Dedicado, con todo cariño, a Aiosami... ¡Feliz Cumpleaños hermosa!


CRÓNICA DE UN IMPOSIBLE

por

Julieta

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Summary: Esta historia se trata sobre Draco y Ginny... es el relato de una atracción que se convirtió en amor, visto desde los ojos de ambos. Sucede dentro de la trama de "Polvo de Cuerno de Unicornio" (otro ff mío...) por lo tanto, Draco está en su sexto año y Ginny en quinto... Ésta es la versión de ellos. ¿Cómo fue que surgió su relación?. ¿Qué motivos tuvieron para comportarse cómo lo hicieron?. ¿Acaso tienen justificación?

Y su amor... ¿Realmente es imposible?

Género: Drama/Romance

Clasificación: NC-17 por situaciones sexuales.

Disclaimer: La historia de "Harry Potter y el Píncipe Mestizo" y todos los entrañables personajes mencionados en ella son propiedad de JK Rowling.

Las citas al principio de cada capítulo están tomadas de "Romeo y Julieta", de William Shakespeare.

Advertencias:

No es necesario leer mi otro ff ("Polvo de Cuerno de Unicornio") para comprender éste... pero si planeas leer los dos, te recomiendo que empieces por el otro.

Contiene spoilers del libro 6.

Aparte del D/G, puede contener referencias a un H/Hr y un R/LL... Además de escenas lemon (sexo explícito) en algunos caps... Si eres menor de edad, por favor no leas este fic. En serio, no es para ti.


Capítulo 1

Miradas

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"Romeo es amado ahora,

y él ama a su vez;

la magia de las miradas

les ha comunicado el mismo encanto."

Era agotador.

Era difícil, por no decir imposible…

Draco movió levemente su cabeza en un furioso gesto negativo, mientras miraba con enorme odio a esa cosa… le apuntó furibundo con su varita y gritó con todas sus fuerzas:

REPARO!

El armario se sacudió levemente pero no pasó nada. Continuó roto, descompuesto… inservible. Draco empezó a reír de una manera un tanto maniaca, burlándose de él mismo, pues era la centésima vez que caía en la tentación de usar ese hechizo y siempre obtenía el mismo resultado.

Nada.

Por supuesto, no era tan simple. El bueno para nada de Borgin le había dicho que sería difícil y aunque le dio las indicaciones de cómo arreglarlo, éstas eran tan endemoniadamente complicadas que Draco deseaba montarse el condenado armario sobre la espalda y sacarlo de una vez por todas de Hogwarts para llevarlo a reparar.

Pero eso también era imposible.

Derrotado, caminó trastabillando hacia atrás, hasta sentir que sus piernas chocaban con algo y se dejó caer.

Sentado desde una caja llena de algo, pociones solidificadas o pergaminos usados, daba igual; miraba al mueble causante de sus desdichas… Estaba exhausto, las vacaciones de Navidad estaban por finalizar y él se las había pasado día y noche trabajando en ese sucio lugar… había sacrificado las fiestas con su madre por ello, y aún no había vislumbrado ningún avance en la reparación del maldito armario evanescente.

Frustrado, suspiró y decidió descansar un minuto… y sin poderlo evitar, su mente empezó a rodar hacia otra dirección.

Un rumbo dónde las cosas se le antojaban aún más imposibles que arreglar ese armario.

Un camino… o mejor dicho, un desvío en su destino… Una trampa que vestía túnicas con rojo y dorado. Una vereda prohibida con cabello endemoniadamente rojo. Tan rojo como el fuego que atrae a los insectos y los asfixia en él…

Se estremeció al recordar su encuentro, y aunque no era su intención, su cuerpo reaccionó a las imágenes en su mente y sintió la excitación atraparlo de nuevo.

-No, no… -murmuró, tratando de concentrarse en eliminar su naciente erección.

No podía ser. ¿Cómo y por qué había caído tan bajo?... si sus padres se lo imaginaran siquiera, ya podía considerarse desheredado. O muerto. Lucius Malfoy era capaz de fugarse de Azkaban sólo para matarlo.

