Renuncia: Las tortugas no me pertenecen eso es obvio, lo que me pertenece es el contenido de la historia. Sin embargo, mis sentimientos siempre permanecerán con Raphael Hamato, desde los años 87 que le soy fiel a todas sus versiones.

Mis historias se basan en la serie del 2003 y en la de los años 87, de repente puedo mezclar personajes de ambas series en una que otra…


Eran las 21 horas de una fría noche de invierno, los muchachos se disponían cada uno a ir a sus habitaciones después de cenar. Donatello terminaba de chatear con una amiga de Alemania, Miguel Ángel acababa de apagar la consola de video juegos, Leonardo había terminado de limpiar sus catanas y Rafael aún golpeaba el saco para expulsar con ello toda la ira que tenía acumulada; cuando repentinamente, comenzó la tierra a moverse, a moverse de manera descendente y ascendente sin parar. Miguel Ángel gritó.

¿QUÉ ESTÁ PASANDO? – Mientras intentaba mantener el equilibrio.

Las cosas se caían de sus estantes. El laboratorio de Donatello comenzó a despedazarse. Los platos en la cocina comenzaron a caerse al suelo junto con las tazas, los vasos y todo lo que se podía quebrar.

El maestro Splinter salió de su habitación intentando calmar a sus hijos.

¡DE SEGURO ES EL TECNODROMO QUE QUIERE APARECERSE POR AQUÍ! – Miguel se puso en guardia, intentando no perder el equilibrio ya que el movimiento persistía.

Leonardo observaba atónito, como toda su guarida se venía abajo. Donatello se acercó al maestro para sentirse así más seguro y Rafael estaba muy quieto, demasiado quieto, observando cómo caía todo a su alrededor.

Tranquilos hijos míos, intenten mantener la calma y busquemos un sitio seguro. – Dijo Splinter intentando reunir a todos.

Leo intentó mantener la compostura ante lo que estaba ocurriendo, ya que, el Tecnodromo por ningún lado aparecía, sentía terror, sí, pero era el mayor y debía de proteger al resto.

Observó que, Miguel y Don seguían asustados al maestro, pero faltaba Rafael y eso fue lo que llamó su atención. Comenzó a buscarlo, mientras esquivaba todo lo que se le venía encima, y ya no eran tazas o platos de cerámica sino, bloquetas de cemento puro, lámparas y focos de vidrio.

¿Rafael, dónde estás? – Preguntó temeroso.

El movimiento telúrico persistía.

Rafael había quedado sin voz, el terror lo había paralizado, no podía comunicarse con su hermano por más que lo deseaba; hasta que se cortó la luz en toda la guarida y se escuchó la chillona voz de Miguel gritando.

¡LEO!

Pero Leonardo no podía ir con ellos hasta encontrar a Rafa, no, no podía abandonarlo.

¡¿Rafael, dime dónde estás?!

El movimiento telúrico había cesado pero las luces seguían apagadas. Tomó un encendedor desde la cocina, el que encontró por casualidad al afirmarse de las mesas y repisas y lo encendió, fue cuando encontró a Rafael escondido bajo la mesa y abrazado de una de sus patas, tiritando, en shock. Lo que más llamó su atención fue que el suelo estaba mojado… y el agua venía desde… su entrepierna.

Leonardo se inclinó y observó a Rafael compasivo.

Ya acabó…

La respiración de Rafael cada vez se sentía más agitada, sus ojos estaban enormemente abiertos, no podía soltar la pata de la mesa. Sus dientes se mantenían cada vez más apretados.

Tenemos que ir con los demás, la guarida está hecha un desastre…- Leo le brindó su mano derecha para que pudiera ir con él.

Rafael la miró pero no pudo soltarse de la pata de la mesa por más que lo deseaba. Tampoco podía emitir ni un sonido.

Al notarlo, Leonardo tomó la mano de su hermano la que estaba firmemente aferrada a la madera e intentó soltarlo de la mesa.

Vamos…confía en mí.

Cuando escuchó aquello y vio la gentil sonrisa que provenía de los labios de su hermano mayor, Rafa le cedió su mano. Se levantó sin fuerzas y con temor. Logró ponerse en pie cuando nuevamente comenzó el movimiento.

Ya sé hasta dónde tenemos que ir…sígueme por favor…

Rafael comenzó a entrar en pánico de nuevo, agarró a Leo con un abrazo pujante y escondió su cara en la cerviz de su hermano, paralizado de nuevo por el terror.

Al notarlo, Leo lo cogió por detrás y lo encaramo en su caparazón. Las luces se encendían y apagaban lo que ayudó a Leonardo a observar por dónde iban a ir, comenzó a saltar los obstáculos hasta poder llegar hacía donde estaban sus hermanos y padre.

En donde se refugiaban Miguel, Don y el Maestro, Miguel preguntó.

¡¿Si no es el Tecnodromo, qué carajos sucede?!

No tengo la menor idea…- Respondió Don igual de desorientado.

El movimiento de la Naturaleza…- Dijo el maestro Splinter.

¿Qué? – Preguntó Miguel mientras sentía que todo se movía de nuevo.

¿Cómo estarán Abril y Casey? – Preguntó Don.

Es una manifestación de malestar…en pocas palabras, hijos míos, lo que está ocurriendo es que la tierra se está manifestando, liberando súbitamente su energía por medio de las placas tectónicas y proviene desde el interior de la tierra.

¿Y va a parar?

Eso espero, Miguel…Eso espero…

Miguel miró con terror dentro de la oscuridad que los envolvía sin dejar de agarrar la mano de su padre.

Ojalá lleguen pronto Rafa y Leo…- Murmuró Donatello.

Mientras Leo y Rafa buscaban a sus hermanos, Rafa emitió sonido con histeria y ansiedad.

¿Por qué no se detiene, por qué no se detiene? – No dejó de abrazar a su hermano desde su caparazón.

Leo saltaba los escombros que los perjudicaban.

Tranquilo, ya va a pasar…también estoy asustado. Leonardo cortó con sus catanas un cable de electricidad que los estaba poniendo en riesgo y terminó por cortarse de nuevo la luz por completo.

¡LEO! – Gritó Don. Alcanzó a deslumbrar a su hermano con el último toque de luz.

El movimiento telúrico nuevamente ceso. Rafael no dejaba de aferrarse de su hermano. Todo estaba a oscuras. Cuando repentinamente el celular de Donatello comenzó a sonar.

¿Están bien, chicos? – Preguntó Abril.

Sí, ¿y tú? – Respondió Don afligido.

Estamos bien, Casey está en casa conmigo…deberían de venirse también.

¿Estás segura?

Claro que sí, no tenemos ni luz, ni agua pero ya veremos que hacemos al respecto, chicos, vengan pronto…

Abril…- La comunicación se deslizó. - ¿Qué hacemos maestro? – Preguntó Don.

Ir a casa de Abril, es lo mejor y más seguro para todos…

Me parece bien…así estamos todos juntos por si vuelve a pasar…- Agregó Leo sin dejar de sostener a Rafael.

Los muchachos salieron de la guarida sin antes haberle echado un vistazo.

Pero al salir a las calles de New York, estaba hecho todo un desastre. Las calles estaban a oscuras, las sirenas de los autos y de los carros de bomberos sonaban sin detenerse, la gente gritaba alocada, unos corrían y chocaban con otros, el terror se había apoderado de ellos.

Intentemos llegar lo antes posible…- Dijo Leo desde los tejados.

Sus hermanos y el maestro asintieron.