Torpeza

Nymphadora Tonks era consciente de que era una persona particularmente torpe. Lo había sido siempre, desde muy niña. Andrómeda, su madre, lo pasaba fatal cuando debía llevar a su hija a una institución médica para que le sacaran el artefacto de turno que se había incrustado en la frente. Los medimagos la miraban de reojo con ojos acusadores y cuchicheaban entre ellos. Drómeda juraba y perjuraba, al borde de la histeria, que debían creer que maltrataba a su hija, y Tonks aún se reía de la ocurrencia.

Pero el fenómeno se agravó a pasos agigantados cuando cumplió trece años y entró de lleno en la adolescencia. No hubo elemento que gozara de un volumen de un metro cúbico, o menor, o pesara menos de setenta kilos que no fuera derribado por ella al menos una vez durante sus siete años en Hogwarts. Su torpeza le había generado incluso más problemas en pociones que su personalidad rebelde e impetuosa, y su lengua que iba más rápido que su mente.

Nadie podía saberlo, pero Nymphadora encontraba un placer particular en ese hipotético defecto. Porque desde su segundo año, siempre podía confiar en que tras sus espaldas estarían los brazos fuertes de Charlie Weasley para sostenerla, o su mano generosa para ayudarla a levantarse. Y eso, Tonks lo apreciaba casi tanto como que él pudiera reconocerla aunque hubiera aplicado metamorfomagia a todas las partes visibles de su cuerpo.

No lo confesaría nunca, pero jamás había sufrido tantas caídas como durante sus últimos dos años en Hogwarts. Porque al quinto o sexto tropiezo, un Charlie harto de haber visto a su mejor amiga caerse durante cinco años, suspiraba profundo y, sin mediar palabra, le cruzaba un brazo por detrás de los hombros y el otro por detrás de las rodillas, la alzaba y la llevaba en brazos a donde estuvieran yendo.

A Tonks no solo le gustaba sentirse cuidada y mimada, o poder embriagarse hasta el hartazgo con el calor y el aroma de Charlie. Lo que más le gustaba era pensar que el era sus piernas perfectas. Ella solía caminar por un campo dinamitado. Con Charlie, caminaba por un campo de oro. De algún modo, sentía que los dos eran la parte incompleta del otro.

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Si, se que debería estar actualizando la Tabla de Refranes, pero esta situación no encajaba en ningún refrán, y la imagen de Charlie llevando en brazos a Tonks era demasiado hermosa como para dejarla pasar.

Lean, escriban, sueñen, amen, sonrían

Estrella