Se rió entre dientes al imaginarlo… de todas las malditas brujas de sangre limpia que conocía, tenía que haberse obsesionado con esa… una hija de traidores. Alguien tan lejos de Draco como la esperanza de llevar una vida normal.

Cerró sus cansados ojos y recargó su cabeza en algo frío que estaba detrás de él… entonces los recuerdos desfilaron por su cerebro, como una vieja película vista mucho tiempo atrás…

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Siempre la había encontrado bonita. Había sido duro reconocerlo, pero no podía negarse que a pesar de sus túnicas de segunda mano, gastadas y no hechas a su medida, la chica tenía cierto encanto. Su lindo y largo cabello rojo brillaba como el de ninguna muchacha que él conociera. Y su rostro bañado de pecas era una rara combinación de algo que es a la vez gracioso pero hermoso.

Aún así, la despreciaba por ser una Weasley. Simplemente por eso. Imposible verla como alguien digno de ser admirada.

Pero el año pasado, los momentos que pensaba en ella se habían incrementado con alarmante enormidad. La había visto con algunos chicos, lo cual le sorprendió, pues siempre creyó que ella estaba idiotamente enamorada de Potter… Pero el estúpido cuatro ojos fue muy ciego para notarlo. Así que ella había salido con el patético Corner de Ravenclaw… y al final con un don nadie de Gryffindor, un tal Thomas o algo así.

Pero igual, eso no le había importado en lo absoluto. De hecho, en todo el verano habían sucedido tantos cambios en su vida que no le dedicó un solo pensamiento a ella. Su padre en Azkaban… Ya me lo pagarían todos, incluidos los Weasley… Su encuentro con el Señor Oscuro y las misiones que le asignó… Me matará sin piedad si no las cumplo… a mí y a mis padres.

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Este recuerdo lo hizo abrir los ojos de repente y estuvo a punto de ponerse de pie de un salto para continuar con su trabajo… pero se dejó seducir por lo que sabía venía más delante en la película de su memoria y volvió a cerrar los ojos con una sonrisa voluptuosa mientras relajaba los músculos de todo su cuerpo.

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La recordó en el Expreso de Hogwarts… y aunque aún ahora no lo quisiera reconocer, la palabra que describía a Draco en aquel momento, era: impactado. Con la boca abierta… Anonadado… ¿Cómo, maldición, se había hecho de esa figura tan perfecta en un solo maldito verano?. ¿Por qué diablos no podía quitarle la mirada de encima cuando ella pasó por fuera de su compartimiento tomada de la mano con ese estúpido sangre sucia de Thomas?

No lo pudo evitar. Draco se había levantado de un golpe de su asiento y abriendo la puerta, se asomó sin ningún disimulo para verla irse… Admirando aquello que ella tenía y movía con sensualidad. Fue la primera vez que sintió eso por ella…

-Draco. ¿a quien estás mirando? –la molesta voz de Pansy lo interrumpió en su apreciación y tuvo que volver a su lugar… pero que le pregunten en quien pensó todo el camino desde Londres hasta la estación de Hogsmeade. En ella y en eso que ella tiene… Era realmente ardiente. Tenía que aceptarlo.

Afortunadamente, sus amigos no podían leer su mente. No le hacía daño a nadie con pensar en ella, aunque fuera algo prohibido. Lejano. Imposible.

Por muchas razones. Miles. Millones.

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Pero lo que pasó después en Hogwarts no fue nada divertido. Se le retorcían las tripas al verla pasearse con su estúpido noviecito; alguien tan poca cosa que Draco estaba convencido que si él lo hubiera deseado, se la habría podido quitar en un abrir y cerrar de ojos. Segurísimo.

Tenía el consuelo de que por lo menos no era Potter su acompañante, a éste ya lo odiaba suficiente como para encima tener que envidiarle a la novia… Pero, un momento… ¿envidiar?. ¿Él, Draco Malfoy, envidiando a un raquítico Gryffindor por una insignificante traidora a la sangre?

