Teniendo una mujer

Autor: Silvita

"Entonces él vivirá aquí, con nosotros. Será papá como tú y yo seré mamá como mi mamá ¿verdad?"


Tu boda, mi boda, nuestra boda

(Sakura)

Hay chicas que siempre sueñan con encontrar el amor de su vida. Sueñan y sueñan día tras día con encontrarlo en algún momento, sea en una piscina, una fiesta de gala, o mi preferida: en un parque, después de un día lluvioso cuando la tierra aún conserva ese aroma a húmedo que, según yo, es agradable.

Incluso en este mundo las cosas son así, las mujeres, por más pocas que seamos, tenemos ese sueño, encontrar el amor.

Muy pocas lo han encontrado, la mayoría no lo espera, otras se conforman con tener a su mejor amigo como su esposo. Ninguno de esos es mi caso.

Simplemente, antes mi vida era perfecta a pesar de que mi hermano había desaparecido, vivía alegremente bajo el cuidado de mi papá, quien es el único hombre más grandioso que he conocido.

Ese hombre, al que llamo papá, porque simplemente lo es, me hizo notar que aparte de este mundo existen otros, donde las cosas son simplemente mejores y menos trágicas que aquí. Él me enseñó muchas cosas las cuales son prohibidas que yo, o una mujer, sepa. Así de simple, están PROHIBIDAS. Entre esas cosas están: defensa personal, deportes y manejo de armas. Nunca me obligó a hacer aquello que todas las mujeres aquí SÍ tenemos que hacer como: coser, cocinar, primeros auxilios, decoración de interiores, sobretodo y lo más importante… MATERNIDAD.

La palabra, en si, no me enferma… simplemente no puedo imaginarme a mí, Sakura Kinomoto, ¡embarazada! Tarde o temprano tendré que pasar por eso por, y con, el simple hecho de que aquí cualquier mujer solo esta para ese fin.

En mi mundo las mujeres somos muy escasas, mujeres- mujeres. Existen otros seres, iguales a nosotras, con el mismo carácter y ganas de amar, esas son las "majes", pero no tienen el titulo de ser mujeres porque, simple, no tienen el don de dar vida.

En si es algo insensible, las majes están aquí simplemente para satisfacer a los hombres, ayudarles y cuidar de nosotras, las mujeres. Algunas majes se llegaron a enamorar perdidamente de un hombre, hasta el punto del suicidio, solo escuché de un caso en el que una maje, por celos, llegó a matar a la mujer de su jefe.

Fue condenada a cadena perpetua…

Sí, sé que dirán "que mundo más extraño", pienso lo mismo, no importa que halla vivido aquí dieciséis años, que es prácticamente toda mi vida, aún no logro creer que existan mundos completamente distintos y mejores. Según mi papá, existe uno, donde el hombre y la mujer deben ser respetados de la misma manera, se supone que tienen los mismos derechos. Simplemente… la mujer es un poco menospreciada. Pero eso sí, abundan, hay más cantidad de mujeres que hombres.

Seguía contando: aquí la mujer es alguien MUY cuidada. Los hombres se encargan de trabajar, traer el dinero, la comida, nuestra ropa y cosméticos para hacernos lucir hermosas, nada más. La mujer solo esta aquí para permanecer hermosa, hacer que todo a su alrededor sea hermoso y cuidar de la cantidad de hijos que nos obligan a tener.

Los hombres que me leen dirán "¡miércoles, nos explotan!" y no es así, que mujer no desearía ser un hombre, poder salir a caminar sin ser vigilada, vivir sin temor a que te secuestren, trabajar, y lo más importante…utilizar magia.

¿Se sorprenden? Sí, magia, aquí cada pequeño ser que encuentren posee magia, pero sólo los seres humanos poseemos la habilidad de hacer con ella cualquier cosa. Perdón, perdón, expliqué mal, aquí SOLO los hombres pueden hacerlo.

Mi papá me decía que los hombres temieron siempre a la mujer, inteligente, fuerte y para colmo poseía la habilidad de dar vida. A miedo de ser derrotados, decidieron privarnos de la magia mientras podían, y esa costumbre hasta ahora perdura. Mi papá me enseñaría a hacer magia, pero ya es muy tarde.

No sé como será en sus mundos, pero aquí, el dar vida es mediante un proceso incomodo, mediante relaciones sex…..ay, que pena, ¡ni puedo escribirlo! y eso hace que mi tormento sea mayor.

