Mercedes estaba temblando aún entre sus brazos cuando ella se acercó a su oreja y dándole un beso en el pabellón le preguntó si estaba bien. El cuerpo más pequeño que el suyo estaba perlado en sudor, resultado firme de cuánto había gozado bajo su roce y su besos, bajo su propia necesidad de verla tocar el cielo.

- Sí, estoy bien..., muy bien - murmuró la castaña con una sonrisa perezosa en los labios. Sus ojos velados le daban un aire cansino.

- Yo… - miró en esos orbes que la observaban con adoración y le acomodó un mechón de cabello tras la oreja, dudando en si preguntarle o no. Nunca antes habían intentado algo así y no estaba segura de sí su pequeña iba a querer.

- Tú, ¿qué, mi amor? – le sostuvo la cara con las dos manos, sus labios dejando besos cortitos en su mejilla, extasiada por el aroma a sexo que invadía la habitación. Sentía la duda de la otra mujer bajo la yema de los dedos.

- Quería…, quería saber si quisieras probar algo…, algo nuevo – rastrilló sus costillas con la punta de los dedos, sus ojos cerrándose ante la dulzura excesiva de Mercedes.

- Sabes que contigo estoy dispuesta a todo, Barbarita – sus dedos pasearon por sus hombros, su espalda y su cintura, cada curva siendo conquistada por sus manos.

Bárbara se mordió el labio y se alejó para poder buscar lo que había comprado esa misma mañana. Sentía la mirada expectante de Mercedes en su espalda y eso hacía que su excitación creciera, el aire muriera en sus pulmones y la saliva se volviera muy espesa como para tragarla. Abrió el último cajón de la mesa de luz y acomodó su cabello tras las orejas mientras tomaba el juguete por las correas, sintiendo lo semi raposas que eran, y se mordió el labio antes de mirarla sobre el hombro, chocando con los ojos curiosos de la pequeña Möller que intentaba ver qué tenía sobre el regazo. Tomando un poco de aire y coraje, la volvió a mirar.

- Es…, es un strap on, pequeña. Pensé que tal vez te gustaría probar y…

- ¿Un qué? – la curiosidad la terminó de consumir y con ojos abiertos se acercó a la morena, apoyando su mentón en su hombro para ver aquel objeto que le parecía desconocido pero cuya función anhelaba saber – ¿para qué es?

- Es un… juguete – sonrió al ver su gesto de curiosidad y giró, sujetándolo frente a ella -. Sirve para darnos placer y podemos usarlo las dos – frunció la boca en un gesto divertido pero nervioso, sus mejillas poniéndose rojas.

El silencio sobrevino acompañado de la mirada crítica de la castaña, cuyas mejillas estaban sonrosadas y en sus ojos aún había atisbos del orgasmo que había hecho temblar cara parte de su cuerpo

- Mira, Mercedes, era solo una idea, si no quieres yo te…- y sus palabras apuradas murieron en cuanto Mercedes acercó sus dedos, tocando la goma. Se mordió el labio cuando la otra mujer lo hizo y volvió a hablar – Tienes que pasar las piernas por aquí indicó los espacios entre las correas -. Yo puedo entrar en ti con él. - Sus ojos se tiñeron de duda y comenzó a sentir ansiedad ante el silencio de Mercede que todavía tocaba la textura del falo. Quizás no había sido buena idea.

Cuando iba a retirar el arnés para volver a guardarlo, la castaña se lo impidió, acariciándole la mano y sonriéndole abiertamente.

- ¿Quieres que te ayude a ponértelo? - le guiñó el ojo, sus mejillas sonrosadas con hoyuelos marcados.

La idea de Bárbara poseyéndola de esa manera la enloquecía, quizá ella también probaría pero primero estaba dispuesta para su mujer, ésa que le hacía descubrir el sexo y todas sus aristas. Bárbara sonrió sin saber muy bien qué hacer ante esa respuesta, así que se inclinó y le robó un beso mientras se colocaba sobre ella.

- Creo que te falta algo... - murmuró la castaña contra sus labios, tomando entre sus manos las correas y quitándole el objeto. Su pecho subió y bajó, la excitación estaba presente de nuevo y hacía tan poco que el orgasmo la había golpeado que no podía creerlo. Se lamió los labios y la miró a los ojos – Déjame ponértelo.

La morena se bajó de la cama, la respiración totalmente errática mientras veía a Mercedes sentarse en el borde y acomodar las cuerdas con cuidado antes de ofrecerle uno de los espacios. La morena se sostuvo de su hombro, pasando una pierna y luego la otra. Mercedes besó su vientre mientras ajustaba un lado, luego el otro y subía lentamente por su pecho con besos húmedos. El juguete pendiendo ajustado al vientre de la morena, cerca de su rostro. Cerró los ojos un segundo.

- Hermosa - le sonrió cuando vio a la más alta lista y se recostó en la cama, llamándola para que se reuniera con ella, podía notar su nerviosismo y eso hasta le daría ternura si ella no estuviera igual.

- Mercedes, si no te gusta o te incomoda paramos, ¿bueno? – dijo, acariciando su vientre y colocándose entre sus piernas antes de ir más allá, cerciorándose de no aplastar a la más pequeña que la miraba con los labios entreabiertos.