No podía ser envidia. Tenía que ser otra cosa.

Pero por más que pensaba en eso, más pensaba en ella. Y entonces, empezó a imaginarse cosas.

Y se aterrorizó…

Una mañana de principios de noviembre se despertó y se dio cuenta de cierta humedad impregnada en él y en sus pijamas… y entonces, totalmente espantado, recordó haber soñado con ella.

¡Ohh, fue horrible!... No el sueño (ese había sido fabuloso), sino el hecho de haber sido seducido a ese grado por el simple recuerdo de la chica… Despavorido, casi se arroja al foso desde la ventana de su habitación. ¿Cómo podían sus sueños traicionarlo así?

Sus sueños. Sus pensamientos. Sus deseos. Su mirada.

Todo iba tras ella. Día y noche. Tras Ginny Weasley.

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Pero él se negaba a ello. Intentó no pensar en ella, trabajando duro, cumpliendo su misión. Una misión, pues por la otra todavía podía estar tranquilo. Potter no daba señales de estar enamorado de nadie, y eso le ahorraba labor a Draco. Menos mal que el cara rajada era un mediocre que no parecía poder conquistar a ninguna chica. Debía ser marica. Pero sobre todas las cosas, le alegraba que no se hubiera fijado en la pelirroja Weasley… ¡Demonios! Otra vez estaba pensando en ella.

¿Y cómo no pensar? Draco la había visto, la había descubierto. Que no se hiciera la tonta. Ella lo miraba. Cuando la pelirroja creía que nadie la observaba, lo miraba. En el Gran Comedor, en el patio… dónde fuera. Aún andando junto a su novio de pacotilla, volteaba sus ojos buscándolo a él. A Draco… él lo podía jurar.

Ella lo miraba.

Pero eso era terrible para su conciencia, ya que causaba estragos en sus sueños. Si antes pasaba la noche soñando con la pelirroja… ahora, que sabía que ella lo miraba… todo era peor. ¡Por Merlín, cómo puede uno imaginar tantas cosas!

Y lo que tenía que pasar llegó… por casualidad. O por lo menos eso era lo que él quiso creer.

Fue el día antes de salir de vacaciones de Navidad. Slughorn celebraba una fiesta a la cual no fue requerida la presencia de Draco. En otras palabras, no lo invitó. Pero no era que a él le importara. De hecho, aprovecharía la oportunidad de tener medio castillo en esa fiesta para seguir con su trabajo en paz.

Así que se dirigió hacia la Sala de los Menesteres, pasando cerca del despacho dónde tenía lugar la mencionada reunión. Sintió una punzada de curiosidad por verla a ella, pues sabía que la chica sí había sido invitada, ya que formaba parte de ese ridículo "club de eminencias" o lo que fuera.

Para su mala suerte, fue descubierto por Filch antes de llegar a su destino, y el estúpido hombrecillo había creído que Draco trataba de colarse a la fiesta… por lo que lo arrastró jalándolo de una oreja hacia dónde estaban los profesores. Slughorn le tuvo lástima al parecer, pues en vez de castigarlo lo invitó a quedarse.

Y Draco lo hizo. Pero sólo para verla a ella. La buscó con la mirada, por todo el abarrotado lugar… pero no la encontró. ¿Dónde…?

Su imaginación le dio un golpe bajo a su ánimo, al recrear en su mente una imagen de ella con su novio escondidos en algún lugar, haciendo cosas… cosas que no podían ser vistas por el público en general. La piel se le enchinó de la rabia y la frustración.

¿Cómo era posible que él, Draco Malfoy, sintiera eso…?. ¿Eran… celos?

Salió disparado del lugar y caminó hecho una furia hacia la sala común de Slytherin… ni siquiera tenía ganas de ir a trabajar ya. No sabía ni porqué estaba tan molesto… tenía que ser con él mismo, por su debilidad hacia esa mujer… eso tenía que ser.