Lo único horrible de ser hombre es conseguir una mujer. Para un hombre el estar con mujer es signo, y prueba, de élite, de realeza. Los pocos hombres que poseen una mujer a cargo son simplemente de la realeza, de clase alta y noble. Muy pocos hombres son nobles sin mujer, muy pocos, diría que sólo cinco de cien hombres logan ser de clase alta sin nuestra ayuda.

Cuando una mujer, como en mi caso, llega a quedar sola sin estar al cuidado de un hombre, la llevan a un palacio de seguridad, y después de una semana es llevada al campo de batalla, donde muchos hombres solteros luchan arduamente con magia y armas para obtener la valiosa recompensa, una de nosotras. Si un hombre gana quiere decir que esta al nivel apropiado para cuidar de una mujer, porque solo los hombres más fuertes mágicamente pueden hacerlo, los hombres con alto nivel mágico se hacen llamar "magos" ¿raro no?.

Como ya dije, ese iba a ser mi caso. Sí, lo que leen, estoy sola, mi padre falleció hace unos días. Las normas indican que si el padre fallece, la mujer debe ir al cuidado de su hermano, tío o abuelo. En mi caso no hay nadie, mi hermano desapareció hace cinco años. Se supone que yo debería ser uno de los trofeos de la batalla ¿no?

Pero no, la vida no fue así con migo, quedé de herencia. Sí, como lo oyeron o leyeron. Mi papá, el único hombre de mi vida, me dejó a cargo. Sí, a cargo de un antiguo alumno suyo, el solo decir su nombre me da nauseas. No comprendo, hasta ahora no creo que mi papá haya sido capaz de semejante cosa.

Por ley, mi padre antes de morir podría haber mandado a buscar a mi hermano, para que este quedara a cargo de "la responsabilidad", pero NO, no lo hizo.

Hace dos días salió en el periódico una noticia que me impactó, y que es la principal causante de mis sospechas y nauseas ante el alumno de mi querido papá.

Indican, claramente, que el oxígeno de mi papá fue desconectado. Se rumora que el alumno ese fue el asesino de mi padre, quien lo obligó a firmar aquellos papeles que me dejaban a su cuidado.

Yo sé que ese hombre fue, lo sé. A falta de pruebas no le hicieron juicio, mi papá no murió por causas naturales, eso es seguro.

En esta habitación, no hay nada más que un colchón que se calienta mágicamente. ¡Nada más! Por causas del suicidio que estaba dispuesta a cometer hasta me negaron el derecho de unas sabanas con las que de seguro me estaría ahorcando ahora.

¿Que quién fue el de la maravillosa idea? Sí, el asesino, mi prometido.

Sí, sí ¡ASESINO!, porque mientras más lo pienso más segura estoy de que ese miserable terminó con la vida de mi papá sin darle tiempo siquiera a mandar una orden de búsqueda para mi hermano.

¡Odio a ese hombre! Lo odio como a nadie… Por más de que intento la miserable sortija no sale de mi dedo, es magia, estoy segura.

Según el abogado de mi papá, mi prometido tiene veinticuatro años. Posee un alto coeficiente intelectual lo que lo permite hacerse cargo de una mujer (normalmente solo podemos estar con un hombre mayor de veintiséis años).

Posee mucha magia y por ello es titulado como mago. Tiene cuatro hermanas y una madre, nunca antes a estado a cargo de una mujer y lo único que hizo durante toda su mísera existencia fue estudiar y acostarse con majes. También dijo que yo lo conocí, a los seis años. No puedo creerlo, mi abogado dice que yo le había regalado un ramo con flores y, momentos después, él había jugado conmigo escondidas. Uy de solo imaginármelo me da nauseas.

Juro por lo más sagrado que tengo que mataré a ese tipo, no importa con qué, así tenga que asfixiarlo con un calcetín lo haré.

No me importa perder la vida, porque simplemente siento que ya he perdido todo, incluyendo aquella pequeña libertad que mi papá había construido al igual que ese mundo lleno de amor he igualdad.

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(Syaoran)

¿Que si estoy nervioso? Joder, ¡claro que estoy nervioso! Faltan dos horas y media para que me case, la iglesia está que revienta en gente, los mejores guardias de seguridad en la puerta y yo aquí, tratando de colocarme este asqueroso atuendo.

Me presento: me llamo Syaoran Li, hijo de un clan enorme, millonario y poderoso (aja, carezco de humildad). Mi madre falleció cuando yo apenas nací, pero mi padre, fallecido hace nueve años, me tuvo a cargo de Ieran, una maje a la que por cariño la apodó Li y que por cariño la llamo madre. Tengo cuatro hermanas, bueno, no hermanas, no son de mi sangre, en si no son mujeres. También son majes, pero las tengo a mi lado desde que tengo memoria, nunca me he creído superior y siempre las traté como si fueran mis hermanas. Mi papá tenía un gran corazón, hizo hasta lo imposible por adoptar a cinco majes y apellidarlas como si fueran mi familia. Aún se lo agradezco.

