No me pertenecen Harry Potter ni Twilight.

Prólogo: Un mundo nuevo

En medio de un gran terreno despejado de árboles, casi cuatro veces el tamaño de un estadio normal, se hallaban en pleno partido de béisbol la familia Cullen. Edward estaba en medio de una persecución a la pelota lanzada por Rosalie cuando retumbaron estadillos sobre todo el lugar, sorprendiéndolos, cosa difícil de hacer. Y para su mayor sorpresa, aparecieron de la nada figuras negras encapuchadas, que no presagiaban nada bueno.

Todos los vampiros se tensaron en el acto y formaron un círculo, adoptando posturas defensivas. Carlisle se volteó rápidamente hacia Alice, cuestionándola con algo de temor, y la vampira, por primera vez en su vida sentía desconcierto – No… no sé. Jamás lo vi venir.

Un encapuchado se acercó a ellos. Edward no pudo ver su rostro, cubierto por una máscara plateada, pero su voz no dejaba lugar a dudas que su expresión era de puro desprecio - Aquí están. No pudo resultar mejor, todos los cerdos en el matadero.

Los seis vampiros se movieron inquietos y Jasper gruño, la confusión en aumento cuando los encapuchados sacaron unos palos de madera, apuntándoles a ellos. Emmet sin pensarlo se abalanzó a uno de ellos, pero antes de que Edward pensara incluso detenerlo o ayudarlo, Emmet ya había salido volando hacia atrás.

-Emmet! – Rosalie rugió, corriendo hacia él, al igual que Esme y Alice.

-Estoy bien, estoy bien – dijo Emmet con duda ante lo que acababa de pasar, mientras se paraba.

-Estamos encerrados – espetó Edward, quien junto con Jasper, ya se había apresurado a buscar una forma de huir. Edward alzó su mano señalando algo delante de él – Una especie de campo invisible.

-Muy inteligente – dijo otro encapuchado, la voz igual de burda que la primera, aunque más chillona. No podía haber rostros bonitos tras esas máscaras – Para un vampiro, claro.

Así que los desconocidos sabían quiénes eran, esto preocupo de sobremanera a Edward, mientras oía en la mente de Jasper formas para escapar que de cierta manera sabía que eran inútiles, al menos cuando se enfrentaban a algo desconocido. Oyó a Carlisle gruñir. Puede que su padre sea de naturaleza pacífica, pero si su familia era amenazada, era capaz de todo. El que había hablado primero se acercó a ellos. – Ahora, van a prestar mucha atención, y si se oponen, la inmortalidad de un vampiro caerá ante sus ojos…..

Pero no acabaron de oír la amenaza, cuando otros estadillos similares a los anteriores sonaron, pero esta vez, cuatro figuras de blanco aparecieron de la nada. Y el caos comenzó.

Blancos contra negros estaban en una espectacular batalla, con las varas de madera actuando como armas, pues salían rayos de colores que parecían matar a sus destinatarios. Se movían con gracia y velocidad que igualaban la de los vampiros. Los vampiros quedaron anonados, inmóviles, a pesar de que el campo de fuerza que les impedía huir había desaparecido. Porque estaban contemplando algo que ni siquiera hubieran logrado imaginar jamás.

Sea lo que fuesen los rayos de colores, parecían cargar el aire con algo parecido a la electricidad. Sin embargo, los blancos parecían tener mejor habilidad, por lo que no duro mucho la pelea, dejando a los ocho encapuchados negros atados en cuerdas que también habían salido de las varas. Edward seguía en una especie de shock, pero no importó, ya que al parecer, los blancos no pensaban hacerles daño, a él ni a su familia. De hecho los estaban ignorando a favor de una discusión entre ellos, que Edward escucho con curiosidad, al igual que su familia.

-Maldita sea Granger… cuando Harry se entere… - Comentó un chico rubio de ojos grises y una expresión cansada. Edward se fijó en que todos parecían muy jóvenes, unos 16 o 17, y le sorprendió. Había un cansancio y una madurez profunda que pintaba sus rostros. Parecían más delgados de lo normal, pero la poca carne era musculo bien trabajado. Como si no se alimentaran lo suficiente pero se mantuvieran en un estricto entrenamiento. Y en sus frentes había líneas de expresión invisibles para los ojos humanos pero no para los vampiros.

