Necesitaba una esposa. Era una verdad palpable después de ver como sus hijos cada vez se encontraban más solos y sin nadie que los hiciera caso. Al menos si tenían a alguien a su lado conseguiría que sus hijos no estuvieran solos. Sabía que ellos no lo estaban pasando especialmente bien. Había hecho todo lo que había podido como padre pero notaba que a ellos les faltaba una madre y que por mucho que él quisiera no podía ocupar el puesto de los dos. Ya que a duras penas podía ocupar su propio puesto.
Su madre se lo había dicho muchas veces que necesitaba tener una esposa. Pero las mujeres que ella le seleccionaba como mujeres indicadas a él le resultaban insípidas, aburridas o por el contrario eran mujeres muy frívolas que solo veían los millones de él y solo buscaban estar casadas con un multimillonario para así poder alardear delante de sus amigas.
Ya conocía a esa clase de mujeres pues sus dos anteriores esposas habían sido de ambos grupos y las dos habían sido seleccionadas por su madre. Esta vez lo tenía claro, iba a elegir él a su esposa y quería alguien que se preocupara por sus hijos. Ante todo quería la felicidad de los dos.
Aunque antes de buscar una esposa debería encontrar una niñera pues la última se había marchado hacía unos días después de que sus dos hijos se hubieran aliado para sacarla de sus casillas. Pero no podía pensar en eso en ese momento. Observó a su alrededor la mesa estaba rodeada por sus mejores abogados y administrativos. Todos ellos estaban discutiendo sobre la compra de la empresa que iban a realizar.
Era un hombre de negocios, su empresa era líder del mercado americano en telecomunicaciones y desde hacía un par de años habían empezado a moverse por otros ámbitos como la hostelería y la televisión y en ese momento dirigían gran parte de los hoteles importantes de la costa este junto con varios canales de televisión.
Llevaban así dos horas y parecía que por fin iban a llegar a un acuerdo. Una hora después salían de la sala de reuniones para dirigirse al restaurante de la empresa que se encontraba en la planta baja. Vio como varios de los abogados se acercaban a su abogado principal. Robert Williams de cuarenta y cinco años llevaba trabajando en la empresa más que cualquier otro, incluido él, pues Robert había trabajado allí desde que salió de la universidad con veinticinco años. Había sido uno de los hombres de más confianza de su padre y cuando él entró diez años atrás también se había convertido en su mayor apoyo y ayuda.
-Oye, Williams. ¿Es cierto lo que hemos oído? ¿Ha regresado tu hija a la ciudad?
La hija de Robert Williams, era una persona famosa en la empresa. Con tan solo veinticuatro años acababa de terminar dos carreras a la vez. Economía y Magisterio Infantil. Aunque fueran dos ramas completamente diferentes había conseguido sacarlas las dos con nota. Aunque en realidad lo que hacía famosa a Sarah Williams era su madre. Todo el mundo sabía que la ex-mujer de Robert era la famosa actriz Linda Williams.
-Disculpe, señor Jones, ¿es cierto que usted conoce a la hija del señor Williams? –le preguntó uno de los abogados nuevos.
-Sí, es cierto. –contestó él sonriendo por todos los encuentros en los que se habían juntado las dos familias.
Sarah y él se habían tratado poco pero habían acabado haciéndose amigos. Cuando ella entró en la Universidad de Columbia, él la escribía casi todas las semanas y lo mismo hacía ella. Ahora que había vuelto tal vez pudiera pedirle que le ayudara con los niños puesto que ella los conocía a los dos aunque seguramente sus hijos ni siquiera se acordaran de ella. Debía acordar una cita con ella para poder hablar sobre el tema.
Observó a Robert y se decidió. Esa podía ser una buena forma de volver a encontrarse con ella. Pues esa noche se celebraba una fiesta de disfraces en el hotel principal de la ciudad que él había organizado.
-Robert –dijo él e hizo que todos se giraran a mirarle-. ¿Por qué no la traes a la fiesta de esta noche? Estoy seguro que no le vendrá mal un poco de diversión después de haber acabado por fin en la universidad.
-Ya la había invitado, Jareth –le contestó Robert malévolamente.
Jareth era el apodo que le habían puesto sus hombres de más confianza por su parecido con el personaje del libro Labyrinth que había publicado Sarah poco después de haber empezado la universidad y se había convertido en el libro favorito de muchos de los hijos de la empresa que hizo más famoso al personaje entre ellos. Él no podía evitar sentir que ciertamente Sarah había plasmado en ese personaje aplastantemente bien su personalidad y su forma de ser. Al igual que nunca podía ocultar una malévola sonrisa al recordar el personaje en el que había plasmado ella su personalidad y podía ver que si bien en la vida real eran amigos también podrían ser unos rivales muy peligrosos en el libro.
Había hablado mucho con ella sobre eso en sus cartas pues no podía evitar preguntarle. Se había quedado asombrado cuando le dijo que ahora tenía suficiente dinero gracias a las ventas del libro para poder permitirse muchos lujos. Y ciertamente, cuando buscó por internet las ventas del libro se quedó asombrado al ver que era uno de los libros más vendidos de la década.