- Sí, Bárbara… - la atrajo en un beso urgente, su sabor en la otra boca recordándole cómo se había sentido sobre su humedad minutos atrás y logrando que un escalofrío la recorriera por completa.

El deseo en los ojos color menta era notable y la forma en que recibió su boca la hizo sentir todo su anhelo. Tomó sus caderas con dulzura mientras descubría su cuello con besos húmedos, oyéndola suspirar. Mercedes era algo que no se cansaría de hacer nunca, pequeña isla que amaba descubrir. Se mordió el labio cuando la tocó y la encontró húmeda, caliente. Sus dedos la dibujaron y la joven gimió, elevándose contra ella.

- Eres preciosa, Mercedes. Y me encanta hacerte el amor.

El corazón se le llenó de ternura al ver a su Möller rebelde ruborizarse como la primera vez que estuvieron juntas. Eso era algo que no cambiaba y que no quería que cambiara jamás. Siguió tocándola, acariciándola, preparándola para entrar en ella y que no doliera, que se sintiera bien. Besó su boca antes de ponerse de rodillas, abriendo un poco más sus piernas, trató de controlar su respiración...

- Bonita, vamos poco a poco, ¿sí? le acarició el rostro y la castaña asintió, sonriendo agitada antes de besar su palma.

Bárbara la miró con toda la ternura del mundo mientras tomaba el objeto entre sus dedos y lo pasaba suavemente entre los pliegues húmedos y sensibles de la otra mujer. Mercedes se estremeció con el contacto del objeto frío en su sexo, movió las caderas hacia adelante, Bárbara observándola con detalle, atenta a sus reacciones y las reacciones de su cuerpo.

Mercedes se lamió los labios al sentir la goma fría chocar su clítoris y presionar su entrada suavemente. Sus dedos se clavaron en la costilla de Bárbara y la otra se entrelazó con la de la morena sobre su estómago. Volvió a sentir presión en su entrada y su vientre se contrajo ante la sola idea, ante la necesidad.

- Vamos a ir despacio..., tú nunca tuviste más que mis dedos dentro de ti – susurró contra su mejilla al inclinarse y Mercedes gimió, curvando la espalda, sus caderas chocando contra el dildo.

- Está bien... – respondió contra su boca, esa que escapó antes de poder tomarla.

- Dime cuándo te sientas muy dilatada... - rozó su mejilla con los labios abiertos y la frotó con lentitud.

Mercedes cerró los ojos, la lentitud de los movimientos haciendo que cada centímetro de su cuerpo se encendiera un poco más. Elevó las caderas, Bárbara besó su hombro y suspiró ansiosa. Bárbara aún no entraba en ella y sin quererlo sus uñas ya se habían marcado en su espalda.

- Por favor, tócame más - susurró contra su cuello, dejando un beso dulce en él.

Bárbara mordisqueó su hombro tiernamente y besó sus labios con candor empalagoso, la cabeza del juguete presionando en su entrada con lentitud. Mercedes gimió y se expandió al recibirlo pero sólo un poco, muy poco. La morena bufó excitada, su propio clítoris palpitando incontrolable contra la correa más ancha.

- Dime si estás bien...

- Sigue...- la miró a los ojos y sonrió, sus costillas expandiéndose al tomar aire.

- ¿Estás segura?

- Sí... – la voz le tembló y bajó la vista, entreabriendo los labios al sentir cómo se deslizaba poco a poquito dentro de ella.

Bárbara trataba de entrar lentamente en ella, cuidando de no lastimarla, fijándose en cada reacción que tenía la más pequeña. Ya no podía distinguir quién de las dos estaba más excitada y solo quería poseerla, escucharla gritar su nombre y que le pidiera más. Con los labios entreabiertos y el corazón en la garganta, comenzó un ligero vaivén cuando el juguete llenó casi por completo a Mercedes, quien suspiraba intentando acostumbrarse al tamaño del objeto.

Bárbara la besó en los labios y le sostuvo una mejilla con la mano, evitando que se fuera.

- ¿estás bien? – mercedes solo asintió y besó su frente.

Acompasó sus propias caderas con las de la castaña que comenzaron a buscarla luego de unos minutos, sintiendo cómo el cuerpo bajo el suyo se iba tensando cada vez más. Rozó sus pechos con la punta de los dedos y Mercedes medio gritó ante el choque de ambas; lo cóncavo encontrándose con lo convexo, provocando que ella se enterrara casi por completo en Mercedes de nuevo.

- Por favor – gimoteó con la voz rota.

- ¿quieres que pare, bonita? - sus ojos se abrieron asustados, apoyando ambas manos junto a la cintura de la castaña.

- No, no, no - dijo con desespero, su cuerpo tenso -, no lo hagas.

- Bueno... - su mano sobre el colchón lentamente subió hacia su vientre y bajó a su sexo, colocando dos dedos alrededor de la unión. Mercedes gimió - Pon tus dedos ahí, así...