Ahora me encuentro a sólo minutos de formar una familia, encargarme de una niña… bueno, la última vez que la vi era niña, ahora es una adolescente. Ciertamente cuando era joven y la conocí, me fascinó su ternura. Era divina y, a pesar de ser una niña, me había encariñado mucho de ella.

Por lo que sabía, yo le gustaba y creo que esa fue la principal razón que hizo que yo le diera ternura a diferencia de las demás personas.

Hasta tener aquellos papeles por fin en mi poder, pensé que hacia bien al tenerla para mí. Pero no, aquel pensamiento se esfumó hace unos días, donde me enteré que ella pasaba por estados desesperados he intentos frustrados de suicidio. Mandé a que vaciaran su habitación, hice que sacaran todo excepto un colchón, las paredes las mande a acolchonar, para que ni siquiera trate de matarse golpeándose la cabeza contra el muro.

Es más que obvio que ella recibió el periódico, de seguro me odia por lo de su padre.

Pero, intentare que las cosas mejoren… ¡joder! Falta una hora con cincuenta minutos.

—apúrate Syaoran, faltan veinte minutos

Escuché la voz de mi mejor amigo desde el otro lado de la puerta. Luego sentí como este se alejaba.

— ¿Veinte? — susurré histérico, ¿cómo era eso?

Uy estúpido reloj a cuerda. Nunca antes había estado tan distraído.

Respiré hondo a manera de tranquilizarme pues ya era hora de firmar el documento…

(Sakura)

Hace unos momentos me encerraron en una habitación llena de majes pulcramente vestidas.

Mi cuerpo se mantuvo inmóvil todo ese tiempo, con las intenciones de que se les hiciera dificultosa la atención que me darían.

Afectivamente, así fue, tuvieron que agarrarme entre muchas para llevarme a una bañera y desvestirme.

Una vez en ésta, me mantuve callada…observándolas. Ellas tan solo me miraban con una mezcla de lastima y disgusto. Luego cuchichearon la una con la otra.

Entré todas comenzaron a refregarme el cuerpo con jabones multicolores. Cada uno con distinto aroma. No recuerdo bien…pero el jabón de color rojo solían esparcirlo por mi pecho, el jabón color amarillo por mis brazos…el verde por mis piernas.

Echaron un montón de plantas a la bañera y me sentí como una cucharilla dentro de una taza con té de flores.

Cuando apenas me acostumbraba a la alta temperatura del agua, me sacaron de golpe. Enrollando mi cabello en toallas al igual que mi cuerpo.

Se dieron cuenta que yo seguiría sin colaborar en lo absoluto. Así que la maje más "grande" -en todas dimensiones- me cargó y sentó sobre una cama.

Entre varias se encargaron de hacerme las uñas. Otras majes me peinaban el cabello. El resto me ponía un corsé en el pecho y me lo ajustaban sin ninguna piedad.

Tal vez ellas esperaban que me quejara de dolor ante su venganza producto de mi falta de colaboración. Pero nada salio de mí. Mi cuerpo parecía estar adormecido y no tenía ganas de darles el gusto.

Giré mi vista y observé mi vestido de novia en un rincón de la habitación.

Era bastante elegante y hermoso. No dudaba que al modelador le quedaba perfecto a diferencia de cómo me quedaría a mí.

Sonreí de forma inevitable al ver su color…al menos mi abogado había cumplido el favor que le pedí.

Por no decir imploré...

Una maje cargaba unos zapatos de tacón y yo fruncí el ceño. Oculté mis pies rápidamente y negué mi cabeza mientras observaba la altura de aquellas zapatillas.

La que los cargaba suspiró cansada de toda la negación.

Yo observé a otro rincón unas zapatillas, tipo ballet, que había mandado a pedir.

¿Me obligaban a casarme y esperaban obligarme, también, a ponerme en aquellos tortuosos calzados?

Otra maje pareció comprenderme mejor. Le quitó aquellas zapatillas a la encargada de mi calzado y le acercó las zapatillas planas que yo mandé a comprar.

Recién ahí di a mostrar mis pies…

Sentí que me pusieron de pie después de ponerme aquellas zapatillas y terminaban de ajustarme, de manera torpe, el corsé.

Trajeron aquel vestido -que más lo sentiría como vestimenta de luto- y me lo pusieron encima.

