El frío de la nieve aturdió levemente mis sentidos cuando me estrellé de cara contra la nieve, después de haber tropezado. Tosiendo, expulsé unos pocos pedazos blancos que se me habían colado dentro de la boca, y me impulsé hacia arriba con los brazos, sin querer perder un segundo. Unos brazos sujetaron mis caderas para ayudarme a levantarme, y agradecí el apoyo interiormente mientras seguíamos corriendo colina abajo. Debíamos alcanzar la cordillera si esperábamos poder escondernos de los hombres que nos perseguían.

Observé al chico que iba corriendo delante de mí, sus cabellos de escasa melanina y largos por los hombros sacudiéndose violentamente por la carrera, y me obligué a seguir sus pasos de cerca a pesar del dolor que sentía en las piernas. Resoplé con ansiedad al llegar a un pequeño pueblo y seguí a mi amigo a través de las calles de aquél pueblo, formado por casas de piedra y madera. Eché un vistazo hacia atrás y contuve las lágrimas de miedo al ver que nuestros perseguidores cada vez se encontraban más cerca.

Retuve un grito al sentir que alguien tiraba fuertemente de mi brazo hacia adentro de una choza y pronto me encontré contra una pared. Mi compañero se presionaba fuertemente contra mí, en un intento de protegerme de cualquiera que pudiese entrar en aquella estancia, mientras echaba un vistazo al exterior a través de una pequeña rendija que había en la pared detrás de mí.

- Mierda, son demasiados. - Masculló agitado, seguramente tratando de trazar un plan mentalmente. - Sakura, tienes tus armas, verdad?

Palpé con las manos los laterales de mis pantalones, solo por si acaso, y asentí.

- Vamos a enfrentarlos? - Pregunté temerosa.

No era algo que quisiera hacer, ya que dudaba que tuviéramos alguna oportunidad, pero si el chico se decantaba por ello significaba que era nuestra mejor opción. Solo esperaba que me pegaran un tiro en el peor de los casos, quizás estaría bien dejar de correr de una vez./p

- No. Saldré e intentaré despistarlos para que vayan detrás de mí, tu esperarás a que se hayan alejado al menos ciento cincuenta metros y huirás en dirección contraria, queda claro? Ten a mano tus armas en caso de que alguno te alcance y debas protegerte.

- Qué? - Mantuve la voz baja porque no quería que nos descubrieran, pero mostré claramente mi desacuerdo. - No puedes salir ahí solo, Suigetsu, te matarán!

Él bufó y pude ver lo húmedos que estaban sus ojos. Pronto sentí como los míos se inundaban de agua también y eché las manos alrededor de su cuello para abrazarle con fuerza. Si él tenía miedo, entonces...

- Hazme caso, solo tenemos unos minutos... No sufras por mí, si no te tengo alrededor no tendré que preocuparme por ti y soy mejor corredor que tú. Quiero que corras montaña abajo e intentes buscar un escondite. Si sobrevivo te encontraré, te lo prometo.

Negué una vez más con la cabeza mientras sentía las lágrimas deslizarse silenciosamente por mis mejillas, pero revisé al detalle los cordones atados de mis zapatos y la capucha que cubría mi llamativo cabello.

- Corre, Sakura, corre lo más rápido que puedas. Si me alcanzan me matarán, pero a ti te harán algo mucho peor... Son siete, Sakura, así que corre malditamente rápido y protégete. No confíes en nadie, me oyes? En nadie. - Dije que sí con la cabeza y me dio unas palmadas sobre ella, más tranquilo. - Buena chica... Recuerda lo fuerte que eres y deséame suerte.

Acto seguido me miró con duda un segundo y me dio un beso rápido en los labios. Después salió de la casa haciendo un sprint hacia el norte. Oí los gritos de alerta de los demás hombres y les observé a tientas desde la puerta hasta que los vi lo suficientemente lejos. Entonces corrí como si la vida me fuera en ello, porque era literalmente así, y conseguí una tabla de madera con la que deslizarme sobre la nieve para ir más rápido. Me quedé helada cuando oí dos disparos y me llevé dos manos a la boca para ahogar un sollozo, notando como mi corazón latía desbocadamente.

Miré hacia atrás, aun a sabiendas de que no podría ver lo que ya sabía a causa de la lejanía, y el despiste me costó que tropezara con una irregularidad del suelo. Salí disparada de la tabla, y contuve un grito mientras cerraba los ojos para prepararme para el dolor. Este llegó como una sacudida cuando aterricé en el suelo y rodé varios metros, antes de golpearme la cabeza duramente contra una roca y perder la consciencia.