- ¿así? – la respiración se cortó al sentirse tan húmeda, acompasando las caricias de sus dedos con el vaivén de sus caderas. Bárbara se inclinó y besó su nariz.

- Me encanta tu olor, pequeña – confesó, depositándole un beso en la mejilla -, tu sabor – bajó a su cuello realizando un camino de besos mientras hablaba y se movía más rápido -, toda tú.

Mientras los movimientos comenzaban a volverse más rápidos, la morena capturó sus labios en un beso algo brusco, la cama chirriando.

- Pon una pierna en mi cadera - pidió, apoyándose en los codos.

Sin necesidad de que se lo repitiera, obedeció, las lágrimas abrillantando sus ojos. La sensación era inexplicable y que Bárbara la mirara con esa adoración en medio de un acto tan salvaje la volvía loca.

El vaivén aumentó de velocidad y cerró los ojos, dejándose ir en la respuesta de aquellas caderas de las que amaba prenderse mientras la devoraba completa a la morena. Bárbara gimió, enterrándose en ella, Mercedes dijo su nombre en medio de un grito.

- Pequeña...

La besó en los labios mientras se deslizaba en ella una y otra vez, haciendo que Mercedes gimoteara su nombre. La susodicha, sintiendo aquella humedad ya conocida escurrirse entre sus pliegues, esa que facilitaba las embestidas de Bárbara, supo que no le faltaba mucho y cerró los ojos, el sudor recorriendo su espalda.

Bárbara no necesitaba palabras de aquellos labios rosas e hinchados, sabía que estaba cerca de alcanzar el éxtasis sólo por la forma en que como se movía debajo de ella, lo ruborizada que estaba, cómo ya le costaba mantener los ojos abiertos. Pero quería alargar el placer el máximo tiempo posible así que la rodeó con los brazos y la sostuvo cerca, besando su cuello y su hombro, susurrándole cosas dulces mientras sus caderas se curvaban, haciendo que Mercedes siseara desesperada. Ya no tenía barreras para entrar en ella, no había resistencia y el cuerpo de la joven estaba más que predispuesto a la llegada del orgasmo. Las manos de la castaña se colocaron en sus hombros y le besó la mejilla antes de separarse y dejar ir los gemidos atorados en su garganta. Bárbara se adentró en ella con velocidad y la electricidad la recorrió de punta a punta.

- Estoy muy...

- No... - murmuró torpemente mientras la soltaba y sus caderas bajaban de velocidad -, aún no, pequeña.

- Barbarita, por favor – casi imploró, meciéndose y tratando de encontrar la liberación –, no puedo más.

¿Placer? Placer era ver a Mercedes en las puertas del orgasmo; un deleite casi insano era contemplar las gotas de sudor en su frente y cómo brillaban sus ojos.

- Mi amor, por favor - tomó su rostro para darle un beso apasionado, esos que quitaban el aire, y de paso morderle los labios para ella también saciar las ganas que tenía de la morena, quien sonrió.

- Shh… - la cortó con piquitos y meció las caderas lentamente, entrando en ella hasta encontrarse por completo en su interior y saliendo casi por completo de nuevo - ¿te gusta?

- Me gus..., me gusta, sí – tartamudeó mientras enredaba las piernas alrededor de la cadera de Bárbara para que siguiera embistiéndola de aquel modo.

Bárbara la tomó de una de las nalgas y la levantó, haciendo que Mercedes gritara al sentirla tan dentro. La morena aceleró los movimientos cuanto pudo, sacándole gemidos, llenándole de color las mejillas y eliminando la vergüenza a dejar expresar el placer que sentía. El grito que escapó de los labios de la joven fue acompañado de un par de uñas clavándose en sus costillas, la cabeza de Mercedes clavándose en la almohada mientras se dejaba arrasar por un orgasmo indescriptible

Sentía su propia humedad deslizarse por su piel y el sonido del cuerpo de una contra la otra era embriagador. El aroma a sexo inundaba su alrededor y ya no tenía fuerzas, sus muñecas temblaban al igual que sus rodillas.

- Mercedes... - murmuró casi sin aliento, empujando todo lo rápido que podía.

Mercedes se estremeció y se derramó, arañándola, sintiendo que iba a desfallecer. La otra mujer respondió repartiéndole besos por el rostro mientras sentía también como la oleada del orgasmo se apoderaba de ella, haciendo que gimiera el nombre de la mujer de su vida, dejándose ir por el placer de poseer a Mercedes, de sentir cómo esta se aferraba a su cuerpo.

Bárbara empujó en ella por última vez y la rodeó con los brazos, sosteniéndola cerca, besando su cuello, susurrándole cosas dulces mientras intentaba recuperar el aliento. Con cuidado deslizó una mano entre ambas y lentamente deslizó el juguete fuera de su pequeña, oyéndola gemir ante la pérdida.

- ¿estás bien, mi amor? - le acarició el cabello húmedo y miró en sus ojos color menta, húmedos por las lágrimas.

- Sí - le sonrió y pestañeó, intentando mantenerle la mirada -, siempre que estés tú todo va a estar bien – le acunó la mejilla y besó esos labios, los dueños de aquella sonrisa perezosa que reinaba en ese momento.


autoras: flor & diana