Entonces, como si el destino le hubiera tendido una trampa con todas las ganas de fregarle hasta la vida… se encontró a Ginny Weasley en el corredor.

Iba sola. Caminando delante de él, despacio y elegantemente como toda una dama. Sin prisa y con cadencia. ¿Qué diablos hacía sola, por Merlín?. ¿Qué no sabe esa chica la pasión que despierta al moverse así?

Draco aminoró su marcha para no alcanzarla… Intentó no hacer ruido al caminar, para poder contemplarla sin reparo alguno. Ella parecía no haberse percatado que él la seguía, pues no miró hacia atrás. El pasillo estaba oscuro y solitario, iluminado por una que otra antorcha solamente. Pero esa luz tenue y titilante le permitía apreciarla bien… y bien. Bien que se veía. Por todos los malditos demonios, qué de bien que se veía.

Llevaba un vestido de color oscuro. Podría ser negro, pero Draco no lo aseguraba. La luz era escasa. Era largo hasta la media pantorrilla, y tenía una pequeña abierta justo atrás, mostrando más de sus piernas a cada paso que daba… pero Draco hubiese deseado ver todavía más. El vestido era simple, sencillo, pero sugestivo. Tirantes delgados, escote pronunciado. Pero. ¿qué no tiene frío? Es invierno, por Merlín.

Seguramente no, ya que llevaba colgada en su mano una mantilla de color oscuro también, la cual oscilaba de un lado a otro conforme ella caminaba.

Draco se dejó dominar por el deseo que lo había atenazado desde semanas atrás… Le apetecían tantas cosas… Deslizar sus manos por esa espalda llena de pecas. Acariciar su sedoso cabello, hacerlo a un lado y probar el sabor de su cuello… Ver más de lo que ese vestido permitía enseñar. ¡Por los todas las malditas gárgolas de Notredame, cómo la deseaba…! Como si su vida dependiera de eso.

Draco la ambicionó… y como estaba acostumbrado a obtener todo lo que le quería, supo que la tenía que tener. Pero. ¿podría ella sentir lo mismo por él?

Oh, Merlín… si así fuera, te juro que yo…

Llegó a una esquina donde él tenía que doblar, y ella siguió derecho, seguramente hacia su apestosa sala común. Draco se detuvo en la encrucijada y pensó... Era como tirar una moneda al aire… igual, podía o no podía ser. ¿Qué perdería? Lo peor que podría suceder era que ella lo hechizara, tal vez.

Pero, en cambio, el premio por ganar era sumamente tentador. Tendría que arriesgarse. Él sabía que ella también lo miraba… Bien podría ser.

Pero. ¿qué estupideces estaba pensando?... ¿En seducir a la Weasley? La simple idea debía repugnarle, lo sabía… debía, pero no era. Todo lo contrario, no había nada que le apeteciera más en ese momento… y a decir verdad, en todo momento desde hace un par de meses…

Sacudiendo la cabeza, decidió irse de ahí… dio unos pasos alejándose de ella, pero se detuvo en seco. Cerró los ojos y apretó las manos odiándose a él mismo… golpeó el aire violentamente con ambos puños, frustrado en demasía.

Maldito seas, Draco… esto no está bien y lo sabes. Ella es una traidora, una pobretona sin clase, una…

¡Santo Gollum de mierda, ella es justo lo que ves! … Una hermosa mujer que estás deseando tener… ¡maldita sea!

Sin saber exactamente porqué lo hacía, regresó sobre sus pasos y se abalanzó por el pasillo que ella seguía, dispuesto a alcanzarla.

Sólo lo intentaré… de cualquier forma ella me rechazará. Su corazón dio un doloroso vuelco al pensar eso… Pero si no lo hace, si me acepta… sólo será una vez y nadie tiene que enterarse.

Esperanzado, llegó justo a su espalda y no le dijo palabra. Sólo la abordó.