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Estaba sentada en un banco de la plaza, moviendo las piernas nerviosamente por la anticipación. Sasuke me había citado allí, sabiendo que no era un lugar que nuestros conocidos frecuentasen, diciendo que tenía una noticia importante que darme. Acomodé la gorra sobre mi cabello de todas maneras, ocultando la media melena de color rosa claro debajo de ella, solo por precaución, y sonreí al verle aparecer des del otro lado de la calle.

El pelinegro esbozó esa sonrisa de lado al verme, la que tanto me gustaba, y se apresuró para llegar hasta mí. Una vez hubo llegado me alzó en brazos y dio una vuelta conmigo en el aire, haciéndome reír, y me impulsé con las piernas sobre sus caderas para poder besarle íntimamente en la boca. El pelinegro sonrió contra mis labios, y cuando terminó el beso me bajó de nuevo hasta que mis pies tocaron el suelo.

- Qué era lo que tantas ganas tenías que decirme? - Pregunté con curiosidad.

Él se sentó en el banco y me indicó que tomara asiento sobre sus piernas, por lo que le hice caso para no retrasar el momento, y pronto habló.

- He pedido los papeles de tu adopción. /p

Sentí mi corazón palpitar con fuerza dentro de mi pecho y abrí los ojos completamente estupefacta.

- Tú... puedes hacer eso? Te los han dado?/p

La sorpresa fue rápidamente substituida por el ánimo y lo miré apremiante.

- He tenido que pelear por ellos durante un tiempo, ya que habitualmente prefieren que sean parejas las que adopten a los niños, y además está el hecho de que yo sea un hombre que vive solo y tú una chica de dieciséis años. Sin embargo, tengo la mayoría de edad, así que tras rebatir sus puntos con mi abogado y acordar una suma de dinero hemos llegado a un acuerdo. Podrás mudarte conmigo el mes que viene.

Reí de felicidad y le abracé con fuerza, deseando que el día de la mudanza llegara pronto. Él, literalmente, había irrumpido en mi vida y había hecho que valiera la pena en unos pocos meses.

- Te quiero. - Le miré directamente a los ojos mientras decía estas palabras, sonriente, y él se inclinó hacia delante para poder besarme suavemente.

- Te amo. - Susurró con adoración./p

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Parpadeé suavemente mientras despertaba, viendo algo borroso, y al tratar de sentarme un agudo dolor me hizo llevarme una mano a la parte posterior de la cabeza. Retiré los dedos al notar la sangre seca y bufé. Supongo que la rápida cicatrización de una herida era una de las pocas ventajas de estar a una temperatura extrema. Recordé el final de Suigetsu y tomé unas pocas bocanadas de aire para tranquilizarme./p

Había sido una suerte que aquellos hombres no me encontraran estando al descubierto, así que daba por hecho que mi anorak y pantalones blancos habían hecho un buen trabajo al camuflarme. Tiré de mi buff(1) para cubrirme mejor la cara, ya que estaba tiritando del frío, y me puse de pie a duras penas. Esperaba recobrar el calor en poco tiempo, y también encontrar algo para comer, ya que mi estómago rugía en protesta por la falta de alimento.

Eché a andar por las zonas sombreadas para ocultarme de la vista de los demás y pronto empezó a oscurecer. Maldije en voz baja al saber que esta noche no tendría a nadie con quien acurrucarme para mantener el calor y no morir de una hipotermia. Me supo aun peor saber que Suigetsu probablemente se había sacrificado en vano. Luché contra las ganas de llorar y me adentré en el primer bosque que vi para permanecer más oculta./p

Tranquila Sakura, eres una superviviente.

De repente empecé a entrever un punto luminoso entre los árboles, y me acerqué unos pocos metros más hasta que distinguí lo que era. Aguanté la respiración, notando como mi cuerpo se tensaba alerta, y di un paso atrás. Se trataba de un campamento y podía oír claramente la risa de varios varones alrededor de esa hoguera. Con cuidado, me escabullí hacia la derecha dispuesta a rodearlos para evitar la amenaza. Me detuve en seco al encontrar un hombre meando de espaldas tras el siguiente árbol y me congelé.

Muévete, muévete, muévete.

Mi cuerpo no parecía responder a las órdenes que le enviaba insistentemente mi cerebro, y cuando oí que el tipo se subía la cremallera de los pantalones de un tirón, retrocedí. Fue de muy mala pata pisar en ese momento una ramita y oír como se rompía bajo mi peso, haciendo que el hombre se volteara de inmediato por el ruido.

