¡Hola! Bien, la idea de este fanfic se me ocurrió hace un tiempo ya y está, en mayor parte, inspirada en unos capítulos de un unitario que solía ver hace algunos años. No serán muchos capítulos debido a que no quiero comprometerme con ustedes y después dejarlos esperando mil años por una nueva actualización.

Con respecto a "Amor en el crucero por el Caribe" (para quienes lo hayan leído), publicaré el epílogo para la próxima semana sin falta.

Sin nada más que decir, espero que disfruten la lectura. Cualquier insulto, quejas y/o palabras de odio serán bien recibidas... Créanme que los entenderé.


Claramente, los personajes no me pertenecen. Todo es una historia de mi autoría, basada en los personajes de la serie Once Upon a Time.


·1·

Su cumpleaños... Un acontecimiento increíble. Un día que, años anteriores, sólo festejaba con su pequeño Henry. Una fecha que no tenía relevancia alguna para ella, que le recordaba su horrible pasado como la gran y poderosa Reina Malvada. Un acontecimiento que no merecía ser celebrado. O al menos así lo vio hasta que esa estúpida Salvadora llegó a su vida hacía ya tres años.

Por más que al principio le costaba aceptarlo, Emma Swan había cambiado su vida de una manera increíble. Ahora eran grandes amigas, cosa que Regina jamás imaginó que podría llegar a suceder, pero no podía quejarse... Su vida ahora era perfecta.

Tenía a su hijo que la amaba más que nadie, quien finalmente pudo perdonarla y pedirle perdón por todo lo sucedido, por cómo la había tratado. Tenía una mejor amiga que era insoportable, que siempre estaba molestándola pero siempre conseguía sacarle una sonrisa con sus tonterías. Tenía a dos idiotas a los que estaba comenzando a querer pero eso jamás lo admitiría, porque primero estaba su orgullo como reina y después todas esas cursilerías... Aunque sí admitía que el pequeño bebé que tenían llenaba sus días de felicidad, casi tanto como esa Charming rubia que irrumpía en su oficina todos los días impidiéndole trabajar.

¿Por qué estaba pensando en Emma otra vez? Bueno, siguiendo con lo anterior...

Tenía un pueblo entero que poco a poco fue confiando cada vez más en ella y que no se quedó de brazos cruzados cuando la ex Reina Malvada dijo que no festejaría su cumpleaños. Emma estaba entre ellos, obviamente, obligando a Regina a organizar aunque sea una pequeña cena y diciéndole que ella le ayudaría a cocinar. Eso sí que no era un tema de discusión. Emma Swan no tocaría el más mínimo utensilio de su cocina. Definitivamente no. Se negaba. Eso seguramente terminaría en un incendio y ella no permitiría que Swan saliera lastimada, no si ella podía evitarlo...

La sheriff Swan en sus pensamientos de nuevo. ¿Es que nunca podía sacársela de la cabeza? ¿Por qué todo lo relacionaba con ella? ¡Qué mujer tan irritante!

La cuestión es que, después de escuchar por varias horas a Henry, Emma y los dos idiotas insistiendo con el tema, Regina decidió hacer una fiesta con todos los habitantes de Storybrooke, su precioso Henry y, por supuesto, con esa hermosa e insoportable familia de encantadores.

A pesar de no ser Emma quien cumplía años, era ella quien estaba más ansiosa que la misma cumpleañera.

El día de la fiesta llegó súper temprano a la mansión Mills y, junto a su hijo, despertaron a la morena con un gran desayuno en la cama. Desayuno que, claramente, habían pedido a Granny que hiciera ya que ninguno de ellos sabía cocinar, mucho menos Swan.

La fiesta fue increíble. Todo el pueblo se divirtió, bailó hasta el cansancio, todos hablaron y, especialmente, bebieron como si fuera la última vez que lo harían. Eso último también incluía a Regina y Emma.

Como siempre, el alcohol hizo su efecto, sobre todo en aquellas mejores amigas que estaban bailando y coqueteando.

Regina movía su infartante cuerpo frente a la Sheriff del pueblo y le susurraba cosas al oído con esa voz extremadamente sexy que tenía, lo que logró que la rubia quisiera agarrarla por la cintura y deseara besarla con fuerza, cosa que no hizo porque, a pesar de que estaba con bastante alcohol en sangre, no llegaba al punto de no ser consciente de sus acciones. Aún podía pensar en esos años años de amistad que habían construido y, por más que realmente quisiera probar esos preciosos labios, no se arriesgaría a crear un ambiente que podría tornarse incómodo para todos.