-No le hables así hurón – El pelirrojo dijo con irritación, para después agregar con seriedad – Pero estoy a favor de que no sepa nada.

– Nuestra primera misión sin él y parecemos unos incompetentes.

-Metimos ligeramente la pata pero él entender…

-Granger – dijo otro tipo de piel oscura. – Obviamente Potter comprenderá, pero él no volverá a dejarnos salir en una misión sin él.

La única chica envió su mirada por primera vez a los vampiros, contemplativa y con el ceño fruncido. Después de un minuto en silencio ella comentó – Bien. Podríamos borrarles la memoria a ellos, no debería ser muy difícil, son vampiros muggles por lo que veo, pues no recuerdo en el registro a vampiros residentes en Washington. Si usamos tu… - hizo un gesto de desaprobación al rubio– no autorizado veritaserum, le sacaremos a ellos – señalando a los encapuchados de negro – el paradero de los otros dos que se nos escaparon.

-Te olvidas del insignificante revuelo que hicimos en Tacoma? ¿Cómo arreglamos eso?

-Bueno, podríamos hablar con el ministro de Washington. Después de todo so…

-Haber… Alto ahí, ustedes. Pueden decirnos que significa todo esto. ¿Y qué querían decir con borrarnos la memoria? – Fue la fuerte voz de Emmet, que interrumpió a los de blanco. Hubo un silencio en el que ellos se miraban como si se estuvieran comunicando.

EL primero que hablo fue el de piel oscura, con algo de sarcasmo, al parecer era su forma natural de hablar – Haber quien explica a muggles – soltó la última palabra con fastidio – sobre esto – dijo señalando a ellos mismos en general. – Porque yo no.

-Blaise, no ayudes – soltó la chica castaña con reproche. Se volvió a ellos con firmeza y seriedad – Todo lo que necesitan saber es que no somos humanos normales, como ustedes. Lo que acaban de ver fue magia.

Hace una hora se hubieran reído, pero nadie en su familia lo hizo. Ahora, Edward no sabía distinguir lo real de lo que no era.

-¿Entonces la magia es real? ¿Ustedes son brujos? – preguntó Rosalie con burla irreprimible.

-Ellos son magos – corrigió con suavidad la chica castaña - yo soy una bruja.

Al ver la seriedad en sus rostros, comenzaron a dudar en verdad.

-¿Es difícil de creer? Ustedes por si mismos son un mito. ¿Es difícil de creer que existe la magia? – expreso con incredulidad el rubio. – Muggles- resopló.

-Siguen sin parar de decir esa palabra – expreso con curiosidad Edward. No podía dejar de sentir fascinación y curiosidad por ellos. Tampoco, por primera vez en su larga vida, podía leer sus pensamientos, pero lo asumió al hecho de que no eran seres humanos comunes. Tal vez la magia los protegía…

-Muggle? – Ante su asentimiento, el rubio hizo una sonrisa despectiva y dijo con aire de superioridad – son personas que no pueden hacer magia, el escalón más endeble de nuestra sociedad. Al menos otras criaturas como hombres lobos o elfos tienen algo de magia en su núcleo pero…

-Pero – resonó una voz desconocida, al menos para los vampiros – eso no impidió a ustedes, magos calificados, detener sin contratiempos a diez mortífagos novatos.

Alguien apareció justo detrás de los magos. De hecho, por su posición relajada, recargada en un árbol con desfachatez, pareciera que siempre estuvo ahí. Pero era imposible haber pasado por alto una presencia tan… imponente. Aparentaba unos 16… años y poseía rasgos finos y elegantes como los otros chicos, pero hasta ahí acababa la similitud con los otros magos. Los otros magos, con excepción del llamado Blaise, eran demasiado pálidos, y el que había llegado tenía una piel blanca natural pero con un rico bronceado. Cuerpo muy bien trabajado, musculoso sin ser exagerado, atlético, pero el parecía tener 3 comidas decentes al día a diferencia de los otros magos. Su cabello era negro, parecía dirigirse a todas las direcciones posibles. Tenía una postura que hablaba de confianza y liderazgo. Y te producía una sensación que te hacía sentir insignificante pero fresco. Tenía un aire de poder, fuerza y vigor. Era joven, sí, pero parecía capaz de adueñarse del mundo.