La tomó por un hombro para detenerla y ella se volvió con brusquedad, desconcertada. Draco observó susto y sorpresa en sus ojos marrones claros… pero de repente su mirada cambió. De nuevo lo miró como venía haciéndolo semanas atrás. Con fuego. Fuego helado y cargado de deseo.

Me desea. Oh, si… ella lo hace.

Draco sonrió sinceramente aliviado… y para su asombro, ella le correspondió el gesto. Miró sus labios torcerse en una sonrisa totalmente pasional, desprovista de todo pudor.

Y sin poder resistir el llamado de sus cuerpos, como un animal enloquecido por devorar a su presa… se acercó dispuesto a besarla.

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Para ella las cosas habían sido un poco más simples, pero no por ello menos turbadoras.

Jamás, nunca de los nunca hubiera pensado sobre Draco Malfoy en otro modo diferente a lo que él representaba en su vida. Sólo era un malvado y cruel hijo de un par de mortífagos, enemigos de su familia. Seguidores del que-no-debe-ser-nombrado. Un enemigo.

Y por si todo eso fuera poco, Malfoy no era sólo enemigo por tradición. Era algo más personal. Era el Némesis de su hermano Ron y de su amigo Harry. Y por obviedad, de ella misma.

Ginny sabía lo que era el padre de Malfoy, Lucius… éste, junto con otros mortífagos, había estado a punto de matarlos a ella y a los otros en el Departamento de Misterios. ¿No se podría esperar lo mismo de Draco, que sólo había manifestado odio y desprecio hacia todos ellos?

Claro que si alguien le hubiera preguntado si Malfoy le parecía feo y despreciable… ella hubiera contestado sin dudar de manera afirmativa. Por lo menos a lo segundo. Pero a lo primero… hasta una ciega podía notar el atractivo del rubio, aún bajo su halo de maldad. Afortunadamente nadie se lo había preguntado. Ni siquiera ella misma… hasta ahora.

Se lo cuestionó un día que notó la gris mirada del rubio clavada en ella. Pasó una tarde en el Gran Comedor… fue muy extraño, algo casi físico. Sintió sus ojos clavados en su espalda, como si la llamaran en un mudo grito.

Volteó su cabeza con rapidez y lo descubrió mirándola… él se quedó estupefacto un segundo o menos, y entonces bajó su vista a su plato. Pero esa pequeña fracción de tiempo que duró el cruce de sus miradas, bastó para que ella se inquiriera si podía ser cierto lo que había leído en los ojos de él. Si no lo conociera o no supiera quien era Malfoy, podía haber apostado su vida que la miraba de una manera que nunca le había conocido. Con suavidad. Con ternura… con calidez.

Y a partir de esa tarde, eso se volvió común. Cada día que pasaba no hacía más que confirmarle a Ginny que Draco la buscaba y la admiraba. Y ella cayó en su juego… empezó a corresponder a sus miradas.

La verdad, fue que al principio se sintió muy halagada. Ella sabía que Draco era el partido más anhelado de la casa Slytherin, mucho más guapo que cualquier chico con el que hubiera salido ella. Y conocía más de una estudiante que hubiera golpeado o hechizado por ser la elegida de Malfoy, pues aunque el rubio parecía juguetear con Pansy Parkinson… aún no había tenido novia. Y era un premio codiciado.

La chica se sintió engreída y su vanidad se esponjó… sospechó lo que cruzaba por la mente de Draco cuando la devoraba con la mirada y deseó aprovechar eso para hacerle daño, para jugar, para desquitar más de un agravio hecho a su familia por él.

Conocedora del efecto de su contoneo al caminar, se lució… y satisfecha, empezó a notar que su plan resultaba… Draco la miraba con tanto fuego que la quemaba. Conteniendo la risa que su efecto en el muchacho causaba, se paseaba en sus narices aferrada del brazo de Dean, pero lanzándole sugestivas e intensas miradas al rubio… y por Merlín que resultaba.

