Historia original: "The One With the Wedding", de alwayswritewithcoffee

He decidido dividir esta historia en dos partes, como lo hizo su autora al subirla a Tumblr.


– Yo, Kate, te tomo a ti, Rick…

Sabe que todo se está yendo al carajo en cuanto la R se forma en su boca en lugar de la J que pertenece al hombre de pie frente a ella. Es como el descarrilamiento de un tren; el tipo de cosa que es tan terrible y a la vez tan absurdamente cautivadora que hace que no puedes evitar contemplar cómo la monstruosa máquina se sale del carril y cae dando volteretas por una ladera. Los pesados vagones se desploman como una pila de fichas de dominó, precipitándose al vacío por culpa de unos labios descuidados.

Las imágenes que llenan la mente de Kate no son nada comparadas con los gritos ahogados y murmullos de los cerca de doscientos invitados que abarrotan el salón de baile. La notoriedad de Josh en el hospital de Bellevue, así como la popularidad de la familia Davidson y su alto estatus social demandaban una ceremonia ostentosa para el matrimonio de su primogénito.

Kate Beckett nunca quiso una boda en el Plaza; nunca había deseado ser observada por ciento sesenta extraños mientras contrae matrimonio. Pero aquí están ahora, riéndose o culpándola por su lapsus momentáneo. Siente cómo se le encienden las mejillas, cómo el aire se tropieza con el nudo de su garganta en su camino hacia los pulmones, lo que hace que su vestido parezca estar encogiéndose alrededor de sus costillas.

– ¡Josh! – dice Kate, lo suficientemente alto como para reverbere por la habitación, traicionando sus nervios desde la fuerte pronunciación de la J hasta el siseo de la H. – ¡Quería decir Josh!

Incluso el oficiante de la ceremonia, un hombre de edad avanzada, parece un poco escéptico, pero le ofrece una sonrisa amable cuando ella le mira de reojo. A Kate se le escapa una risa nerviosa.

– De verdad que no quería decir eso – remarca con una sonrisa forzada, viendo cómo sus futuros suegros intercambian una tensa mirada.

No es que realmente le afecte lo que ellos piensen; no cuando los ojos de su prometido brillan con rabia y la frustración sale de él a oleadas. Kate no se atreve a mirarlo, así que se gira para encarar a la multitud, con la intención de ofrecer algún tipo de sonrisa o gesto que indique que está delirando por culpa de la felicidad; que ha sido víctima de un fallo motivado por los nervios. Pero no lo es. Decir el nombre de otro hombre en el altar es quizá lo más sincero que ha dicho desde que Josh Davidson deslizase un enorme anillo de diamantes en su dedo y la besara con una alegría que Kate se convenció de que llegaría con el tiempo.

Mirar a los invitados le cuesta trabajo, los nervios jugándole una mala pasada en cuanto le ve entre la multitud. Incluso estando sentado cerca del fondo de la sala, sus ojos se perciben de un intenso color azul, el pelo perfectamente peinado, sus labios curvados en una leve sonrisa que ella ha echado muchísimo de menos en los meses transcurridos desde que Richard Castle le deseara felicidad en su inminente matrimonio y pusiera fin a su relación laboral.

A pesar de la situación, a pesar de estar de pie en una plataforma profusamente decorada llevando un vestido blanco enorme, Kate le devuelve la sonrisa; el calor transmitiéndose a través de una habitación llena de gente. Es algo indescriptible, y en ese momento se da cuenta de que ha sido muy, muy estúpida. ¿Por qué le ha dado la espalda al hombre que tan feliz la ha hecho y que la ha apoyado tanto para estar con otro hombre que pasa meses en el extranjero y no la desafía de las formas que importan? El oficiante sigue hablando, instando tranquilamente a Kate para que recite sus votos. En la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad. Una lista de frases que ella memorizó hace meses. Pero no puede decirlas. No hoy, no a Josh.

– En la riqueza o… no puedo, lo siento – Kate se detiene, con los nervios aflorando en una sonrisa de disculpa que se extiende por su cara. – No puedo hacerlo.

– ¿Kate?

Su prometido es ahora el que parece nervioso, quedándose pálido por la sorpresa mientras ella se desprende el velo de la parte superior de la cabeza. Cuando cae tras ella, Kate ya ha dado un par de pasos hacia el pasillo.

– No quieres casarte con alguien que tiene dudas sobre si debemos estar juntos, y yo las he tenido durante mucho tiempo. Simplemente era demasiado testaruda para hacer algo al respecto – Kate se toma un par de segundos para volver hacia Josh y darle un beso en la mejilla. – Espero que encuentres a alguien que te haga feliz, Josh. Alguien que te ame de la forma que mereces. Esa persona no soy yo.

Kate no mira atrás mientras recorre el pasillo entre los invitados, concentrada en la salida y la libertad que la aguarda al otro lado. Y por eso se pierde cómo el estupefacto novio se deja caer en el primer escalón del altar, cómo el padre de este le grita para que haga algo y su madre se apresura a abrazar a su hijo. No se da cuenta de cómo Ryan y Esposito chocan los cinco en sus asientos, o de la sonrisa en la cara de su propio padre cuando ella empuja las puertas y sale a trompicones al vestíbulo.

Se pierde también el arrebato emocional de la dama de honor hacia un escritor que está parado de pie en medio de los invitados, con los ojos vidriosos mientras contempla el espacio vacío donde la novia a la fuga estaba plantada minutos antes.

– Richard Castle, ¿vas a ir a por ella o no? – pregunta Lanie, con los brazos en jarras pese a estar sosteniendo dos ramos de flores.

No hace falta que se lo pregunten dos veces. Antes de que nadie más pueda reaccionar, él se abre paso entre las filas de los invitados de la alta sociedad de Nueva York para dar caza a la fugitiva.