Al principio pareció tan sorprendido como yo, pero entonces una sonrisa malévola se extendió por su rostro y contuve un gemido de pavor. Me escaneó de arriba a abajo con la mirada, asintiendo con aprobación, aunque yo dudaba que a aquellas alturas tuviera los estándares muy altos. Entrecerré los ojos calculadoramente y deduje que por lo cerca debía medir unos escasos diez centímetros más que yo, que rondaba unos treinta y cinco años, y que a pesar de ser fuerte era un mejor contrincante que un gorila.

- Vaya, vaya... - Silbó. - Mira lo que tenemos aquí, no puedes tener más de veinte años.

Lo observé relamerse con lascivia y lo miré con impotencia y rabia contenida. Desde que el mundo se fue a pique muy pocas mujeres habían sobrevivido, y los hombres creían que tenían el derecho de abusar de las restantes.

- Hace mucho que no entro en un coño prieto, te aseguro que lo voy a disfrutar.

Palidecí ante su declaración, y palpé mi pantalón para sacar lentamente un afilado cuchillo de la funda ,y esconderlo tras mi espalda./p

- Es una lástima que no pueda conservarte, no todos los hombres en mi grupo están de acuerdo con aprovechar la carne fresca. - Se encogió de hombros. - Te prometo que te dejaré vivir si te sometes y no me das mucha guerra.

- Que te den, cabrón. - Ladré furiosa.

Dicho eso se abalanzó sobre mí y trató de darme un puñetazo en la cara, golpe que yo esquivé a duras penas saltando hacia la derecha y rodando por el suelo. Me puse sobre mis pies de nuevo, y cuando arremetió otra vez contra mí puse las manos sobre el suelo e impulsé las piernas hacia arriba para darle una patada en el estómago.

Él aterrizó sobre el suelo, soltando una sarta de palabrotas, y me miró con furia asesina en los ojos. Los hombres que abusaban de mujeres no solían tomarse demasiado bien el hecho de que una les diera una paliza. Me sorprendí al oír su gruñido feroz y esta vez su golpe me rozó la mejilla cuando me atacó. La piel me ardió al instante, pero hubiese sido mucho peor si hubiese sido un golpe certero.

No pude anticipar la siguiente arremetida y me derribó sobre mi espalda en el suelo. Gemí en protesta, ya que pesaba demasiado, pero no grité temiendo que los demás se acercaran para saber qué estaba pasando. Luché contra él, pero me dio un puñetazo y utilizó la fuerza bruta para girarme y ponerme de cara al suelo. Reprimí un sollozo al saber lo que intentaba hacer, y noté como me bajaba los pantalones de un tirón hasta las rodillas. A estas alturas no tenía nada que perder, así que grité con todas mis fuerzas y me removí, sintiendo como él hacia malabares para bajar su propia cremallera.

- Voy a meterte la polla hasta la garganta, puta./p

Con un último impulso de adrenalina, me curvé lo suficiente como para liberar la mano del cuchillo de debajo de mi cuerpo y usé mi fuerza para girarme un poco y atacarle con el arma. Él hombre se sorprendió tanto que cayó hacia atrás y yo aproveché el momento para salir de debajo de él, subirme los pantalones rápidamente, y echar a correr ladera abajo. Estaba demasiado exhausta como para pelear con ese sujeto en aquél momento y salir victoriosa. Además había oído las botas en movimiento y sabía que en unos minutos sus compañeros nos alcanzarían.

- Qué narices estabas haciendo, Joe?! - Escuché que uno de ellos le gritaba alterado y varios echaban a correr detrás de mi./p

Me importaba una mierda si sus intenciones eran buenas o malas. No quería quedarme para comprobarlo y estaba segura como un infierno de que su ayuda no valía la pena. Me obligué a poner un pie detrás del otro y oí como un par de ellos resoplaba ruidosamente por el cansancio.

- Esa hija de puta es rápida! - Exclamó uno antes de detenerse. - Atrapadla, joder! Que no se escape, podría revelar nuestra posición!

Con el paso de los minutos pasé a oír solo un par más de botas sobre la nieve, además de las mías, y me obligué a correr más rápido. Eché un vistazo atrás, notando que él hombre que iba detrás de mí era tremendamente alto y me alcanzaría en poco tiempo a no ser que pasara un milagro. Corrí con desesperación y noté como la capucha se deslizaba de mi cabeza y dejaba mi pelo a la vista. Maldije ya que sería fácil para él localizarme si me perdía de vista.