Y era atractivo. Aunque los otros… magos también lo eran. La palabra aplicable para el rubio era hermoso, el mago de piel oscura tenía rasgos agraciados, casi exóticos, el pelirrojo era más tosco, pero majo. Pero el pelinegro… lo era en un sentido más gallarda y seductora. Y no le hacía ver femenino, todo lo contrario, era su masculinidad, su preeminencia lo atractivo.

-Harry – decía con nerviosismo la castaña – no te oímos aparecer.

El joven, al parecer llamado Harry, no volteo a verla, en cambio empezó a hablar para sí mismo, en voz lo suficientemente alta, con la vista fija en su palo de madera con el que sus manos estaba jugando – Bueno, estaba en Inglaterra, descansando después del operativo. Y no sé porque pero tenía un presentimiento. Así que decidí echar un vistazo a mi equipo. No sé, ver como su trabajo de equipo sin mí era, si habían avanzado en la investigación… cual fue mi sorpresa cuando encontré algo de alboroto.

El chico miro a los magos con seriedad – Dos muggles los vieron. Perturbación en la ciudad. Un muggle herido. – Miro a los vampiros – Y seis vampiros muggles fueron testigos de una, tengo que admitir, admirable lucha. Ah, y dos mortífagos que si hubieran escapado, hubieran alertado a los demás, y todo un año entero de investigación se hubiera ido a la basura.

Los magos se veían notablemente decaídos, molestos consigo mismos. Hasta que el pelirrojo alzó la cabeza, con una chispa de esperanza -¿Si hubieran escapado?

-Los atrape – confirmó el pelinegro aun sin voltearse – Por un momento pensé que fallaron por la falta de organización para un plan, pero cuál fue mi sorpresa al ver que Hermione aquí – señalando a la castaña – pudo llegar a un perfecto plan para arreglar todo, con la ventaja incluida de no enterarme de nada?

Hermione se ruborizo de vergüenza y bajo la mirada. Y para la sorpresa de todos, incluida los vampiros, una risa profunda y claramente divertida brotó de Harry. Los magos lo miraron con incredulidad.

-Te es divertido Potter? – Susurro Blaise con contrariedad…

Harry le dio una sonrisa pilla a Blaise – Mucho.

-¿No estás enojado de que casi echamos a perder la misión?- pregunto con duda el pelirrojo.

En la cara del pelinegro apareció una sonrisa suave que pretendía calmarlos, y en la opinión de Edward, funcionó bien, porque se relajaron visiblemente - No veo porque. Es mejor gastar mis energías pensando en una forma de arreglarlo todo que enojarme por lo que ya pasó y no se puede cambiar. Atrape a los dos mortífagos, y hablaré con el ministro para arreglar lo de Tacoma, no creo que se niegue en hacerme un favor, después de todo siempre he considerado que tiene una debilidad por mí– dijo pícaro, aflojando la situación.

El rubio suspiró – Pero Harry, ese es el caso. No siempre podrás estar para arreglar nuestros errores.

-De hecho. Ahí viene otra cuestión. Dejaré mi puesto como jefe de aurores.- Ante la mirada culpable y horrorizada de sus compañeros, se apresuró a decir – No es su culpa, pensaba hacerlo de todos modos. Admitámoslo, puedo ser un líder natural – dijo con picardía, ante lo que los otros bufaron a su pesar con diversión – pero lo mío es estar en batalla, y con ustedes a mi lado. – Les dio una sonrisa avergonzada – la verdad es que me aburría, y por eso decidí seguirlos.

-Pero Harry, ¿en serio es lo que quieres?

Harry la despidió con una mano – Admitámoslo, nosotros somos un equipo. Por separado somos grandiosos, pero juntos somos inigualables. Extraño la acción y el peligro, y aunque me produce mucha satisfacción dar órdenes…

-Vaya que si – interrumpió Draco en un susurro indignado – me hiciste limpiar tu despacho.

-nuestra fortaleza- siguió Harry como si no lo hubieran interrumpido, aunque su sonrisa satisfecha dijo que había oído – es en equipo.

Los magos se sonrieron entre sí con compañerismo. Parecían olvidar muy seguido que había vampiros presenciando su conversación, aunque Edward no se molestaba por eso. Lamentablemente a Emmet no le gustaba ser pasado por alto, así que se aclaró ruidosamente la garganta. – Ahora que ya arreglaron sus desacuerdos, ¿qué hay de nosotros? Sigo sin comprender.

Continuará…