Aquellas majes que me miraron con lástima desde un principio, y que también las vi conocidas del palacio, se inclinaron levemente deseándome suerte. El resto, que me tenía odio por mi poca colaboración, murmuraron algo enfurecidas.

Fui empujada hasta la puerta, donde todas salieron rápidamente.

Ni siquiera tuve tiempo de retroceder o encerrarme en la habitación. Un hombre anciano había entrado en esta con una cantidad exagerada de papeles y libros en sus brazos.

—Siéntese señorita Kinomoto Sakura— ordenó de forma tosca.

Me di la vuelta y vi que la habitación ya no poseía una cama, ni una tina, menos algún artefacto de belleza. Por el contrario vi un escritorio con sillas.

Me senté aterrada por la pinta moribunda de aquel hombre y él pareció notarlo y, por ello, querer reírse macabramente.

Se sentó al otro extremo de escritorio y abrió un libro.

Comenzó a susurrar no sé que palabras extrañas mientras agarraba una pluma y comenzaba a escribir sobre un papel.

—Señorita Kinomoto Sakura su mano por favor— más que un pedido me pareció una orden, así que lo vi mientras fruncía mi ceño en negación.

El anciano bufó furioso para señalarme con el dedo y mi brazo se levantó violentamente para luego caer bruscamente sobre la mesa, dándole la palma de mi mano a aquel señor.

Intenté quitarla…pero fue en vano…aquel hombre utilizaba magia.

Colocó aquel papel a mi vista mientras acercaba la pluma a la palma de mi mano.

Aquel papel estaba escrito de una forma torpe y poco legible. Pero no incomprensible. Pude ver que era el acta de matrimonio legal.

Debajo de éste indicaba dónde había que firmarlo.

Con sorpresa observé que los segundos pasaron y aquel lugar vacío de la firma comenzaba a mancharse de rojo. No pasó mucho tiempo hasta que vi una firma extraña de tonalidad rojiza en el.

Algo en mí ardió y, al girarme, observé que aquel viejo me incrustaba la pluma en la palma de mi mano y lastimaba mi piel con mi propio nombre.

Fue vago intentar moverme de nuevo.

Luego de un momento mi mano tenía escrito "Sakura Kinomoto" y derramaba mi propia sangre.

El tipo me dedicó una sonrisa tenebrosa, en signo de venganza por no haber colaborado… nuevamente.

Tomó mi mano con rudeza y la hizo aplastar en el papel, lugar donde yacía la firma.

Gemí un poco mientras sentía que mucha humedad inundaba la palma de mi mano.

—La sangre de ambos ya es una...— Dijo el anciano a forma de triunfo—. Señora Sakura Li.

Logré quitar mi mano y la llevé a mi pecho asustada, sin importarme si me ensuciaba o no el traje. Miré de manera fría al anciano que me mostró de frente aquel papel.

Pude leer con más claridad:

"Syaoran Li"

"Sakura Kinomoto"

Uno encima del otro…miré mi mano con asco, ahora entendía: habían mezclado nuestras sangres, nuestras firmas, y con ello nuestras vidas…

En mi mano ya no se leía "Sakura Kinomoto" sólo se leía "Syaoran Li"

Pasado un momento ya no había más sangre en mi mano y ninguna herida a la vista.

(Syaoran)

Bien, todo en mí esta arreglado, salgo de la habitación, camino por los pasillos, llego a la iglesia donde mis cuatro hermanas me sonríen y saludan desde lejos felices. Mi madre se encuentra al lado de ellas, con esa dura expresión de siempre.

Me sitúo frente al altar, mi mejor amigo me hace señas alegres, mientras que mi segundo mejor amigo me dedica esa sonrisa tan tranquila de siempre.

La esposa de mi mejor amigo se encuentra tras de él, luciendo hermosa mientras que él se gira y comenta algo con ella, de seguro algo sobre mí.

Comienza a sonar la música, y eso me hace entender que mi prometida esta a punto de llegar.

Giro y la encuentro, al igual que las otras miles miradas, la mayoría hombres babeando, y yo no era la excepción. Ella ya no era ninguna niña, estaba irreconocible, si bien la había observado antes…

De despierta era diferente...

De seguro me encontraba con la misma cara de idiota del siglo o, quizás, lo disimulaba tan bien como realmente deseaba estar disimulando.

Se ve hermosa, aunque peculiar, al parecer cumplió su amenaza de no vestirse de blanco, se vistió de beige, como dando contra al matrimonio, es una fortuna que nadie halla notado el mensaje del color.

