Un día, de tanto desearlo, aparecí en la Ópera Populaire. En la Gran ecalier de la Ópera Populaire, para ser exactos. (Ópera también llamada Garnier, por su constructor Charles Garnier, solo que yo creo- siguiendo la versión de Susan Kay- creo que Erik hizo gran parte de ella).

En fin. Como aparecí en las escaleras y me llevé un susto de muerte al ver la escena, perdí el equilibrio y caí, deslizándome hasta el suelo. En esas estaba cuando oí acercase a dos hombres, hablando a media voz.

-Estoy seguro de que se trata de una broma de M. Poligny y M. Debbiene, Moncharmin- como no pudo ser de otro modo, reconocí por el nombre a los nuevos managers, de la ópera. Pero ellos no me reconocieron a mí ya que, al verme, callaron y me miraron con expresión extraña.

-¿Qué está haciendo en el suelo, Mmlle?- dudaron al emplear la última palabra, pues yo llevaba unos extraños pantalones azules. Llevaba además una chaqueta corta, de un verde brillante y el pelo demasiado corto como para compararlo con una dama de la época.

-Me he caído- repliqué un tanto molesta, poniéndome en pie.

-¿No debería estar ensayando?- inquirió Moncharmin. (Supongo que era Moncharmin).

-¿Ensayando?- repetí. Después me di cuenta de que pensaba que yo era del grupo de actores y que iba disfrazada de mi personaje.- Oh sí. Por supuesto- balbuceé.

-Vaya, pues- replicó Firmin. Si es que lo era.

Asentí, confusa, pues yo no sabía cómo llegar hasta el escenario. Como me seguían mirando fijamente, sin embargo, decidí subir las escaleras. Seguro que en el piso superior me encontraría con una persona que fuese más amable.

Me equivocaba, pues me encontré de bruces con La Carlotta, que venía discutiendo con alguien sobre el vestuario.

-Ma non! I 'ate my 'at!- se quejaba, señalando el sombrero que tenía en la mano su acompañante.

-¿Señora Carlotta sin-apellido-dado-por-Leroux?- pregunté, plantándome frente a ella. A pesar de que se trataba de la "mala", no pude evitar emocionarme. Al fin y al cabo, no todos los días una se encuentra con un personaje de su obra favorita.

-¿Scussi?- me soltó, mirándome con indignación.

-Perdone Señora, soy una fan suya- le dije, a pesar de que nunca la había oído cantar. Pero si Erik la aborrecía, estaba segura de que tampoco me habría perdido nada- Y una compatriota- añadí. Ella suavizó su ceño.

-Oh, grazie, grazie- Luego volvió a mirarme de modo extraño, al ver las ropas que llevaba.

-Disculpe usted pero, ¿no es española?

-Española, sí.

-Entonces, ¿porqué habla italiano?- señalé. Ella me observó sorprendida y, se quedó pensativa un momento.

-Non se. Qu'el passato a mio acento?- exclamó, levantando las manos y llevándoselas a la cabeza- Bernard- se volvió hacia su acompañante- c'est horrible!- se giró hacia mi- Hable en mi lengua conmigo! Llevo demasiado tiempo aquí, tengo que recordar. ¿De dónde dice que es usted?

-Soy de Barcelona- contesté.- Ya sabe. Los juegos Olimpicos del 92, ciudad cosmopolita, el foro de las culturas, la Sagrada Familia, Montserrat Caballé… una gran soprano, por cierto…- Me callé, pues me di cuenta de que estaba hablando con la Carlotta. "estaba confraternizando con el enemigo" (Rowling dixit). Si quería acercarme a mi querido Erik, era mejor que éste no me viese haciendo buenas migas con la diva- ¡La Caballé es una gran soprano, pero usted no!- le chillé, señalándola- ¡Canta peor que una rana!- ella soltó un graznido y yo, muy dignamente, me aparté de su camino, mientras me insultaba en español y exigía saber mi nombre.

La ignoré y seguí caminando por el pasillo, mientras ella gritaba. Continué andando hasta que me topé con un grupito de gente, que hablaba en voz demasiado alta.

-¡Has sido tú quien se ha equivocado en la entrada!

-¡Eso ha debido ser culpa del fantasma! ¡Yo nunca me equivoco!

-Mentira, no intentes confundirme…- carraspeé. Tuve que hacerlo dos veces más hasta que se callaron.

-Hola… esto, ¿alguno de ustedes puede decirme como llegar al escenario?- me miraron de arriba abajo. Nota mental: buscar otro atuendo.

-Todo recto a la derecha, luego a la izquierda, a la derecha y abajo- me contestó uno, el que parecía más joven- ¿Usted trabaja aquí?- inquirió y el grupito intercambió una mirada.

-Yo… he venido a sustituir a Joseph Bouquet- solté lo primero que se me vino a la cabeza.

-Pero, usted es una muchacha- objetó otro, extrañado. Concedí que sí, que era chica, pero que Richard y Moncharmin me habían dado permiso, aunque eso era mentira y aunque, tampoco estaba segura de cuál era el trabajo que hacía Bouquet. Se encargaba del decorado, creo. Afortunadamente para mí, Bouquet ya había muerto, porque no pusieron pegas a que le quitase el puesto de trabajo.

-Bien, si esos dos la han contratado- el joven se encogió de hombros y repitió dónde podía encontrar el escenario. Le di las gracias y seguí sus indicaciones, llegando a mi destino tras preguntar tres veces más, pues la tarea no era fácil.

Allí, informé al tipo que se encontraba bajando el telón en ese momento del motivo de mi presencia. Supongo que los actores habrían terminado de ensayar.

-Estupendo, ayudarás a Charles- contestó él, señalando hacia un muchacho que acababa de aparecer.

-¡Gavroche!- exclamé, pues el chiquillo (de unos trece o catorce años) se parecía mucho al pillo de Les Mis.

-¿Cómo dice?- inquirió. El tipo del telón, me presentó como su ayudante y el chico me miró unos segundos y luego se encogió de hombros.

-Mmm, me he venido con lo puesto- musité, algo avergonzada de mis ropas- ¿Alguien podría dejarme algo más cómodo?- El del telón se ofreció y, media hora más tarde, llevaba puestos unos pantalones raídos y una camisa ancha. Me recogí el pelo con un lazo y dejé que Gavroche me mostrase lo que tenía que hacer. No era complicado- solo tenía que enganchar el decorado a las cuerdas, subirlo y bajarlo cuando tocase y ponerlo en orden según la escena, pero era un tarea algo pesada y, tan solo después de la muestra, acabé agotada. Gavroche me miró con escepticismo, dudando sobre si sería capaz de dedicarme a la faena pero le aseguré que me acostumbraría.

-Bueno, señorita, es tarde ya… ¿Cómo se llama, por cierto?