Se moría de orgullo por saberse la causa de la desazón y el deseo del odiado enemigo… más de una vez estuvo a punto de contárselo a Hermione, o a Luna… a veces a Ron. Pero se detenía a tiempo, pues sabía que no la entenderían, que se escandalizarían. Casi los podía oír: "estás jugando con fuego, Ginny… y el fuego quema". Oh, sí, sabía que eso le dirían. Por eso guardó el secreto y la profunda satisfacción que aquello le producía.

En que momento esto cambió, de verdad que ahora no lo recordaba. Sólo supo que el día de la fiesta de Navidad de Slughorn estaba tan harta y cansada de Dean y de su eterna cantaleta de las diferencias entre el fútbol y el quidditch, que de un grito lo calló. "¡No sabes hablar de otra cosa, Dean! Por favor, ya madura…" con crueldad le soltó.

Y como no hay nada peor que decirle a un chico que es inmaduro, Dean se indignó y dándose la media vuelta, la abandonó junto a la mesa de la comida. Ginny no se arrepintió, la verdad es que estaba hastiada de él… ya se había planteado la posibilidad de terminar con su noviazgo, pero por una razón u otra no se había atrevido. Quizá ese fuera el momento que había esperado para hacerlo…

No encontrando otra razón para quedarse en la fiesta, y sin ganas de charlar con nadie, se marchó. Pensó que Dean pudiera estar fuera del despacho, en el pasillo, esperándola, pero no era así. De verdad debía estar molesto con ella, pues en ninguna ocasión la hubiera dejado sola caminar en el oscuro castillo por la noche.

Acalorada por la discusión, se quitó su mantilla y la dejó colgar desde su mano derecha, mientras ésta se agitaba al caminar ella. Suspiró profundamente y pensó en Draco... algo que no la sorprendió pues los últimos días sólo hacía eso: pensar en él y desear que estuviera cerca para sentir su mirar sobre ella.

Ni siquiera se cuestionó porque le gustaba tanto que él la observara sin ningún recato, sólo fue que un buen día se dio cuenta que no podía vivir sin que él la acariciara con sus grises ojos... ojos que dejaban de ser fríos al encontrarse con los de ella.

Se lamentó que Draco no hubiera estado presente en la fiesta, pues le hubiera gustado ver su expresión al verla en el sensual vestido que esa noche llevaba. Pero, desgraciadamente, él no era parte del selecto grupo del profesor Slughorn. El pecado de su padre lo tenía marcado… sintió un poco de lástima por él, pensando que aquello no era justo. Después de todo, Draco era Draco y no Lucius… ¿no podían ser diferentes?. ¿Podían…?

De repente, un susto de muerte la invadió al sentir una mano fría y fuerte tomarla por el hombro. Sobresaltada, miró atrás… ¡Por Merlín! Era él… Era Draco.

Y él la miraba como siempre… con deseo, con pasión… con las ganas de devorarla no sólo con los ojos, sino con la boca, las manos… con el cuerpo entero.

Draco sonrió de una manera curiosa, como si estuviera aliviado… como si hubiera pensado que ella gritaría o lo hechizaría, y al ver que no… se hubiera tranquilizado.

Ella no pudo menos que enternecerse ante esa mirada cargada de alegre consuelo, y sin proponérselo le reciprocó… lo miró ablandada y torció sus labios en una sonrisa que luchaba entre ser de burla y ser de coquetería… o podían ser ambas.

Pero ya no podía burlarse más de él… porque sin saberlo y sin ser consciente, ella también lo estaba deseando… deseaba sus labios y que su ardiente mirar la recorriera de arriba a abajo.

Y cuando Draco se acercó y eliminó la distancia entre sus rostros dispuesto a besarla, ella se sorprendió…

No por el atrevimiento de él… sino por la pasión con que ella lo esperó.


Espero que les haya gustado el primer capítulo, especialmente a tí, Aio...

Por ahora, si llegaste hasta aquí: Gracias por leer.