Veo sus ojos verdes mirando al frente, no mirándome a mi, simplemente mirando al vació. Sus carnosos labios pintados delicadamente y el pelo castaño recogido en un moño. Su vestido beige ajustado hasta las rodillas, unas sandalias sin taco, para mi sorpresa, yo mandé a comprar con taco, por lo visto la princesita esta se rehusó. No importa, igual se ve divina.

Por fin gira su mirada y me ve a los ojos, siento que un poco de rubor hay en sus mejillas, al principio lo malinterpreto, luego llego a la conclusión que de seguro era el maquillaje.

Su mirada es fría, no era la mirada de la niña que conocí. Llega hasta mi lado y mira al cura, quien comienza con toda su palabrería de que la mujer esto, la mujer el otro, que tiene que ser fiel, que tengo que cuidarla, que tengo que hacer hasta lo imposible por serle fiel. Bla bla bla, porquerías.

Siento que los minutos pasan volando hasta que el famoso cura gira su vista y me ve.

Parece que me preguntó si aceptaba el matrimonio. Sí, ya recordaba, a ella nunca le preguntarían si aceptaba casarse con migo.

Giro, tomo su mano y un anillo cercano. El anillo de compromiso que hechicé, impidiendo que saliera de su dedo, se hizo añicos al sentir mi mano cerca.

La observo antes de ponerle al anillo y dar mi afirmación a aquel matrimonio.

Veo sus ojos, quienes me miran piadosos, como pidiéndome a gritos que no aceptara, caso contrario me mataría ahí mismo clavándome las espinas de las rosas decorativas.

¿Qué hacer?

(Sakura)

Tiemblo, no sé que hacer, por poco me abofeteo a mi misma por sonrojarme al verlo. Será un asesino maldito, pero ni quien niegue que es atractivo. Su cuerpo firme, esbelto y no muy musculoso, de cintura estrecha, espalda y abdomen grueso y piernas bien formadas. Ese cabello castaño rebelde con esas cejas gruesas, esa nariz delgada, esos labios carnosos y pálidos, por ultimo esos ojos penetrantes y grandes del color del otoño con pequeños destellos miel.

"Junto con él haré una familia, él será papá y yo…"

Sacudí mi cabeza, no entendía de donde venían esos pensamientos…

¡Qué estúpida soy! ¡Miren nada más lo que pienso! Ese hombre, perdón, perdón, "mago", es el asesino de mi padre. Sin duda lo odio.

Si acepta casarse conmigo saldré huyendo de aquí, lo juro, no me gusta, no me agrada.

Veo su mirada mirándome con compasión, mientras que, para mi terror, me pone el miserable anillo que comprueba nuestro matrimonio y la peor palabra que pudo haber dicho.

—Sí— Se escuchó un claro "sí", no uno fuerte, pero lo suficientemente alto como para que todos escucharan y sonrieran felices.

Lo vi aterrorizada, había aceptado, era el fin de, lo que creía, era mi vida.

Estaba a punto de girarme para huir de ahí, incluso mis talones ya giraban. Pero, para mi desgracia, él me tomó de la cintura y rápidamente chocó sus labios contra los míos.

A pesar de que no era como se supone que un beso tendría que ser, ya saben, abriendo boca y ¡WACK!

Me sentí flotar. Duró bastante tiempo al parecer, pero él en ningún momento me obligó a que el beso fuera más realista.

Se alejó de mis labios dejando a la vista ya mi, yo creo, sonrojo hecho y derecho, mientras aún no me soltaba de la cintura.

Sabía que sería inútil tratar de correr, su brazo era bastante firme y, aunque no pareciera, me tenía agarrada con rudeza.

Los aplausos se escucharon por toda la iglesia, y recién ahí noté la cantidad de gente que había. Muchos fotógrafos aparecieron a mi vista mientras seguían sacando múltiples fotos.

¡QUÉ HORROR! Me habían sacado foto antes, durante y después del beso.

Sentí el cuerpo me era débil, apenas permanecía de pie. Sabía que si me dejaba caer al suelo desmayada, estaría sostenida aún de la cintura por aquel fuerte brazo. ¿Qué haría? Estaba casada, incluso vi cómo él colocó su mano frente a mi rostro y dejaba a la vista el anillo de matrimonio en su dedo.

¿En qué momento le había puesto YO un anillo?

Aún siento repugnancia por aquel beso, bueno, no repugnancia, me niego a creer que me halla gustado, así de simple. No fue BESO, BESO, BESO, pero igual, fue el contacto más cercano que tuve con un hombre que no fuera mi papá.

Fue mi primer beso.