Cerca de las 3 am, Regina tomó la mano de Emma y, acercándose un poco más a ella, le dijo que estaba cansada y tenía los pies adoloridos, que necesitaba descansar por un momento pero que no podía subir las escaleras sola porque estaba muy mareada y tenía miedo de caer. Así fue que le pidió a su amiga que fuera con ella a su habitación para ayudarla. Por supuesto, la rubia sin dudarlo dos veces, aceptó acompañarla y juntas subieron las escaleras hasta llegar a la que era la habitación de la Alcaldesa.

Al llegar allí, caminaron hasta la cama aún de tomadas de la mano porque Regina no dejaba de tambalearse debido a que estuvo a punto de llegar a su límite con el alcohol. Aunque, en realidad, fue un poco difícil, ya que Emma se encontraba casi en el mismo estado.

Cuando estaba ayudándola a sentarse en la enorme y cómoda cama, la rubia perdió el control y cayó sobre ella. Ambas comenzaron a reír a carcajada como dos niñas.

– Creo que aún no he recibido todos mis regalos... – Dijo Regina, seria de repente, mirando perdidamente esos ojos verde-azulados, acariciando la mejilla de su Emma. Sí, porque ella era su Emma, aunque la rubia no lo supiera.

– ¿Qué regalo? ¿De qué estás hablando? – Preguntó confundida

– Tú serás mi otro presente.

Finalmente, la Sheriff entendió lo que su amiga estaba tratando de decir... o tal vez, lo que estaba tratando de hacer. Y ya no pudo contenerse. Se acercó más a ella, y en un susurro casi inaudible, respondió:

– Me parece que en realidad tú serás mi obsequio.

– Creo que lo soy... Disfruta de tu regalo de no-cumpleaños, mi querida Emma. – Dijo la morena, dispuesta a comenzar un beso apasionado.

Regina llevó sus manos al cuello de la rubia y profundizó el beso aún más, permitiendo que sus lenguas comenzaran a rozarse, mientras Emma acariciaba sus piernas, subiendo lentamente a sus pechos.

Se pusieron de pie y la rubia ayudó a su Reina a sacarse el corto vestido rojo que llevaba, dejándolo en el suelo, dejando así al descubierto su hermoso cuerpo ahora escasamente tapado por su fina ropa interior de encaje. Después de esto, Regina volvió a besarla mientras lentamente desabrochaba los ajustados jeans de la sheriff Swan. Verla usar esos jeans la volvía completamente loca. Adoraba verla con ellos, aunque ahora no eran más que una molestia para ambas.

Cuando la rubia dio un paso fuera de sus pantalones, se sacó la camisa a cuadros que llevaba, quedando en ropa interior, al igual que Regina. La besó, atrapando su labio inferior entre sus dientes, pasando luego su lengua para calmar el leve dolor que causó. La empujó suavemente para que volviera a acostarse en la cama y se puso a su lado, besándola y comenzando a tocar ese cuerpo con el que ya tantas veces había soñado.

Desabrochó el sujetador de la morena, soplando delicadamente sobre uno de sus pechos, viendo cómo el pequeño pezón reaccionaba ante la sensación. Con su mano se concentró en darle atención al otro, masajeándolo suavemente y por momentos con un poco más de fuerza, arrancando tiernos gemidos de la garganta de la Alcaldesa. Después de esto, cerró su boca alrededor de su oscuro pezón y comenzó a darle golpecitos con su lengua para luego realizar el mismo trabajo con el otro.

Sus respiraciones fueron aumentando. Emma fue bajando su mano por el torso de Regina, siguió a por la cintura, sus caderas y le sacó las bragas. Deslizando primero sus finos dedos por sus pliegues, luego comenzó a hacer pequeños círculos en su clítoris.

– Está muy mojada, Sra. Alcaldesa. – Le dijo en un tono seductor.

Introdujo dos dedos en ella, haciéndola gemir, repitiendo el mismo movimiento una y otra vez, cada vez más rápido y, entre gemidos, la morena dijo:

– Es todo culpa suya, Srta. Swan.

Luego de escucharla decir eso, Emma se levantó y terminó de sacarse la ropa interior. La besó de nuevo por un largo rato, con sus dedos nuevamente dentro del sexo de la morena. Cuando ambas tuvieron que separar sus bocas para coger aire, la rubia empezó su camino hacia el sur de esa terca mujer a la que tanto había deseado hacer suya.

Sus labios recorrieron cada centímetro de la suave piel de Regina, quien no podía quedarse quieta bajo el toque de la Srta. Swan.

Al llegar a la parte más privada de la anatomía de la morena, la Sheriff la miró fíjamente a los ojos. Marrón oscuro perdiéndose en verde-azulado, y viceversa. Sus miradas estaban llenas de deseo y ninguna de las dos podía esperar ni un minuto más.

Regina volvió a apoyar su cabeza en la cama y arqueó la espalda al sentir cómo la rubia comenzaba a chupar ese pequeño botón que le causaba tanto placer.

