Me acuesto boca arriba en la cama, estirando mis brazos, posando mis manos encima de cabeza. Suelto un suspiro y cierro los ojos con cansancio. Noto como se sienta a mi lado y como posa sus manos a cada lado de mi cuerpo, aprisionándome y dejándome sin salida alguna. No podría huir, tampoco me apetecería hacerlo. Entre abrí los ojos, encontrándome con los suyos, tan brillantes, curiosos y penetrantes como siempre, llenos de secretos. Su rostro se encontraba demasiado cerca del mío, ¿debería importarme? Quizás...Cerré los ojos tranquila. Sentía la respiración de Loki perderse en mis labios. La punta de su filosa nariz acarició la mía, casi con cariño, mientras nuestras respiraciones se mezclaban. La suya era calmada, la mía comenzaba a alterarse. Él sonrió, no lo veía, pero lo conocía lo suficiente como para saber que lo estaba haciendo, de una forma burlona, divertida y triunfal. Maldito tramposo. Loki notó la indagación que sentía, tal vez fue por el pequeño gruñido que salió de mi garganta. Rió, risueño. Lo sentía demasiado cerca. Apenas sus labios rozaron los míos, con delicadeza, como si yo fuera de cristal y tuviese miedo de romperme. Tonterías. Aquel roce se convirtió en algo más, ¿un beso? Si, uno suave y dulce. Tranquilo. Incluso diría que expresaba algo de amor. Mis labios correspondieron ese beso sin que yo lo quisiera. Él volvió a sonreír, como si hubiese ganado la guerra de todas las guerras.

-Descansa, Renacuaja...- Me deseo en un susurro sin despegarse de mis labios, con sorna y con gracia.

Su presencia se alejo de mi. Suspiré a la vez que él se levantaba de la cama y dejaba esta habitación...Y sonreí. Estúpido Bambi.