Veo que, de la nada, mi cuerpo va desapareciendo al igual que el del alumno de mi papá, él sólo me sigue observando con un rostro serio.

Giro la vista y veo que también los presentes desaparecen y como el acompañante de mi "querido marido" toma a una mujer de su mano y juntos también van desapareciendo.

Al poco rato ya no aguanto más la impresión y caigo rendida en los brazos de aquel hombre que ahora tendría que presentar como mi esposo.

Ya no siento nada…

(Syaoran)

Estúpido no soy, sabía que ella tenía pensado huir, además de que teníamos que besarnos. Tanta paciencia no tengo, y me arrepiento aún.

Para evitar su huida tuve que tomarla de la cintura y besarla. No la obligué a que el beso sea profundo, es más, sólo fue contacto de labios.

Le daré tiempo a que se acostumbre a mí, supongo. Me veré obligado a tener paciencia, después de todo, ella ahora es mi esposa.

Teníamos que ir al palacio del rey, donde se realizaría la fiesta. Aproveché el hecho de que la tenía agarrada y conjuré el hechizo para que vayamos, al igual que los demás invitados.

Parece ser que el señor Kinomoto había seguido sin utilizar magia frente a su hija, puesto que apenas ella vio mi rostro poco visible, y el de los demás, se espantó.

Creo que la magia, la boda, el beso, todo en conjunto la impactaron de sobremanera, se desmayó en mitad del camino.

Decidí estar todavía en mitad de la nada hasta que mostrara rastros de mejora.

Genial, ahora todos, al no vernos, de seguro piensan que nos adelantamos a la luna de miel.

La cargué entre mis brazos, en medio del vacío, a mitad de camino a nuestro destino, el palacio.

Veo su rostro, que a pesar de estar inconciente se ve atormentado.

Creo que el hecho de que la besara fue su peor momento, pero OIGAN, ella no lo evitó. Al menos no lo intentó porque, aunque lo hubiera intentado, no hubiera logrado moverse ni un centímetro. Me encargué de tomarla fuertemente para evitar cualquier problema de rechazo en sociedad.

Pero eso sí, no tenía que haber alargado la duración de aquel beso. No negaré que me gustó. Es extraño, probé muchos labios en toda mi vida y, obviamente, besos con la potencia de desorbitar mis hormonas. Pero éste, tan sencillo he infantil, me hizo feliz.

Veo que mi querida esposa ya está regresando al mundo, la ayudo a pararse mientras que, por más que intento, no sale ninguna sonrisa de mis labios. Aunque supongo que una sonrisa mía la aterraría aún más.

Ella me ve, y sus ojos pasan de inofensivos a dos dagas que piensan acuchillarme sin piedad.

Me vale gorro, ella no puede hacerme nada.

(Sakura)

Sí, me desmayé y aparecí en un espacio oscuro con aquel odioso sujeto.

Me miraba aún con seriedad y no pude odiarlo más a falta de energía, no había comido mucho desde hace días y creo que ya mostraba consecuencias.

En un abrir y cerrar de ojos veo que estamos dentro de un palacio, en una habitación enorme color champagne y con toques dorados por donde se ve. Finos adornos que daban apariencia de ser más caros que todos los accesorios de los invitados juntos.

Las cortinas blancas con bordes cristalinos, la luz tenue y una delicada música de fondo. Un lugar donde la gente se encontraban hablando entre sí y mostrando bastante protocolo.

Todos, al vernos aparecer de la nada, vinieron a saludarnos con miradas pícaras.

Dos hombres se acercan a saludarme, estoy demasiado débil como para describirles que tal eran. Uno traía con él a una mujer, la cual me sonrió con dulzura. Luego ambos me felicitaron

—Un placer señorita Sakura, soy Eriol Hiiragizawa, amigo de su esposo— Me dijo mientras besaba mi mano con una calida sonrisa.

El otro se me acercó apunto de presentarse, pero alguien pareció llamarlo por lo que él se disculpó para luego retirarse.

Luego un montón de personas más nos dieron sus bendiciones, diciendo que nos veíamos adorables juntos, y todas esas palabras que en esos momentos no me cautivaban, ni me alegraban, en lo absoluto.

Mi amorcito sólo saludaba, de igual manera, serio; mientras no dejaba de tomarme de la cintura con uno de sus fuertes brazos ¿pensaba acaso que pensaba huir?

Si pensaba aquello...No era tan estúpido como creía.

Cuatro chicas de unos veintiséis años vinieron corriendo a mí. Me abrazaron y, para mi sorpresa, comenzaron a decirme apodos como: muñequita de porcelana, mazapán y conejito de azúcar.