Escuchar a su Reina pronunciar su nombre entre gemidos logró que se excitara aún más y que su centro comenzara a palpitar de necesidad, dejándola casi al borde del orgasmo.

Introdujo otro dedo y continuó con las atenciones en el clítoris de la morena, la cual también se sentía cada vez más cerca de llegar a su tan ansiada liberación. Nunca nadie la había hecho sentir tan bien durante el sexo. Nadie se había preocupado en complacerla a ella primero y eso la estaba volviendo loca. La insoportable Emma Swan la volvía loca de placer.

Al notar que la respiración de Regina se volvía cada vez más errática, que sus gemidos eran cada vez más y más fuertes y al sentir cómo el interior de ésta se cerraba más alrededor de sus dedos, lentamente los sacó de su interior. Recibiendo una tierna queja por parte de esa hermosa mujer de cabellos cortos y oscuros, entonces se acercó a su rostro para besarla otra vez.

Regina gimió al saborearse a sí misma en la boca de la Salvadora, pero realmente necesitaba que Emma siguiera tocándola.

– Emma, por favor... – Dijo entre besos.

– Quiero que lleguemos juntas. – Contestó ésta, acomodándose sobre ella y posicionando sus sexos de manera que pudieran rozarse.

Si la música no hubiese estado tan fuerte debido a la fiesta que aún continuaba a pesar de que su anfitriona ya no se encontraba ahí, todos habrían escuchado a Regina gritar al sentir cómo Emma pegaba su sexo al suyo.

La Sheriff comenzó a moverse muy lentamente, era increíble el placer que ambas mujeres sentían. Sus cuerpos parecían encajar perfectamente, como si estuvieran hechas la una para la otra.

Ambas llegaron al clímax al mismo tiempo, sin dejar de mirarse a los ojos. Las dos pudieron notar un brillo especial en los ojos de la otra pero ninguna quiso interrumpir el momento. Así mismo, tanto Emma como Regina sintieron cómo la magia se apoderaba de sus cuerpos. No era magia negra, no era magia blanca. Era la magia de ambas complementándose, uniéndose y formando una sola.

La Alcaldesa tomó el rostro de la sheriff entre sus manos y la besó como si fuera la última vez que lo hiciera. Como si supiera que eso no volvería a suceder. Emma respondió al beso de la misma manera.

Se acomodaron en la cama, cubriendo sus cuerpos desnudos con las finas sábanas y, aún abrazadas y con sus piernas entrelazadas, cayeron en un profundo sueño, completamente exhaustas.

A la mañana siguiente se despertaron con el sonido de la alarma. Regina había olvidado de cancelarla el día anterior... Era domingo, todavía era temprano y ambas sentían un terrible dolor de cabeza que las estaba matando.

Divina resaca. Sería la última vez que se propasaran tanto con el alcohol, de eso estaban seguras.

Al abrir los ojos, la morena se encontró rodeada de unos fuertes y firmes brazos. Levantó un poco la cabeza y notó que era Emma quien la abrazaba... ¡Y las dos estaban completamente desnudas!

Emma abrió pesadamente sus ojos segundos después y la miró algo confundida.

Regina cogió las sábanas en un rápido movimiento y cubrió su cuerpo. Se sentó en la cama y se tapó la cara con las manos. Emma no dijo una sola palabra, por lo que la ex Reina Malvada la miró de nuevo y dijo:

– Pensé que no había sido más que un sueño.

– Oh... ¿Acaso siempre sueña conmigo, Alcaldesa? – Preguntó Emma en tono de burla y tratando de alejar un poco la seriedad e incomodidad del momento.

– Esto es grave, Swan. – Contestó con el ceño fruncido, casi tirándole dagas con los ojos.

– Lo siento, Regina. Sólo estaba tratando de... – Pero ella no la dejó terminar de hablar. La morena cubrió con su mano la boca de quien, se suponía, era su mejor amiga y musitó:

– Vamos a olvidar esto sucedió, ¿de acuerdo? No quiero que nuestra amistad se arruine debido a esto, Emma, por favor.

Regina tenía miedo de perder a Emma, no quería. La amaba pero no lo aceptaría porque estaba casi segura de que la rubia no sentía lo mismo y sabía que lo que había pasado la noche anterior no fue más que un desliz provocado por la cantidad de alcohol que ambas ingirieron.

Emma tampoco quería que la morena se alejara de ella y, aunque le dolió que Regina quisiera olvidar cómo se habían amado hace tan solo unas horas, decidió aceptar con tal de seguir teniéndola cerca... Aunque eso implicara seguir siendo solo amigas.

– Por supuesto, no te preocupes... Esto nunca pasó.