéndole la cena en una bandeja. Su madre era hermosa, Danielle sonrió, siempre había estado agradecida del parecido con su madre. Alta, pelo castaño que caía en ondas y unas delicadas facciones que adornaban su cara, pacífica. Ahora, sin embargo, estaba un poco triste por el parecido que iba más allá de lo físico.
(Limón, que embriaga tus sentidos, no dulce, pero apasionado)
"Y entonces Rose supo que hacer para que él no se fuera" escribía lentamente a mano Samantha Vane, pero era mentira. Ni ella que era la autora sabía que es iba a hacer su protagonista para recuperar a su amado. Hubo un ruido metálico en la pieza contigua, Sam suspiró y dejó la pluma.
Era hora de cenar pero nadie cocinaría la cena para ella. Era hija única, su madre había muerto cuando ella era muy pequeña y su padre era un inventor de artefactos mágicos muy concentrado en su trabajo, desde hace unos días no había salido de su taller.
Samantha no recordaba mucho a su madre, solo recordaba que le encantaba cocinar, siempre cantaba mientras preparaba la cena. Sam recordaba sentarse en la cocina solo para escuchar a su madre cantar, pero eso había sido hace mucho.
Desde pequeña sus amigas siempre le habían tenido pena por no tener madre, pero ella ya no sufría por su madre. Extrañaba más a su padre, que una vez había sido tan feliz y ahora se deprimía, encerrado con sus inventos. Desde la muerte de su madre, su padre había desarrollado gran interés por las cosas materiales.
- Sam - Su padre la llamaba desde el taller. Ella suspiró, caminó por el pasillo y se quedó en el umbral de la puerta, viendo como su padre revolvía aquí y allá - Esto es para ti, cariño - dijo el, pasándole cinco extraños objetos con forma de caja. Ella sonrió - Son para ti y para tus amigas, aquí tienes las instrucciones, las escribí un poco a la rápida - dijo él pasándole un sobre a su hija.
- Gracias, pá - Dijo ella, tomando los objetos de colores con cuidado. Se dirigía resuelta a su pieza, cuando su padre la llamó: - ¿Hija? - Ella no había alcanzado a desaparecer en su habitación aun, paró pero no se volteó - Nadie debe saber que los tienen, o que existen. Nadie - El tono serio de su padre la convenció. Entró en la habitación y sonrió. Bueno, al menos ahora tenía algo para el DIR.
(Miel, ámbar crepitante de pasiones silenciosas)
Megan entró a su habitación y cerró su puerta con todas sus fuerzas. No podía creerlo, hace diez minutos se había enterado que su madre la había comprometido y que lo haría oficial al día siguiente en una fiesta para "celebrar la unión próxima de dos grandes familias de sangre pura".
Ni siquiera sabía con quien estaba comprometida. Tu prometido, así lo habían llamado su madre toda la conversación. Ni siquiera sabía su nombre y ya lo odiaba por quitarle su libertad.
Sus padres le habían alegado que ella debía responder a sus obligaciones como sangre pura, que debía continuar el legado de los Dalton. Cuando era pequeña, hace veinte minutos atrás, ella nunca habría odiado su apellido. Ahora, veinte minutos después, todo era diferente.
"Es increíble, cuando se te presenta un problema uno crece de golpe" pensó Megan.
Meg tomó un pergamino y escribió apresuradamente a sus amigas. Necesitaba verlas, necesitaba apoyo. "Las veo en el mall, mañana en la mañana" escribió en cuatro papelitos. Talvez si las veía en la noche se sentiría más valiente para enfrentar a sus padres, huir o enfrentar su destino, conocer al afortunado.
Su estomago sonó, tenía hambre, sin embargo sus padres no la dejarían bajar a cenar después de cómo había cerrado la puerta.
(Rosa, delicada flor que en sueños sueña consigo misma)
Miró el libro con desdén y sin pensarlo lo tiró lejos, al otro lado de su habitación. El libro golpeó la muralla y calló con un ruido sordo. Se había cerrado al caer, la tapa rezaba "Amanecer".
No podía creer que un libro dijera tales mentiras. La primera mentira era que los vampiros existían. Ok, lo admitía, era posible, ella siendo bruja no podía ser tan escéptica. La segunda mentira era peor, "amor eterno"
Catherine Modrow sintió la ira en sus venas al pensar en esas dos palabras. Esa mentira le resultaba la más cruel de todas las que había escuchado en su vida y había escuchado muchas mentiras. Si el amor eterno existía, entonces ¿Por qué sus padres se divorciaban? Lloró un poco por ésta idea.
Su padre se había ido de la casa hace dos días, dejándola a ella y a su madre sentadas en el comedor, cenando solas. - ¡Cat! A cenar - Gritó su madre del otro lado de la puerta de su habitación, alejando todos los pensamientos de Cat.
- No tengo hambre, madre - Respondió ella en un susurro, cenar era lo que menos apetecía en estos momentos.
Catherine miró su estante buscando un libro que leer. Todos eran de amor. De repente pensó en lo infantil que era antes del suceso de sus padres. Había crecido mucho en dos días.
Faltaban tan solo dos días para empezar el sexto año en Hogwarts, colegio de magia y hechicería, esto la aliviaba. No tener que estar en su casa por un tiempo y vivir con sus amigas parecía un gran remedio para dejar de recordar. Estar con la eterna soñadora de Lily, con la tierna Dani, con la intrépida y enamoradiza de Sam y con la siempre preocupada de Meg. Las cinco brujas eran mejores amigas entre si, casi hermanas, ellas la entenderían.
Cat estaba sacando ropa de su armario y reordenándola en su baúl cuando escuchó un suave sonido en su ventana, era una lechuza. Catherine se apresuró a abrir la ventana y la dejó entrar, traía una carta de Meg.
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Esta fue una pequeña introducción de los protagonistas femeninos de la historia. Espero haber desarrollado un poco más los personajes esta vez. Lo más seguro es que escriba el segundo capitulo en el día por que tengo mucho tiempo libre.
Nos leemos en algunas horas.
OreoO
PD.: De ahora en adelante cuando en un capítulo aparezca [Edit] es que fue editado