Yo me encontraba bastante confundida y algo apenada, aquellas chicas me trataban con mucha confianza y la manera en la que me jalaban de la mejilla me hacía sentir como una niña.

No vi el rostro de mi, ahora, marido; pero moría de la curiosidad por ver su reacción.

Una mujer de unos cuarenta y cinco años se acercó seria a mí. Un traje fino, pelo oscuro y largo, mirada penetrante.

Aunque parecía un ogro, me causó confianza, parecía ser una mujer sabia.

Para mi sorpresa no habían hombres cerca de las cuatro chicas alegres y la mujer de fino porte.

Bueno, habían, pero no hombres pegados a ellas como el chico ese que tomó a la señorita de sonrisa agradable en la ceremonia.

Ahí entendí, aquellas cinco mujeres, no eran mujeres. Si lo fueran, estarían acompañadas de algún hombre que las protegía.

Aquella señora, que me causaba confianza, se acerco a mí, abrazándome y no como aquellas cuatro chicas locas… me abrazó de manera delicada.

—Todo estará bien…— La oí decir en mi oído, con voz suave pero respetable.

Esa palabra causó estragos dentro de mí, muy pocas cosas me hacían recuerdo a mi difunta madre, y esas palabras dadas por aquella señora, fue una de aquellas pocas cosas.

Se alejó de mí mientras las cuatro chicas locas aún permanecían alrededor nuestro gritando felices y abrazaban al odioso mago ese, el cual sólo hacía esfuerzos sorprendentes por mantener seriedad.

Y fue cuando el rey y la reina de nuestro país se acercaron hasta nosotros.

No me dio miedo, ciertamente, después de la muerte de mi padre ya nada me da miedo.

El rey y al reina nos saludaron con sonrisas discretas. El rey estrechó la mano fuertemente con la de Li. ¡Demonios! ¡ya pienso en él con su apellido!.

Pareció felicitarlo y la reina sólo me dedicó una sonrisa.

Minutos después música comenzó a sonar y, para mi terror, vi cómo el rey y la reina se tomaban de las manos y daban paso hacia al frente comenzando a bailar, después de esto, los hombres se acercaron a sus mujeres y los solteros a las majes, invitándolas a bailar.

Logré visualizar al joven que se presentó como Eriol Hiiragizawa, bailar con una de las cuatro locas. Mientras que el otro muchacho tomo a la mujer de tranquila sonrisa y comenzaron a bailar tiernamente.

Miré aterrada a mi "amado", como negándome visualmente a bailar…

¿Por qué no me matan de una vez?

(Syaoran)

Cuando era niño, y mis queridas hermanas me causaban vergüenza; me decía a mi mismo, de manera tranquilizadora, que de aquí a unos años ya no sentiría vergüenza de nada, y así fue hasta este día: En el que llamaron a mi esposa "periquita de mazapán"

Por poco me caigo, por poco las mato.

Aún así me controlé, traté de disimular, exitosamente, las ganas de gritarles…el rey me felicitó por la hermosa mujer que me conseguí, y me dio palabras de aliento como que: "mi esposa ya se acostumbraría"

Mi mejor amigo desapareció antes de presentarse a mi mujer. Me sentí tranquilo puesto que, conociéndolo, éste hubiera dicho cosas sobre mí que estoy seguro a ella no le gustaría saber. Lo sé, mi mejor amigo es muy molesto.

Eriol mantuvo su postura y fue bastante agradable con Sakura.

Mi madre… no sé que decir de ella.

Creo que le agradó mucho Sakura, normalmente nunca le agradaba ninguna mujer, bueno, le agradaban, pero ninguna para esposa de su hijo. Ni siquiera mi prima Meling, la cual ahora esta casada.

Ahora tocan música lenta para bailar y Sakura me mira de manera furiosa, creo que entendió que la mirada rogante no funciona para mí. Después de todo, dije "sí" en el altar.

Ya pequeñas miradas extrañadas se situaban sobre nosotros. No nos quedaba de otra, tendríamos que bailar.

— ¿Sabes bailar? — Le pregunté, ella se vio aterrada y negó con la cabeza.

Sí, conociendo a mi maestro, él nunca le enseñaría a su hijita cosas que ella no quisiera, creo que el baile estaba entre estas.

Obligación de cualquier mujer: saber bailar.

Entendí ahí que, a partir de ese día, tendría que enseñarle muchas cosas, no sólo tendría que cuidarla. Y ya sabía cuál sería nuestra primera clase.

La acerqué nuevamente a mí, en ningún momento la solté, temía que se escapara, creo que eso hacía que ella me odiara tanto.