-Bien, entonces no hay más que decir. A todo esto, ¿de qué se disfrazará? Siento curiosidad por ello. Después de tanto tiempo sin verla si no sé de qué está disfrazada no la reconoceré.
-Sabes cómo es ella, será la que mejor disfrazada vaya. Y según me ha comentado va a ir disfrazada de un personaje que es bueno y malo a la vez. Ni siquiera a mí me ha dicho de que va a ir disfrazada pero seguro que nos sorprende.
-Siempre lo hace –corroboró él.
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Eran las seis y media de la tarde cuando Sarah empezó a prepararse. Sabía que esa era una noche importante. Después de seis años iba a volver a verle. David, suspiró. Antes de irse a la universidad podría haber dicho que estaba perdidamente enamorada de él, ahora seis años después y con más de medio país de por medio podía estar segura que lo único que sentía era amistad. Aunque la verdad la sabría esa noche cuando volviera a verle sabría por fin lo que sentía.
Observó el atuendo que iba a llevar esa noche. Sabía la clase de gente que iría a esa fiesta y por eso sabía que no podía llevar cualquier vestido. Después de todo ella era la hija de Linda Williams y debía hacer notar cuales eran sus raíces. Decidió empezar por el maquillaje y el cabello que era lo más le llevaría. Media hora después se encontraba sentada frente a su tocador ultimando que joyas llevaría se decidió por el colgante de oro blanco y diamantes con forma de copo de nieve que le había regalado David por navidad hacía tres años.
El vestido que llevaría era sencillo pero elegante de color blanco palabra de honor con cristales Swarovski por todo él haciéndolo brillar. En la parte de arriba llevaba pelo de color blanco que solo dejaba ver el nacimiento del pecho y remarcaba más el colgante. Detrás del vestido llevaba una cola enganchada a la espalda hecha de encaje con forma de copos de nieve.
Sí, se dijo. Iba a ser una autentica reina de las nieves esa noche. La diadema que iba a llevar había llegado una hora antes al hotel donde se estaba hospedando. El mismo donde tendría lugar la fiesta. La fiesta empezaba a las siete y media. Observó el reloj y vio que marcaba las siete y veinticinco. Se miró al espejo de pie que había a un lado del tocador.
Perfecta. Solo le faltaba el antifaz que sacó de uno de los cajones. El antifaz era una autentica obra de arte. Estaba hecho con seda de color blanco perla y los mismos cristales que llevaba el vestido. Se puso el anillo y los pendientes que había seleccionado a juego con el colgante. Se puso los guantes blancos que le llegaban hasta los codos con el mismo pelo al final. Ahora sí que estaba lista para bajar. Cogió la capa que tenía sobre la silla y se la puso que también iba enganchada con el símbolo del copo de nieve. Era la hora.
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El salón donde tendría lugar la fiesta había empezado a llenarse desde las siete de la tarde y a las siete y media estaba a rebosar de gente. Los disfraces que llevaban parecían los de un baile de máscaras de Venecia. Había algunas excepciones pero casi todos parecían cortesanos del siglo XVIII. David observó a su alrededor buscando a la muchacha que más esperaba pero lo cierto era que no la veía. Él había decidido hacer honor al papel que ella le había dado en su libro y así se lo habían dicho sus hijos. Parecía un auténtico Rey Goblin. Había decidido llevar a los niños pues la fiesta había concretada de siete a doce y a esas horas ellos también podían divertirse.
Las luces se volvieron blanquecinas y grises cuando entró en la sala a las siete y media un nuevo invitado. Llevaba una capa de color blanco con un broche y llevaba puesta la capucha por lo que nadie podía distinguir quien podía ser, pero lo cierto es que todo el mundo se había quedado quieto a la espera de saber de quien se trataba. David sintió que alguien se le acercaba y se quedaba a su lado.
Uno de los hombres designados para la fiesta ayudó a la desconocida a quitarse la capa y cuando se mostró la mujer que había bajo ella todo el aforo ahogo la respiración. Era una autentica belleza. Sus ojos verdes mostraban una frialdad sobrenatural haciendo juego con el personaje que interpretaba. Tenían ante todo ellos una autentica reina de las nieves. David escuchó como alguien le decía.
-Te dije que sería la que mejor disfrazada iría. Ahora comprendo porque dijo que sería un personaje bueno y a la vez malo. La mismísima reina de las nieves era uno de sus personajes favoritos en la infancia y la adolescencia. No sé cómo no he caído antes. –le dijo Robert.
Todos los que allí se encontraban observaron como la muchacha bajaba uno por uno los escalones que daban al salón. Antes de que nadie dijera nada David se acercó a la escalera para recibir a la invitada pese a que no era su acompañante aunque a ella eso no le sentó nada bien. Cuando estuvo a la misma altura que él, Sarah no pudo evitar sonreír y solo pudo decir una cosa.
-Hola, Jareth. –él no pudo más que sonreír.
-Es un placer volver a verte, cosa preciosa. Solo puedo decir que eres la mujer más hermosa de la fiesta en este momento y la más fría también.
Notas de la Autora: Hasta aquí el prólogo. Espero que os guste y ahora ya sabéis porque no he continuado actualizando mi otro fic. Os prometo que en breve lo actualizare ya voy por la mitad del capítulo.
Un saludo para todas,
Shaery.