Tomé su brazo y lo acomodé sobre mi hombro. Tomé su otro brazo y la obligué a tomar mi mano con la suya. Mi otro brazo no se había movido de su cintura desde hace ya minutos.

Comencé a desplazarme de manera lenta, para que ella aprendiera y, a los cinco minutos, ya se encontraba bailando conmigo, su rostro furioso, sus ojos frustrados.

(Sakura)

Mi terror no tuvo comparación con ningún otro al escuchar su fría voz preguntándome: "¿sabes bailar?" ¡Qué estúpido es! ¡Vaya pregunta! ¿¡Cómo voy a saber bailar? ¿Qué soy? ¿Mujer?.

Hoe, sí soy mujer y la peor cabe aclarar.

Técnicamente, después de esas palabras, yo le contesté con la cabeza, después me miró atentamente por largo rato hasta que, prácticamente, me obligó a bailar. Al principio no entendí. Pero luego me dejé llevar.

A decir verdad él era el que mejor bailaba entre los demás individuos.

Sentía las miradas pegadas a rostros sonriendo con sutileza, sobretodo la mirada de aquellas cuatro majes.

Con el pasar de los minutos, me olvidé de todo, me olvidé incluso de con quien bailaba. Bailar era des estresante. Solo me movía tranquila, olvidando como toda mi vida se había ido a la basura en una semana a causa de sucesos sin explicación para el resto, pero con demasiada clareza para mí.

Seguí pensando en cosas sin sentido, como el aroma del lugar, mi gato Kero, el amigo también desaparecido de mi hermano, Yukito, y mi hermano.

¿Estará bien? ¿Sabrá por todo lo que estoy pasando? No, de seguro no sabía nada de eso, mi hermano siempre fue muy, muy celoso, apenas enterado de la muerte de papá, hubiera venido a hacerse cargo de mí.

Todos mis pensamientos se esfumaron al escuchar los aplausos de la gente hacia la orquesta habiendo terminado con todo.

El rey fue hasta el frente y, con magia, hizo aparecer un aparato extraño. Comenzó a hablar, logrando que ese aparato aumentara el volumen de su voz

—Me encuentro muy honrado de que la hija de uno de mis mejores magos, Sakura Kinomoto— decía con voz autoritaria aunque alegre y orgullosa, en resumen…como la de cualquier Rey-perdón, perdón, ahora Sakura Li y, uno de mis mejores aprendices, Syaoran Li, hayan contraído matrimonio— Me estaba mareando…—Estoy seguro que aquí habrá una maravillosa vida llena de amor, comprensión y cuidado— concluyó y yo ya no "estaba por marearme", ESTABA mareada…

Todos aplaudieron ante esas palabras que por poco lograron que se me volviera el estomago.

— ¡Brindo por ellos! — Dijo el rey orgulloso mientras yo veía que en la mano de todos, incluso en la mía, apareció una copa con un líquido dentro— ¡Salud!

Todos bebieron, menos yo, hasta que mi esposo me vio, y supuse que me estaba obligando a brindar.

¡HUEVO! ¡Ya cree! Yo no voy a brindar. Primero; no tengo ni la menor idea de cómo sabrá esa cosa, y segundo, yo no brindaré por algo que aborrezco.

Mi papá me había enseñado a no probar cosas desconocidas desde que lamí una de sus pociones de colores rosa y me salieron pelos en la lengua.

Sentí como el asesino me golpeó, leve y suavemente, la cintura, como incitándome a brindar de una vez. Yo le envié otra mirada de odio, él aún no me soltaba de la cintura.

Tuve que brindar, no me quedó de otra.

Y…WOW… ¡qué horrible pero qué bien sabe esta cosa! Creo que no debí habérmelo tomado todo de una sola porque mi, ahora, esposo me miraba con un rostro disimuladamente sorprendido.

Sentía mi cabeza arder y mis piernas parecían decepcionarme.

No se duerman ¡que yo aún no me dormí!

Pensé aterrada al notar la debilidad de mis músculos. Pero lo más aterrador fueron las siguientes palabras:

—Como es costumbre, el carruaje espera a los recién casados en la puerta para llevarlos a su nuevo hogar, donde pasaran su "luna de miel" —Lo ultimo dicho por el Rey fue con picardía, causando la risa divertida de muchos, menos la mía.

Yo me sonrojé, me aterré, me…me…

Vomité…

Continuara…


Espero que les halla agradado el primer capitulo y dejen sus reviews dando ideas, tomatazos o felicitaciones, cualquiera me sirve. Respuesta a sus reviews en mi perfil.